Como sabréis, ayer se presentaron las bases de la segunda edición de la iniciativa DAMA Ayuda. Tras el éxito de la primera convocatoria, desde Bloguionistas hemos pedido a algunos de los guionistas que fueron seleccionados que cuenten su experiencia a lo largo de casi un año de trabajo. Hoy le toca a Juanjo Ramírez, que desarrolló el guión de su proyecto ‘Presidente’ junto a Carlos López.
Por Juanjo Ramírez.
Empecé a escribir este post, lo borré, lo volví a empezar… Normalmente escribo los posts sobre la marcha, de manera despreocupada, temeraria… Pero si me obligas a escribir sobre Carlos López no puedo teclear a la ligera.
Este texto va a ser difícil, porque yo no me siento cómodo “haciendo la pelota” y sé de buena tinta que Carlos López se siente muy incómodo cuando alguien le halaga.
Inciso: Carlos López ha sido mi tutor en DAMA AYUDA. Fin del inciso.
La primera vez que Carlos publicó en Bloguionistas quedé maravillado. Entonces me fui a IMDB a ver quién era ese tipo y descubrí que había crecido viendo –y aplaudiendo– las pelis que ese señor había escrito para la gran pantalla…
… y los chistes que había inventado para la pantalla pequeña.
Poco después conocí a Carlos en persona y descubrí que siendo quien es y habiendo hecho todo lo que ha hecho, su cualidad más admirable es la HUMILDAD.
Ahora viene un Flashback:
INT. BAR. DÍA.
Como casi todas mis historias, ésta comienza en un bar. ¿Qué hacía en ese bar? ¡Socializarme! Es decir, mirar Twitter. Y un tweet concreto atrajo mi atención: Uno en el que alguien preguntaba a David Muñoz cuál era el plazo final para entregar las sinopsis candidatas a DAMA AYUDA. David respondía que el plazo terminaba a las doce de la noche de ese mismo día. Yo entonces vivía en una jaula y sentía una enorme necesidad de huir de ella. Quizá por eso recordé una idea que tuve algunos años antes, una idea que descarté en su momento porque no me veía con fuerzas para materializarla. ¿Qué mejor excusa para correr hacia mi casa y ordenar esa idea loca en algo parecido a una sinopsis?
El engendro tiene el título provisional de PRESIDENTE y a grosso modo se puede resumir en:
Un ex presidente del gobierno de España que llevó a su país a la ruina. Ahora, pocos años después, se marcha de vacaciones a un hotel aislado en una isla bananera, antigua colonia española. Su intención es desaparecer por unos días, huir de sí mismo y de los demás, beber como si no hubiera un mañana… ¡Pero en esa isla el tema político-social está muy caldeado! Mientras él se emborracha, ¡estalla la revolución! ¡Los guerrilleros asaltan el hotel y toman rehenes! Y él no tiene más remedio que tomar cartas en el asunto. Es la historia de un tío que huye de sí mismo pero se ve obligado a enfrentarse a sí mismo. Una oportunidad de redención. ¿Sabrá aprovecharla, el muy imbécil?
Se trata quizá de una de las historias más personales que he parido, pero es al mismo tiempo totalmente distinta a cualquier otra cosa que haya escrito. Cuando de repente cierta mañana te despiertas y te dicen que DAMA ha elegido tu sinopsis loca, te das cuenta de que te has metido en un berenjenal, de que no sabes cómo coño vas ha convertir esa página y media en hora y pico, de que te esperan unos meses muy jodidos.
Cuando las quimeras se convierten en REALIDAD los obstáculos cobran una consistencia devastadora: ¿Cuál es el género de esta peli? ¿Es comedia? ¿Es thriller político? ¿Es drama contemplativo? ¿Es todo a la vez? ¿El público se creerá al personaje? ¿El público odiará al personaje?
Aquí es cuando llega ese momento complicado que anuncié al principio: No tengo más remedio que “hacerle la pelota” a Carlos López. Sin él esta película no sería como es. Sin él esta película directamente no sería. Porque Carlos creyó en ella incluso más que yo. Porque Carlos supo detectar los hallazgos y los escollos con una clarividencia prodigiosa.
Yo soy muy de defender el anti-dogmatismo, soy muy de abogar por las estructuras eclécticas, por las pelis que no se ciñen a dictaduras de géneros… pero luego escribo –al menos en audiovisual– historias relativamente conservadoras. Estoy acostumbrado a pervertir los géneros, pero no a darles la espalda. Por eso he de agradecer infinitamente a Carlos que me animase a escribir una película que no se casase con ninguna convención, que pervirtiese constantemente las leyes de los distintos géneros que, casi por accidente, rozan la trama de forma tangencial. Por eso agradezco a Carlos que me animase a traicionar las expectativas del público en todo momento, golpeándoles con algo distinto a lo que daban por hecho. Creo que lo hemos conseguido, pero no nos corresponde a nosotros juzgarlo.
En los primeros meses no hubo tratamientos, ni siquiera escaletas. Intercambiábamos mails kilométricos compartiendo impresiones sobre los personajes, sus trasfondos, sus preocupaciones, las motivaciones que les habían llevado a donde estaban… Hablábamos también sobre esa isla ficticia en la que iba a transcurrir la peli. ¿Cómo eran sus lugareños? ¿De qué vivían? ¿Qué conflicto podía mandarlo todo a tomar por saco? Eran conversaciones en las que, de algún modo, íbamos tanteando la historia para que la peli nos revelase su propia personalidad, su propia música, su propio aroma… la manera en que quería ser contada.
A veces eran intercambios de mails. Otras veces eran reuniones cara a cara. Menos de las que hubiésemos querido, porque ambos estábamos liadísimos y porque yo pasé algunas temporadas en mis islas canarias. Pero recuerdo con cariño esos encuentros en persona (espero que se perpetúen) perdiendo la noción del tiempo, él con su café americano, yo con mi cerveza. Es muy bonita –aunque pretenciosa– esa metáfora para hablar del proyecto: porque el malabarismo de tonos de esta peli es tan osado como combinar en una misma mesa un café y una cerveza.
No es mi intención desacreditar a quienes empiezan hablando de estructura. ¡La estructura me parece importantísima! Pero en este caso la estructura surgió casi sin hablarse: Cuando empezaron a surgir las primeras piezas concretas se iban acomodando de manera espontánea en los distintos bloques narrativos, quizá porque el inconsciente ya iba haciendo algunos trabajos por su cuenta.
Otro inciso: Carlos no suele hablar de actos ni de puntos de giro. Le gusta más pegar la oreja a las historias y escuchar cómo se aproximan, igual que un indio en los raíles de un tren. Él me hablaba de bloques: Detectaba el fin de cada bloque cuando pasaba algo significativo que catapultaba la historia a otro nivel. Fin del inciso.
Conforme el magma emocional se fue concretando en personajes que provocaban cosas, hubo material suficiente para elaborar lo que he bautizado como “esca-r-miento” (ese híbrido extraño entre escaleta y tratamiento) Conforme la trama se perfilaba, las sugerencias de Carlos se iban haciendo cada vez más concretas, pero sin ninguna intención de presionar. Carlos es algo así como un maestro zen de Legazpi. Nunca te fuerza a remar contracorriente: profetiza las piedras del río y te sugiere argucias para esquivarlas sin sacrificar tu ritmo de navegación. Rara vez te resalta un problema si no tiene una solución que ofrecerte y casi todas sus soluciones son tan coherentes que acabas aceptándolas. Me gustaría poder decir que todas las grandes ideas que hay en Presidente son ocurrencias mías, pero NO.
He de reconocer que la escritura de Presidente ha sido una experiencia MUY DURA para mí. Pocas cosas me han resultado tan complicadas de escribir. En parte porque pocas veces he tenido tan poco tiempo libre y tan poca tranquilidad mental, en parte porque nunca había escrito una historia tan compleja, tan ajena a mis géneros habituales y tan cuajada de personajes relevantes… en parte también porque es más duro definir tus estrategias cuanto tienes tutelándote a una persona a la que admiras tanto.
Pero en ese último punto he de decir que Carlos siempre me lo ha puesto fácil. Me ha permitido respirar a mi aire, me ha tratado con un cariño que no merezco (es la única persona a la que he dejado cuasi-plantada por quedarme dormido, y ni me lo reprochó como merecía), me ha insistido siempre en lo mucho que le gustaban los “aciertos” que proponía para la historia, pero al mismo tiempo ha sido el primero en sermonearme cariñosamente cada vez que cedía a las convenciones cómodas de los géneros, o cada vez que me volvía demasiado condescendiente con los personajes.
He de reconocer también que la única fase en la que me he sentido absolutamente cómodo ha sido en la fase de guionizar. Es ahí donde los personajes y las situaciones brotan como si tuvieran vida propia, o como si descubrieran dicha vida conforme la tecleas. Pero estoy seguro de que esos personajes no se habrían comportado de la misma manera sin esos meses previos de pensar, de tirarse de los pelos, de dedicarse a otras cosas y dejarlos fermentar en las trastiendas del cerebro.
Esos personajes no estarían tan vivos sin todos estos meses de trabajo –y los que les queden– ni serían tan únicos sin las preguntas socráticas de Carlos o sin iniciativas como la de DAMA AYUDA.
Existen otras instituciones que, además de ofrecer ayudas similares, pueden permitirse el lujo de pagar a los galardonados para que desarrollen su guión. DAMA suple la cuestión monetaria con cariño y con tutores de calidad. Después de esta experiencia – y habiendo tenido algún que otro escarceo en iniciativas similares – me atrevo a afirmar que el cariño y la implicación de los tutores de DAMA hacen MUCHÍSIMO. Iniciativas como ésta sirven para que se hagan guiones que…
… probablemente…
Lo que cuentas sobre mí es una exageración. Lo que dices sobre DAMA AYUDA y sobre el guion de PRESIDENTE es todo cierto: ambos son un gran invento.
Cuando hay entendimiento y, sobre todo, cuando el guionista no tiene problema en trabajar, reescribir y repensar lo que haga falta, se produce un espejismo: el autor cree que le están llevando de la mano, cuando en realidad es él mismo quien empuja. Algo parecido a cuando aprendes a montar en bici y pedaleas confiado porque crees que alguien sujeta la bici para que no te caigas. Y no sigo con la metáfora, porque ya sabes que empezamos y no acabamos: cerveza, café americano y un bol de metáforas para picar.
Un abrazo.
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