Por David Muñoz
En un artículo reciente, la directora Isabel Coixet cargaba contra los guionistas jóvenes. Entre otras cosas decía que solo saben escribir guiones sexistas y formulaicos, que no son cultos y no conocen los clásicos del guión (¡solo han leído el guión de “Matrix”!)*.
Además, más o menos a la vez también apareció esta entrada en Bloguionistas viniendo más o menos a decir que cómo vamos a escribir grandes series de televisión si somos unos incultos.
Ambas opiniones se basan en ideas para mí equivocadas sobre cómo funciona la creatividad. Ideas que muchos dicen compartir. Creo que porque suenan “bien”. Pero que parezcan ciertas no quiere decir que lo sean.
Para empezar, ¿qué es la cultura? ¿De qué cultura estamos hablando? ¿De un canon literario establecido por unos académicos que nos dice lo que tenemos que leer sí o sí para no ser considerados unos incultos? Pero, si como le leí una vez a Arturo Pérez-Reverte, la obra de un escritor es el resultado de la mezcla de lo que ha leído y de la vida que ha vivido, ¿no sería aburridísimo que todos los escritores hubieran leído los mismos libros?
Gracias a que no es así, y a que por ejemplo “Los tres mosqueteros” de Alejandro Dumas significa mucho más para Pérez Reverte que para Mario Vargas Llosa, cada escritor tiene un mundo propio.
Otro ejemplo claro: solo Tolkien pudo escribir “El señor de los anillos”. Solo a él le interesaba de esa manera la mitología y además luchó (por los pelos) en la Primera Guerra Mundial, estaba preocupado por el peligro para el medio ambiente que suponía la industrialización, tenía un pensamiento tan clasista y sentía tanto miedo del progreso. De la superposición de todas esas inquietudes nació su obra.
La clave es lo de las obras que “significan” algo para los autores.
Las obras que acaban importando cuando por fin nos ponemos a escribir no son las que conocemos, las que solamente hemos visto o leído (¡olvidamos casi todo!), no, son las que forman parte de nosotros, las que nos han llegado tanto que desde que entran en nuestra vida ya no se marchan nunca. Obras que solemos descubrir en nuestra infancia y adolescencia. De no ser así, las obras más influyentes en España serían las que aparecen en la lista de lecturas obligatorias de la enseñanza primaria y secundaria. Aquellas que en teoría hemos leído todos. Pero no, porque no basta con conocer, con haber leído, con haber visto. Se tiene que establecer una conexión emocional.
Otra cosa interesante es que cuando hablamos de “cultura” solemos referirnos a libros, películas, teatro… pero casi nunca a nada relacionado con la ciencia. Y seamos honestos, el 80% de quienes nos dedicamos a escribir historias no sabemos mucho de ciencia. ¿Eso quiere decir que somos unos incultos? Pues sí… y no.
El conocimiento que necesita el artista no es enciclopédico, ni exhaustivo. No es un crítico, no es un profesor de universidad, ni un historiador. El artista transforma las obras que han sido importantes para él, las filtra (por su vida, su sensibilidad…) y pare una obra nueva. Así es como funciona. Por poner un ejemplo un poco tosco, puedes comer mierda y cagar pepitas de oro (algo que se aplaude al hablar de directores como Quentin Tarantino, experto en el reciclaje de material de derribo). Si lo entendemos como una relación, podría decirse que es como el sexo que acaba en embarazo. El padre y la madre ponen algo de sí mismos y lo que sale es otra cosa. Luego el “bebé” puede superar o no en méritos a papá y a mamá. Depende de muchos factores.
Otro ejemplo: David Simon, el creador de “The Wire”. No dudaríamos en calificarle de “hombre culto”. Sin embargo, en una entrevista reciente Simon decía algo así como que jamás podría escribir una serie como “Juego de Tronos”. Nada de lo que pasa en los reinos fantásticos de George R.R. Martin tiene que ver con las cosas que a él le importan. Por otro lado, aunque no sé si a Martin le gusta o no “The Wire”, dudo mucho que hubiera podido escribirla. La vida de Simon, sus inquietudes, le llevaron a poder escribir “The Wire”. No creo que haya leído nunca ni una sola novela de fantasía. Por su parte, la vida de Martin le llevó a escribir “Juego de Tronos”. No creo que haya pasado muchas horas estudiando informes policiales (o quizá sí, habiendo trabajado en televisión, pero no parece que sea lo que más le interesa).
Como dice el escritor ruso Antón Chéjov en un libro que justo estoy leyendo ahora**: “Lo he visto todo; no obstante, ahora no se trata de lo que he visto, sino de cómo lo he visto”. El subrayado es mío. O sea, no se trata de acumular referentes, sino de lo que haces con ellos. Escribir no es tan fácil como leer mucho, ver mucho, y luego regurgitarlo de la manera que sea.
También dice Chéjov: “El artista, por su parte, sólo debe juzgar lo que comprende; su campo es limitado, como el de cualquier otro especialista (…)”** *.

Viñetas de “Opus”, el manga inacabado de Satoshi Kon. El autor habla con su personaje y explica muy bien cómo funciona el proceso creativo (comentario sobre el editor incluido). Importante: los globos se leen de izquierda a derecha. Es un manga editado en orden de lectura japonesa.
Dicho de otra manera, cada creador interesante tiene una cultura propia, con grandes pasiones y también grandes agujeros, que casi nunca encaja con esa “cultura” de programa de educación secundaria que parece defenderse una y otra vez cuando se habla de estos temas. En este planteamiento, puede haberte influido más Mickey Spillane que Shakespeare, como a Frank Miller. Incluso puedes no haber leído a Shakespeare (aunque podría argumentarse que a todos nos ha influido Shakespeare por vía indirecta, hasta queriendo ignorarle). De hecho, cuanto más idiosincráticas sean las referencias que han formado al creador, cuanto menos comunes, más personalidad se percibirá en su obra, menos trillada nos parecerá.
Dicho todo esto, la verdad es que no conozco ni un solo guionista profesional que no se pase la vida viendo películas de todas las épocas, yendo al teatro, leyendo, etc. A veces creo que incluso todos lo hacemos más de lo que deberíamos. Si nos dedicamos a esto es porque nos apasionan las historias, y es fácil engañarse a uno mismo pensando que durante esas 15 horas que has pasado viendo una serie danesa no estabas solo disfrutando sino casi, casi, trabajando. Por no hablar de lo fácil es que confundir la lectura de una decena de libros sobre un tema que nos apasiona con trabajo de “documentación”. Si encima, además de guionista, eres profesor como yo, nunca te faltan las excusas.
Eso sí, los guionistas que conozco saben mucho de muchas cosas pero solo saben muchísimo sobre tres o cuatro. Las que les apasionan, las que les hacen escribir lo que escriben cuando escriben lo que quieren.
Todo esto no quiere decir que la cultura no sea importante. Al contrario. Solo que no es tan fácil valorar si alguien pasa no o el test de la cultura cuando en realidad no sabemos qué preguntas deben aparecer en ese test.
En realidad, para un guionista la cultura es muy importante por razones que no tienen nada que ver con las que suelen aducirse.
Ya he dicho que en mi opinión las obras que nos muestran el camino a seguir, que nos acompañan, con las que establecemos una conexión, las que completan nuestra identidad creativa, no tienen por qué ser necesariamente las “lecturas obligatorias” de ningún canon (no digo que no puedan serlo, solo que no tiene porqué).
Esas obras casi siempre llegan a nuestras vidas un poco por casualidad, y, como decía antes, cuando aún somos lo bastante jóvenes como para que nos marquen. De ahí que en esos años sea bueno exponerse a todo tipo de referentes, a todo tipo de visiones, para entre ellas, descubrir cuál es la tuya. Por eso lo realmente importante es lo que ocurre cuando los futuros creadores son niños. La lucha que realmente importa se produce en los colegios (y en la casa de cada cuál, claro).
En mi caso, soy quien soy porque un profesor de 8º de EGB me dio a leer “El señor de las moscas” de William Golding, porque siendo aún un niño mis padres me compraron por error en la Feria del libro de Madrid un tebeo de Carlos Giménez para adultos, porque en la biblioteca de enfrente de mi casa el bibliotecario de la zona “de mayores” me dejó llevarme “La danza de la muerte” de Stephen King con 12 años, porque en el único kiosco del pueblo donde pasaba las vacaciones de verano tenían los tebeos de Flash Gordon y el Hombre Enmascarado de la editorial Dólar, por… bueno, creo que ya lo habéis entendido.
Por supuesto, de niño y adolescente leí muchas otras cosas. No hacía otra cosa que leer (cosa que no era solo mérito mío, no existía Internet y había la tele que había). Pero yo era quien era y aquellas fueron las obras con las que establecí una conexión porque sentí que me hablaban a mí directamente, que me explicaban.
No quiero decir que no haya guionistas y directores muy catetos, a quienes le vendría bien haber leído algún libro más. Desde luego que los hay. Conozco a unos cuantos. Pero también es falso creer que gran autor = autor culto (en el sentido convencional). Y si no que se lo digan a Tim Burton, que en su libro de entrevistas editado por Faber reconocía no haber leído un libro en su vida. Eso sí, se sabía los cuentos del Dr. Seuss, las películas clásicas de monstruos de la Universal y la serie “En los límites de la realidad” de memoria. Y le cascaban en el colegio por raro. Con eso le bastó para ser quién es.
Reconozco que pese a todo lo anterior, también yo a veces me desespero con alumnos míos que no han visto o leído cosas que me parecen importantes y que pienso que podrían llegar a significar algo para ellos. Pero la forma de llevarles a esas obras no puede ser el reproche, hacerles sentir tontos por no conocerlas ya, sino la recomendación, y, mejor aún, la recomendación entusiasta. Son alimento para el pensamiento, droga estimulante, no tareas pesadas. Además, nadie puede haber leído y visto lo más interesante, lo más destacado en todos los campos. Es imposible. Desconfía de quien pretenda dar a entender que es así.
Lo cierto (y triste) es que alguien suele parecernos inculto cuando no comparte nuestros referentes, cuando no sabe lo que sabemos nosotros. Tendemos a erigirnos en medida de todas las cosas.
Termino esta entrada pelín caótica con algo relacionado con todo esto en lo que también me hizo pensar la entrevista con Isabel Coixet. Y es en lo fácil que nos resulta engañarnos sobre cómo fue realmente el pasado. Pensamos en el cine de otra época y acuden a nuestras mentes las obras maestras de aquel momento y, sobre todo, las películas que significan algo para nosotros, las que nos importan, con las que conectamos emocionalmente. Y absurdamente inferimos que TODO el cine de esa época fue como el cine que a nosotros nos gusta, el que recordamos. “¡Que maravilla el cine del los 40, 60, 70!” Y “¡Que cultos, que geniales eran los guionistas que las escribieron!”. Pero… ¿de cuántas películas estamos hablando? ¿De 10 de entre un total de…400? Es probable que los directores de décadas pasadas tuvieran los mismos problemas para encontrar guiones a su gusto que los directores de ahora. Guiones ni buenos, ni malos, ni regulares. Guiones que les hablaran, que significaran algo para ellos, que les merecieran la pena.
Esa mitificación del pasado, esa forma de recordar tan selectiva, en el mundo de la educación se transforma en el síndrome “cualquier generación del pasado fue mejor” (y más culta, y más sensible…). Algo también, casi siempre, falso. Miramos hacia atrás y si nos dedicamos a una profesión creativa recordamos a los amigos con los que no juntábamos en la escuela que fuera, los cuatro que eran un poco como nosotros y que a lo mejor ahora también están trabajando escribiendo, dirigiendo, dibujando, o lo que sea. Pero…¿y todos los demás? Nada, desaparecidos. No existen en nuestro recuerdo. No cuentan. Pero ahora llegamos al aula como profesores y ahí están, todos, sentados en el aula. Los que valen, los que no sabemos si valdrán, y los que pensamos que nunca lo conseguirán.
Quizá dentro de diez años, alguno de ellos también será profesor, y caerá en el error de pensar que su generación sí que era buena, y no la de estos atontaos que le miran con cara de pánfilos cuanto les habla de “Magical Girl”.
*Hay cosas en las que creo que Coixet tiene razón, como el sexismo prevalente en muchos guiones. Pero también daría para escribir una entrada desmontando sus argumentos el comentario despectivo sobre los lugares donde se estudia guión. No sé qué cree que se enseña en esos sitios. Los profesores dan herramientas, luego lo que hagas con ellas es cosa tuya. Nadie te dice qué historia tienes que escribir. Quizá, dado que Coixet dice que opina así por culpa de los 100 guiones que le han llegado como posibles proyectos como directora, a lo mejor debería cambiar de agente y empezar a recibir otras cosas.
**El libro es “Sin trama y sin final. 99 consejos para escritores”. Su autor es Piero Brunello, lo editó Alba en 2005 y recopila los fragmentos de cartas de Chéjov en los que el autor ruso hablaba de escritura.
***Otro mito habitual: el del escritor que para escribir algo de interés tiene que haber vivido una vida interesante. Es lo que yo llamo el “mito Hemingway”. El escritor como aventurero. Pero que seas aventurero o no da igual, lo único que importa es cómo usas tu experiencia, sea como sea. ¿Qué aventuras vivió H.P.Lovecraft? ¿Y Raymond Carver? Cualquier cosa es susceptible de transformarse en una buena historia. Saber ver historias donde otros no las ven es parte de lo que llamamos talento. Y aunque alguien no saliera de su barrio jamás, también amaría, sufriría, sentiría alegría, placer y dolor, estaría acumulando experiencias que podría transformar en historias. Lo triste es que el mito del “escritor aventurero” se escucha incluso en ámbitos académicos, donde además se contamina de clasismo. En un lugar donde a veces doy clase escuché que mis alumnos no escribían mejores guiones porque no habían vivido lo suficiente. Primero no sé en qué se basaba esa persona para asegurar que los guiones de mis alumnos no eran buenos, pero bueno, la cuestión es que tampoco sabía nada de sus vidas. Y nadie tiene porque haber recorrido África andando para tener material vital transformable en grandes historias. Porque a poco que rasques, todo el mundo tiene historias que contar, experiencias que les han marcado, deseos y miedos. Todos, como cantaba El cuarteto de nos, “estamos traumados”. O, como cantaban R.E.M, “todo el mundo sufre”.
“En realidad, para un guionista la cultura es muy importante …”
Es de sentido común.
No conozco a ningún escritor que sea más creativo por ser analfabeto.
“no es tan fácil valorar si alguien pasa no o el test de la cultura “
En realidad si lo es.
Si las únicas películas que has visto son las que ha visto todo el mundo, es que no tienes cultura.
Un guionista debe tener más curiosidad que un espectador medio. Tiene que ampliar su rango de influencias. Ya sea viendo cine clásico, cine asiático, cine europeo, anime, cine de arte y ensayo o todo eso a la vez.
Si te limitas a los blockbusters, acabas haciendo copias de copias de copias. De eso se queja Coixet.
Citando a Tarantino:
“Yo no fui a la escuela de cine. Yo vi películas. Esa fue mi escuela”.
Entiendo que David Muñoz “barre para casa” y defiende la figura del profesor. Pero hay una cosa cierta: Se aprende más cine viendo “Barry Lyndon” que asistiendo a diez seminarios.
Pues sí…o no,depende de cómo sean los seminarios y de cómo veas Barry Lindon (el momento vital sobre todo, y las herramientas de las que dispongas para analizarlo). En general intento no «barrer para casa» cuando hablo de enseñar guión, y de hecho soy muy crítico con cómo se enseña muchas veces, pero esta es la única profesión creativa que a la mínima hace gala de su desprecio por la enseñanza de su oficio. Nunca dejará de sorprenderme. En fin…lo que intento precisamente con estos artículos es contar que los procesos creativos no pueden reducirse a una formula, que no hay una receta para ser buen guionista ni una lista de cosas obligadas que hacer. Las mismas posibilidades tiene de escribir un buen guión el guionista cinéfilo hecho a si mismo que el licenciado en un máster (o el que combina las dos cosas). Las cosas son más complejas, y generalizar, mirando además por encima del hombro,como hace Isabel Coixet,no me parece que sea útil para nada ni nadie.
Hola, David. Muy interesante el post.
Por alusión al que escribí yo hace unos días, te comento algunas cosas en las que, obviamente, no me he explicado bien.
La primera es que no quise decir, para nada, que ser cultuo signifique tener que seguir el canon de supuestas obras “que deben ser leídas o vistas”. Desde luego, sí pienso que, cuanto más conozcas, más referentes tendrás para comparar lo que escribes, más influencias. Y, creo, a más influencias, mayor riqueza tendrá lo que salga de tu cabeza. ¿Quise decir que si no te has leído “El libro del buen amor” y la “Divina Comedia” no vas a hacer una buena serie? Claro que no. Pero sí creo que hay que abrir mucho más el abanico que, muchas veces, me parece demasiado cerrado, centrado en cierto tipo de obras.
Tampoco quise decir que todos los guionistas en España sean unos incultos. Pero sí tengo la sensación de que muchos tienen (tenemos) unas referencias muy limitadas y muy parecidas entre sí. Estoy totalmente de acuerdo contigo cuando dices que, a mayor diversidad de referentes, más personal será la obra. Pero es que precisamente eso es lo que yo no veo. Mi sensación es que todos vemos las mismas series, las mismas películas. Y eso nos hace menos cultos.
Y en cuanto a los libros, siento disentir contigo. La mayoría de guionistas que conozco no leen demasiado. Igual es más una percepción mía, pero me he cruzado con muchos en los últimos diez años y la mayoría no han sido grandes lectores. Hay excepciones, obviamente. Pero, desde el prisma de mis viviencia, es una triste realidad. Y esta es, creo, la mayor laguna de todas.
Creo sinceramente que si no lees mucho (y no hace falta decir de nuevo que no digo qué tienes que leer, si no sólo que debes hacerlo) es raro que vayas a escribir bien. Está claro que no basta con leer. Que hay un algo innato o mágico o cómo quieras llamarlo que hace que alguien escriba bien. Pero no creo que podamos nombrar demasiado escritores brillantes, de cualquier disciplina, que no leyeran nada. Puede ser que incluso no haya ninguno.
Un último matiz. Igual dio esa sensación, pero para nada considero un inculto a quien no tiene los mismos referentes que yo. Considero que alguien es inculto cuando no tiene curiosidad por la cultura, en cualquiera de sus manifestaciones. O tiene una curiosidad muy limitadas a ciertos estilos, temas o autores. Y en eso, tristemente, sí tengo que disentir contigo. Creo que hay bastantes guionistas que son así. Claro que no serán mayoría. Pero tampoco tengo la sensación de que sean una minoría en absoluto.
En fin, sólo quería aclarar estas cosillas. Matices, vaya.
Enhorabuena por el post.
Hola, como nos pasa a todos, quizá yo también tiendo a generalizar a partir de mi propia experiencia, pero la verdad es que los guionistas con los que he tratado en general son grandes lectores. Todos tenemos las casas atiborrados de libros, muchos más de los que vamos a poder leer. Pero quizá me equivoco al generalizar. Me parece un tema interesante. En lo que discrepo aún así es en lo de la necesidad de tener referentes amplios para crear una obra interesante. La realidad demuestra una y otra vez que no es así, creo. Es un asunto complejo. Bueno, no me enrollo más, que escribo desde el móvil y lo odio. Gracias por la aportación. ¡Un saludo!
Yo creo que ambos tenéis razón porque habláis de cosas distintas. David habla de autores y Manu, de guionistas. A veces pueden ser la misma cosa pero no tienen por qué coincidir. Cuando Manu habla de guionistas creo yo que se refiere al profesional del guión que trabaja en televisión, cine o radio. Y yo creo que sí se necesita un bagaje cultural amplio para abastecer los contenidos en los que trabajamos.
En cambio lo que David explica encaja muy bien con autores como Bajo Ulloa, que reconocía no haber visto casi cine y en cambio elaboró una película tan estimable como “La madre muerta”. Estoy de acuerdo, un autor no tiene por qué nutrirse de nada.
En cualquier caso, yo también detecto que a muchos guionistas actuales sólo les interesa la última serie de moda o el último libro de moda. Veo poca curiosidad literaria, además, en líneas generales.
Sí, puede ser que esa distinción sea importante. Aunque también creo que un autor tiene que tener referentes. Vuelvo a decir que no tienen por qué ser los canónicos, pero creo que no se funciona bien sin ellos. Me parece que la clave, como decía en mi artículo en algún moment (creo) es el amor por la cultura. Que se podría resumir en la curiosidad. Es posible que entonces sí entre más en juego la distinción que haces. Un autor, presumiblemente, es una persona curiosa, con una vocación clara. Una persona que escribe aunque no le paguen, que lee aunque no le sirva para su siguiente guión, que va al cine y al teatro porque lo disfruta. Un guionista es un profesional. Conozco a muchos que ni siquiera escriben si no es con perspectivas de ganar dinero, si no es de manera profesional. Y en muchos de ellos veo una preocupante desidia por la cultura.
Yo es que enmarcaría ambos posts (y luego colgaría ambos marcos el uno frente al otro, para que cada uno refleje el otro en su propio cristal)
¡Bravo! ¡Poeta!
Me ha encantando el artículo, David. Muy de acuerdo con todo lo que expones. Lo de “cualquier generación pasada fue mejor” es una verdad como un templo. Tendemos a quedarnos con los buenos recuerdos de tiempos pasados y olvidamos las obras malas precisamente por eso, por ser malas.
A todos nos gusta recordar los grandes guiones y pensar qué tan brillante fue tal época, pero a fin de cuentas, siempre hay buenas y malas obras (y está claro que siempre abundan más las segundas que las primeras). El tiempo al final pone a cada cosa en su sitio.
¡Un saludo!
Coincido plenamente con David. Mientras más ampliemos nuestros horizontes mejores historias escribiremos. Yo leí a Vargas Llosa, García Marquez, Cervantes, Shakespeare y otros grandes referentes, pero lo que realmente me gana es la ciencia ficción y los cómics. ¿Soy menos culto por eso? Para nada. Lo que sí es cuestionable es un guionista que tiene pereza de leer cuentos, novelas o guiones, y cree q basta con su intuición. No. Hay q conocer más (y no necesariamente viajando)
Excelente artículo, como siempre.
Quería hacerte una consulta, David. Puesto que hablas de lecturas y de cómo el guionista siempre escribe sobre lo que le apasiona, ¿hay algún buen manual sobre la escritura de películas de terror? ¿o alguna clase de libro sobre el tema? Soy una lectora y espectadora voraz de este tipo de ficción, y estoy empezando a escribir. Pero quería saber si existe algo que me guíe moderadamente en el viaje. Y cómo tu has escrito obras notables dentro del género, tengo que preguntar.
Un saludo.
Hola Natalia,
Que yo sepa no hay ningún manual específico sobre escritura de películas de terror. Yo una de las cosas que hice cuando empecé a escribir fue escaletarme las películas que más me gustaban para intentar entender cómo estaban construidas. Cogía un folio, ponía el DVD e iba desglosando cada película en escenas contando muy brevemente lo que pasaba en cada una de ellas. Eso para entender la estructura global de la película. Pero también puede hacerse con las escenas. De verdad que es una de las mejores maneras de aprender. No vale solo con ver una película, hay que estudiarla para poder sacar algo en claro que puedas usar luego en tu trabajo. De hecho yo es algo que no solo hacía cuando empecé a escribir sino que sigo haciéndolo, aunque ya más de vez en cuando, sobre todo cuando me encuentro con una película de estructura inusual. Así que yo, si fuera tú, lo que haría sería cogerme por ejemplo mis diez películas de terror favoritas (no las “mejores”, sino las que signifiquen más para ti), unos folios o una libreta y las escaletaría primero completas y luego analizaría las mejores escenas para entender cómo funcionan los momentos de terror. Si lo haces aprenderás más que leyendo manuales, porque ese conocimiento formará parte de ti.
Un saludo,
David
Excelente post, gracias por tus reflexiones y por tu generosidad intelectual. Siempre me parece injusto pontificar sobre qué hay que hacer para crear historias. Como también soy profe, me identifico con cierta vergüenza con el post porque digo lo que hago yo intentando hacer creer a mis alumnas y alumnos que eso es lo correcto. Soy lectora de las de antes y aunque solo sea por sentido común y por puro contacto con la herramienta de trabajo creo que hay que leer. Ver y destripar películas para saber como funciona el lenguaje audiovisual, para captar la estructura y ver cómo han contado los otros para contar nosotros también. Pero ser grandes lectores/as y/o cinéfilos/as, incluso buenos analistas, no es garantía de ser buena guionista. Acabar en comisaría dos veces por semana, vivir mensualmente dos o más experiencias cercanas a la muerte y escupir cada martes a un policía norcoreano, tampoco te lo garantiza. Si tuviera que optar por una fórmula, lo haría por esa manera especial de mirar, la propia de cada cual que mencionas en tu post, sumada a un compromiso con la propia escritura y una mezcla personalizada de las otras herramientas, lecturas, películas, experiencias y referentes.
Aunque al optar por una fórmula ya estoy pontificando un poquillo.
Tengo que decir que mis alumnos y alumnas me dejan alucinada de vez en cuando, y por mucho que intento ver de dónde viene algunas de sus ideas, de sus personajes y de sus líneas de diálogo, si es de sus referentes o de su experiencia, de sus lecturas o de sus amigos, por mucho que lo intento, no lo consigo. Lean o no, vean mucho cine o no, merecen más oportunidades de las que tienen.
Por cierto, yo también medito, como David Lynch. No sé si sirve, pero alguna vez que otra se me ha aparecido, moviendo con torpeza sus aletas, el pez dorado.
Y para acabar, para el debate generacional sobre la lectura, mi referente es “Los bárbaros, ensayos sobre la mutación”, de Alexandro Baricco.
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