Saltar al contenido

DON’T LOOK UP: NO MIRES DESDE ARRIBA A TUS PERSONAJES

Cada espectador busca su hueco en las historias que contempla. Quiere saber dónde está él, aunque sea un drama de una época que no tenga nada que ver con su vida. Aunque sea una fantasía animada de pulpos bailarines.

Así puede verse identificado con un Indiana Jones improvisando sobre la marcha. O con Spiderman balanceándose por las calles de New York mientras se culpa por la muerte de sus seres queridos.

También puede verse reflejado en un secundario que sea madre o padre como él o ella. O incluso sentirse próximo al villano de la historia porque, aunque equivocado en sus métodos, sus intenciones sean buenas.

En Don’t Look Up (No mires arriba), la nueva película de Adam McKay para Netflix, es muy complicado que ningún espectador se sienta próximo a ninguno de sus protagonistas. Por ninguno de ellos se muestra especial cariño o empatía.

El personaje de DiCaprio, que se sentía moralmente por encima del resto al inicio de la película, descubre a su pesar que no lo es. El de Jennifer Lawrence, ya de por si hastiada por todo, encuentra aún más razones para estarlo. Tampoco se entiende bien las intenciones ni de qué lado está el alto cargo interpretado por Rob Morgan. Y el resto, desde Meryl Streep hasta Jonah Hill, no son más que caricaturas de personajes prototípicos.

Evidentemente se trata de algo intencionado por parte de sus autores, que pretenden criticar la sociedad actual y sus mecanismos por medio de esta sátira. El fin del mundo causado por un meteorito no es más que la excusa para poner en evidencia las carencias y defectos del mundo actual en el que nos ha tocado vivir.

Todos ellos son personajes ruines, egoístas, bobos o hastiados, y los que no lo son, caso de la familia del personaje de DiCaprio, por ejemplo, actúan como títeres que bailan al son de lo que les dicta el guión sin que se comprendan las decisiones que van tomando.

Esta falta de profundidad en los protagonistas provoca que el espectador contemple la película desde fuera, lo observe como un documental de La 2, sin meterse en la acción, sin participar de ella.

Uno puede reírse de las tonterías que hacen o dicen, pero no ver el reflejo de uno mismo en esos comportamientos. Por lo tanto se coarta la reflexión que el público pueda hacer, lo que es sorprendente en una película que, de partida, parece pretender justo lo contrario.

Los creadores parecen estar por encima de sus personajes, y desde ese mismo punto es desde donde lo contempla el espectador, que reconoce los perfiles que se les proponen, pero no participa de ellos ya que están muy por debajo de su altura.

En general a todos los personajes de esta película les falta cariño por parte de sus artífices. Si los autores hubieran hecho el esfuerzo de entenderlos, de saber por qué son así, habrían tratado de acercarse a la raíz del problema y hubieran podido dar respuestas a los fallos de nuestra sociedad, más que sólo mostrarlos sin mayor profundidad ni calado, como si de un meme se tratase.

Los personajes no crecen, no evolucionan, no avanzan en un proceso de descubrimiento, si no que se enfangan aún más en sus miserias y se repite siempre el mismo chiste: cuán estúpidos somos y cuánto más podemos llegar a ser.

En su visionado no pude evitar acordarme de Mars Attacks, la gamberrada de 1996 de Tim Burton que tenía propósitos similares y que, en mi opinión, resultaba mucho más acertada.

Mars Attacks estaba en todo momento del lado de sus personajes, hasta del odioso y lamentable Presidente de los Estados Unidos interpretado por Jack Nicholson, que erraba en su propósito de ponerse del lado de los marcianos para sus propios intereses, pero al que entendías a la perfección.

Ojo. Comprender a los personaje no significa convertirte en ellos ni estar de acuerdo con lo que hacen o dicen. No hay que caer otra vez en el error que se cometió en 1998 con la primera entrega de Torrente. Parte del público y la crítica confundió la aproximación que Santiago Segura hacía al personaje con su propia postura personal.

Segura tuvo claro que para que su película funcionase había que entender al detestable policía protagonista. A fin de cuentas ,no dejaba de ser nuestro vecino de al lado o nuestro primo o el cuñao de un amigo. Y vaya si funcionó.

El tiempo dirá si Don’t Look Up perdura en la memoria o se queda sólo en la película del momento. Sólo espero que las películas futuras que sigan su senda aspiren a más a la hora de aproximarse a sus personajes. Y sobre todo, que rellenen un enorme hueco que, creo, falta al film de McKay: la ausencia total de esperanza.

Mars Attacks incluía en su mensaje la posibilidad de un futuro mejor, representado por los personajes jóvenes interpretados por Lukas Haas y Natalie Portman. Quizás Don’t Look Up pretende ir más allá y mostrar la desesperanza de un mañana sin solución. Pero decir que “todo es una mierda sin remedio” carece de mérito sin ofrecer alternativas, por inocentes o pueriles que sean.

Lo meritorio, revolucionario y verdaderamente arriesgado es criticar cómo somos mostrando una vía de escape, una salida, una puerta a la esperaza y al porvenir. Una opción para poder decir “seremos todo esto si no hacemos esto otro”.

Pienso que como creadores no sólo debemos poner el dedo en la llaga, sino también ofrecer alternativas para una posible cura. Seguro que nos equivocaremos en lo que propongamos, pero hacerlo abre una puerta a la reflexión y al debate.


Pedro Pablo Picazo

 

1 comentario en «DON’T LOOK UP: NO MIRES DESDE ARRIBA A TUS PERSONAJES»

  1. Alberto García Sánchez

    Buenos días.
    La frase “Los personajes no crecen, no evolucionan, no avanzan en un proceso de descubrimiento, si no que se enfangan aún más en sus miserias(…)”,¿no encierra una contradicción en sí misma? “Enfangarse aún más”, ¿no es evolucionar?
    Las frases “El personaje de DiCaprio, que se sentía moralmente por encima del resto AL INICIO de la película, DESCUBRE a su pesar que no lo es. El de Jennifer Lawrence, ya de por si HASTIADA por todo, encuentra AÚN MÁS razones para estarlo.”, ¿no implica una evolución?

    ¿Puede ser que el guionista quiera sostener una tesis de desencanto, de descreimiento en la posibilidad de solución, de desesperanza, y eso es lo que provoca que no haya ni katarsis ni anagnórisis?

    Mars attack abre la puerta a la esperanza a través de outsiders del sistema (clases bajas racializadas, el “hijo tonto”, la música no mainstream…-), tal vez porque así fuera la mirada de Jonatham Gems (y su director): esperanzada.

    Tal vez Adam McKay no quiere “dar respuestas a los fallos de nuestra sociedad”, sino dejar constancia de ellos. Tal vez sí que quiera que sea un meme, pero en el sentido original de Dawkins: unidad simple de información cultural.

Los comentarios están cerrados.

Descubre más desde Bloguionistas

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo