El pasado 5 de septiembre Pablo Remón impartió en Valencia una interesante masterclass (organizada por creador.es) sobre La escritura de diálogos en cine y teatro, tras la cual tuvimos la ocasión de entrevistarle y de hablar un poco más sobre estos dos oficios que, al final, para él, son muchas veces el mismo.
Lo dice con la autoridad que le da la experiencia. Después de dos largometrajes coescritos con su hermano Daniel, Casual Day y Cinco Metros Cuadrados, este año han estrenado El Perdido en la sección oficial Zonazine del Festival de Málaga (si queréis saber más sobre El Perdido podéis leer aquí la entrevista que le hizo nuestro compañero Alberto), y ultima el rodaje de No sé decir adiós, ópera prima de Lino Escalera con guion de Remón.
Por si fuera poco, en los últimos años Pablo ha dado el salto al teatro con dos obras largas. A La Abducción de Luis Guzmán le siguió 40 años de paz. Ahora, La Abducción de Luis Guzmán ha sido seleccionada por la compañía BARKERS en un concurso entre dramaturgos europeos para adaptarse y estrenarse en Nueva York.
¿Cuáles son las diferencias en ambos modos de escritura?
Por un lado, creo que comparten más de lo que parece. Escribir es escribir. Toda forma de escritura convierte el mundo en lenguaje, y eso es lo que hacemos tanto en cine como en teatro. Cogemos el mundo y lo transformamos en palabras.
Luego están los temas obvios: en el cine la imagen manda, etc. Todo esto de que si lees solo los diálogos de un guion y lo entiendes está mal, estas cosas que se dicen y que nos enseñan. No es que no sean ciertas. Para mí son verdad a medias. Son una verdad en suspenso. “Los personajes hablan para conseguir lo que quieren”, por ejemplo. Pues sí… o no. ¿Qué pasa en las películas de Cassavetes, por poner un ejemplo entre mil? Los personajes hablan porque no pueden dejar de hablar, para tapar el silencio. No sé, el mundo del guion está lleno de estas medio verdades; el del teatro suele estar más abierto.
Por ejemplo, en las primeras películas que hicimos, nos decían que eran muy teatrales porque había mucho diálogo. En el mundo del cine, decir de algo que es “teatral” es algo despectivo. Equivale a decir que solo hay gente hablando. Pero sabemos que puede haber “solo” gente hablando y ser apasionante. Después, cuando he hecho teatro, la gente del teatro me dice que son obras muy cinematográficas. No creo que podamos hacer teatro como si no existiera el cine, porque está ahí, y la presencia que tiene es enorme, y lo habitual es consumir mucho más audiovisual que teatro. Ahí para mí lo interesante es utilizar esto, utilizar los recursos del cine (qué sé yo, la voz en off, los cortes de montaje…) para hacer teatro. Y viceversa. Creo que hay un terreno intermedio que puede ser fértil.
¿Podemos decir entonces que sigues el mismo proceso de escritura en cine y en teatro?
No, porque si escribo un guion para otro director mi trabajo es entender lo que quiere y ponerme de acuerdo. Cuando escribo teatro solo tengo que ponerme de acuerdo conmigo mismo.
¿Cuál es tu método para escribir?
No tengo un método muy claro. Basta que plantee un método para que en el siguiente proyecto cambie. No sé, intento no pensarlo mucho. Cada proyecto es distinto y exige una manera distinta de escribirlo. Lo curioso es que vas aprendiendo las reglas de ese proyecto concreto a medida que lo escribes. Es como aprender a jugar a un juego mientras estás jugando.
Lo que sí noto es que a veces me da la sensación de que “sobrepensamos”, que lo intentamos entender todo demasiado. Tenemos en la cabeza la motivación del personaje, su arco, este tipo de cosas… y al final la escritura, todo tipo de escritura, tiene algo de sueño sostenido. El trabajo es contar el cuento y sostener el sueño. Las historias son organismos vivos; si uno presta atención se ordenan solas. No pueden no hacerlo.
Por esta última afirmación podemos pensar que no sueles escribir con una escaleta en mente.
No se trata de utilizar o no escaleta. Depende el proyecto. Lo importante para mí es recordar que la escaleta, o lo que sea, es un medio, no es un fin. El fin es escribir el guion o la obra o la pieza que sea. Lo demás son herramientas.
Yo personalmente necesito que haya un elemento de descubrimiento al escribir. No me gusta tenerlo todo clarísimo. Si ya sé lo que va a pasar en todo momento, me da la sensación de que no estoy descubriendo nada. Me aburro, que es el peor enemigo para escribir. Pero, insisto, depende de cada uno y de cada proyecto.
¿Cómo consigues escuchar tu propia historia?
Quitándote del medio. Todo el mundo que escribe ha tenido la sensación de que, cuando la cosa va bien, parece que uno no está escribiendo. Parece que es otro el que dicta. Ese es el ideal, que escriba “otro”. ¿De dónde vienen esas frases? No sé, yo creo que el trabajo es mantener el canal abierto. Estar en contacto con el material para que vaya revelándose a su tiempo. Digamos que la tarea no es entender el guion, es escribirlo.
¿Al escuchar tu historia también encuentras qué quieres contar con ella?
No hace falta, me parece a mí, “querer decir” nada. Quieres decir lo que dices, las palabras concretas que utilizas, no otra cosa. Pensar y escribir son procesos diferentes.
La temática social y política suele estar bastante presente en tus obras. ¿Cómo consigues ser fiel a lo que quieres contar a la vez que escuchas la historia?
No pienso en lo que “quiero contar”, es más bien lo que quieres explorar. Digámoslo así: yo creo que uno no escribe para expresar lo que piensa, sino para descubrir lo que piensa. Lo que escribes es más profundo que lo que piensas. Es más verdadero y te refleja de muchas maneras, que no puedes controlar, con independencia del tema, el género o el medio.
Entrevista y Fotografías de Àlvar López y Carlos Muñoz Gadea. 15 septiembre, 2016.
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