Por David Muñoz
Uno de los guiones con los que trabajé en el curso del que hablé aquí la semana pasada fue “Escafandra”, la segunda película de un director argentino llamado Pablo Reyero. Su primer largo, “La cruz del sur” obtuvo el premio al “Mejor Director Joven” de los países latinos en el Festival de Cannes en el año 2003 y es un thriller muy, muy malsano y perturbador, y también, me parece, una gran película.
Pero la verdad es que cuando leí la primera versión de “Escafandra” me quedé a cuadros. No porque el proyecto no sea interesante, que sí que lo es, sino porque no es nada convencional desde el punto de vista narrativo. Para entendernos, es como si estuvieras de tutor en un curso de desarrollo de guiones y un joven David Lynch te pasara “Lost Highway” o, peor, “Mulholland Drive”. ¿Cómo enfocas el trabajo con él? ¿Cómo le ayudas a mejorar su guion cuando te parece que muchas de las cosas que ocurren en él no obedecen a una lógica que puedas comprender y utilizar como brújula que te indique el posible camino a seguir? ¿Qué le dices? “Oye, David, que esto de que Bill Pullman cambie de cuerpo no lo veo”. ¿?????
Como me dijo otro tutor hablando de “Escafandra”, es un proyecto que no puede tanto entenderse (al menos al 100%) como sentirse; para disfrutarlo hay que abandonarse a la subjetividad de su autor, a su imaginario, dejarse llevar sin hacerse demasiadas preguntas. Es un cine que roza la abstracción. O la poesía. Y ya sabemos que la lógica poética no es exactamente “lógica”.
Además, probablemente será mucho más fácil apreciarlo una vez se ruede que en forma de guion. Todo en él depende de su ejecución. En “La cruz del sur” hay muchas escenas que seguramente leídas me habría parecido que no iban a funcionar y que, sin embargo, rodadas, me parecen muy bien resueltas pese a lo inusual de su planteamiento. La puesta en escena, el sonido, la iluminación, otorgan un tono a la historia, un estilo, que permite que “pasen” cosas que en frío nunca te creerías.

Una de mis escenas preferidas de “La cruz de sur”. En un guión sería casi imposible describir todo lo que llega a transmitir.
A pesar de ello, Pablo y yo emprendimos un diálogo acerca del guion que por lo menos a mí me ha resultado muy enriquecedor. Una de las cosas que más me gustan de ser tutor en cursos así es que durante unas semanas me veo obligado a pensar en historias que nunca habría escrito con la misma concentración que si fueran mías.
Al final modificamos muy pocas cosas del guion, pero si que creo que logramos el objetivo que nos propusimos el primer día: alejar “Escafandra” de la abstracción absoluta sin por eso transformarlo en un proyecto narrativo convencional.
Para que entendáis mejor cuál fue mi planteamiento, esto es parte de lo que escribí al respecto en el informe que los tutores redactamos al final del curso explicando lo que hemos hecho con los proyectos y por qué:
“En mi opinión, si a algo se parece “Escafandra” es a las películas más extremas de David Lynch. No es nada convencional desde el punto de vista narrativo, con lo que es una película con la que como tutor resulta muy difícil trabajar. Aún así, durante estas semanas hemos tratado de clarificar la estructura de la película, y de que a pesar de que una vez comienza la parte de horror puro no cabe otra que dejarse llevar por lo que pasa y dejar de hacerse preguntas, al menos se comprendiera quienes son los personajes que la protagonizan. Porque sin eso la película sería una sucesión de hechos sin más, cine abstracto. De nuevo, el referente fue Lynch y “Carretera perdida”. Es difícil entender lo que le pasa al personaje de Bill Pullman una vez cambia de cuerpo, pero al menos sí sabes quién es y por qué ha acabado así. Gracias a eso, estás con él, no te “sales” de la película (bueno, por lo menos no todo el mundo). Y eso creo que también lo hemos logrado en “Escafandra”. En el guion hay zonas de oscuridad casi impenetrables, pero el espectador tendrá algo a lo que aferrarse cuando vea la película, algo que le permita haber entendido, o por lo menos intuido, qué es lo que se le ha contado y por qué”.
Unos días después de acabar mi participación en el curso, leí un artículo muy interesante del crítico Roger Ebert escrito tras ver “Cloud Atlas”, la nueva de los hermanos Wachowski y Tom Tykwer, hablando de este tipo de películas que, en sus propias palabras, “vagan a través del tiempo, el espacio y la lógica” y pertenecen a esa categoría que él llama cine “no realista”.
Como de verdad que me parece que está muy bien, voy a traducir algunos párrafos del artículo para los que no leáis en inglés:
“El público se intranquiliza cuando se enfrenta a este tipo de películas. Se resisten cuando un personaje no es «consistente». Esperan que una película establezca sus reglas al principio, y que las respete. Si Superman puede volar (…) vale, de acuerdo. Pero si la Kryptonita deja de pronto de afectarle, los fans se cabrean. La Krypytonita o es un peligro para Superman o no lo es. Decídete”.
“Por «no realista» podría entenderse casi cualquier cosa. Pero para los propósitos de esta discusión, estoy pensando en una película en la que los personajes no habitan en la realidad que ellos, y nosotros, pensábamos que habitaban. Lo que parece que está pasando de pronto discurre en una dirección inesperada o ilógica. Sus identidades cambian, o las intercambian. (…) Ese tipo de películas impelen a su público a «descifrarlas». (…)”.
Después, Ebert usa como ejemplos -aparte de “Cloud Atlas”-, “Synecdoche, New York”, “Mulholland Drive”, “2001: A Space Oddissey”, “3 Women” y “El árbol de la vida”. Películas que se resisten a ser interpretadas literalmente.
Para terminar, Ebert dice algo que resume muy bien cómo deberían ser digeridas este tipo de historias:
“Una de las primeras criticas que escribí para The Sun-Times fue de “Persona” de Bergman. Me sentí superado. ¿Podría escribir algo profundo y lleno de significado, a la altura del creador de la película? En vez de eso decidí sencillamente tratar de describir lo que había visto. (…) Un hombre sabio escribió una vez: «Un poema no debería significar, sino ser»”.
Y “Escafandra” es una de esas “películas poema”. En ella, los muertos se comportan como vivos, y los vivos como muertos; los personajes cambian de aspecto e incluso llegan a transformarse en monstruos, y las razones de muchas de las cosas que hacen están enterradas bajo varias capas de simbolismo, difícil de desentrañar, por no decir imposible, a no ser que seas el propio Reyero o conozcas al dedillo tanto su vida como las claves que ha utilizado para escribir su guion.
No me extrañaría que si se rueda, alguien acabe escribiendo un artículo sobre “Escafandra” como el que el mismo Ebert firmó sobre “Mulholland Drive”.
Eso es algo que a mí me llama mucho la atención, ese empeño nuestro en desentrañar las claves de películas así, en comprender lo incomprensible, en emprender un proceso en el que la mayoría de las veces acabamos entendiéndonos mejor a nosotros mismos pero no al objeto de nuestro estudio. Es la obra de arte como espejo, como reflejo amplificado y distorsionado de nuestra psique.
Yo he pasado horas y horas pensando en “Donnie Darko”, algunas películas de Mamoru Oshii o claro, las de Lynch, divirtiéndome solo por el hecho de “vivir” durante un tiempo en sus mundos, aún sabiendo (o intuyendo) que mi esfuerzo era en vano, dado que lo que yo pretendía no se podía conseguir. Y menos mal. Porque de poder ser entendidas en su totalidad, estoy convencido de que todas esas películas dejarían de resultarme tan fascinantes.
Quizá una de las cosas que más me frustran de ser solo guionista y no director, es que este tipo de películas nos están vedadas a aquellos que únicamente nos dedicamos a escribir. Aunque tiene sentido. Porque, como he dicho antes, son proyectos que solo se entienden bien una vez ejecutados. Su interés reside en los elementos que maneja el director y no en lo puramente narrativo. Ahora todos sabemos de qué estábamos hablando cuando nos referimos a una película de David Lynch. Pero sus películas no se “ven” sobre el papel. Como supongo que descubriría aterrado el productor Dino de Laurentiis con “Blue Velvet”, el primer largo de Lynch que se alejó de la convencionalidad tras sus mucho más “normales” “El hombre elefante” y “Dune”.
Y ya como espectador, me frustra que este tipo de propuestas queden reservadas para películas de presupuestos ínfimos, cuando precisamente, son historias que dependen mucho de una ejecución formal brillante, de una gran fotografía (que no quiere decir una fotografía “bonita”), un exhaustivo trabajo con el sonido, etc. para convertirse en una experiencia sensorial capaz de trepanarte los sentidos. En ellas, la forma es todo. El texto puede ser irrelevante. Son lo más lejos que está el cine del teatro filmado. Pero, salvo en el caso de Terry Gilliam (para mí, su último largo, “El imaginario del doctor Parnassus”, entra en esa categoría) o Lars Von Trier (“Melancolía” es el blockbuster del cine “no realista”), no parece que el futuro del cine vaya a ir por ahí. Y de verdad que creo que es una pena. El cine, como cualquier otra forma de expresión, no debería ser solo una cosa.
En cuanto al cine español, parece inevitable que las películas “rarunas” tengan presupuestos ínfimos y casi siempre, se estrenen únicamente en DVD o en Internet (como “Diamond Flash”, que he comprado pero aún no he visto), cuando también pienso que su lugar natural son las salas, la experiencia colectiva, la oscuridad… que fue como yo vi “Carretera perdida”, por Ej. Estoy convencido de que la experiencia no habría sido igual en mi casa, por mucho 5.1. que tenga. Lo triste es que da la impresión de que ahora mismo solo hay dos caminos para nuestro cine, o ese, o el “cine que parece americano pero no lo es” para los multicines, convencional y totalmente predecible desde el punto de vista narrativo (lo que no quiere decir nada de su calidad o su interés, porque hay de todo, por supuesto, y entre ellas hay muchas películas con las que he disfrutado). Y esa desaparición de la “clase media” del cine –presupuestaria y narrativamente-, me parece algo muy empobrecedor.
Pero ese será tema para otra entrada.
Mientras leía el post sobre ‘Escafandra’ me venían a la mente dos palabras al pensar en ese guión: paja mental. No todos podemos ser David Lynch. Muchos escritores que empiezan no tienen ganas de ceñirse a la estructura de tres actos porque les parece ‘demodé’, o porque no les apetece invertir tiempo en pulir su guión, o porque se creen que han venido a revolucionar el género. ¡Ah, amigos, es que estamos hablando de ARTE con mayúsculas, no de pereza o de ganas de marear a los críticos! Pues vale, es tu elección. Pero luego no te cabrees si no encuentras un productor que quiera financiar tus delirios y el público huya espantado cada vez que escucha tu nombre. Que hay una buena razón por la que Lynch lleva años sin que ningún estudio quiera financiarle un nuevo largometraje…
David Lynch ha rodado algunas de las mejores películas de la historia del cine, entre ellas “El hombre elefante” y “Carretera perdida”. El hecho de que no ruede más es, me parece, una tragedia. Pero creo que la razón tiene más que ver con su evolución personal que conque ningún estudio (o productora, ya que ha trabajado mucho con Europa) quiera financiarle sus películas. Afortunadamente, el cine es James Cameron, pero también es Lynch. Y los dos se merecen mi admiración y respeto. Cada película debe ser juzgada no por lo que quiere ser, sino por lo que es. Y quizá “Escafandra” acabe siendo un peliculón.
Muy buen post. Estoy de acuerdo en que para que este cine funcione es necesario establecer ciertas bases y pactar con el espectador. No todo vale; llega un punto en el que la abstracción total deja de ser una película para estar más cercana a la experimentación audiovisual. El soporte no convierte unas imágenes en cine. Lo que contamos en ellas sí.
Personalmente me interesan todas aquellas pelis que llegan a un equilibrio entre los dos puntos. Hay un terreno inexplorado ahí muy interesante. Pero es cierto que para conseguirlo es determinante la figura del director.
Enlazando con esto estaría bien un post sobre el punto de vista del personaje en cine y como es un factor más que puede determinar el género (peli de Haneke vs peli comercial amable) partiendo de un tema cotidiano.
Me alegro de que por fin se llegue a plantear en un blog de guión que no todo tiene que responder a la lógica causa-efecto a la que se aferra cualquier guionista para no tener que pensar que, tal vez, contar historias no significa contar únicamente esas historias. Algo que siempre se achaca a la falta de emancipación en el cine de la literatura pero que, realmente, la literatura ha superado hace más de un siglo.
A raiz de esto me parecería interesante plantear una reflexión, como guionistas, de que medios tenemos para aportar nuestro grano de arena en un proceso cinematográfico que se mueva en lo que se puede entender (y aquí se abre una discución bizantina sobre qué es el cine que a quien quiera mantenerla le recomiendo que revise un poco lo que se ha dicho sobre este tema -que no es nuevo- para no repetirnos) escencialmente cinematográfico. Porque, a pesar de la deformación profesional, cada vez me doy cuenta de que las películas que más me interesan no tienen forma de encajar en un logline sin caer en el simplismo extremo.
Sin pretender desencadenar una cadena de insultos de esas que tanto gustan en internet, el comentario de “eso no es cine” es la mayor estupidez que he escuchado en la vida y que, lamentablemente, la escucho muy a menudo.
A quien mantiene estos dogmas le pregunto: ¿Qué es una historia? ¿Qué es el cine? (Tiene truco, quien lo adivine se lleva una Ruperta).
Un saludo y felicidades por el post.
‘¿Qué es el cine?’:
-Vídeos de gatitos en YouTube.
-Toda la filmografía de Bela Tarr.
-Una peli iraní en un cineclub.
-The room, de Tommy Wiseau.
Eso es lo que ocurre cuando alguien dice que las reglas del drama están anticuadas y que lo de la dicotomía causa/efecto es para nenazas vendidas al mainstream, que luego le dan una cámara a cualquier desequilibrado con ínfulas de autor y pasa lo que pasa…
¿Qué es el cine?
¿Es obligatorio responder a ese pregunta? ¿Es necesario?
¿Por qué tanta saña con las malas películas “no realistas”, cuando todas las semanas se estrenan (muchas más) malas películas convencionales? ¿A qué se debe ese ensañamiento, ese recelo a todo lo que se salga de la norma? Si una película es mala, lo mismo me da que respete las normas o no.
¿Porque normalmente “No lo entiendes porque es distinto” es la excusa de los mediocres que no saben hacerlo mejor? Y lanzo la pregunta, ¿es más fácil hacer un bodrio siguiendo las reglas o pasando de ellas?
Pablo, es mucho más fácil hacer un bodrio que se ajuste a las normas que uno que no lo haga. No hay más que ver la cartelera: impecables tres actos llenos de mierda hasta las orejas.
Es curioso cómo proliferan estas discusiones que se convierten en excluyentes entre si opciones que realmente no lo son. Debe de ser este pensamiento binario que se nos está implantando: ¿está usted conmigo o contra mi?
Veo mucha irritación con aquellos que “no cumplen las normas”, supongo que en gente que sí que las cumple. Igual que nos irritamos cuando hacemos cola y alguien se la salta. Lo mismo ocurrió con los impresionistas cuando comenzaron a pintar con manchas en lugar de respetar las reglas academicistas. Y qué decir del cubismo. Y del propio cine en sus comienzos, y del sonoro.
Hay un mecanismo psicológico por el cual cuando alguien nos dice “no me gusta esa ropa que llevas” escuchamos “no me gustas por haber escogido esa ropa”. Supongo que ese mismo mecanismo funciona a la inversa y cuando alguien califica de obra maestra una peli que no entendemos lo que estamos escuchando es “eres un tarado”.
Con lo aburrido que es ir estableciendo normas y lo cansado que es empeñarse en que se cumplan.
No entiendo la saña contra las películas que no son convencionales, por norma. Las simplificaciones son peligrosas. El cine puede ser muchas cosas, y se nos olvida que no tiene por qué ser narrativo. Por supuesto, habrá mediocres que crean que pueden estar por encima de las “normas” dramáticas o narrativas, pero mediocres contadores de historias también los hay. El espectador inteligente sabrá cuándo le están tomando el pelo, y cuándo no.
Lynch, desde luego, es un director único y relevante. La historia del cine no se escribe sólo con el cine USA. Carretera perdida me sigue pareciendo increíble.
Y un bodrio se puede hacer siguiendo las reglas o sin seguirlas. La técnica no te asegura la trascendencia, ni, la falta de la misma técnica, la cualidad de ser un “artista”. Ojalá fuera tan sencillo.
Interesante post David.
En realidad ese director ya tiene el camino más difícil andado; hacer su primera película.
Probablemente, sin esa referencia es posible que este proyecto nunca recibiera la atención por parte de nadie, y mucho financiación.
Yo creo que, como espectador, pero también como guionista, no son opciones excluyentes. No es como tratar de ser musulmán y cristiano a la vez… no es eso. Depende de dónde esté uno emocionalmente, laboralmente… de muchas cosas. La carrera de Lynch es un buen ejemplo. Hace las películas que hace porque quiere hacerlas… y es capaz de rodar una película convencional como “The Straight Story” en medio de dos que no lo son. Pero vaya, que haya probado que es capaz de rodar pelis “normales” no es algo que me parece que se deba tener en cuenta a la hora de juzgar (y apreciar o no) sus películas no realistas. Las obras deben valorarse por sí mismas. No hagamos como esa gente que dice que la obra cubista de Picasso tiene un pase porque de chaval demostró que sabía pintar “bien”. O sea, de forma realista. Estoy con fhrodri, el cine puede, y debe, ser muchas cosas.
Tienes razón David, pero es cierto que como narrador David Lynch es respetado, precisamente porque, cuando quiere, sabe como hacer para que lo que quiere contar llegue a todo tipo de público. El problema viene cuando ves una película “no-realista” y provoca rechazo y aceptación a la vez. De manera inconsciente se genera (como he leído por ahí arriba) el tópico del espectador “inteligente”: si no lo entiendes eres un mediocre o no tienes ni idea”, por lo tanto, pienso que ese es (al menos) un motivo de ese rechazo generalizado a este tipo de cine. Porque digo yo ¿cómo sabemos si es “buena” o “funciona” una película “no-realista”? Solo podemos saber si nos ha gustado o no. Solo puedes basarte en criterios subjetivos, personales. Por eso Lynch es Lynch… Y solo hay uno. El cine se hace para el público, para todo el público.
Rollo: de acuerdo en muchas cosas. Pero creo que las películas nunca suelen ser para “todo” el público (y cada vez menos). Es la publicidad la que nos hace creer que eso es así. Ahí está todo el mundo viendo ahora películas de superhéroes, consumiendo historias que hace años eran solo para cuatro frikis como yo.Otra cosa es que haya películas que alcanzan tal nivel de popularidad que casi todo el mundo necesite verlas para por lo menos poder hablar de ellas con sus amigos y conocidos. Y respecto al espectador “inteligente”, entiendo lo que dices, pero generalmente con este tipo de películas hay que dejar la inteligencia a un lado, son experiencias emocionales. Conviene dejarse llevar, no analizar en exceso. También creo que puede ser que mucha gente, al no tener digamos que reglas cuyo cumplimiento o no les permite valorar la obra, se siente insegura, tiene miedo de pronunciarse, de ser considerado tonto por decir o no que le gusta algo. En mi caso, que una obra sea solo brillante técnicamente (que cumpla las reglas), nunca me ha parecido razón suficiente para defenderla.
De acuerdo en todo. Tan solo aclarar que no me refiero a que el cine tenga que ser como “lo imposible”. Quería decir que, incluso en la película más friki, decimos que es “buena” o que “funciona”, cuando consigue sus objetivos, y estos siempre tienen relación con el espectador, conseguir que éste quiera lo mismo que el “prota” y que termine el “viaje” como nosotros queramos (si es de miedo que asuste, si es comedia que haga reír, si es drama…). Es a eso a lo que hacía referencia.
Personalmente siento que estas películas a mi no me dicen nada, salvo excepciones, muy pocas excepciones. Parece que se generó un efecto parecido al de Tarantino, me explico: al hilo de Reservoir Dogs y/o Pulp fictión, salieron falsos imitadores por todos los lados, pero ninguno consiguió lo que consiguió Tarantino, ya que tan solo eran imitadores o oportunista. Pienso que con Lynch pasa, o ha pasado, algo muy parecido.
Me parece perfecto que alguien que hace cine “no realista” participe en un curso de desarrollo de guiones queriendo mejorarlo y abierto a trabajar con otros.
En ocasiones, el “autor” piensa que como su historia no sigue las normas clásicas, la norma suprema es que a él le guste. Y si le gusta a la primera, se acabó la reescritura.
Antes de realizar un Picasso hay que dominar el retrato realista para luego desmontarlo. ¿Qué clase de pintor sería el que no dominase la base? El cine que denominan en este artículo “No realista” es un cine con mayúscula, de altos vuelos, son palabras mayores. Cuando deformamos la realidad aparente el resultado es el destape de la máscara de la apariencia y la inmersión hacia la realidad pura de los sentidos. La pregunta sería ¿Estamos capacitados?
No creo que muchos directores (Lynch, no, desde luego) juegue esa carta elitista de “si usted no lo entiende, es que es idiota”. Eso viene, me parece, más de cierto tipo de crítico de cine. Ese sentido de “cine para minorías” con sus matices de cierto clasismo viene de que algunos críticos se han enrocado en posturas un tanto excesivas. Siempre hay herramientas de análisis frente a una película, más allá del propio guión, y el mejor seguro es una buena educación cinematográfica. Pero ya sabemos el nivel educativo de este país: si en los programas de estudio, junto a la literatura o, por ejemplo, la pintura o, en algunos programas, la música, se incluyera el estudio de la Historia del cine, otro gallo cantaría.
Nadie, aunque lo piense, tiene las narices de decir que El Quijote es infumable, pero con demasiada facilidad se desprecian directores reconocidos. El caso de Almodóvar es sangrante. Yo no voy a entrar en defenderlo, pero creo que merece cierto respeto un señor al que críticos y expertos de muchos países lo consideran un director, cuando menos, relevante. Habrá argumentos con que matizar o hasta oponerse a ese juicio, pero es bien diferente afirmar “Almodóvar, o Lynch, o Fellini, o Haneke, o cualquier autor “no me gusta”, que afirmar, como hacen muchos (en España; sería peculiar averiguar si también en otras sociedades) con rotundidad (sospechosa de otras cosas, a veces), “son una mierda, o son malos o no saben dirigir o no saben escribir”. Al menos, lo segundo, no se sostiene sin esos argumentos de los que hablo: los racionales.
Tal vez, si estudias de pequeño y de adolescente, a Cervantes, Machado, Borges o los escritores que ahora se estudien, se le añade, a la obra, a un autor, un aura que luego más o menos se acepte. En cuanto a que el cine no se trata como “arte” sino como “entretenimiento” (cuando es ambas cosas, o, mejor dicho, puede serlo), parece que si alguien no disfruta una película la culpa es del autor SIEMPRE, pero si a un lector no le place Javier Marías, se dice menos veces en voz alta; la inseguridad intelectual surge con la literatura (“no lo entiendo, luego soy yo, que no leo mucho, y por tanto no entiendo del tema, y por tanto no voy a decir nada”), pero no tanto con el cine (“no es que no lo entienda, como dice este crítico gafapastil y pedante de El País o del Cahier du Cinéma, sino que este director es un pretencioso que no tiene ni idea de cine… aunque yo tampoco haya visto tanto cine de este tipo”).
En el extremo contrario, sin duda, estoy de acuerdo. Querer ser autor no te hace genial, ni plantear un guión diferente, lo hace interesante. Es lo que hace, en estos casos, la labor del analista muy muy complicada, porque tiene que detectar quién te puede estar tomando el pelo, y quién tiene algo que decir/transmitir, aunque su forma de hacerlo no sea a través de una historia convencional.
Todo esto que comentas es bastante interesante y estoy bastante de acuerdo. Quizá el cine no realista, o el que se sale de la convencionalidad, es el preferido de los críticos porque es el que más les permite meter baza; el que más permite lecturas, interpretaciones, etc. que incluso pueden llegar a ser contradictorias. En cierta manera, es el que permite que el crítico esté más presente en la crítica, y así, formar parte de la obra (fenómeno determinante en el arte contemporáneo, por Ej., donde el crítico que ejerce de comisario, o sea de interpréte/medium es quien parte la pana). Y ahí sí que entra cierto clasismo cultural, como dices. Se consagra a un director y a partir de ese momento todo lo que hace es incuestionable,y si no te gusta o no lo entiendes, eres idiota. Lo cual no suele ser culpa del director en cuestión (vamos, por Ej. Lynch no parece que ande muy preocupado de lo que se dice de él…). Por otra parte, es cierto, ser autor no te hace mejor, pero tampoco peor, como ha dicho alguien por ahí arriba. En todos lados cuecen habas.En mi caso, hay pocas películas no realistas que realmente me lleguen. Pero esas pocas se cuentan entre mis preferidas de la historia del cine. Muchas de ellas son algunas de las que cita Ebert en su artículo.
Con esto de Almodóvar, es cierto que aquí a veces se le ningunea como director. Me parece significativo que las mejores entrevistas con él publicadas en revistas las he leído en publicaciones extranjeras, donde se le entrevista como director, y no como personaje y/o famosete. Pero sí que cuando he viajado fuera he notado el mismo ninguneo en otros países respecto a los que nosotros consideramos sus grandes directores. Será verdad que la confianza (y la próximidad) dan asco…
Ah, esto que dices es muy interesante, y no lo había pensado. La necesidad del crítico de formar parte del fenómeno cultural en sí. Puede ser. A algunos tal vez les guste eso de ser “gatekeepers”. Lo curioso es que, con los años, las décadas, todo está escrito, y muchos autores que se defendieron hace tiempo ahora han quedado fuera del canon.
Yo, que soy de puntos medios (y ahora no me refiero al vocabulario de guión) leo algunas críticas, y me planteo para quién demonios la están escribiendo, y en qué momento la crítica, o cierta crítica, decidió dejar de ser cercana (no hace falta bajar el nivel hasta la ESO, tampoco), pedagógica si se quiere, y se convirtió en, a ratos, incomprensible. O sea, que ni creo que haya que simplificar el análisis de películas (como también pasa con las series, en este nuevo universo, la blogoesfera) ni tampoco convertirlo en un análisis contemporáneo de la ficción audiovisual. Un punto medio, querría, pero se ve que este país es de “bandos” y extremos.
En todo caos, el cine no realista es lo que hace más atractivo el tema de replantearse cómo “ver” el cine; más complicado, para los analistas de guión, sin duda, pero también algo que te hace seguir aprendiendo, matizando, corrigiendo ciertas asunciones.
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Creo que en esta definición de cine “no realista” encajaría a la perfección The Oregonian. Os animo a verla y si queréis leer algo más os dejo un link a una entrada que hice: http://cinebarroco.wordpress.com/2012/11/19/the-oregonian-oir-ver-y-callar/
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