Por Daniel Castro (Guionista en Chamberí)
Ahora mismo estoy escribiendo un largometraje basado en una experiencia personal.
Y me está costando horrores.
Por ahora mis jornadas consisten en pasar mucho rato emborronando papeles en el Starbucks de la calle Fuencarral mientras escucho a Teenage Fanclub a todo volumen en mi mp3.
Hasta la fecha he escrito más de diez largos, casi todos en solitario. La mitad de ellos está en un cajón donde no puede hacer daño a nadie. Otros se rodaron. No hago esta presentación para presumir de nada, sólo para ilustrar la inmensa frustración que siento al darme cuenta de que este pequeño guión, cuya idea principal se me ocurrió durante una noche en una litera de un albergue de Pekín, el verano pasado, esté tardando tanto en cobrar forma.
En mi descargo, debo decir que no he estado todo este tiempo exclusivamente dedicado a este guión. Trabajé unos meses en una serie aún no estrenada y dediqué mucho tiempo a este videoblog, todas las semanas, también paso unas buenas horas escribiendo una entrada lo más presentable posible para este sitio en el que me estáis leyendo.
Aún así, es mucho tiempo el que ha pasado. Demasiado para no tener ni siquiera un tratamiento de guión sólido y convincente.
Tampoco puede decirse que esté atascado. Casi todos los días tengo buenas ideas que llevan mi guión en una nueva y prometedora dirección. Casi todos los días imagino un gran secundario, un par de gags que creo memorables…
Sin embargo, son retazos, algunos brillantes, creo, de una historia que insiste en escapárseme.
Como imaginaréis, he dedicado cierto tiempo a tratar de averiguar también cuáles son las razones por las que se está produciendo este fenómeno tan novedoso como doloroso.
En cuanto acabe el guión, voy a intentar dirigirlo y protagonizarlo. Sí, será un proyecto de muy bajo presupuesto, que irá en la línea de estas pequeñas piezas que he ido grabando en mi casa en los últimos tiempos. (Aquí la primera de estas piezas, el corto After Shave)
¿Será que la perspectiva de dirigir mi primer largometraje me bloquea y me hace pensar en cosas que un guionista no suele plantearse?
¿Será que el imaginarme como protagonista me impide escribir con libertad?
Es cierto que algo de esto está ocurriendo: cada vez que pienso que una música sería apropiada para acompañar cierta escena, calculo los años desde la muerte del autor, la vigencia o no de los derechos de autor. Lo mismo ocurre cada vez que imagino una escena en un tren, un restaurante de lujo o una manifestación pro-vida. ¿Cómo carajo haré esto de manera digna? ¿Podré meter la cámara en el tren sin pedir permiso?
Por otra parte, cada vez que se me ocurre una secuencia desgarradora en la que la intensa mirada del protagonista nos revela el drama que esconde en su interior, me imagino a mí mismo siendo ese protagonista y… suelo acabar desechando la climática escena.
Siendo estos obstáculos importantes, sin embargo, creo que el mayor es otro.
Cuando uno escribe un guión no basado en hechos reales, es decir, cuando se trata de “pura” ficción, el proceso suele ser más o menos así: uno tiene una idea de lo que quiere contar que, normalmente tiene que ver con la trama, aunque en algunos casos surge de un personaje. Esa idea suele ser una especie de raspa que uno va desarrollando, a la que uno va dotando de carne. El proceso, habitualmente, consiste en ir añadiendo a esa pequeña trama. ¿Quién es el protagonista? ¿Cómo habla? ¿De dónde viene y qué pretende? ¿Qué le ocurre ahora que conoce a esta chica? ¿Cómo es ella, por cierto, de dónde viene? Evidentemente, muchas veces estos detalles, estas caracterizaciones, acaban alterando esa trama inicial, pero esto no provoca demasiados problemas: uno ha inventado la trama y puede modificarla todo lo que quiera.
En cambio, cuando uno está trabajando con hechos reales que no puede (o quiere) alterar sustancialmente, el proceso es casi el inverso. Los acontecimientos están ahí; concretos, exhaustivos… pero no ordenados. Si uno trata de hacer una película sobre el Solitario, el grotesco y sanguinario atracador que tuvo en jaque a la Guardia Civil durante casi catorce años, puede saberlo casi todo sobre él. Un poco de investigación le permitirá conocer todos los detalles: el primer banco que atracó (en Adamuz, Córdoba), los detalles del tiroteo a los guardias civiles que trataron de detenerle en la Ribera de Navarra (en junio de 2004), uno puede incluso ir a visitar a sus antiguos vecinos e interrogarles sobre su comportamiento… En principio, suena como una gran facilidad para un guionista: la documentación suple a la imaginación. No tengo que inventar cómo es la ex mujer del individuo: es una tal Anita Sharrock y tal vez pueda entrar en contacto con ella por Facebook.
Sin embargo, aunque pueda parecer lo contrario, tratar de elaborar un guión directamente a partir de hechos reales es, al menos para mí, un esfuerzo muy considerable. Parte del problema viene de que la realidad es mucho más compleja que las historias, más desordenada y mucho más hermética. ¿Cuántas veces tomamos decisiones y… ni siquiera nosotros conocemos porqué? ¿Cómo averiguar cuáles fueron los motivos reales por los que El Solitario tiró del gatillo aquella noche en Castejón y pasó de ser un atracador a un asesino? Sin embargo, sabemos que tal cosa ocurrió en junio de 2004 y así tenemos que contarlo.
Tras la labor de documentación, llega un trabajo muy complicado que es el de buscar lógica en los acontecimientos: ¿debo presentar la infancia del personaje, ya que tal vez fue ahí cuando se decidió que él fuera atracador? ¿O estoy así justificando al delincuente, con un argumento psicologista más bien barato? ¿Hago lo contrario? ¿Presento como única causa de su carrera delictiva la crisis económica? ¿Es esto justo con el personaje? ¿Y con los demás, que se las arreglan para sobrevivir en el paro sin ser delincuentes?
Creo que establecer cuáles son las causas reales, las aparentes y las profundas de los acontecimientos es una labor casi detectivesca. Además, una vez extraídas las posibles causas, deben plasmarse en el guión de la manera adecuada y en las proporciones justas.
Trabajar con hechos reales, además, pone a prueba la integridad del guionista. Tal vez me fuera útil dramáticamente enfatizar la difícil infancia del delincuente (tal vez inventar un padre tiránico lo solucionaría todo), sin embargo así, en cierto modo, cualquier acción que el protagonista realizara posteriormente parecería casi justificada. Tal vez obtuviera un guión más compacto pero… tal vez no sería demasiado honesto con la realidad a la que me refiero (sí, esta es básicamente mi crítica a “La cinta blanca”)
Investigar honesta y profundamente los hechos, establecer sus consecuencias, descartar lo accesorio y plasmar lo importante de manera equilibrada es, os lo aseguro, un trabajo ímprobo.
Y luego, con todo esto… hay que escribir un buen guión, que se vea como si fuera pura ficción.
Si alguna vez me veis en el Starbucks de Fuencarral y parece que sólo estoy mirando pasar a las guapas pijas que frecuentan la zona, no os fiéis, tras esa apariencia distraída hay un guionista trabajando. Muy duro.
Deseadme suerte.
No sólo estás escribiendo un guión. Estás ya dirigiéndolo, produciéndolo y protagonizándolo. Por eso te cuesta tanto. Además, del problema de cómo reflejar la realidad. Pero recuerda que la única verdad que cuenta en la ficción es la verdad poética.
Muchísimas gracias, amigo. No sabes cuánto se agradecen estas palabras. Todas.
Todo te sería mucho más fácil si cruzases la calle y te metieses en el café Comercial algún día que otro.
Hmm… lo he probado pero dos motivos me invitan a no frecuentarlo más: – la relación calidad / precio del café (malo/caro) – la teoría supersticiosa que habla del poco éxito de los proyectos que se han creado en el Comercial. No es que crea en meigas pero…
A mí me pasaba lo mismo cuando nos hacían escribir escenas o cortos basados en experiencias reales que hubiésemos tenido. Aparte de que mis experiencias personales siempre han sido una mierda, ajustarme a los hechos reales hacía casi imposible respetar la dramaturgia. Al final opté por mentir, por inventarme los “hechos reales” e invertarme, de paso, episodios de mi vida mucho más interesante. Supongo que eso es la ficción. Además, la realidad está sobrevalorada cuando, según estudios recientes, parece ser que nuestro cerebro le añade cosas de su cosecha cuando le hace falta.
De manera que la preocupación por la relación calidad/precio del café te ha llevado a elegir Starbucks.
Ahora lo entiendo.
Espresso bastante bueno por 1’60. Wifi gratis 90 minutos. No te molestan.
El café no es tan bueno como el illy o el lavazza, pero le da mil vueltas a casi cualquier otro.
En 500 metros a la redonda tienes varios sitios donde el espresso es como mínimo igual de bueno, quizá 20 céntimos más caro pero en vaso de cristal, y servido por un camarero no uniformado que no te pregunta tu nombre.
Y con wi-fi ilimitado, aunque eso no viene al caso cuando se supone que estás “emborronando papeles”.
En cualquier caso, mucha suerte con el proyecto.
Y con el riñón.
Muchas gracias. ¿El riñón? ¿Por el café? ¿Es malo?
Sí, reconozco que eso de que te pregunten tu nombre me parece un poco agresivo.
Illy o Lavazza han gastado una pasta en publicidad y han internacionalizado el producto, pero cualquier café italiano es de excelente calidad. Dame una dirección donde te pueda enviar un par de latas de una calidad superior: Trombetta, es un antiquísimo producto romano.
Ehm… Suerte, supongo.
Jaja, me encanta el debate sobre el café, es justo otro de los problemas más importantes cuando uno habla de la realidad: los demás pueden cuestionarte y hasta intentar corregirte.
Seguro que el guión va a ser genial.
Ah, los camareros del Comercial van uniformados y conmigo siempre han sido muy desagradables. El café tampoco me parece bueno, me gusta mucho más el del Starbucks. La decoración… ahí gana el Comercial por goleada, opino. Pero a veces -no siempre- me siento más a gusto entre pijas (¿por qué será que en el Starbucks tiende a haber tantas guapas???) que entre escritores bohemios. Los dos están muy pendientes de la imagen que dan, pero compito más con la que quieren dar los escritores, supongo…
Besín!
Jajaja, Raquel. Y tanto, escribo mi sesudo post y me encuentro aquí hablando sobre variedades de café y uniformes de camarero. El Comercial es mucho más auténtico, la decoración me gusta. El café no tanto. En el Pepe Botella, otro de los que frecuento, dejan fumar y eso no acaba de molar para los no fumadores.
Gracias por los ánimos. Espero que el guión quede bien.
Yo descarto el Café Comercial porque la proporción de altura entre la mesa y la silla/el sofá no es la adecuada para ponerse a teclear. Bueno, y también porque me pone nervioso la cantidad de creadores por metro cuadrado intentando parir una obra maestra: siento que compito. Ah, y porque tengo fobia a las chaquetas blancas con lamparones y los bolsillos llenos de ruidosa calderilla.
Starbucks no me convence porque no tomo café, aunque admito que su política de “sosiego y calma” me seduce. Pero cualquier cafetería corriente, limpia, es quizá la mejor opción.
jajaja… entiendo sus fobias, Jota.
Será que en mi ciudad no hay Starbucks, o que es una franquicia que nació en un clima tan húmedo y perro como el del lugar donde vivo, o que sencillamente soy un hortera de mucho cuidado… pero cuando voy a Madrid me encanta pasarme por algún Starbucks a tomar un café mientras leo un rato. Paletillo que es uno.
Eso sí, si hay tantas pijas monas, para trabajar debe de suponer una tremenda (y sana) distracción.
Por cierto, ¿Castro, meigas? ¿Usted también tiene algo de gallego pese a ser de Chamberí?
Señor perejil, no, pese al apellido, no soy gallego, sino navarro. Como en mi tierra, como en la suya, no hay Starbucks y muchas menos franquicias, creo que sigo teniendo una fascinación provinciana por las de Madrid.
A ver si va a ser porque no conoces bien al personaje protagonista y, por lo tanto, aún no te ves capaz de construir una historia sólida alrededor del tema adecuado y en función de sus objetivos.
Tal vez sea eso, Nomzano. En este caso, la historia está inspirada en algo que me pasó a mí pero… eso no quiere decir que conozca bien al protagonista: conocerse a sí mismo, conocer porqué tomó uno una decisión y no la contraria es más complicado de lo que parece.
El corto, que no conocía, me ha gustado mucho. Sobre todo el afeitado simbólico.
Muchas gracias, Alberto. Lo grabé con esa cámara doméstica en dos o tres días en mi casa. No había guión. Solo improvisación.
Gracias por compartir sus videos, Daniel. Lo imaginaba de forma distinta, no sé porqué. Su voz resulta seductora, muy similar a la de Miguel Bosé. ¿No se lo han dicho nunca? Y por si acaso, descuide, que no le estoy echando los tejos.
Mucha suerte en su proyecto.
¿Y por qué no me echa los tejos? Gracias por lo de la voz. Por cierto, no soy tan tonto como el personaje. Creo.
jajaja!!! Es que el Starbucks que usted frecuenta me queda a unos cuantos km, Daniel. Vivo en Barcelona. Además, al margen del papel que interpreten, los buenos, (que no tontos) suelen estar pillados, casi siempre. Y los que no lo están, como Miguel Bosé, quedan muy lejos de mi alcance. C’est la vie!!!!
Tampoco “echo los tejos” pero vaya que es guapito. ;-)
Por qué tocas la campanilla si no había nadie dentro?
No era mejor un golpe en la puerta y un
– me cachis….
Sobre el final, me parecía perfecto ese picado del prota corriendo por la calle detrás del carro de la basura. Volver a la escena del baile como plano final, me resulta un anticlimax.
Suerte Dani, con tu nuevo hijo.
Sí, creo que el corto realmente acaba con el camión de la basura. El otro plano me apetecía guardarlo para cerrar despidiéndome del público (el corto empezaba conmigo saludando a cámara). Pero sí, entiendo lo que dices, Hortensia.
Y como me digas dos veces lo del café, te mando la dirección, ¿eh?
Estoy hablando en serio. Mi compañero importa para Dinamarca vinos y productos alimentares italianos. Las primeras latas te las regalo, si después te gustan, hacemos un precio razonable que incluya gastos de envío.
Yo creo que está muy claro.
Pasa del Starbucks.
Vuelve a Chamberí.
¡Suerte, compañero!
Gracias, Mariano, pero… ¡el Starbucks está en Chamberí!
Pero, es cierto, no es un sitio muy chamberilero.
Ay, las causas y los efectos… Y sobre todo esa única causa sencilla, unívoca, visual, a ser posible no muy manida… Esa causa perfecta que el escritor inventa para ordenar el caos… ;-)
¿Habrá alguien que sepa de esto más que tú, Ana? Por cierto, en cuanto acabe de releer el de McKee, recurro a tu libro para salir de este oscuro pozo de paredes lisas. (Para los que no conozcáis el libro de Ana, se llama “Cuéntalo bien” y es imprescindible. Como respirar y comer.
Veo que han vuelto a llegarte los pagos de tu comisión por ejemplar vendido… Temí que hubiera habido un lío con tu número de cuenta…
Daniel! te faltaba quedarte de nuevo en la escalera después de subir de la calle!
En Barcelona los Starbucks sencillamente están llenos de guiris, tan sonrosados-as, sudorosos-as y pletóricos-as, (al menos los del centro)que hace imposible la concentración, por muy cómodos que sean los sillones, que en mi opinión es lo mejor de los stbks. Aunque la verdad es que me admira que puedas escribir en un sitio público, yo sería incapaz, la gente me entretiene demasiado.
Suerte con el guión!… y con las mujeres
“Daniel! te faltaba quedarte de nuevo en la escalera después de subir de la calle!”
Cris TU DEBÍAS SER GUIONISTA!
Aquí también hay mucho guiri en Starbucks. Muchas chicas con MacBooks blancos.
Gracias por los ánimos.
Y, sí, como dice Cris, hubiera sido un estupendo final, estar sin llaves.
Je, ya me gustaría. Pero, aunque pienso que si Saramago pudo empezar a los 40 porque yo no, dos cosas me lo impiden; la primera es que después de pegarme más de 10 años por las universidades entre carreras y postgrados para que luego lo más inesperado me haya llevado por derroteros insospechados, supone que la sola idea de meterme en un curso o taller de escritura me de una pereza insuperable. La segunda es que el agudo sentido de la mediocridad que siempre he tenido me paraliza ante los cantos de sirena de mis bien intencionados amigos y conocidos, entre los que te incluyo. Por lo que me limito, en pintura, a pintar de vez en cuando algún mural para los amigos o la familia, y respecto a la escritura, a trabajar de redactora y a algunos artículos con mayor o menor fortuna, y a dar la vara por aquí. Patético, ya lo sé, por eso me admira el desparpajo y la soltura de Daniel, para todo hace falta caracter.
Que por cierto la lista de spotify de bloguionistas me ha salvado esta mañana de trabajo tediosa como pocas.
Un abrazo
Conozco mucha gente que ha pasado su vida en cursos y jamás ha escrito nada que valga la pena. Va anímate! Ya tienes tu violín de Angres, el resto es noticia, y Saramago jamás escribió un guión… ;-) Sabes? Le conocí personalmente a inicios de los 90, un hombre extraordinario, irreverente y siempre en la vanguardia a pesar de todos sus años.
Hortensia, me encanta lo positiva y animada que eres! Ojalá vivieras a menos km que nos tomariamos uno de esos cafés italianos que tanto recomiendas. Pero la verdad es que escribir un guión me parece endiablado, me inspira demasiado respeto como para lanzarme sin tener las herramientas necesarias. Y sobrevivir en el día a día se lleva todas mis energías como para plantearme el iniciar una nueva carrera, y más después de leer por aquí lo que cuesta hacerse un hueco… aunque si es cierto que por eso frecuentemente pienso en Saramago, más por su vida que por su obra, que increiblemente descubrí recientemente al leer “Caín” porque era un autor que me daba pereza, quizá porque lo leía ya mucho por prensa.
Un abrazo como siempre
El hall de ciertos hoteles de estilo funcional también ofrece cómodos sillones, y te puedes tomar un café. Lo que pasa es el se te va el hilo fabulando sobre las vidas de los que entran y salen del hotel.
Te recomiendo el Omm de Barcelona por si alguna vez decides escribir el guión de tu vida desde un hotel.
Y que me dice del hotel Vela, Cris. Creo que nada mediocre podría escribirse desde allí.
Gracias, Cris. Lo tendré en cuenta. Pero tendrá que ser encerrado en la habitación porque sentado en el lobby se me iría la imaginación detrás de los que entran y salen.
Kohonera, ni te cuento en el Omm; aunque la farándula prefiere el Casa Fuster, los que cortan el bacalo recalan en el Omm; escribir no sé si escribirías pero igual acababas en LA firmando contratos como el bueno de Cari Balboa.
Regla, no tengo todavía el placer de haberme paseado por el Vela. Aunque asistí a su construcción en prime time porque en aquella época trabajaba en el WTC, no fue hasta el otro día que lo ví de verdad desde la Barceloneta, a través de la calima de mediodia. He de reconocer que es espectacular. Que por cierto, he oído que los de Tragaluz están que trinan con la terraza de Custó.
(Daniel, disculpa que utilice tu post para este cotilleo entre barcelonesas. Prometo no volver a caer en la tentación).
No quería entrar por no alargar más el tema, Cris, pero… Si no te has paseado todavía por el Vela te recomiendo hacerlo, sin demora. La vista es ÚNICA y la cerveza te sabe a gloria. Yo estuve en un par de ocasiones y puedo decirte que impresiona estar dentro. La terraza Custó a los pies del hotel debe ser otro atractivo añadido, que no pienso perderme. Y los de Tragaluz pueden trinar lo quieran. Un saludo.
Dé más datos, Kohonera. Que estamos entre amigos.
A mi me funciona este mandamiento: escribir como si el director aún no hubiera nacido; dirígir como si el guionista ya hubiera muerto.
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