Después de todas las entrevistas que está teniendo últimamente, no imaginaba que Susana López Rubio entrase a esta con tanta energía. Atravesó la puerta de la cafetería La Fugitiva con una sonrisa enorme y una emoción solo comparable a la mía por estar ahí. Al empezar a hablar ya me contagió su risa, una risa tan sincera y genuina que acabó marcando toda la charla. La madrileña estrena ahora su novela Flor de Sal, y se prepara para el estreno en 2020 de su adaptación de La Templanza, serie basada en el libro de María Dueñas.

La guionista Susana López Rubio. Foto © Ana Álvarez Prada
En 2013 adaptaste El tiempo entre costuras a serie y ahora te encuentras adaptando La Templanza, de la misma autora ¿Cómo es el proceso de adaptar una novela?
Pues realmente es complicado porque la novela y el guión son dos medios bastante diferentes. La suerte que tuvimos es que ambas fueron series de televisión, si hubiera tenido que adaptarlas a película hubiera sido más difícil. En una película siempre se quedan fuera cosas del libro, lo que suele frustrar al lector. Aquí lo principal es que el lector del libro quede satisfecho. Al ser miniseries no solo hemos utilizado todo el libro sino que ha habido que aumentar. En El tiempo entre costuras, por ejemplo, el capítulo 7 es inventado totalmente, igual que la trama de Madrid.
Ahora en La Templanza también hemos aumentado mucho. El lector no sólo no se va a quedar con la sensación de que falta algo, sino que va a poder disfrutar de la serie con el plus de que se está ahondando más en el mundo de esos personajes que tanto le gustan. En eso jugamos con ventaja, lo cual está muy guay. Sobre todo es no traicionar el espíritu de la novela, aunque, paradójicamente, eso signifique tomar decisiones en guión que son muy distintas a las que están en el libro. En la literatura cuentas con la ventaja de que puedes poner voz a los pensamientos de los personajes, a los sentimientos, a su cabeza. Pero en un guión lo tienes que traducir a acciones todo.
He tenido la suerte también de que mis adaptaciones han sido novelas de María Dueñas, y ella se implica mucho. Otros autores ceden derechos y se olvidan, ella no. Está de asesora y la tengo frita, me paso el día en su casa (risas). Ella se lee todos los guiones y siempre te echa un cable en todo el tema de ampliar que hablábamos antes. Además, siempre comprende las decisiones que tomas y su nivel de documentación es brutal. Es una tía que curra muchísimo.
La novela es otro lenguaje, ¿Te resultó extraño adaptarte al cambio habiendo pasado tanto tiempo en guión?
A todos los guionistas nos sale escribir pensando en visual. Yo lo me lo noto. Mantengo el vicio de que pasen muchas cosas y todo el rato “giros, giros, giros” que me viene del mundo del guión. Dicho esto también decir que si tengo algún día la suerte de que me adaptan alguna de las novelas, que el guionista haga lo que quiera. Sería muy hipócrita si dijera lo contrario.
Me da rabia porque este rechazo lo vimos adaptando la serie Life on Mars, cuando hicimos la versión española que se llamaba Vida en Marte. Mi jefe allí era Darío Madrona (Élite) y me llamó para el proyecto. Life on Mars tenía tropecientos fans locos y no entendían que lo nuestro era una versión, que eran cosas distintas. No íbamos a coger los brutos originales y grabar encima. La gente se pone muy nerviosa. Lo mismo con La Templanza o El tiempo entre costuras, si no te gustan no te preocupes, no vamos a borrar el libro, sigue existiendo. En general la gente está muy seria siempre con este tema, o quizá soy yo que soy una descerebrada (risas).

Además de guionista y novelista, también eres profesora del Máster de Cine de la Carlos III. ¿Cuál es tu parte favorita de esta faceta?
Jo, que me lo paso muy bien. A mi familia la tengo frita con tema del guión y las series, entonces cuando entro en la clase pienso: “¡Qué guay, es gente que viene a hablar conmigo de eso!” (risas). Mi módulo es el de personajes dramáticos y en la última clase analizamos comienzos de serie y yo me llevé las series que pensé que comenzaban mejor. Pues debatiendo en clase me hicieron darme cuenta de las chapuzas de algunas series que me encantan. Fueron mis alumnos quien me hicieron ver las cosas que no funcionaban.
A mí dar clase es una experiencia que me flipa. Yo intento transmitir siempre (que igual es tirar piedras sobre mi propio tejado) que todo lo que puedes aprender de guión se aprende rápido, y que sobretodo es trabajar. Que no os vendan la moto del paripé, no os flipéis, solo necesitáis un personaje y un conflicto para escribir una historia.
De una manera u otra, acabas estando ligada en muchas ocasiones a historias de época ¿Te sientes más cómoda en las narrativas de una época determinada?
Pues ha sido un poco casualidad. Yo tenía un alumno con el que me pasó una cosa muy graciosa. En su TFM le toqué yo de tutora y él tenía un proyecto de extraterrestres gore y cuando lo leí pensé “¡Qué guay!” y el pobre vino a verme asustado. Yo le pregunté “¿Tienes de referente a Dr. Who?”, y empezamos a hablar de ciencia-ficción, de Sitges, de zombies,… Temas que a mí también me encantan. Y el chico me dijo “Ay tía que alivio… Yo pensaba que solo escribías series ‘de tacitas’.” Y desde entonces yo me refiero así a mis proyectos. Es genial. Yo reivindico las tacitas. Y no quita que yo sea fan de Fringe u otras cosas. Me flipan las tacitas pero hacer ciencia-ficción es un sueño de los que me guardo para hacer en el futuro.

Cada vez vemos más mujeres en el audiovisual, por suerte. ¿Alguna compañera guionista a la que admires?
Tropecientas. Ángela Armero, por ejemplo, que estrena ahora peli policiaca. Olatz Arroyo, que tiene una serie ahora,… Y luego hay directoras-guionistas que me encantan pero no quiero darles mucho bombo que son más directoras que guionistas (risas). Hay muchas chicas jovencitas, por ejemplo la coordinadora de guión de La otra mirada, Alba Lucío, que coordina una serie chulísima y con un mensaje muy feminista. Y luego las veteranas de siempre: Verónica Fernández, Alicia Luna, etc.
Como autora, ¿Qué te ha aportado el estar sindicada a ALMA?
Nos ayuda a todo. Para empezar te da seguridad. Siento que tengo una red detrás. Cuando vas a hablar con productores, te sientes respaldada, te informan de todo,…
A mí afortunadamente me pasa menos, pero sobre todo al principio, algunos productores te piden mucho “escríbeme este par de folios gratis para ver si encajas para el proyecto”, y el sindicato te respalda en tu derecho a negarte a hacer ese tipo de cosas gratis. Porque además también es perjudicar a tus compañeros, no es justo. Por conciencia social no se puede hacer eso.
Además luego tienen una cosa maravillosa, que es que te hacen de “hermano mayor”. Si no sales en prensa o no te acreditan en sitios hacen una llamadita y se encargan de que no se vuelvan a olvidar de ti, lo cual es muy guay (risas).

¿Algún consejo para nuevas y nuevos guionistas?
Que siempre piensen que son ellos los que nos necesitan a nosotros y no al revés. Que no se vendan baratos. Que no se crean que les están haciendo un favor comprando su proyecto. Y que tengan cuidado con a quién le dan sus proyectos porque se los pueden “quemar”, si quieres que un productor te lo mueva, que te pague. Lo bueno es que cada vez se acorta más la distancia entre la cadena y el guionista. Hace cinco años era posible vender una serie sin conocer al ejecutivo de la cadena, ahora es casi impensable esto.
Nos quedamos hablando un rato más al terminar la entrevista, y remarca la importancia de hacerte visible como guionista, de eliminar la imagen de “guionista en pijama” e ir a todo. De no desvincularse de la historia: ir a plató o a montaje, porque aunque parezca que no haces nada, es importante que estés. Luego al final acabas siempre resolviendo alguna duda o mejorando algo. “Para todos es bueno que salgamos de nuestra zona de confort, porque todo esto ayuda a subir la calidad del proyecto”.
Fotografías de Ana Álvarez Prada. Entrevista por Paula Sánchez Álvarez
Estaría bien referenciar a quien posiblemente acuñó el término “cine de tacitas”: https://www.jotdown.es/2013/03/cine-de-tacitas/
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