En las últimas semanas me han coincidido cuatro películas muy diferentes entre sí pero con varios aspectos en común. Las cuatro me parecieron buenas películas. Las cuatro me dejaron buen sabor de boca. Pero también les pongo algunas pegas parecidas. Los filmes en cuestión son:
– Drive: Posiblemente la más entretenida de las cuatro. Una historia de cine negro dirigida por Nicolas Winding y protagonizada por Ryan Gosling en el papel de un conductor especialista en escenas de riesgo que compagina su trabajo legal con operaciones de huida de atracos. La aparición de una mujer en su vida le involucra en una trama violenta donde acabará enfrentándose, sin buscarlo, a una peligrosa mafia. Estimulante estética y música ochenteras y algunas secuencias de persecución automovilística trepidantes sin resultar increíbles. Aún no se ha estrenado en España (yo la vi en Londres), pero les recomiendo que no se la pierdan cuando se ponga a tiro.
– No habrá paz para los malvados. Ya se ha hablado mucho de ella. También aquí en Bloguionistas. La última producción de Urbizu mete a José Coronado en la piel de un violento policía pasado de rosca que, grosso modo, digamos que se pone las pilas para librarse de un buen marrón, metiéndose en un berenjenal que no podía ni imaginar. Un policíaco poderoso, minucioso, rodado con buen pulso y conocimiento del oficio. Pero -para mi gusto- con algunos baches narrativos.
– El hombre de las mariposas. Primer largometraje como director de Maxi Valero. La historia de un hombre apartado del mundo que vuelve a encontrarse con su pasado a partir de la inevitable relación con su nieta, que se cuela sin permiso en su pacífica existencia. Una historia pausada, alejada de maniqueísmos, con una magnífica dirección de actores, un guión consistente y una atmósfera personal y convincente. Yo la pude disfrutar en el Festival de Cine de Madrid. Dentro de pocos meses la tendrán en sus pantallas.
– Somewhere. La última de Sofía Coppola, que ahonda en su recurrente discurso de “qué solitaria y aburrida es la vida de los ricos”, aunque en esta ocasión a través de los ojos de un hombre, interpretado por un sorprendente Stephen Dorff que me ha gustado recuperar, y que, al igual que en la película de Valero, ve trastocado su mundo por la aparición repentina de una niña (su hija, la increíble y prometedora Elle Fanning). La mayor pega del filme es su apuesta por un ritmo cachazudo, de planos eternos y miradas perdidas. Parece que Sofía ha querido mostrarnos la abulia vital del personaje aburriéndonos también a nosotros, los espectadores. Una pena, porque tiene algunos momentos gloriosos (esas gemelas bailando una danza sexy-patética en la habitación del protagonista, los ronquidos del protagonista entre las piernas de su amante ocasional, el progresivo encuentro padre-hija…).
De hecho, dentro de que las cuatro películas me gustaron, la única nota negativa que les pongo es que en algunos momentos de su metraje, en distintos grados, me aburrieron un poco. Nada grave como para salirme de la sala o echarme una siestecita, pero tuve la sensación de que todas ellas tenían ciertos momentos “bajos” en los que mi interés por la historia se resentía.
Evidentemente, esto tiene mucho que ver con cuestiones de ritmo narrativo, montaje y puesta en escena. Mientras Coppola abusa de la crudeza narrativa y del vacío de contenido en una apuesta consciente por los planos alargadísimos, Urbizu se regodea en el minucioso proceso de la investigación y búsqueda del protagonista, Valero se centra en los gestos mínimos de consolidación de la amistad y el cariño, y Winding busca la recreación de una atmósfera por medio del laconismo de los personajes y de cuidadosos montajes que ponen en relación personajes y ambientes, conducción y sentimientos, la ciudad y las personas.
Pero, si nos centramos más en aspectos relacionados con el guión, hay un evidente elemento común entre estas cuatro historias, y es que todas ellas tienen como protagonistas a hombres solitarios. Son cuatro personajes aislados del mundo por diferentes motivos, sobre todo por el sentimiento de culpa y la necesidad más o menos inconsciente de evitar el sufrimiento. A mí el asunto me interesa especialmente porque estoy escribiendo un largometraje que tiene un protagonista parecido, y me preocupó comprobar lo difícil que resulta mantener el pulso de la historia sin que se produzcan”bajones”.
¿Por qué sucede esto? Bien, yo creo que porque en algunas de estas historias la fuerza de un personaje principal muy potente -especialmente en la de Urbizu- ha relajado la necesidad de hacer hincapié en uno de los pilares fundamentales de la narrativa: las relaciones entre personajes.
Contar historias es contar historias de personajes y de sus relaciones. “No habrá paz para los malvados” tiene un montón de elementos que a mí me gustan en una buena película policíaca: violencia, oscuridad, personajes con códigos morales complejos, grises, inadecuados… (Atención ESPOILERS) Pero -contradiciendo algunos estándares del cine negro, del que tanto bebe- el protagonista apenas se relaciona con nadie durante toda la película. Está solo en su viaje. Da la sensación de que habla con otros personajes (la prostituta, su colega de la judicial, el marroquí hortera) porque es necesario o inevitable para su investigación/huída, pero apenas hay conflictos personales entre ellos, y creo que es parte del problema que provocó que la película no me entusiasmara tanto como podría haber hecho.
Tanto en “Somewhere” como en “El hombre de las mariposas” o en “Drive”, la narración se viene arriba en el momento en el que los protagonistas empiezan a interactuar con otros personajes y surgen relaciones personales complicadas e imperfectas que evolucionan a lo largo del metraje. Estas relaciones son las que sustentan el drama, las que alimentan los conflictos, las que ofrecen las motivaciones y, muchas veces, las “soluciones” a los problemas internos de los personajes, especialmente a aquellos que les han terminado separando del resto de la humanidad.
Las escenas de “mecanismos” (investigación, persecución) de “explicación de personaje” (me gusta conducir solo por la noche, observo de lejos a una mujer que me gusta) o las que remarcan un estado de ánimo (tipo “hombre agobiado mirando al infinito”) son necesarias y pueden ser interesantes, hermosas y llenas de sentido, pero necesitan ser contrarrestadas con escenas entre personajes. No se trata de que hablen mucho o poco, no es cuestión tampoco de irse al culebrón (que, por barato, se basa fundamentalmente en secuencias de dos personajes hablando en una habitación), pero sí que hay que buscar a los personajes en la manera de reaccionar ante los otros, porque eso es lo interesante de este mundo, que vivimos rodeados de gente absolutamente diferentes a nuestra forma de ser, pero con los que nos vemos obligados e impelidos a convivir.
El amor, la familia, la amistad… son los verdaderos sustentos emocionales de nuestra vida, al mismo tiempo que los causantes de muchos de nuestros conflictos, y por eso tantas historias hablan de la confrontación entre el deseo de aislamiento y la necesidad de no estar solos. Incluso en un filme tan complicado -por la premisa de la soledad forzada- como “Náufrago” tenemos que buscarle al protagonista una pelota con la que hablar. Sin Wilson, el filme no sólo habría sido un coñazo, sino que el personaje de Tom Hanks habría perdido todo su sentido, se habría quedado hueco.
Evidentemente esto es una reflexión personal y ustedes podrán estar en desacuerdo. Hay grandes películas que pivotan sobre el mismo tema, el mejor ejemplo que me viene a la cabeza es “Las aventuras de Jeremiah Jhonson“, pero ahora mismo, inmerso en mis divagaciones abstractas de cara al guión que afronto, me obligo a mí mismo a considerar importante no perder de vista que el sentido y la evolucion de un personaje -y de su historia- se encuentra, casi siempre, en su relación con los demás, no sólo en sí mismo.
Muy interesante. Bastante de acuerdo contigo, sobre todo en No habrá paz… Y creo que esa falta de relación con los personajes es lo que provoca que la película no sea emocional; siendo una estupenda peli de cine negro le falta ese puntito para haber sido una película redonda.
Suerte con tu personaje.
Hum. Interesante. Tengo que pensarlo.
Precisamente, el conflicto que plantea la soledad es que va en contra de nuestra necesidad innata de relación con los demás. A su vez, la relación con los otros en fuente de nuevos conflictos para los que la soledad puede suponer un refugio. Buscamos la calma y la tranquilidad pero nos aburrimos cuando las conseguimos.
El hallazgo de Wilson en “Náufrago” es, a mi juicio, lo mejor de esa película. Yo, personalmente, sufro cuando Wilson cae de la balsa y se aleja sin remedio. Los seres humanos necesitamos cualidades humanas a nuestro alrededor, aunque para ello tengamos que personificarlas en un balón.
Hay una película de la que no se ha hablado aquí, y me gustaría saber vuestra opinión como guionistas. Me refiero a “El arbol de la vida”.
Saludos!
Yo siempre he creido que una de las mayores virtudes del cine
es que te permite identificarte intensamente con los personajes.
En el estreno del remake de “Hairspray”, una de las fans de Zack Efrom se parecia a la protagonista de la pelicula. Cuando le pusieron el micrófono en la boca dijo que la
pelicula “era la demostración de que las chicas gorditas tambien tenemos ritmo”.
En el estreno de “Avatar” entrevistaron a un tipo en silla de ruedas que dijo haberse sentido totalmente identificado con la escena en la que sam Worthington echa a correr como un loco tras introducirse en su avatar.
Y sin llegar a esos extremos todos podemos sentirnos identificados con personajes que se sienten fuera de su entorno, que se esfuerzan para conseguir sus metas, etc…
No es tanto la magnitud del conflicto que sufra el protagonista lo que nos atrapa, sino el grado de identificación que sintamos por él.
Por eso hay peliculas malas que nos encantan y peliculas oficialmente “buenas” que nos dejan indiferente (como puede ser “El aviador” que trata de “un tipo rico que hace cosas”)
Por eso podemos sufrir cuando un tipo pierde su pelota de voleibol en el mar o bostezar cuando un grupo de robots gigantes luchan entre ellos para salvar el mundo.
“No es tanto la magnitud del conflicto que sufra el protagonista lo que nos atrapa, sino el grado de identificación que sintamos por él.
Por eso hay peliculas malas que nos encantan y peliculas oficialmente “buenas” que nos dejan indiferente (como puede ser “El aviador” que trata de “un tipo rico que hace cosas”)”
Qué bien expresado.
De nuevo, cien por cien de acuerdo.
Muy de acuerdo con su exposición. “El sentido y la evolución de un personaje y de su história se encuentra casi siempre en relación con los demás, no sólo en sí mismo”. Acertada reflexión final, que sólo matizaría con las palabras de Hmaniaco, cuando dice que, no es tanto la magnitud del conflicto lo que nos atrapa sino el grado de identificación que sintamos por él. Ese punto álgido donde realidad y ficción se dan la mano, por unos instantes.
No lo pierda de vista en su nuevo proyecto, Hastiado.
Me ha encantado este post porque es cierto que el personaje de José Coronado no interactúa intimamente con nadie y el final de su peripecia es completamente coherente con ello:
¡no evoluciona nada!
Es un personaje destructivo que empieza matando y termina matando con la misma saña. Por instinto, sin razonar, como si siguiera borracho. Y también es bello, porque arrasa con estas reglas de manual acerca del arco del personaje, etc.
Disfruté mucho la película imaginando que Urbizu en realidad odia el cine negro y a los guionistas que escriben sobre policías inadaptados que se transforman en heroes al final de la película.
Si en esa escena climática final cualquier inocente hubiera cruzado por azar por aquella casa-escondite, José Coronado se lo hubiera cargado igualmente (fuera colombiano, musulmán o el mismo Ratzinger). Aunque, claro, ya no le quedaban fuerzas.
Gran película.
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