Aaron Sorkin lo ha vuelto a hacer. Otra peli de reclinatorio. “El juicio a los 7 de Chicago” (Netflix) es para verla con papel y bolígrafo, tomando notas. Yo lo hice. Literalmente. Esto es lo que aprendí.
(Este artículo contiene varios spoilers)
1. CONTEXTUALIZA
Si haces una historia sobre hechos reales, conviene situar al espectador. Cuando las historias nacen de la realidad, no se dejan moldear tanto como las que surgen en tu cabeza. Es posible que haya “personajes Guadiana”. Es posible que haya personajes contradictorios. Los arcos de transformación no serán paradigmáticos.
Por eso es importante arrancar diciéndole al espectador: “en este sitio en este año pasaron cierto tipo de cosas que merecen ser contadas. Agárrate que vienen curvas”. Dispones de unos cuantos minutos para hacer exposición pura y dura. Aprovéchalos. Sorkin arranca su película con un montaje de varios minutos donde dibuja el clima político de la época y muestra la disposición anímica de “los 7 de Chicago”. Les permite expresar sus motivos para ir a protestar durante la Convención Demócrata.
No sólo está exponiendo el objetivo del protagonista. Está recordándole al espectador el contexto en que ocurrieron los hechos. Le está recordando que había una guerra terrorífica en marcha. Y que gran parte de la sociedad estadounidense se oponía radicalmente a ella, y se sentía profundamente decepcionada por la actitud del Partido Demócrata hacia el conflicto de Vietnam. ¿Por qué? Porque Sorkin sabe que, sin ese contexto, la historia no se entiende. Igual que no se entendería “Casablanca” si no supiéramos que aquella ciudad era el destino de miles de refugiados que huían de la guerra europea con la esperanza de tomar un avión hacia América.

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2. AJUSTA LA ESCALA
Esta película narra una multitudinaria revuelta y el posterior juicio a sus líderes. Un proceso largo y muy mediático que representó un hito en la historia de la democracia estadounidense. Pero eso no tiene interés dramático. El drama surge cuando ajustamos la historia a escala humana. La Ilíada no cuenta la guerra de Troya. Cuenta el cabreo monumental que agarra Aquiles cuando le birlan a la chavala que había raptado como botín de guerra.
Del mismo modo, “The Trial of The Chicago 7” no cuenta las revueltas antibélicas de los sesenta y la brutal represión del establishment contra una juventud iconoclasta. Cuenta la injusticia a la que se ven sometidos un puñado de ciudadanos, con nombres y apellidos, a los que quiere usar como chivo expiatorio porque lideraron una protesta política.
Pero Sorkin, que es más listo que el hambre, sabe que la premisa implícita de toda película sobre hechos históricos es que esa historia “nos concierne a todos”. Y sabe que ésa es la coartada que te permite escribir un guión donde no siempre está claro el objetivo del protagonista, dónde la trama da virajes caprichosos.
¿Qué hace Sorkin para “democratizar” el interés de la trama? Mostrar a jóvenes cualesquiera siendo llamados a filas. Hombres anónimos. Gente random. Recibiendo la carta que los obliga a ir a Vietnam a matar y muy probablemente morir. Porque les ha tocado la lotería. Literalmente. Sorkin ajusta la escala para que el espectador medio sienta que esta movida que pasó hace cincuenta y pico años en realidad le toca de cerca.
3. SIEMBRA
El personaje de Ramsey Clark aparece en escena a mitad de película y su intervención parece que va a ser decisiva (aunque luego realmente no llega a serlo, como veremos en el punto 4).
La aparición tardía de personajes que vienen a solucionar la papeleta a los protagonistas suele ser mal recibida por el espectador. La intervención del azar es tolerable sólo si complica la trama, pero no si la resuelve. Para vacunarse contra ese rechazo que producen “los ases en la manga”, Sorkin siembra hábilmente la relación de Ramsey Clark con la Fiscalía General. Se menciona su nombre varias veces, para asegurar que se quede grabado en nuestros cerebros.
Pero atención: se lo menciona en un contexto que no anticipa para nada cuál será su intervención posterior. Sorkin siembra, sabiendo que recogerá bastante más tarde.
4. NO SIEMBRES
Si el personaje de Ramsey Clark hubiera podido hacer lo que planeaba hacer en el estrado, no habría película, porque el juicio se habría ganado. Sin embargo, en un giro sorprendente de los acontecimientos, el juez impide que el jurado oiga su declaración. Sabe que, de permitirlo, la acusación no tendría posibilidades. Es una decisión arriesgada e improbable. Y coloca a los personajes protagonistas en un callejón sin salida… Justo cuando pensábamos que tenían una posibilidad de ganar.
Para magnificar esa sensación de “jarro de agua fría”, Sorkin se asegura de no anticipar este tipo de decisiones en ningún momento. Nada nos hace prever que el juez se vaya a descolgar con una injusticia tan absolutamente arbitraria. Sabemos que es un reaccionario de aúpa y que está descaradamente a favor de la acusación, pero no podemos prever que vaya a limpiarse el culo con las normas procesales. Porque Sorkin se asegura de no dejar pistas de ello.
5. NO LO CUENTES, MUÉSTRALO
“Show, don’t tell” es una de las máximas del guionista audiovisual. Y aunque Aaron Sorkin es famoso fundamentalmente por sus brillantes diálogos y sus “walk and talks”, lleva esa máxima grabada a fuego.
En “The Trial of the Chicago 7” hay un momento en que visualmente se resume el tema la película. Los líderes del grupo activista rompen la barrera policial y se dirigen a la zona restringida, al hotel donde está teniendo lugar la Convención Demócrata. ¿Dónde los acorrala la policía? Justo frente al bar donde cena y toma copas la casta política de Chicago. Durante unos segundos, esos dos mundos irreconciliables -el establishment y los revolucionarios- pueden literalmente mirarse cara a cara a través de ese cristal. Esos segundos terminan cuando la policía lanza a uno de los manifestantes contra el cristal, reventándolo en pedazos.
Encontrar un imagen que funcione a ese nivel metafórico es como encontrar oro.
6. NO LO MUESTRES, CUÉNTALO
Cada vez que oigo la expresión “una imagen vale más que mil palabras” pienso “Bueno… depende de la imagen, ¿no? Y de las palabras”. No hay muchas imágenes que valgan más que una página al azar del Quijote. Que las doscientas y pico palabras del discurso de Gettysburg. O que muchos monólogos cómicos, que durante décadas se vendían como rosquillas en vinilo.
Hay un momento para la imagen y un momento para la palabra. Y Sorkin sabe distinguirlos como nadie. Por eso echa mano de un recurso magnífico: un monólogo cómico en el que Abbie Hoffman (el carismático líder de los revolucionarios, interpretado por Sacha Baron Cohen) cuenta a su público los hechos de la protesta de Chicago y del juicio subsiguiente.
La exposición y la voz en off tienen muy mala fama entre los espabilaos que se han leído tres manuales de guión y aún los están digiriendo. Sobre todo cuando aparecen más allá de la primera mitad del primer acto. La verdad es que, como cualquier otro recurso, la voz en off (o cualquier otra forma de narración explicativa) es perfectamente aceptable… en su justa medida. Y si además está servida de una forma original, como aquí, esa exposición es una delicia para el espectador.
Sorkin entrevera con las escenas de acción sucesivos cortes del monólogo de Hoffman para narrar los hechos más complicados o desagradecidos de filmar. El recurso le sirve además para subrayar el protagonismo de Hoffman y rentabilizar así la fama de Sacha Baron Cohen en una película que, por lo demás, es esencialmente coral. Una jugada inteligentísima, tanto desde el punto narrativo como estratégico.

Sacha Baron Cohen interpreta a Abbie Hoffman
7. DALE LA RAZÓN A LOS MALOS
La altura heroica de un protagonista es directamente proporcional a la dignidad del villano al que se enfrenta. Si quieres hacer guiones de calado, no concibas el mundo como un sistema de “buenos” contra “malos”. Es preferible que tu antagonista presente argumentos sólidos y motivos de peso para actuar. Así tu protagonista lo tendrá realmente difícil para conseguir su objetivo. Y cuanto más difícil lo tiene el protagonista, más interés cobra la historia.
En ese sentido, Sorkin juega muy bien sus cartas: durante los dos primeros actos, se esfuerza por que el espectador esté a favor de los “Chicago 7”. Y cuando lo ha conseguido, hace aparecer una cinta magnetofónica que demuestra que Tom Hayden incitó a la violencia a los manifestantes.
No sólo es un giro de la trama modélico porque pone en aprietos al protagonista. No sólo es ese “todo está perdido” del que hablaba Blake Snyder. Va mucho más allá: hace que el espectador se cuestione si quizá ha pasado hora y pico simpatizando con unos buenos que en realidad también son malos. Ese es el tipo de dilemas que convierten a las películas en clásicos.
¿Habéis visto la peli? ¿Habéis tomado notas? Compartidlas con nosotros en los comentarios o en nuestras redes sociales. Seguro que se pueden sacar más lecciones de guión de “The Trial of the Chicago 7”. Y recordad que podéis conseguir el guión de la película en nuestra sección Descargar guiones.
Sergio Barrejón.
Si queréis saber más sobre Aaron Sorkin y esta película, echad un vistazo a estos enlaces:
–Análisis del piloto de The Newsroom (I) y Análisis del piloto de The Newsroom (II)
–Cómo se escribió el guión de “The Trial of the Chicago 7″. (En inglés)
–Cómo se rodó “The Trial of the Chicago 7”, según su director de fotografía. (En inglés)