RAYUELA, UN POST SENTIMENTAL

  • veroguion 

por Verónica Fernández.

Empiezo mi colaboración con bloguionistas desde Buenos Aires, robando a Cortázar el título de su novela. Ayer paseaba por la avenida Santa Fe, ensimismada, intentando buscar una metáfora para escribir este post. Y fue fácil encontrarla. No hay librería que se precie que no tenga a Borges y a Cortázar expuestos en sus escaparates. La imagen de una rayuela en una portada se me quedó prendida en algún lugar de mi cerebro todo el día. ¿No es más cierto que llevo muchos años saltando de casilla en casilla intentando alcanzar el Cielo? ¿No paso de un proyecto a otro de una manera más o menos hábil soñando con abandonar el Purgatorio? Eso es la rayuela, un juego en el que uno mismo es la ficha. Se empieza en el Purgatorio y se debe llegar al Cielo después de pasar los nueve puntos del camino. No se puede dejar la piedra encima de una frontera entre dos números porque eres castigado a empezar de nuevo. Y es que yo, que soy una sentimental, quería escribir mi primera entrada, no desde la guionista profesional que puede aportar con su experiencia algún truco, crítica o glosa sobre nuestro oficio, sino desde las emociones que me provoca dedicarme a escribir. Y de ahí que la rayuela me pareció una manera muy gráfica y muy contundente de explicar muchas cosas.

1.- Sobre la ilusión.

Recuerdo que cuando yo apenas llevaba un año y media en esta profesión, me invitaron a una mesa de debate en una universidad. No importa con quién, ni dónde. Un pope de la televisión, productor ejecutivo y creativo (decía él), nos deleitó con un powerpoint en el que hablaba de lo que se necesitaba para hacer una serie de éxito. Yo había coordinado por entonces A las once en casa y era más petulante que ahora, más ingenua y probablemente más imprudente. Me había subido al carro de la televisión de una manera muy fácil y placentera. Mi serie iba bien y estaba poco abierta a recibir lecciones de nadie. En aquella presentación aquel sujeto habí apuesto varias pantallas en las que se podía leer algo así como: “PARA ESCRIBIR UNA SERIE SOBRE TODO SE NECESITA: ILUSIÓN, ILUSIÓN, ILUSIÓN…”. Como dirían acá en la Argentina: “me cagué de risa”.

Esperé mi turno y con una seriedad apabullante le dije a este buen señor que lo que se necesitaba para empezar a escribir un buen proyecto de televisión eran: buenos contratos, tiempo y un jefe que te dejara trabajar en libertad. El auditorio me aplaudió en pleno. El hombre en cuestión montó en cólera, quiso contestarme desde la justificación y a la hora de la comida me ofreció trabajo en su productora, trabajo que por supuesto yo rechacé. Sigo pensando que para escribir cualquier cosa las mejores condiciones son las que se me antojaban entonces. Eso está fuera de toda duda. Sin embargo, con los años, le he ido dando importancia a aquella palabra que entonces me pareció el colmo de la demagogia: ILUSIÓN. Y es que he visto guionistas terriblemente decepcionados con su trabajo, con sus jefes, con las cadenas, con los productores y distribuidoras de sus películas. En algún momento yo también lo he estado. Y esa falta de ilusión sobre lo que uno tiene entre manos acaba mermando nuestras capacidades.

No sé cómo se preserva uno de no caer en el hartazgo. De verdad que no lo sé. Hay que tener ganas y ánimo para saber que llegar al Cielo va a requerir de mucha fuerza, de muchos saltos, de mucho ir y volver, de tirar la piedra y que se quede encima de la raya, de tener que volver a empezar. Nuestra carrera en el mejor de los casos es una carrera de fondo. Es muy complicado escribir sin un átomo de ilusión. Así que desde aquí, pido perdón a aquel hombre, que aunque de manera torpe, quiso transmitir en aquella mesa de debate que la ilusión era un ingrediente importante en el proceso creativo: es la nafta, para que el auto no pare.

2.- Sobre la realidad.

Siguiendo con esta tontería de la rayuela, pensaba en qué significa la casilla de salida, el Purgatorio, en nuestro oficio. Se me antojan miles de respuestas. El término hace referencia a un estado transitorio de purificación y expiación del alma pecadora. No pueden acceder a este limbo los que hayan cometido pecados mortales. Esta última información me deja mucho más tranquila. Si los guionistas somos pecadores, lo somos de pecados de poca monta. Venial me ha parecido en este sentido una palabra liberadora. Se nos puede acusar de muchas cosas seguramente y todos estamos cansados de oír cuando un proyecto va mal quienes son los culpables. Si escribimos mal, parece que la cosa va mal. Y si escribimos bien, la cosa también puede ir mal. O sea que ante el fracaso de un producto, tenemos muchas papeletas para sentir sobre nuestros hombros todo el peso de la derrota.

Cuando la acusación es injusta, cuando se le corta la cabeza a todo un equipo de guión por falta de share, cuando un director no ha entendido ni una línea, cuando han destrozado los pocos chistes que había actores de tercera, cuando el producto se ha programado por el enemigo… nos sentimos totalmente legitimados a decir que no nos entienden, que nos maltratan y que nos eligen como chivo expiatorio de los pecados de otros. Y sí, muchas, muchas veces sucede esto. Hay que armarse de valor y de paciencia para saltar de casillero con ilusión después de que te hayan acusado de no saber jugar, de no saber escribir.

Para mí, el Purgatorio, es el lugar donde me torturo para ser mejor. Cuando sé que sí tengo culpa, que fui perezosa, que recurrí a chistes viejos, que desempolvé esa trama que siempre quise colar, cuando no hay ningún enemigo fuera que me quiera cortar la cabeza sino gente que no sabe leer guiones y da por buenas cosas, que yo sé que están mal, cuando cambio el tamaño de la letra para ampliar el número de páginas,  me siento una impostora. Pienso que ésta vez sí me van a pillar, que ya zafé muchas veces y que en el fondo no tengo tanto talento como me creo. Que tire la primera piedra quien no se haya sentido así alguna vez.

3.- Sobre el miedo.

Hay veces que el miedo nos paraliza. Algunos tienen verdadero terror a la pantalla en blanco, otros a ser juzgados y cada vez que mandan una versión entran en un estado de agonía permanente, otros nos sentimos como decía antes impostores… hay un miedo más profundo que estos, que toca la médula de nuestra identidad como escritores. Nuestra escritura no acaba en ella misma, nuestra escritura sirve para otra cosa, se transforma en una obra que excede a nuestro control. Tenemos pánico a que en el tránsito se pierda lo mejor, si es que alguna vez tuvo algo bueno. Tenemos pánico a que en el tránsito se convierta en algo peor, si es que no era buena.

No conozco a ningún guionista que quiera hacer las cosas mal, si nos salen mal, es a nuestro pesar. Ese grado de exigencia permanente produce pánico. A veces no queremos saltar de casilla. Se acaba un proyecto que hemos controlado y empieza uno nuevo. Normalmente somos pájaros de muchos nidos y nos gusta volar, pero también nos gustaría meter la cabeza debajo del ala y protegernos cuando el proyecto ha tenido más de placentero que de otra cosa. He coordinado varias series y siempre me atenaza el mismo sentimiento contradictorio cuando acaban. Por una parte me siento liberada e ilusionada con las cosas que llegarán después y por otro lado me da pena que acaben las historias que ya controlo, en las que me siento cómoda, en las que el riesgo ya no es tan grande.

Mi vuelo de regreso a Madrid sale en unos horas. He hablado del Purgatorio en nuestra profesión pero poco del Cielo. ¿Cuál es nuestro Cielo? ¿Adónde queremos llegar saltando y saltando de casillero en casillero? El Cielo es ese lugar donde escribimos con un buen contrato, con personas que nos hacen mejores desde la exigencia creativa, con ilusión, en proyectos en los que nos dejamos algo más que el oficio, quizás un poco de alma,  con chistes nuevos, sin recurrir al polvoriento cajón de las tramas… El Cielo lo he tocado estos días en Buenos Aires. Cruzo los dedos para que nadie me borre esta rayuela del piso.

Verónica Fernández ha sido guionista de series de éxito como A las once en casa, El comisario, Raquel busca su sitio, Cuéntame, Hospital Central y otras. Ganó un Premio Goya por el guión del largometraje El Bola, coescrito con el director Achero Mañas.

11 comentarios en «RAYUELA, UN POST SENTIMENTAL»

  1. Verónica, si tus guiones son tan deliciosos como este post, ten por seguro que tienes una espectadora, lo registren o no los Nielsen de este mundo.

  2. Gracias por unirte a nuestros bloguionismos, Verónica. Y enhorabuena por el post, has conseguido plasmar perfectamente algunas de las sensaciones más habituales en este oficio.

    Una de las cosas que más me preocupa ultimamente es ésa tendencia destructiva que lleva a muchos guionistas a ir perdiendo ilusión y ganas de luchar a medida que van haciéndose más experimentados y respetados. A veces es como un cáncer irreversible. Para mí el súperguionista sería un profesional con 30 años de experiencia pero con la misma energía e ilusión que los 20.

    Abrazos.

    1. Estoy encantada escribiendo en el blog. Me habéis dado una bienvenida maravillosa. Estoy contigo en que a veces la experiencia va en contra de la ilusión, pero ahí estamos, luchando día a día por seguir saltando, a ser posible ilusionados.

  3. Qué bien se resumen todos esa psicología habitual de los que nos dedicamos (o lo intentamos) a esto. Se siente uno menos solo.

    Mientras, a ver si alguien sí averigua cómo superar el hartazgo y mantener la ilusión. Porque es que hay días que…

    1. He podido escribir este post porque en el fondo me sentía muy acompañada. Sabía que cualquier guionista podía empatizar con las cosas que cuento.
      En cuanto a superar el hartazgo… bueno, déjame pensar, a lo mejor escribo otro post sobre eso.

    2. Se me ocurre que una posible salida es “salirse del mundo”, y escribir, escribir, escribir… claro que como también hay que comer… Vamos, que es complicado, jajaja.

      Pero bueno, ya veo que es algo que nos pasa a todos.

    1. Gracias, Javier. Espero que te siga gustando lo que escribo en el futuro. Encantada de conocerte. Y el cielo también se me ha caído alguna vez delante de mis narices… pero eso es otra historia.

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