Terminó la ECAM en 2017 y, a día de hoy, ya ha firmado un éxito de taquilla y varias series con una de las productoras más importantes de España. Como tengo el honor de haber sido profesor suyo en un par de talleres, le he pedido a David Orea que nos cuente cómo lo hizo para triunfar nada más salir de la escuela.

El guionista David Orea. Foto © David Mosquera.
¿Qué te hizo pensar: “quiero ser guionista”?
Un Carrefour. Pio Baroja, Salomé Barillas y Pablo Remón. Y también un poco de Sergio Ramos metiendo gol en el 93…
Me explico:
La decisión de estudiar en la ECAM la tomé a los 28 años; en el 2014. Llevaba ya un tiempo trabajando en una Agencia de Marketing como director creativo y desarrollando páginas webs. Y me acuerdo que una tarde al salir de la agencia, una compañera (Salomé Barillas) me pidió el favor de acercarle con el coche a un centro comercial que me pillaba de camino a casa. Estaba bastante quemada: yo llevaba varios años en la agencia y ella solo unos meses de beca. Así que se desahogó conmigo: decía que estaba harta de hacer banners para empresas que vendían extrusoras de plástico. Ella quería hacer diseño de carteles musicales, conciertos, portadas de discos… Hablaba con pasión de aquello.
Y de repente me vi allí, dándole un discurso sobre hacer lo que uno quiere, sobre arriesgar, sobre tirarse a la piscina e invertir el tiempo en algo que te guste, que te llene…que era muy joven, que con veinte años tenía todo por delante… y mientras le iba soltando todo el rollo, me di cuenta de que también me lo estaba diciendo a mí mismo. ¿Quién era yo para darle la chapa a nadie si estaba currando en un sitio que no me llenaba profesionalmente? ¿Eso era a lo que quería dedicarle un tercio de mi vida? ¿Mis ocho horas diarias?
Luego llegué a casa y le estuve dando vueltas. Eso pasó un viernes. Ese mismo domingo, me pidió mi novia que me acercara al Carrefour que faltaban cuatro cosas que necesitábamos para hacer un salmorejo. Y cuando entré me dio por pararme en la sección con los cuatro libros que había en entrada. Y ahí estaba. “El árbol de la ciencia”. Un libro que había leído durante el Bachillerato y que me recordó esa otra época en la que me tocó tomar decisiones.
Compré dos pimientos verdes, una caja de galletas, el pan y la novela de Baroja.
Por la tarde me metí en la página web de la ECAM, mirando el plan de formación. Vi que se podían cursar varias especialidades en la escuela: Guion, Producción, Sonido, Dirección… Lo hablé con mi novia, con una mezcla de pudor y, lo admito, un poco de vergüenza. “Creo que voy a dejar el trabajo y me voy a poner a estudiar cine”, le dije. ¿Y sabes que me contestó? “Estabas tardando”.
Luego fue todo muy rápido. Hice la entrevista en la escuela y estaba convencido de que, si me admitían, intentaría hacer la especialidad de “Dirección”. El primer curso era común y al final tendríamos que elegir especialidad y en función de las notas pues entrábamos o no… Los primeros días nos preguntaban que cuál de las especialidades queríamos hacer y siempre levantaba la mano cuando se hablaba de dirección. Estaba totalmente convencido… hasta que asistí a la presentación que dio Pablo Remón de la asignatura de guion. Por aquella era el coordinador de la asignatura en la escuela… y fue escucharle y tenerlo claro. Iba a estudiar guion.
Así que, bueno, creo que fue todo una suma de momentos raros, en un año raro para mí. Me tocó asimilar alguna que otra derrota tanto profesional como personal. Lo único que parecía ir bien era la temporada del Atlético de Madrid. Iba a ganar su primera Champions, hasta que llegó el 93 y te das cuenta que todo puede cambiar.
Estudiaste Comunicación Audiovisual antes de entrar en la ECAM. ¿Qué te impulsó a elegir esta escuela?
Bueno, aparte de Baroja, también hubo gente de mi siglo. De mi quinta. Un buen amigo y guionista, Roberto Martín Maiztegui que estaba en ese momento estudiando en la escuela, fue clave. Él ya había probado en la ECAM con un curso monográfico que impartía el propio Pablo Remón y al año siguiente, se matriculó en la escuela para hacer los tres años de guion.
Yo ya había oído hablar de la ECAM, pero cuando empecé a buscar información, además de echarle un vistazo a la página web, lo que hice fue llamarle y preguntarle cómo funcionaba la escuela. Y bueno, creo que no hay mejor embajador posible. Él estaba ya en segundo curso y muy contento con el programa y los profesores. Así que me dijo que adelante. Que la ECAM era el sitio al que ir a formarse si alguien quería trabajar en la industria.
He de decir que a Roberto le conocí en la facultad de Comunicación cuando ambos hicimos audiovisuales. Ya en la carrera intentamos hacer alguna cosilla, pero estaba claro que todavía nos faltaba un paso previo. Si de algo me acuerdo es que decía: “Especialización. Esa es la clave”. Y no le faltaba razón.
Ahora es profesor en la ECAM, lo que no sólo me alegra por él, sino por los alumnos que lo pueden disfrutar. ¡Ni se imaginan todo lo que se puede aprender con él! Aparte del talento que tiene para la escritura, encima transmite esa emoción y el cariño por la profesión. Yo que le he visto en acción, me recuerda mucho a Pablo Remón en ese sentido; gente inspiradora que hace que salgas con el impulso de escribir.
¿Cómo viviste el proceso formativo de ECAM en comparación con la experiencia universitaria?
En la ECAM todo es cine y televisión. Un sitio donde tus profesores son Daniel Remón, Verónica Fernández, Carlos López, David Muñoz, Carlos Molinero, Pablo Remón, Silvia Herreros de Tejada, Alejandro Hernández, Borja Cobeaga, Diego San José, Jesús Martínez León… no es cualquier cosa.
Estamos hablando de profesionales en activo. Personas a las que pagan por escribir películas y series. Creo que es esa cercanía la que hay que aprovechar en la escuela y sobre todo tener las orejas muy abiertas porque no solo vas a aprender sobre una base teórica, si no sobre la vida real y la experiencia de todos estos guionistas. Y solo te hablo en el terreno de guion, pero en el caso de otras especialidades, están Fernando Franco, Sergio Oskman, Mariano Barroso, Enrique Urbizu… vas por un pasillo y te encuentras a gente que ha hecho cinco o seis películas… allí todo el rato respiras cine.
A diferencia del plan universitario, la ECAM ofrece algo muy concreto y especializado. En la Universidad quizás todo sea demasiado “académico” y teórico. Allí te encuentras profesores muy formados en la teoría, pero echas de menos la experiencia. En el caso de Comunicación Audiovisual recuerdo que todo lo vimos desde muy “lejos”. Es un vistazo global. Siempre digo que es una carrera que te enseña muchas puertas: radio, cine, televisión… pero en realidad no te da la llave de ninguna.
Tengo pocos recuerdos nítidos de la carrera de Comunicación Audiovisual en lo que se refiere a cine. Algún chispazo en clase en alguna asignatura aislada, por ejemplo, con Íñigo Botas que nos impartió una asignatura de dirección cinematográfica. Creo que fue el único que nos habló del cine desde su experiencia. Un hombre que tuvo la mala suerte de estrenar Best Seller, su primera y única película, en el Festival de San Sebastián el mismo día en el que estrenaban E.T. Nos lo contaba con una mezcla de amargor y cariño. Fue una rara avis, un artista entre buenos docentes.
Terminaste la ECAM en 2017. ¿Cuánto tardaste en encontrar trabajo de guionista?
Estábamos en las entregas finales y desde la escuela nos dieron un tiempo para escribir el proyecto final de largometraje. Yo aproveché ese mes y medio en el que nos habían reducido las clases para escribir… pero también para trabajar. Aunque no tenía nada que ver con escribir películas. Dos amigos iban a casarse ese verano y después de tres años en la ECAM estaba tieso económicamente. Así que me iba por las mañanas hasta Camarma de Esteruelas a una distribuidora logística. El turno empezaba a las 6:00 y salíamos a las 14:00. Recuerdo que uno de esos días, en los diez minutos que nos daban para comernos el bocadillo me llegó un email al teléfono móvil. Era de la ECAM. Estaban buscando a dos becarios para Bambú Producciones en un acuerdo colaborativo con la escuela.
No te puedes imaginar, allí, en aquella fábrica en la que nos contrataron como refuerzo para poner pegatinas en botellines de mojitos, lo que fue ver ese email. Las cuatro horas siguientes se me hicieron interminables. Quería llegar a casa y enviar el Currículum. Fueron días muy largos. Ocho horas poniendo etiquetas dan para pensar mucho. Pero al poco tiempo nos contestaron. Querían hacer entrevistas personales y tuve la suerte de estar entre los seleccionados. Así que fui a las oficinas de Bambú e hice la entrevista.
Y aquí es donde entró en la ecuación Gema R. Neira. Me hizo la entrevista; estaba muy nervioso, pero parece que no fue tan mal. Nos llamaron a los pocos días para empezar. Contrataron a dos becarios para el departamento de desarrollo: Salvador S. Molina, compañero de promoción y a mí.
Y desde aquel momento hasta ahora.
La verdad es que fue terminar en la ECAM y empezar a trabajar como guionista.

Foto © Juan Manuel González Bernáldez
¿Cuáles son tus hábitos de trabajo? ¿Eres más de mañana o de tarde? ¿Tienes un horario fijo o vas improvisando? ¿Qué es lo primero que haces cuando abres el ordenador? ¿Tienes alguna rutina de pre-calentamiento?”
Pues depende un poco, la verdad. Cualquier momento para escribir es bueno si tienes una entrega en el horizonte. Al final tiendes a “llenar” el tiempo. No sé si a ti te pasa, pero si me dan tres meses, te organizas en función a ese tiempo. Pero para mí siempre es importante una meta volante, para seguir avanzando y no atascarme. Porque al final lo que escribes está vivo. Siempre vas a querer reescribir algunas cosas. O seguir afinando. Al final terminas de escribir cuando la cámara se ha puesto en marcha. Y aun así, sigues reescribiéndolo en tu cabeza.
Cuando estaba en la escuela, escribía a primera hora de la mañana. Nada más levantarme. En ayunas. Me costaba mucho escribir de noche. Me entraba sueño. Ahora en Bambú tenemos un horario fijo. Así que me he acostumbrado a escribir de mañana y de tarde de lunes a viernes, lo que mi novia agradece, porque en teoría descanso el fin de semana.
Una de las cosas que van con el oficio, es que nunca dejas de escribir. Estás paseando, cenando con amigos o viendo un partido de fútbol… pero de alguna forma te has convertido un poco en un caníbal de la realidad: todo puede servirte para tu película de atracos o puede ser un disparador para una nueva idea que compartes en ese momento.
En cuanto a rutinas… pues supongo que como muchos compañeros de profesión. Enciendo el ordenador, abro el email, repaso la prensa y abro el documento del proyecto en el que esté trabajando. Y si veo que el puntero parpadea durante mucho tiempo y no se ha movido del sitio… pues intento desbloquearme. Tengo algo que a mí me funciona. Pongo alguna canción que tenga que ver con el estado de ánimo de la escena o del proyecto en concreto y mientras la escucho abro un documento de Word y empiezo a transcribir la letra. De repente conecto con algo que me ayuda a seguir.
Otras veces tiro de las “primeras páginas”. Hago lo mismo; abro un Word y empiezo a poner lo primero que se me viene a la cabeza. Ideas, pensamientos, anhelos, listas de la compra… me dejo llevar y muchas veces, por no decir en la mayoría de las ocasiones, me asusta todo lo que pongo. Esas páginas me conocen demasiado, pero a mí me ayudan. Luego cojo eso que tanto me asusta y lo entierro en la escena que me toca escribir.
¿Dónde escribes? ¿Tienes un escritorio fijo? ¿Vas pululando por diversos rincones de casa? ¿O escribes en una oficina junto a plató? ¿O en la bañera como Dalton Trumbo?
Tengo plato ducha y encima se me sale el agua… Ya en serio, normalmente escribo en la oficina. Tenemos nuestro despacho de desarrollo y allí sucede todo. Tanto las reuniones como las sesiones de escritura.
A veces, también me toca trabajar en casa. Tengo un cuarto con el ordenador de sobremesa y allí me pongo. Aunque a veces veo que el sitio está un poco viciado y me voy a la cocina o al salón (que es el mismo espacio porque mi casa es muy pequeña) y me pongo allí con el portátil.
Y si tengo que entregar y veo que estoy muy bloqueado, como medida desesperada me funciona irme al bar más incómodo que pueda imaginar y pedir un té muy caliente. Como me da mucha vergüenza sacar el ordenador, lo hago con mucho pudor y me pongo a teclear todo lo rápido que puedo. Cuando veo que el té se ha enfriado, me lo bebo de un trago y me marcho. Y, curiosamente, de esas prisas siempre sale algo “interesante” con lo que empezar a construir.
Desde que terminaste la diplomatura en ECAM has firmado ya varias ficciones, tanto en cine (Malasaña 32) como en televisión (entre otras, 45 revoluciones). Han debido de ser tres años muy intensos. ¿Te prepara la ECAM para esa vorágine de trabajo? Quiero decir que una cosa es tener una formación teórica y práctica, y otra muy distinta tener la rapidez de reflejos y la resiliencia que te exige la industria cuando eres un profesional.
A mí siempre que me hablan de la ECAM la comparo con una academia militar. El West Point de los guionistas. Te entrenan para ir cogiendo músculo. Insisto con lo del tema del guion como oficio. Mi padre siempre dice que es catedrático en lo suyo: lleva cuarenta y cinco años en el sector del automóvil. Y sigue aprendiendo. Pero alguna vez tuvo que pintar su primer coche. Aquí sucede lo mismo. Quien entra en guion en la ECAM, sale de allí con un mínimo de dos largometrajes escritos, un capítulo piloto, tres cortometrajes, un relato corto, una adaptación literaria, una biblia…
Por no hablar del trabajo diario con tareas y ejercicios específicos. Son dos años en los que convives con la escritura y adquieres un músculo que luego en el día a día de la industria es fundamental. Los tiempos en la televisión a veces son de vértigo.
Un vértigo que se lleva mejor con el respaldo de los compañeros que nos encontramos al llegar a Bambú. Tener una duda y saber que en el despacho de al lado están Diego Sotelo, Daniel Martín, Verónica Fernández o Carlos López… da mucha tranquilidad. Por no hablar de todo lo que hemos aprendido de ellos… Desde luego nos lo han puesto muy fácil. Y te hablo en plural, porque como he dicho antes, entré en la productora junto a Salvador S. Molina, amigo y compañero de promoción. Y, desde el primer día, nos fueron dando mucha confianza.
Creo que el punto de inflexión fue el día en el que me escribe Ramón Campos y me dice: “Vente a mi despacho”. Llevaba pocos meses allí y de repente te llama uno de los productores más importantes de este país a su despacho.
Y cuando llegué allí, me pidió que le echara una mano con unas separatas para una serie que estábamos a punto de estrenar: “Traición”. Las necesitaba para volver a grabarlas al día siguiente y había que entregarlas ya. Imagínate la responsabilidad. Pues tuve que entregar la escena reescrita a las pocas horas. Y parece que funcionó. Cuando estrenaron la serie y vi la secuencia en la que Ana Belén decía unas palabras que yo había escrito en un papel… flipé. Eso no se me va a olvidar.
Vas comprendiendo que los tiempos en televisión no son los que a uno le gustarían. Al final, el día a día, es así y tienes que entregar porque hay un gran equipo detrás trabajando para preparar todo y que la cámara se ponga en marcha. Somos un eslabón más de la cadena. Al principio da vértigo, sí, pero al final los que estamos en el oficio tenemos que ser un poco funambulistas.
Por eso es tan importante que Productores ejecutivos como Ramón Campos o Gema R. Neira también se tirasen un poco al vacío apostando por gente que acaba de salir de la escuela como nosotros. No teníamos ninguna experiencia y nos han dado la oportunidad. Ahora miro mi IMDB… y me tengo que pellizcar.
Aún no me lo creo.
¿Escuchas música cuando trabajas? ¿Bandas sonoras, clásica, rock? ¿Tienes una playlist infalible en Spotify? Recomiéndanos algo de música inspiradora.
Normalmente sí que escucho música. Intento que esa música tenga el “aroma” de lo que esté escribiendo en ese momento. Alguna vez he hecho alguna playlist específica para proyectos concretos.
Te puedo decir lo que estoy escuchando últimamente. El “Mediterráneo” de Serrat. Aunque te advierto que casi mejor no hacerlo… porque te pierdes en las letras y al final no escribes una palabra. Es increíble lo de ese álbum. Me pongo “Pueblo blanco” en bucle.
Por otra parte prefiero escuchar álbumes completos que canciones sueltas. Aunque a veces la opción de radio de Spotify te descubre cosas muy interesantes.
Y si tengo que elegir, pues acudo a mis clásicos: Rubén Pozo, Lichis, Leiva, Manolo García, Quique González… aunque si tuviera que abrir la caja de pandora, me pondría el “Avería y Redención” un disco que Quique González publicó en 2007. Inspiración a cambio de dolor. Lo conseguí en LP hace tiempo y aún no le he quitado el precinto.
Todavía no me atrevo. Pero no por ello dejaré de recomendarlo.
¿Qué software sueles usar para escribir guiones?
Depende. Algunos guiones nos llegan en Screenwriter y otros en Final Draft. Yo empecé a trastear con una plantilla de Word y luego durante mi época en la ECAM, en el primer año, usaba Fade In, que tiene una versión gratuita que va genial.
Luego pillé un descuento en un Black Friday para comprar la licencia de Final Draft en la que además te hacían una buena rebaja si presentabas el carnet de estudiante de cine. Así que aproveché para comprarla. Es el que más utilizo y la inversión creo que está más que rentabilizada.
¿Escribes alguna vez en papel? ¿Moleskine, folios sueltos, servilletas de bar?
Acostumbro a tener un cuaderno al lado de portátil. Cuando voy a una mesa de guion me gusta hacer anotaciones sobre lo que se está comentando. Anotar las ideas clave. O cuando estamos tramando, suelo guarrear el papel poniendo nombres y flechas. En este sentido, me ayuda. Aunque no me he lanzado a escribir una secuencia en papel, porque creo que hay más de mística que de funcionalidad. Al final tenemos que entregar documentos por email y terminaría transcribiendo esa escena a un documento digital. El tiempo apremia.
Lo que sí que hago son anotaciones en el teléfono móvil. Si se me ocurre algo o veo algo que me interese, lo escribo en la aplicación de notas del móvil. Al día siguiente unas notas tienen sentido y otras… directamente son una gilipollez o algo que solo tenía sentido cuando estaba borracho.
Otra cosa que me gusta es robarle frases y expresiones a mi suegra. Son oro. Siempre que puedo intento meterlas en algún diálogo. Hay una cosa que me parece que dijo Rafael Azcona: “Se podrían escribir películas solamente visitando el Corte Inglés”. Estoy muy de acuerdo. Así que procuro estar alerta y anotarlo donde pueda.
Has conseguido el sueño dorado de muchos guionistas freelance: un trabajo estable. ¿En qué medida consideras que tu paso por la ECAM fue determinante para trabajar en el departamento de desarrollo de una gran productora?
Bueno. Creo que lo que a mí me ha pasado, simple y llanamente como se dice en mi pueblo es que ha bajado Dios a verme. Mis compañeros de promoción son buenísimos y algunos no están teniendo la misma suerte. Terminarán levantando proyectos y trabajando como guionistas porque al final el talento está ahí.
Ahora bien, entrar en Bambú ha sido lo mejor que podía pasarme. Y eso ha sido posible porque tenían un convenio con la ECAM. Pero también porque Gema R. Neira y Ramón Campos apostaron por nosotros y por la continuidad de la beca, formándonos también desde el otro lado y teniendo la paciencia que a lo mejor en otros sitios no hubiesen tenido. ¿Sabes esto de estar en el momento adecuado en el instante preciso? Pues yo creo que a mí me pasó algo parecido.
No puedo decir más. A veces es una cuestión de suerte… a veces de talento. Yo solo espero que cuando me falte lo primero, me eche un capote lo segundo…
¿Qué libros y películas te cambiaron la vida? (Dos o tres, tampoco hace falta una lista)
La primera que se me viene a la cabeza es Forrest Gump. Tenía ocho años y me acuerdo que la vi de estreno en el cine. Mi abuelo había muerto un año antes y yo no entendía todavía por qué. Creo que empecé a entender algo cuando la madre enfermaba y se tenía que despedir de Forrest. Esto de que la “muerte formaba parte de la vida”. Fue bastante revelador.
7 vírgenes, de Alberto Rodríguez, es otra de esas películas que también recuerdo que me noquearon al salir del cine. Me dejó completamente grogui.
Y la última vez que he salido del cine sobrecogido fue después de ver “Retrato de una mujer en llamas” de Céline Sciamma. No conocía a la directora pero para mí de lo mejor que he visto en los últimos años.
¿Hay alguna experiencia en tu infancia que, sin ser específicamente relacionada con el mundo del espectáculo, haya podido empujarte en cierto modo hacia esta profesión?
La verdad es que a mis padres siempre les ha gustado ir al cine. Y desde pequeños nos acostumbraron a ir con ellos a ver películas. Raro era el domingo que no íbamos. Nos metían en el coche y directos a los multicines. Yo siempre he vivido en San Fernando de Henares, pero allí no teníamos ninguna sala. Había que irse al pueblo de al lado. A Coslada. A los Cines la Rambla.
Precisamente la dueña, había sido vecina de mi madre cuando eran pequeñas. Así que imagínate. Tenían mucha confianza. Incluso alguna que otra vez que mi madre se tenía que ir a comprar o a algún sitio con mi hermana, me dejaba en el cine. Con eso te lo digo todo. Me pillaba un saco de palomitas y a pasar la tarde. No sé si tiene que ver o no, pero en mi casa siempre se ha respirado cine.
Puedes imaginarte, años después, en el 2020 cuando fui allí con mi familia a ver Malasaña 32. En ese mismo cine en el que iba de pequeño. Ver tu nombre en la pantalla es algo que no se olvida.
¿Qué cursos, películas o libros de guión te han marcado como guionista?
Creo que el primer manual de guion que cayó en mis manos fue el de McKee, el de sustancia, estructura, estilo y principios de la escritura de guiones. Aunque llevo sin revisarlo desde hace mucho tiempo, en su día me pareció muy interesante para asomarse al oficio.
Hay un libro que no tiene que ver directamente con el mundo del guion pero sí con la escritura, que siempre que puedo, recomiendo. Es “Mientras escribo” de Stephen King. Tiene un apartado en el que habla de sus inicios como escritor y a mí me pareció muy emocionante cuando lo leí. Además, cuenta con otros apartados dentro del libro en los que desvela sus trucos y métodos que utiliza en su día a día como escritor.
Pero creo que lo más determinante y lo que me ha marcado como guionista es conocer a Pablo Remón y su forma de entender la escritura. Eso sí significó un antes y un después porque, de alguna manera, hizo que me replantease la forma de acércame a la escritura. A veces los manuales ofrecen soluciones dramáticas un tanto encorsetas y normalizadas. Divisiones en tres actos, puntos de giro en determinado minuto… y creo que está muy bien que se racionalicen las estructuras y se hagan análisis pormenorizados de miles de películas que han funcionado de esa manera.
Pero al final tantos conceptos, normas, nomenclaturas… pueden ser tan apabullantes que en vez de ayudar, pueden bloquearte. Todo parece una receta complicada y al final puede echarte para atrás. Cada película es una historia única. Y hay algo que recuerdo que nos dijo Pablo durante alguna de las clases: “Cada historia empuja a una forma”. Y creo que es así. Creo que eso te hace un poco más libre para enfrentarte al reto, ya de por sí difícil, de escribir una película.
No me imagino a un niño esperando su regalo de reyes y abriendo un reglamento de fútbol. Déjale el balón. Ya se aprenderá el fuera de juego.
¿Sigues en contacto con tus antiguos compañeros? ¿En qué medida han contribuido a tu carrera profesional las sinergias nacidas en las clases de la ECAM? (O viceversa: ¿en qué medida tú has contribuido a la carrera de otros compañeros?)
Por supuesto que sigo en contacto con mis compañeros. Tenemos un grupo de whatsapp y nos vamos pasando nuestros proyectos y dándonos feedback. Hace poco recibí por correo un enlace para ver la serie que dos compañeros que acababan de terminar de grabar. Evgeny Yablakov y Ximo Peris. La verdad que han hecho una serie cojonuda. Muy libre y espero que algún día pueda verse en alguna plataforma. Es lo que te decía antes del talento; tarde o temprano, saldrán las cosas.
También sigo en contacto con compañeros de otras especialidades. Al final lo interesante de la ECAM es crear comunidad. Con Joaquín Pérez, de la especialidad de dirección, no he perdido el contacto. Incluso llegamos a escribir varios proyectos de largo que están en el cajón esperando pacientes a que algún día se puedan levantar.
Por no hablar de Salva. Con el que trabajo y al que admiro. ¿Sabes lo que más ilusión me hizo? Ir a Alhama de Murcia, que es su pueblo, a estrenar allí Malasaña 32. Fue muy bonito. Muy muy bonito. Creo que hemos formado un muy buen equipo, junto a Ramón y Gema.
Háblanos de tus próximos proyectos.
Pues ahora mismo tenemos pendiente el estreno de la película “El verano que vivimos” del que todavía no conocemos fechas. Y también estábamos en plena preproducción de otra serie para Netflix: “Jaguar”, que se iba a empezar a rodar en estos meses, pero al final con la crisis de la COVID-19, se ha tenido que retrasar todo. Esperemos que la cámara empiece pronto a funcionar de nuevo y sobre todo que la situación vuelve a la normalidad lo antes posible.
Necesitamos historias y goles en el 93… aunque sean contra.
Entrevista de Sergio Barrejón.
Hola, David. Enhorabuena por tu éxito. Una pregunta ¿De qué vivías cuando dejaste el trabajo y te pusiste a estudiar durante 3 años? (si se puede saber. porque es un tema muy clave en todo este asunto…) Un abrazo!
Pues básicamente agoté los ahorros que tenía y toda la prestación por desempleo. También me dieron una beca Movistar + por méritos académicos que pagó una buena parte de la matrícula de la escuela. Y los meses de verano a currar en lo que saliera. Lo de los botellines de mojito no fue la excepción… sino la norma. Me salieron varios trabajos de diseño web que compaginaba con la escuela.
Luego, por descontado, el apoyo familiar y la seguridad que me dieron, tanto mi familia como mi novia con la que vivía y vivo y que ha tenido la paciencia de aguantar todas las fiestas y rondas que nos hemos perdimos. Porque, si podíamos, el cubata nos los llevábamos bebido de casa.
jajaja, ¡gracias por responder con tanto detalle y franqueza, David! Lo dicho: enhorabuena por tu asombrosa trayectoria y que sigas igual de a tope. Un abrazo.
P.D.: A mí también me aportó mucho la lectura de On Writing de S. King
Pensaba y pensaba ,,en el Rincón que iba a ser uno de los grandes…..
Esta es una de las excepciones de la ECAM. Esos correos para productoras como Bambú no llegan a todos, y no por una cuestión de más o menos talento. No nos engañemos. Del mismo modo que hace una década las pruebas de acceso eran mucho más exigentes, al igual que el plan de estudios y era raro que te fuera clase un profesor que apenas llevaba un par de años en el sector.
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