Entrevista y fotografías de Àlvar López y Carlos Muñoz Gadea
En las últimas semanas hemos podido estar dos veces con Imanol Uribe. El primer encuentro tuvo lugar en Valencia, donde acudió al preestreno y posterior rueda de prensa organizado en los cines Babel de Lejos del Mar, su último largometraje.
El segundo de ellos, dos semanas después, fue en el Festival de San Sebastián a raíz del estreno de Kalebegiak, película coral (y de la que ya entrevistamos a Koldo Almandoz y a Borja Cobeaga) al estilo de Paris, je t’aime o Nueva York I Love You, pero con Donosti como eje vertebrador.
Su participación en la película se ha hecho a través del cortometraje La Casa del Frío, nombre de un albergue de San Sebastián para gente sin hogar. Lo que sigue a continuación es la entrevista que podría haber tenido lugar si estos dos días hubieran sido el mismo.
Has construido un guión que claramente pretende dar voz a los que no la tienen. ¿Hasta qué punto es ficción y hasta qué punto es realidad?
No hay nada ficcionado. Los actores son personas reales que pernoctan en La Casa del Frío día tras día. De hecho, la idea partió de los mismos organizadores del largometraje, cuando me mandaron una noticia que me dejó impactado: en las fiestas de San Sebastián de este año murieron dos indigentes.
A partir de ahí me sumergí en ese universo, y en una visita que hice a La Casa del Frío conocí a Omar, el actor que ejerce de narrador en la historia y que además en la vida real es el encargado del lugar. Me pareció que era un hombre que sabía contar muy bien todo lo que allí ocurría, y a partir de ahí empezamos a tirar del hilo. De las 30 personas que hay durmiendo allí, ocho se prestaron a hablar.
¿Y hasta qué punto dialogaste con ellos lo que tenían que decir?
De cada uno de ellos grabé más de media hora de material.
Se nota en la realidad que transpiran sus respuestas. Parece imposible escribir algo así.
Gran parte del resultado final se debe al trabajo de Kaitz Cruz, coguionista del cortometraje. Él fue el que trabajó mucho las preguntas para poder sacar las mejores respuestas.
¿Y qué ocurre con el discurso radiofónico que se escucha al principio? ¿También es real?
Pues eso es parte de la entrevista que grabamos a Omar. Decidimos que por una cuestión narrativa y de estructura era interesante proyectarlo en el cortometraje a través de la radio con tal de empezar dando esa información.
¿Y el plano del coche fúnebre? Parece demasiado bueno como para que sea real.
Mira, es cierto que pedí ese plano, pero lo pedí precisamente porque da la casualidad que en la vida real La Casa del Frío da pared con pared con un tanatorio. Me pareció tan fuerte…
A nosotros también nos dejó mal cuerpo.
¡Es que está al lado! Colocar un sitio así al lado… De hecho, cuando alguna vez ha muerto alguien en el albergue lo han llevado directamente a ese tanatorio.
La verdad, saber que no está tan ficcionado como pensábamos da que reflexionar.
Todo lo que veis refleja una realidad que existe.
Hablemos ahora de Lejos del Mar. ¿Cómo surgió la idea de hacer una película como esta, que recoge tanto el punto de vista de la víctima como el del verdugo?
A mi juicio es una película que intenta reflexionar sobre las consecuencias de la violencia a medio y a largo plazo. Vivimos en un mundo en el que las noticias son portada un día, pero luego se olvidan.
No obstante, los años pasan, y las consecuencias de esos actos violentos no se olvidan para las familias que conviven con ello día tras día. Dejan poso y siguen pasando factura. Y más en el caso de ETA, una banda terrorista que estuvo activa desde finales de los 60 hasta hace poco menos de cinco años.
Esto es lo que refleja la película, que aún a día de hoy hay muchas heridas difíciles de curar. En los 90 ya intenté hacer el film, pero no tenía sentido dentro de la violencia que había en ese momento.
Entonces, en el 2014, en un parón de otro proyecto, le propuse al guionista Daniel Cebrián retomar la historia. A partir de ahí el proceso fue muy fluido. De hecho, y nunca me había pasado antes, empezamos a escribir el guión a finales de marzo de 2014 y en noviembre de ese año ya estábamos rodando. Pasaron menos de ocho meses entre que empezamos a escribir hasta que empezamos a rodar.
En el origen, diría que la idea del guión era bucear en una historia de personajes con tal de reflexionar sobre las consecuencias de la violencia a nivel íntimo, más allá de la política.
¿Y por qué escoger estos personajes?
Por coger dos personajes extremos. Por un lado, Santi, el personaje de Eduard Fernández, lleva más de 20 años en la cárcel. En la actualidad está íntimamente arrepentido de lo que hizo, y gracias a la doctrina Parrot puede salir ocho años antes de lo que se imaginaba.
A partir de ahí, al salir, acude al sur a ver a un antiguo amigo de la cárcel y también para intentar alejarse del País Vasco por un tiempo. Es un personaje que hizo lo que hizo, obviamente, pero que si no fuera por ello el personaje que hemos decidido construir es un tipo simpático, puesto que para la historia nos venía bien que fuera así.
Por lo que respecta al personaje de Elena Anaya, también es un personaje extremo puesto que vio cómo mataron a su padre cuando ella solo tenía ocho años. Desde entonces ha intentado recomponer su vida, y parece que lo ha conseguido, pero en el momento que se cruza en el primer acto con Santi ella vuelve al punto de partida, al origen de su dolor.
En este punto entre ambos empieza una relación que, si bien yo nunca diría que es de amor, la podría etiquetar como una relación de atracción/repulsa. A partir de ahí queríamos plantear lo que está sucediendo ahora, en este momento, cuando hay que afrontar todos los años y todo el dolor que se ha causado.
Personalmente creo que hay que pasar página, sí, pero antes hay que leerla y asumir lo que se dice en ella.
Quizá lo que planteas es jugar al cambio de rol con estos dos personajes, ¿no? La víctima de antaño se convierte de algún modo en verdugo.
Sin duda. Al inicio hay un componente de venganza en ella. Lo primero que te sale de dentro es querer vengarte de alguien que te ha causado mucho dolor.
Parece que has construido el mar también como un personaje, como un espacio en el que se busca el perdón.
Sí. Cuando en los noventa la intenté levantar también la localicé cerca del mar. Quizá es de manera inconsciente, pero sí, estoy seguro que esa localización me interesaba por esa búsqueda.
En los últimos años se ha producido que diversos etarras acuden a homenajes de sus víctimas. ¿En algún momento os documentasteis al respecto para la construcción del personaje de Eduard?
No. Me daba un poco de miedo investigar, porque en seguida se politiza todo. Habitualmente colaboro en los rodajes con el equipo técnico y con el actoral. Cada vez más.
En este caso, al darse la circunstancia de que gran parte del rodaje se daba en esa playa, vivíamos la película casi 24 horas. Tanto Eduard como Elena estuvieron muy presentes desde la primera versión de guión, Eduard incluso antes, puesto que escribí el personaje ya pensando en él.
Por ello, ambos se involucraron en las distintas versiones de guión. Hay mucho de ellos en la película. Establecer una relación así no es fácil, pero cuando funciona lo hace muy bien.
Se nota que la película gira en torno a los personajes de Eduard y Elena. ¿Construisteis el guión pensando en una trama con actos muy marcados, o el proceso surgió a partir de la construcción psicológica de los personajes?
Toda la vida he estado buscando a alguien con el que poder escribir, y Daniel tiene una ventaja: es capaz de estar hablando y hablando sobre el film y luego sentarse toda una tarde delante de un ordenador para venirte al día siguiente con 40 páginas escritas. De esas 40, puedes tirarle 39 y no hay ningún problema.
Por tanto, ha sido un proceso en el que hemos hablado y probado mucho. Primero con el tipo de personajes que queríamos. Al inicio la política se metía mucho en ellos, inevitablemente te salían personajes muy políticos, pero perturbaban demasiado la historia y por suerte fueron cayendo.
Luego está el amigo de Santi en la película, al que acude a ver al salir de prisión. Ese personaje es sin duda el Mc Guffin del largometraje, puesto que acciona la trama.
Si bien es una historia en la que has intentado abstraerte del tema del terrorismo, es difícil que se pueda hacer esa abstracción al completo al visionar la película. ¿Cómo crees que reacciona el público al ver el film?¿Hay algún posicionamiento buscado desde el guión?
Creo que el posicionamiento es claro. Hay uno de los personajes que es verdugo, y hay otro que es víctima. Mi idea es poner el dedo en la herida para que la gente pueda reflexionar sobre el tema. Nunca he sido dogmático, no me gusta hacer películas en las que se diga lo que hay que hacer, y menos en un tema como este en el que hay tantas opiniones.
Mira, un debate muy curioso al respecto del posicionamiento fue el que hubo en Bilbao tras un pase de la película. Entre los presentes había víctimas del terrorismo, y lo curioso fue que el debate se originó entre distintos familiares de víctimas. Unos decían que el tema de la película estaba muy reciente como para hablarlo, y otros aseguraban que era conveniente hablar de ello para pasar página.
Dicho esto, mi opinión es que la película no intenta posicionarse ni en un sentido ni en otro. Más bien pretende narrar una historia que podría ser posible para suscitar la reflexión sobre qué hacer ahora. Repito que es un tema que todavía suscita mucho dolor, por lo que hay que respetar la opinión que cada uno quiera tener al respecto. Cuando empezamos a rodar la película era consciente de ello, por lo que intenté no herir en ningún momento la sensibilidad de nadie.
Por otro lado, una parte importante de todo este tema es la manipulación mediática que hay al respecto. Eso es lo que más me perturba, que un tema así se utilice políticamente como arma arrojadiza. Por eso es tan complejo el tema.
Desde que decides tocar un tema así estás expuesto, pero yo ya tengo una edad, y hago lo que creo que tengo que hacer. No me he dejado nada en el tintero a la hora de escribir la película. Es cierto que tenía una lucecita roja en la cabeza que me recordaba que con esta película no quería herir sensibilidades gratuitamente, pero he escrito lo que he querido.
Si hablamos de referentes, en varios momentos la relación entre ambos recuerda a la que se produce entre los protagonistas de La Muerte y la Doncella.
Sí, me lo han comentado varias veces e incluso nosotros lo comentábamos cuando estábamos escribiendo el guión. La relación entre ambos es muy compleja. De hecho, pasó algo gracioso en el preestreno que hicimos en Madrid: a la salida me esperaba una psicóloga que me dijo que quería hacer una investigación profunda y exhaustiva sobre la relación de ambos. Quedamos en que me lo enseñará cuando lo tenga acabado.
Pero insisto, parte del mérito es de Eduard y de Elena. Muchas veces los actores profundizan mucho más en los personajes de lo que tú podrías haber imaginado.
Durante el festival hemos hablado con Pepa San Martín, y ella nos comentaba que en su país el cine vuelve a salir a las calles a reflejar e incluso a denunciar la realidad. ¿Crees que hay un movimiento similar en España?
Pues creo que hay casos, algunos de ellos realmente notables. Tenemos ahora la película de Eduard Cortés, Cerca de tu casa, un musical sobre los desahucios. Es una película muy atrevida, con un fondo social muy claro. Pero yo no hablaría de que hay un florecimiento del cine social, ni mucho menos. Hay casos aislados.
Es cierto que el tipo de películas que hacíamos Cuerda, Saura y otros de mi generación ya no se hacen. Los que deciden qué se hace son las televisiones. Se hacen grandes producciones, comedias, pero ese tipo de cine no se suele hacer.
Está más difícil buscarse el hueco, pero creo que al final si haces una buena historia, si cuentas con un buen guión, siempre se acabará haciendo. Si funcionan, siempre habrá hueco para este tipo de historias, por mucho que cueste levantarlas. Yo seguiré ahí. Si no, ¿qué haría?
Entrevista de Àlvar López y Carlos Muñoz Gadea