LA QUE SE AVECINA: DE FAN A GUIONISTA

A sus 24 años, recién terminado el Máster de Guión de Salamanca y con un solo crédito de guionista, Carla Nigra ha conseguido entrar en el equipo de guión de La que se avecina. Hoy nos cuenta cómo.

Muchas veces, a lo largo de mi vida estudiantil, me he sentido culpable por pasar horas pegada a FDF, memorizando sin pretenderlo diálogos de Antonio Recio o Estela Reynolds en vez de estudiar la materia que me correspondía. La Que se Avecina ha sido durante años un refugio en mis horas más bajas, mi necesaria alegría al final del día.

Probablemente, mi media escolar habría sido mucho más alta de haber invertido en hacer deberes o prepararme exámenes la mitad de las horas que pasé tragándome uno tras otro capítulos repetidos de noventa minutos. Entre carcajada y carcajada, una parte de mí, la parte más responsable -claramente en desventaja- solía acusarme de estar perdiendo el tiempo. Y, si no, ya se encargaban mis padres. Hasta el pasado 13 de enero.

Conocí a Alberto Caballero en noviembre, en el encuentro de guionistas de Bilbao. Aunque, en cierto modo, ya lo conocía. Igual que conocía a su hermana, Laura Caballero. Eran los primeros nombres que citaba en mis trabajos o exámenes universitarios sobre directores y guionistas españoles.

Durante su ponencia, me temblaba el culo en el asiento. Estaba deseando darle las gracias personalmente por tantos años de risas. Y, puede que por la euforia del momento, también me propuse a mandarle una prueba de guión. Estaba convencida de que, aunque elegante, su respuesta sería evasiva o negativa.

Alberto había hablado durante su ponencia sobre las ventajas de escribir con un equipo de tres personas; un número reducido e impar que facilitaba los desempates en la toma de decisiones. Por no hablar de la complicidad adquirida tras tantos años trabajando juntos. Pero, contra todo pronóstico, lo que me contestó fue algo así: “¡Pues claro! Mándame cuatro páginas dialogadas de una junta de vecinos”. Al día siguiente, tuve la peor gastroenteritis de mi vida.

Alberto Caballero en el Encuentro de Guionistas de Bilbao (2019)

Tras darle el visto bueno a mi diálogo, Alberto me pidió que escaletara una trama inventada, de las cinco que suelen conformar un capítulo. Después de enviársela, poco antes de las vacaciones de navidad, me citó en sus oficinas de Madrid. Ahí me presentó a Araceli Álvarez de Sotomayor y a Daniel Deorador, los otros dos guionistas de mi serie favorita. Otro subidón. Pero no estaba todo ganado; faltaba por hacer una tercera prueba. Esta vez, debía escaletar un capítulo entero en tres días. Concretamente, un hipotético capítulo 155, siguiendo el raccord del 154, el último emitido hasta la fecha. Se lo mandé dos noches y varios Red Bulls después. Aunque lo hice lo mejor que pude en aquel momento, estaba hecha un manojo de inseguridades. Era incapaz de juzgar si lo que había escrito era muy bueno o algo tan malo que me sentenciaría para siempre en la industria.

Pasó Papá Noel, fin de año, y ninguna noticia. Ni siquiera me emocionaba intercambiar regalos. Las navidades más largas de mi vida. Pero al final llegó el mensaje: estaba contratada, empezaba el 13 de enero. No tenía dónde alojarme, pero me daba igual. Reservé una habitación en un hostal de Madrid (soy de Barcelona) y empecé a trabajar mientras buscaba piso. Era como si la vida hubiese premiado mi falta de voluntad. Los años pegada a la tele sin cambiar de canal habían dado sus frutos. No sé qué moraleja extraer de esto, pero probablemente ninguna que deba servir de ejemplo a vuestros hijos.

Una imagen de LQSA

Desde entonces, he tenido el privilegio de vivir en primera línea el proceso de creación de mi serie favorita. Me he paseado por los pisos y rellanos de la comunidad de vecinos más tumultuosa del país. He conocido a actores que encarnan personajes emblemáticos de la ficción española. Mi trabajo es una excursión diaria a Disneylandia. Aunque por fuera intento parecer lo más digna y profesional posible, por dentro soy algo parecido a una fan adolescente en el backstage de Justin Bieber.

Daba por hecho que, después de tanto tiempo -desde ANHQV-, Contubernio era, más que una empresa o productora, una familia. Yo iba a ser una intrusa; un pegote descontextualizado en un engranaje que llevaba años funcionando como un reloj. Y, en parte, tenía razón: son más que una familia. Son una piña, como diría Fermín Trujillo. Sin embargo, nunca me han hecho sentir como una intrusa. Desde el primer día, pese a que me doblan en edad y quintuplican en experiencia, Alberto, Araceli y Dani me han tratado como a una igual. Admito que me sorprendió la naturalidad y la humildad con la que me acogieron. A menudo, solemos asociar el éxito al ego y la altanería. Pero los tres son personas muy normales, en el mejor sentido de la palabra.

Alberto es quien lleva el timón. Él cohesiona, guía y modera cada sesión. Además de escribir, organiza las tramas y las escaletas. Creo que es de los pocos productores ejecutivos del país que merece con todas sus letras el título de autor. Araceli, por su parte, es un tornado de ideas. Su velocidad mental es vertiginosa. Se le han ocurrido al menos tres chistes buenos (y cuatro malos) antes de encender el ordenador. Y Dani lo sabe todo, sobre todo. Conoce los entresijos de cualquier proceso empresarial, psicológico y científico. Sabe de historia, de cultura, de ingeniería, de biología… Es una Wikipedia andante. Todo lo que escribe está bien justificado y documentado.

Daniel Deorador y Araceli Álvarez de Sotomayor.

Mi rol, ahora mismo, es principalmente el de aprender. Aporto lo que puedo en cada sesión intentando no entorpecer. Hago lo posible por impregnarme de su saber hacer y experiencia para convertirme en útil.

Este es un mundo tan maravilloso como incierto. Mi primer trabajo (guionista en una pequeña sitcom autonómica), del que hablé por aquí hace unos meses, no fue el trampolín que me ayudó a conseguir uno nuevo, como yo pensaba que ocurriría. Nunca llegué a enseñarle mi currículum a Alberto; confió únicamente en las pruebas que me mandó hacer. Pero lo que sí me dio esa primera experiencia fue confianza. No sirve de nada teclear “guionista” en Infojobs. Hay que moverse, ir a convenciones y eventos, darse a conocer entre profesionales, sin miedo. Simplemente, porque nunca se sabe.

Yo nunca podré agradecerle lo bastante a Alberto haberme brindado una oportunidad como esta. Lo único malo de haber alcanzado un sueño tan pronto es el miedo. Miedo a cagarla. A no dar la talla. Aunque, por otro lado, tener tanto que perder es bonito.

Hace meses, me dedicaba a buscar oportunidades que, con el tiempo, pudieran llevarme a donde estoy ahora. Ahora, solo tengo que demostrar estar a la altura de los guionistas de las series con más éxito del país.

Carla Nigra