MEMORIAS DE UNA ASPIRADORA: EL TEATRO RESCATADO DE LA BASURA

El pasado 27 de junio volví a pisar el Teatro de la Abadía. La sala estaba llena y vacía a la vez. La mayoría de butacas clausuradas y olor a desinfectante en el aire. Momentos antes, yo había viajado en Metro para llegar. Allí sí estaba permitido viajar apretados como sardinas. ¿Es el público del teatro más contagioso?

Sobre el escenario hay ocho zonas de objetos puestos en el suelo. En su mayoría, papeles formando un cuadrado. También barajas de cartas, radiografías, fotos, pegatinas, bolígrafos, mapas… Se nos permite subir a verlos de cerca, pero poca gente se anima a pisar el lugar sagrado que es un escenario.

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Entonces apagan las luces y se cortan las conversaciones (en su mayoría sobre la pandemia) y Bárbara Bañuelos sale a escena. Memorias de una aspiradora es una obra con una premisa clara: la actriz, guionista y directora se paseará por las zonas de objetos, recogerá uno y transportará al público al momento en el que lo encontró.

Porque Bárbara ha rescatado de la calle cada uno de los objetos que descansa en el escenario de la calle; rescatados de acabar en un cubo de basura. Y todos los objetos están vinculados a momentos. En su mayoría momentos personales de la autora, pero también ajenos, como una ecografía de bebé de la que solo puede teorizar, una película o momentos históricos.

Inventario. Memorias de una aspiradora - Teatro Abadía

La interpretación de Bárbara es muy medida, casi robótica en ocasiones, como si cada relato fuera una caja que abre con calma, narra, y luego aparta. La sencillez de su ropa, de la iluminación y del atrezzo refuerzan la idea de que esos momentos de vida podrían ser de cualquier otro. Poco importa qué partes son reales y qué partes inventadas.

El público solo escucha, calla y viaja. Durante una hora de espectáculo se mueve con intuición por los pasillos que ella misma ha creado, ligando una pieza con otra, referenciando a Hemingway o diseccionando asesinatos de Jack el Destripador.

Captura

Tras acabar la obra, el tema de las conversaciones ha cambiado. Ya no se oye nada relacionado con la pandemia: ahora el público habla de Memorias de una aspiradora.

Entre las butacas hay gente que ya la ha visto dos y tres veces, que cuentan que a pesar de que hay un eje central de la narrativa, Bárbara va cambiando los objetos que elige y contando nuevas historias, haciendo que la experiencia sea algo diferente. Con los años, su Diógenes de recuerdos aumenta, regalándonos más historias a las que asistir.

Cuando salgo de la sala, estoy mucho más feliz que cuando entré.

Memorias de una aspiradora se representó en el Teatro de la Abadía de Madrid.

Por Paula Sánchez Álvarez

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