por Juanjo Ramírez Mascaró.

20 de julio de 2019.
Ayer se estrenó la nueva temporada de La casa de papel. No podré empezarla hasta la noche del martes que viene, porque quiero verla con mi novia y ahora mismo nos separan más de mil kilómetros (estoy en Fuerteventura).
Doy por hecho que una serie como ésa, tan proclive a las sorpresas y giros de trama, sembrará las redes de spoilers. Por eso ayer mismo decidí desconectarme de las redes sociales durante estos días de retiro junto al mar.

Poco después, pensé que ésta sería una buena oportunidad para analizar cómo afecta esa decisión a mi vida a corto plazo, y al desempeño de mi profesión de guionista/escritor/narrador/InútilParaCualquierOtraCosa.
Me está resultando muy fácil evitar la tentación de entrar en las RRSS porque, de momento, tras 24 horas de abstinencia, la tentación es casi nula. Existe sin embargo otra fuerza más difícil de contrarrestar:
La inercia.
Para combatirla he borrado de mi smartphone las aplicaciones de Facebook y Twitter. Ahora el menú principal de la pantalla parece una boca desdentada de mendigo.

Si la inercia me lleva a pulsar esos iconos ahora inexistentes, tengo precisamente esa sensación: la de una lengua que se sorprende al hallar un hueco donde antaño había un diente.
Con ello tomo conciencia de hasta qué punto mi actividad en internet se reduce, en la mayoría de los casos, a un partido de ping-pong que guía mi atención de Twitter a Facebook, de Facebook a Twitter, de Twitter a Facebook… Prisionero en un bucle del que sólo salgo de forma esporádica para leer una noticia que alguien ha enlazado en Facebook o algún artículo recomendado en Twitter.
Facebook, Twitter. Facebook. Twitter. Con cadencia de péndulo, sumiéndome en un trance hipnótico, idiotizándome.
Supongo que cuando terminen de licuar mi mente con esta técnica de MK-ULTRA acabaré compartiendo sonrisitas en Instagram (no he borrado la app de Instagram en el móvil porque apenas lo uso. Mi dedo nunca se dirige ahí por inercia).
¿Nos hemos convertido en ejemplos vivientes de la gran paradoja de internet? El ciberespacio es un territorio enorme, inabarcable. A través de él se nos permite acceder a más información y experiencias de las que podríamos digerir a lo largo de mil vidas, y a pesar de ello configuramos nuestro día a día dentro de esa jaula diminuta.
Me vienen a la memoria las palabras de una profesora que tuve, corresponsal de guerra. Nos contaba que cuando los periodistas llegan a ciertos países conflictivos, las autoridades del lugar los pasean únicamente por los tres o cuatro sitios que les interesan para cimentar su versión de los hechos. Si el periodista quiere conocer el país real, con toda su riqueza, sus matices, sus complejidades… tiene que jugársela escapando de esos carceleros disfrazados de anfitriones.
Puede que en el inmenso país que es internet, las redes sociales sean esa cárcel de oro, esa ruta prediseñada para que no escapemos del redil.
Ahora que me he impuesto esta abstinencia, ahora que he desterrado esos dos iconitos azules de las inmediaciones de mi dedo, se abre ante mí todo ese campo abierto: La red de redes en todo su esplendor. ¡INTERNET, ALLÁ VOY!
21 de julio de 2019.
Apenas he pisado internet. Reconforta saber que todo ese océano de conocimiento está ahí, a un solo golpe de click, pero aún no he sentido la necesidad de zambullirme en él. Quizá se deba a que tengo al otro lado de la ventana un precioso entorno marítimo que no invita al escapismo virtual.

Nota mental: Algún día tendré que hacer este experimento en la ciudad.
Tras 48 horas sin redes sociales, creo que mi día a día no ha cambiado de manera significativa. Confieso que me embarqué en este experimento esperando ofrecer un post más interesante, con resultados espectaculares. Va a ser que no. De momento todo apunta al anticlímax. Mi vida dirigida por los hermanos Coen.
Durante estos dos días:
– He dedicado cierto tiempo a pensar en algunos proyectos de guión que tengo entre manos, pero no les estoy dedicando más horas de las que suelo invertir en ellos cuando estoy “enganchado a las redes”.
– He hecho la clase de cosas con las que uno se nutre de material de escritura; ésas que una gente menos pragmática llamaría “vivir”: Ver películas (también las veo en “circunstancias normales”), ver a familiares y amigos (con la misma asiduidad y calidad de interacción que cuando “estoy en redes”).
– He dormido mucho (pero creo que esto se debe a una deuda de sueño atrasado que por fin estoy pudiendo saldar).
Llega entonces la pregunta inquietante: Si apartarme de las redes sociales apenas ha alterado mi rutina, ¿de dónde sacaba las horas que dedicaba a ellas? ¿Son “horas fantasma” que computan en otra dimensión? ¿Acaso no invierto en esas redes tanto tiempo como creía? ¿Acaso simultaneo mi actividad en redes con “todo lo demás”, paseándome por ellas con un trozo de cerebro que me sobra, modo zombi ON? ¿O acaso es en las redes donde estoy “despierto” mientras soy zombi en todo lo demás?
Admito que estoy leyendo más que de costumbre, pero tampoco mucho más. Lo que sí me parece significativo es el tipo de libro al que dedico mi tiempo: Las puertas de Anubis, de Tim Powers.
Es la tercera vez que intento leer esta novela. En las dos anteriores no había logrado pasar de la página 9, por falta de paciencia. No me gusta cómo está redactada. Descripciones que se prolongan más de lo soportable, sobredosis de adjetivos, verborrea innecesaria. En definitiva, el tipo de taras que padecemos quienes (somos legión) nos dedicamos a la escritura porque venerábamos a los maestros del siglo XIX.
(Por alguna razón, me cuesta más perdonar esos deslices en la literatura de ficción. Llevo meses leyendo textos áridos de gente como Jung o Fulcanelli en vagones de metro, sin torcer el gesto, pero cuando se trata de historias ficticias, soy cada vez más nazi. Creo que esto daría para un post entero.)
Desde que vivo al margen de las redes sociales llevo leídas unas 300 páginas de Las puertas de Anubis. Si siguiese jugando al pin-pong de Facebook/Twitter, probablemente habría leído el mismo número de páginas, pero no se las habría concedido a ese libro. La redacción de la novela de Powers (o su traducción) me sigue pareciendo un poco torpe, pero estoy encontrando en ella momentos de suma brillantez.
¿Le habría dado esta tercera oportunidad en otras circunstancias? Puede que no.
En un mundo que danza al ritmo de la fibra óptica y los 280 caracteres por segundo, no se puede exigir al lector/espectador que sea paciente. Queremos discursos sencillos y directos: Puñetazos. Cualquier adorno, cualquier recreación superflua, nos estafa igual que el taxi que da un rodeo innecesario para llegar a su destino. La nueva divisa del taxímetro es nuestro puto tiempo y el zapping en la pantalla táctil es más cruel, más implacable que el del mando a distancia.
(En un mundo que funciona a tantos gigas por hora, en un mundo con tal sobredosis de información… sobraría incluso este párrafo entre paréntesis que estáis leyendo ahora, y puede que en el párrafo anterior tendría que haberme decidido entre el adjetivo “cruel” o el adjetivo “implacable”, en vez de utilizar ambos. En este nuevo mundo hay que despojarse de cualquier gramo de grasa innecesaria, como la víctima de la avaricia en la peli de Se7en. En este nuevo mundo hay que tirar las sobras por la borda del globo aerostático para no acabar naufragando en alta mar. En este nuevo mundo incluso habrá lectores que no estén familiarizados con el concepto de evacuar peso en la cesta un globo aerostático como paradigma de dilema de supervivencia. En este nuevo mundo, a lo mejor resulta que este post está quedando demasiado largo y lo suyo va a ser publicarlo por entregas)
Así que:
CONTINUARÁ…
P.S. Mañana lunes 22 de julio se publicará este primer episodio de mi experimento. Por primera vez desde que lo inicié, habrá algo nuevo de mi cosecha y me interesará saber qué tal os funciona. Será la primera vez, durante estos días, que tenga que lidiar con la tentación, además de con la inercia.
(Si dejáis algo en los comentarios, no lo leeré hasta dentro de varios días, por si los usáis para spoilearme La Casa de Papel).
Tu blog es muy bueno, solo como sugerencia, porque no actualizas al theme, o cambias la fuente algo mas comodo para los ojos :v
Es una sugerencia, jejeje, te has ganado un seguidor, saludos!
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