MÁS CINE “NO REALISTA”.

Por David Muñoz

Algunos apuntes que tratan de completar la entrada sobre cine “no realista” que escribí aquí hace un par de semanas:

-La semana pasada vi “Holy Motors”, del director Leos Carax. La película encaja perfectamente en la definición del cine “no realista” de Rogert Ebert que cité en mi entrada. El protagonista, Monsieur Oscar, cambia de personalidad varias veces a lo largo del día en el que transcurre la historia, y vive en un mundo cuyas reglas jamás llegamos a comprender.

-Pero, como explica aquí el propio Carax, lo que cuenta su último largo no es exactamente una “historia”: “No soy un narrador. Algunas veces me gustaría serlo, pero no soy Hitchcock. Mis películas no surgen de las ideas; normalmente surgen de una o dos imágenes o uno o dos sentimientos. Intento editar juntos esos sentimientos y esas imágenes, pero nunca estoy seguro de que ni siquiera vaya a dar como resultado eso que la gente llama “película”. Muchas veces la gente ha dicho que mis películas no son películas. Es solo que en un determinado momento, necesitas hacer algo. El asunto es la necesidad. Y algunas veces necesitas hacer algo que no puedes hacer. Supongo que si eres un narrador, si sientes que tienes una buena historia, haces una película. Yo no trabajo así. No estoy buscando una buena historia”.

-“(…)Para “HolyMotors”, los sentimientos convocados han sido el cansancio de uno mismo y la sensación de renacimiento, de reinventarse o revivir”. Carax en la revista Caimán de noviembre.

-Pero nosotros a lo que estamos acostumbrados como espectadores es a que nos cuenten historias. ¿Y qué entendemos normalmente por una historia? Pues la peripecia protagonizada por un personaje que busca o desea algo (o sea, tiene un objetivo). Personajes además con un arco dramático, a quienes la peripecia modifica, poco o mucho, da igual, lo importante es que cambien.  Además, en las historias comprendemos las motivaciones de los personajes. Conocemos su conflicto, lo que les mueve y les permite llevar a cabo las acciones que les convierten en protagonistas del relato. Depende de quien lo cuente se explica de una manera distinta, pero por usar una terminología que la mayoría conocemos, los personajes del cine tienen objetivos externos (lo que buscan mediante acciones) e internos (lo que consiguen a nivel psicológico). Muchas veces unos y otros son antagónicos. Y por eso decimos que a veces los personajes no consiguen lo que quieren sino lo que necesitan.  Además, los personajes viven en un mundo cuyas reglas entendemos. Sabemos dónde estamos y con quien estamos. Tan acostumbrados estamos a que las historias sean así, que cuando falla alguno de estos elementos es fácil tener la impresión de que o bien el cineasta nos está tomando el pelo (“¡Se hace pajas mentales!”) o de que no sabe lo que hace.

Actores de una vida que no hemos escrito.

-En “Holy Motors”, nunca llegamos a saber quién es realmente Monsieur Oscar,  ni, como he dicho antes, conocemos las reglas que rigen su universo, pero es que tampoco sabemos muy bien lo que quiere, cuál es la finalidad de esos continuos cambios de personalidad. ¿Es realmente un actor? Pero, si es así, ¿quién le ve interpretar (aparte de nosotros, quiero decir)? ¿Y el resto de las personas que se cruzan en su camino? ¿Es que son también actores? ¿Qué significa la aparición de Carax al principio de la película? ¿Es que todo es un sueño del director?

Pero por mucho que nos devanemos los sesos no conseguiremos encontrar las respuestas a todas nuestras preguntas. El guionista no ha escrito una historia, no ha inventado un mundo coherente. Lo que está buscando es otra cosa.

En la introducción de la entrevista que he citado antes de Ain´t It Cool News, el periodista que habla con Carax dice que ha intentado descifrar “Holy Motors” pero no lo ha conseguido. Y no lo conseguirá. Porque no hay nada que descifrar.

Monsieur Oscar tiene objetivos externos, y estos cambian cada vez que adopta una nueva personalidad. No vive historias, vive situaciones, fragmentos de historias que nunca se nos llegan a contar. Lo que importa es el impacto emocional de esas situaciones sobre el personaje. Y, sobre todo, lo que evocan en nosotros si nos abandonamos a la experiencia y nos dejamos llevar por lo que está ocurriendo. Si elegimos ser durante dos horas ese personaje sobre el que no sabemos nada.

-“Holy Motors” cuando nos funciona mejor, no es porque hable de Monsieur Oscar (ni de Leos Carax) sino porque está hablando de nosotros mismos. El lienzo en blanco que interpreta Denis Lavant nos permite “estar” en la película.

-En buena parte del cine “no realista” no hay nada que interpretar. “Holy Motors” no es cine para cinéfilos, ni para críticos (aunque estos la hayan recibido con entusiasmo).  De nuevo, lo explica Carax mucho mejor que yo: “(…) Creo que traté de inventar un mundo de ciencia ficción no muy distinto del nuestro, donde en un día, desde la mañana a la noche, pudiera enseñarte lo que yo siento en qué consiste la experiencia de estar vivo. En el que pudiera mostrarte todo lo que siento respecto a la vida y la muerte, encontrar a alguien, perderlo, morir, enamorarse, etc. Entonces, claro, debido a que la idea era que este personaje viajara de una vida a otra, tuve que inventarme todas esas vidas.  Sí que puedo ver (que pueda entenderse) como una celebración del cine, ya que él pasa de un género a otro. Lo sé. Pero le he mostrado esta película a niños de doce años, y la pillan. No tienes que saber nada sobre el cine, no tienes que saber nada sobre mis películas, no me tienes que conocer a mí para ver la película”.

Que sí, “La bella y la bestia”. ¿Y…?

-El único segmento de “Holy Motors” que no me gustó fue el coprotagonizado por Eva Mendes, en el que Lavant se transforma en el salvaje Monsieur Merde, un personaje que ya había aparecido en un corto de Carax. Me pareció que su tono no encajaba con el del resto de la película. “Holy Motors” es sobre todo triste y melancólica, habla del paso del tiempo, de amores (y afectos) perdidos y del cambio como única constante de la vida. Pero esta parte es muy gamberra, y la tristeza deja paso a una sátira a mi gusto un poco facilona y cercana a la comedia chusca pasada de vueltas que tanto gusta a los franceses (y que casi nunca llega aquí). Y sobre todo, lo que menos me gustó fue que es el único segmento que funciona claramente como una alegoría más o menos fácil de decodificar y de entender. ¿Un hombre desnudo y con una erección que envuelve en un burka a una mujer escultural que se comporta como si aquello no fuera con ella? ¡Y ese fotógrafo americano patilargo que parece un personaje de dibujos animados de la UPA! En fin… su sitio quizá esté en ARCO, pero no en “Holy Motors”.  Luego, leyendo otra entrevista con Carax publicada en la revista Caimán, descubrí que no andaba tan desencaminado. Había escrito este segmento para otra película que no pudo rodar. Lo tenía antes de que le surgieran los sentimientos con los que “construyó” el resto de los momentos que describe el guion.

-“(…) Al contrario de lo que se dice de mí, no soy para nada un cinéfilo”. Carax en Caimán.

-A su manera, el cine “no realista” también tiene sus reglas. Lo que permite que lo que se cuenta parezca parte de un todo es el tono. Gobierna la emoción, no la estructura dramática.

-Todo el cine, todas las historias, son autobiografía. De quien las ha escrito, pero también de quien las consume. También de los críticos a los que se la pone dura el cine que en teoría habla de cine. El relato salpicado de citas cinéfilas que ellos pueden explicar e interpretar. Y que nadie entienda esto como un ataque a los críticos. Leo a algunos, y los disfruto (a los que me irritan hace tiempo que no los leo, con lo que mi relación con la crítica es muy sana, solo hay placer). Muchas veces me ayudan a comprender mejor. Además, esto que hacemos aquí cuando hablamos de películas no deja de ser una forma de crítica.

-Paradójicamente, el segmento de Monsieur Merde incluye mi imagen favorita de la película: la gente vagando con las maletas por las alcantarillas.

-Para mí, los mejores momentos de “Holy Motors” son la grabación con “Motion Capture” para una animación en 3D; la escena con el padre y la hija en el coche; las conversaciones de Lavant con su chofer, y el segmento de Kylie Minogue, que me parece lo mejor que he visto en el cine en lo que va de año. Emociones en estado puro. Sé muy poco sobre los personajes y sus circunstancias, pero estoy con ellos, me importan. Y me remueven sus escenas porque evocan en mí situaciones en las que he experimentado emociones similares.

Encima, canta. No se puede pedir más.

-A veces, la crítica hace más mal que bien a películas así. El espectador, mosqueado porque cree que le están mirando por encima del hombro, que le están menospreciando porque no comparte las claves que le permitirían entender lo que está viendo, experimenta una sensación de rechazo. Cuando en realidad, no hay nada que entender, sino que sentir. Y entender puede entender lo que le da la gana. La película concede esa libertad. Pero el crítico insiste en que estamos ante una película de categoría superior, “culta”, mucho mejor que esas mierdas obvias y facilonas que nos gustan a la gentuza que come palomitas en los multicines. De manera que se genera la sensación de que si no te gusta por Ej. “Holy Motors” eres poco menos que un tonto o un insensible. Ante ese miedo a ser juzgado, a tener que pasar un examen que concluirá con tu interlocutor (ese que te pregunta con tonillo: “¿Ya la has visto?”), metiéndote en una cajita con su etiqueta de “bobo” o “listo”, lo normal es no querer pasar el examen. Si vas a ver “Lo imposible”, que te guste o te repatee no significa nada. Si vas a ver “Holy Motors”, puede que sí. Justo lo que no quiere Carax. Porque él no hace películas para una secta de iniciados.

-Todo depende de quienes seamos y de en qué momento nos pille. Hace 20 años yo habría sido un espectador “enterado” que habría disfrutado explicando las citas de “Holy Motors” y quizá no habría conectado con ella emocionalmente. Estudiaba Bellas Artes, hacía video arte, había perdido menos cosas, era otra persona.

-Al personaje de cine “no realista” no le extraña nada de lo que ocurre en el  mundo en el que vive. Se comporta como nosotros cuando soñamos. Pasa lo que pasa… porque pasa. No hay otra razón. Los acontecimientos no siguen una lógica realista, sino emocional. “Holy Motors” comienza con un director que despierta en mitad de la noche, y, tras abrir una puerta oculta en una pared, entra en un cine. Es la única metáfora que tenemos que intentar comprender de toda la película. A partir de ahí, las reglas ya no importan. Y de que seamos capaces de evocar ese estado mental, a medio camino entre el sueño y la vigilia, donde aceptamos como real lo imposible, depende que disfrutemos durante dos horas o que nos aburramos, e incluso, nos cabreemos.

Yo he disfrutado mucho leyendo “Ardalén”. Prado es un gran dibujante, pero lo más interesante es lo que cuenta y cómo lo cuenta.

-Experimento: Leer “Ardalén”, el último cómic de Miguelanxo Prado y pensar en los códigos del cine “no realista”. En “Ardalén”, Fidel, un anciano que vive en una casa perdida en el campo, intenta descubrir si sus recuerdos son suyos o no. Ya que, por extraño que parezca, todo indica que pertenecen a otras personas. Él nunca vivió lo que cree haber vivido. Pero… ¿cómo es posible que ocurra algo así? Porque los recuerdos de Fidel no son sueños o desvaríos, son reales. Y eso que en su caso “realidad” es un término muy relativo. Atrapado en un estado a medio camino entre la vigilia y el sueño, Fidel por Ej. toma por reales a las ballenas que vuelan entre los árboles de un bosque cercano. Pero en “Ardalén” hay un punto de vista externo a la historia de Fidel, el de Sabela, una mujer que llega al pueblo para descubrir cómo murió su abuelo. Ella somos nosotros. Con ella, entendemos lo que ocurre y por qué, ordenamos la información y le damos sentido. La convertimos en una historia. De no estar Sabela (y las explicaciones que añade Prado sobre el funcionamiento de la memoria y los recuerdos), “Ardalén” podría estar contado desde el punto de vista de Fidel, perplejo, desconcertado, incapaz de entender, y no andaría tan lejos de “Holy Motors”. Todo es una cuestión de punto de vista. Estamos fuera o estamos dentro. Y desde dentro las reglas, el sentido, no se ven con claridad. Como en la vida.

5 comentarios en «MÁS CINE “NO REALISTA”.»

  1. ¡Grande David!

    Yo no he visto la película (esta semana me planto en un cine), pero me pregunto si, no siendo una película realista, no estableciendo una lógica narrativa, hay que ser Carax para que la proyecten en cines (aunque sean indies) y los fueros cinéfilos la consideren cine y no video-arte. Me recuerda a ese debate omnipresente en el mundo de la pintura, en el que se cuestiona si un punto negro en un fondo blanco es una obra de arte compleja y no un acto de onanismo legitimado por el hecho de estar ‘firmado por’ o por tener el beneplácito de la crítica. Vaya, que si lo hago yo me tal vez me tachen de pipiolo prepotente o de estar como unas maracas.

    Pero vamos, que yo la voy a ver : )

  2. “Pues los niños de doce años la pillan.”

    Ahí se ha retratado perfectamente el señor Carax: se está quedando con el espectador. Vale, macho, está muy bien que quieras autopsicoanalizarte a través de tus películas, pero no esperes que los demás paguemos por ver tus neuras en una sala de cine…

  3. Gracias por este comentario, David, me ha llegado justo a tiempo: vi “Holy Motors” hace un par de días y la disfruté de esa manera relajada que dices: viendo con interés cada uno de los segmentos, pero sin necesitar buscar una trama que lo explicara todo. Aunque la parte de Eva Mendes no me disgustó tanto como a ti, ahora que lo dices, sí es cierto que tiene un tono bastante diferente y algunos elementos son incluso zafios (director de cine con sus pantalones cortos, el burka…).

    La parte que más me desconcertó fue el final (¿debería advertir de que es un espoiler?). La conversación de limusinas en el garaje. Tiendo a pensar que las últimas secuencias suelen dotar de cierta unidad a las películas, que en ellas el guionista/director deja un poco más claro de qué va todo lo que te ha contado, pero, en este caso, Carax creo que hace todo lo contrario, de pronto se queda con un personaje secundario (la chófer) y, después, inventa una conversación de limusinas muy imaginativa que podría estar en “Cars”.

    1. Ya, el final desconcierta un poco, es verdad. Pero a mí me resultó gracioso. Esas pobres limusinas condenadas al paro (o más bien al desguace)… Una cosa que si que tiene Carax es sentido del humor.

  4. bueno, no comparemos Holy Motors con los cuadros blancos con un punto negro en medio, por favor. Holy Motors sí cuenta muchas cosas. No es una narración como las que vemos todos los días en el cine, en la tele, en los libros… es otra cosa. Pero eso es parte de la grandiosidad de la película, la originalidad, algo muy difícil en el mundo en el que vivimos, en el que estamos acostumbrados a ver de todo. Holy Motors no es para todo el mundo, y seguramente mucha gente saldrá del cine pensando que no le gusta, o incluso que aquellos que dicen que es buena lo hacen para hacerse los intelectuales. No es cuestión de intelectualidad, de hecho, esta película rasga todo lo intelectual para llegar directamente a lo inconsciente, a lo profundo, al sentimiento animal que todos tratamos de esconder porque vivimos en sociedad. Esta película es pura emoción. No es onanista, simplemente es para unos pocos (no unos pocos intelectuales, sino unos pocos cuya alma es similar a la de Leos Carax). Me da igual si es considerada una película o video arte u otra cosa, no importa. Categorizarlo como arte o no, da lo mismo. Simplemente, lo bueno de esta película, a mi parecer, es que te hipnotiza, que te hace sentir, relfexionar, disfrutar… Tenéis que verla, si no os gusta serán dos horas perdidas, pero si os pasa lo que a mi, recuperaréis muchas de las horas que habréis perdido con otras muchas cosas. Dadle una oportunidad, porque la recompensa puede ser apoteósica.

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