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LA POLÍTICA ES LA MEJOR SERIE (I)

por Ángela Armero

Cuando la política se ejerce, es realidad. Pero cuando se habla, de cara a los medios y especialmente en campaña, es casi todo ficción.

De un tiempo a esta parte, el fin del bipartidismo, el auge de nuevas figuras políticas y de forma decisiva la espectacularización y el aumento de horas de la cobertura de la actividad de los partidos y sus líderes, multiplicados por el eco masivo de las redes sociales, han convertido a la política en la mejor serie española. Buena prueba de ello es la música épica digna de Gladiator que el omnipresente Antonio G. Ferreras coloca en los espacios de las grandes citas electorales.

Es corriente, en cualquier reunión social o familiar, que se hable en extensión de Pedro, de Pablo, de Albert, y también de otros de popularidad más reciente como Pablo Casado, Irene Montero, Inés Arrimadas o Santiago Abascal. El enfrentamiento entre Sánchez y Díaz, lo último de Rivera, el cambio de actitud de Arrimadas o la familia formada por Iglesias y Montero logran, por suerte o por desgracia para ellos y ellas, cautivar mucha atención del público. Comentamos sus vidas, personales y profesionales, sus jugadas, sus batallas, a la forma seriada, de manera regular y sostenida en el tiempo. Igual que las peripecias del elenco de “Juego de Tronos”, el destino de este reparto nos acompaña y en ocasiones sirve como espejo de nuestros propios problemas y alegrías, y con suerte nos podemos identificar con su forma de ver la vida o los principios que nos rigen. Carlos G. Miranda, en esta inspirada columna, situaba el detonante de esta serie reciente sobre la política española en el 15-M.

No es ningún secreto que varios guionistas trabajan de asesores o escritores de discursos para figuras políticas muy relevantes, que muchos políticos, como Pablo Iglesias, “spin doctors” o jefes de gabinete como Iván Redondo, se reconocen fanáticos de las series.

Las herramientas que usamos nosotros son, en buena medida, las mismas que usan ellos, asesores y asesoras, políticos y políticas, y que llegan también a los medios y a los periodistas, muy claramente a los tertulianos/as.

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¿Ha existido alguna vez un jefe de gabinete mejor que Leo Mac Garry?

CREANDO ARGUMENTOS

Se habla mucho del “relato” y de quien lo gana. Las propuestas y las acciones de los políticos quedan sepultados por la importancia que se le otorga a quien lo cuenta mejor y quien queda mejor en la historia. En realidad, el relato, o lo que nosotros consideramos “argumento” (como sucesión de ideas y acciones principales que conforman la obra) o la “trama”, como elección que hace el guionista de los acontecimientos y el diseño temporal en que los enmarque, es un fundamental campo de batalla donde la pregunta dramática,  es sobre todo quién conseguirá convencer a la opinión pública de la veracidad de su relato. Aristóteles en su “Poética” afirma que la mimesis, o la capacidad de imitar a la naturaleza, es fin esencial del arte.

La mayor herramienta que usan los partidos políticos en la construcción del relato es la manipulación. Todos, en mayor o menor medida, lo hacen, y el barro que modelan es la verdad. Es exactamente lo mismo que hacemos los guionistas. Nos basamos en la realidad, la aplastamos y moldeamos hasta que tiene la forma que nos conviene para dotar de sentido, interés, emoción e impacto a nuestra obra.

Tenemos por un lado personajes y por otro argumento, y abrimos un abanico de posibilidades y caminos para que las piezas encajen, nuestro trabajo es un “Elige tu propia aventura” que en las series se puede prolongar en semanas y semanas de lanzar posibilidades a ver cuál nos ofrecerá el resultado que deseamos para nuestra historia.

Lo que hacen los políticos se parece especialmente a la creación de un mapa de tramas de una serie de televisión. Por resumir, (aquí está explicado en detalle en un post estupendo de Natxo López) se trata de diseñar el argumento básico de los argumentos de toda la temporada. Se coloca en primer lugar aquello que deseamos que ocurra o que tenemos claro que va a ocurrir por criterios dramáticos o de producción, en diversas ubicaciones temporales, y en función de eso se rellenan los huecos, no solo de argumentos, sino también las actitudes de los personajes, que conducen habitualmente a una acción u otra.

Por ejemplo y usando una analogía de lo más burda, si al final de la temporada hay una boda entre dos personajes, en el penúltimo episodio algo debe suceder que ha de poner en riesgo ese enlace, y de forma más profunda los sentimientos de uno de los dos contrayentes o de los dos. Como dice el maestro Manolo Matji, el dios de los guionistas debería ser ISIS, porque hemos de preguntarnos continuamente “¿Y si…?”, pregunta heredada de su versión anglosajona, “what if…”

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Este “¿Y si…?” es una herramienta gastadísima en la comunicación política. Algunos ejemplos recientes:

Es bastante descabellado pensar que los recientes disturbios en Barcelona favorecen al PSOE, pues polarizan e incentivan a los votantes de derecha y extrema derecha. Sin embargo, alguien en el entorno de Pablo Casado se puso a jugar al “¿Y si…?”, pues dijo esto en un mitin: 

“Él (Pedro Sánchez) ha forzado elecciones sabiendo que la sentencia del Supremo contra los líderes de la sedición iba a tener lugar antes del 14 de octubre. Él pensaba que le interesaba que hubiera violencia esos días y que apareciera como el de la porra, envuelto en la bandera.”

Casado o sus asesores intentan hacer converger la interpretación de unos hechos con una visión negativa de su antagonista (Sánchez). Que lo hayan logrado o no, queda a gusto del votante o el espectador. También el propio presidente utilizó esa herramienta en el debate al criticar la postura de Podemos respecto a las donaciones de Amancio Ortega, insinuando que a Pablo Iglesias le resultan indiferentes los niños enfermos, cuando obviamente para el partido morado el asunto tiene más que ver con el trato privilegiado que recibe y la dejación de sus obligaciones fiscales. Ese también fue un buen “¿Y si hacemos creer que…?”

El secretario general de Podemos por supuesto también hace con el relato lo que quiere y le interesa, igual que sus asesores. Habría, (seguramente) dos discursos preparados ante la exhumación de Franco, fuera fallida o exitosa. En el caso del éxito, como se pudo ver, acusó a Sánchez y a su partido de mercantilizar la salida del dictador de Cuelgamuros. Si hubiera fallado, probablemente hubiera hablado de la servidumbre del gobierno ante sus hipotéticos futuros socios y los poderes económicos, convirtiendo así un tanto del rival en una ganancia propia (a los asesores no se les llama “spin doctors” porque sí). La cosa es, de nuevo, hacer que la realidad sea una foca que salte lo que se le pida para alcanzar la sardina: ganar el favor de la opinión pública, muy habitualmente a costa de la reputación de otro político o partido.

Por último, la comparación que hizo Rivera de Barcelona con Aleppo es tan forzada que solo puede despertar pasión o ira; cuando se plantea algo tan extremo, y la motivación más clara es lo mucho que le conviene a su creador, estamos fastidiados.

Otros paralelismos de las series y la política son las temporadas. Cada temporada puede ser un año, o como lo llamamos aquí, un par de convocatorias electorales. Como si de una temporada de “Anatomía de Grey” se tratara, el objeto de cortejo cambia en cada campaña. Los partidos también piensan con detenimiento a qué partido o tendencia de voto deben seducir, los amigos de la temporada anterior pueden ser ahora secundarios o figurantes en esta, o incluso villanos. De una temporada a la siguiente, pueden cambiar los objetivos, los protagonistas, los antagonistas, pero estos ingredientes siempre son cuidadosamente escogidos para casar con las circunstancias cambiantes y sobre todo con el relato.

Lo más apasionante de la política española como serie es lo que surge de la realidad, tramas que son “bigger than life” y que parecen “de película”. Por supuesto, la historia de caída y auge de Pedro Sánchez sería un clásico instantáneo de la peli de superación: el protagonista cae a los infiernos y contra todo pronóstico consigue llegar a lo más alto a base de tenacidad y fe en sí mismo. Otro tremendo hit es la amistad de dos amigos, íntimos en la Facultad, que fundan un partido político que reilusiona a buena parte del electorado y se convierte en la primera en intención de voto, para acabar poco después odiándose y compitiendo en dos partidos distintos. Es una historia con tantos ingredientes que, si no estuviera basada en la realidad, podría ser acusada de inverosímil.

En cuanto al argumento de esta temporada de la política española, con las elecciones del próximo domingo, por mucho que todos los partidos estén escribiendo de forma vehemente y esforzadísima sus relatos y cargando a sus personajes de razón, el bloqueo se presenta como un anticlímax de tal calibre que lo más probable es que esto no lo levante ni Ferreras con partitura de Hans Zimmer. Muchos votantes les piden a sus representantes que no les fallen. Yo a los políticos y a sus asesores les pido, por favor, que no nos aburran.

Continuará. 

 

 

 

1 comentario en «LA POLÍTICA ES LA MEJOR SERIE (I)»

  1. Ángela, estupendo post. Sin embargo yo sí espero que los políticos me aburran, eso significaría que están haciendo bien su trabajo por el bien común. La diversión se la dejo a Jed Bartlet, Selina Meyer y a Juan Carrasco.

Los comentarios están cerrados.

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