Hace un par de años viví mi primer bloqueo. Después de una década larga trabajando como guionista, había empezado a pensar que eso del bloqueo creativo era una leyenda sin base real. Y de pronto, zas. Me atasqué a mitad de un guión de largo.
Era la adaptación de una novela. Tenía un argumento muy potente, un personaje protagonista maravilloso, me había documentado como dios manda y me había currado un outline muy majo, con mis tarjetitas dispuestas ordenadamente en mi panel magnético.
Y lo más importante: tenía una fecha de entrega en tres semanas. Eso suele ser el mejor acicate. Pero en este caso nada funcionó. Me sentaba al ordenador y me pasaba horas procrastinando.
Al principio me decía a mí mismo que estaba profundizando en la documentación. Pero llegó un día en que tuve que afrontar la realidad. Llevaba semanas sin avanzar. Por primera vez en mi carrera iba a tener que escribir a la productora y disculparme por no poder entregar a tiempo. El Mayor Pecado que puede cometer un guionista.
Entonces recordé algo que había leído en el libro “Correr, comer, vivir” de Scott Jurek. El tipo, un atleta de primera, sufrió una rotura de ligamentos a mitad de un ultramaratón de 100 millas. A pesar de ello, siguió corriendo, y no sólo ganó, sino que mejoró su marca personal. ¿Cómo lo consiguió? Atacando el problema en cuatro sencillos pasos:
- Permitirse a sí mismo sentirse mal y triste ante la inminente derrota.
- Analizar la situación. ¿Iba a morirse? ¿Podía apoyar peso en el pie? ¿Se lo había fracturado?
- Preguntarse qué acciones podía tomar.
- Separar las emociones de las acciones. El miedo, la vergüenza… todo eso fuera. Actuar, actuar, actuar.
Decidí aplicar la técnica de Jurek. Me permití a mí mismo decirme que era un puto fracasado, que por fin se iba a descubrir lo que yo ya sabía: que no valgo para guionista, que soy un fraude, que he tenido suerte durante unos años, pero que a la hora de la verdad… Blablabla. Después analicé la situación y decidí que la cosa se reducía a esto:
“Me siento al ordenador y, en lugar de escribir, me bloqueo y me paso las horas en Internet”.
¿Qué acciones podía tomar al respecto? No sabía qué cambiar para solucionar mi problema, pero siempre podía cambiar alguna cosa al azar, a ver qué pasaba.
Como lo del bloqueo no podía evitarlo, decidí cambiar la primera parte de la frase: no volvería a sentarme al ordenador. Metí la SIM de mi móvil en un viejo Nokia sin conexión a Internet, agarré un bloc y una pluma y me largué a un bar a escribir. A mano.
En poco más de una hora conseguí garabatear una escena completa. La releí. Era una escena de mierda. Y sin embargo, me descubrió la solución al bloqueo. Porque al escribirla cobré perspectiva sobre el problema: el outline no estaba funcionando. La estructura estaba mal construida. Había que tirar a la papelera todo el segundo acto. Estaba llevando al protagonista por un camino completamente equivocado.
Por eso no conseguía avanzar. Ésa era la esencia del bloqueo: en el fondo de mi mente, de una forma inconsciente y que no era capaz de articular, yo sabía que no debía avanzar, porque estaba en un camino equivocado. Cuanto más avanzase en ese desastre de segundo acto, más perdido estaría.
Volví a la pizarra, reorganicé el segundo acto, creé nuevas escenas y todo cobró sentido de repente. Y decidí escribir el resto del guión a mano. No es que me pareciese una solución mágica, pero había sido la llave para cambiar el chip, así que me parecía sensato mantenerme alejado del ordenador -ese invento del diablo que concentra ocio, vicio y negocio en el mismo recuadro iluminado- y escribir de la forma en la que aprendí a escribir de niño.
Durante las tres siguientes semanas, escribí el segundo y el tercer acto a mano en ese mismo bloc, en ese mismo bar y con esa misma pluma. Gasté media docena de recambios de tinta (y bebí cantidades disparatadas de café), pero taché muy poco y no arrugué más de ocho o diez páginas.
En otros dos o tres días lo pasé todo a limpio y entregué el guión con menos de un mes de retraso. Mucho menos retraso del que lleva el productor con la última factura, que aún no ha pagado y dudo mucho que jamás pague. Pero ése es otro problema… para el que de momento no he encontrado solución…
Si estás bloqueado con tu guión, te sugiero que pruebes a cambiar la forma en la que escribes. Yo lo hice pasándome al lápiz y el papel, pero conozco otras técnicas:
- El novelista y guionista de Vis a vis Jesús Cañadas, por ejemplo, trabaja en un viejo portátil que tiene estropeado el wifi. No hay forma de conectarlo a Internet. A todos los efectos, es como una máquina de escribir.
- El novelista Juan José Millás, en su libro El Mundo (Premio Planeta 2007), cuenta que todas sus novelas las ha escrito en ayunas:
Me levanto pronto, sobre las seis de la mañana, y me siento a la mesa de trabajo sin tomar nada hasta las nueve. Considero como mío, y para mí, lo que escribo durante ese tiempo.
Lo que escribo después del desayuno está contaminado por las miserias laborales, por el imperativo de ganarse la vida. Mis novelas, así como los trabajos periodísticos que más aprecio, están escritos entre las seis y las nueve de la mañana.
- Y el polifacético Mark Duplass tiene una técnica absolutamente maravillosa para dialogar sus guiones a base de grabadora y sprints por el campo:
Resumiendo:
Un bloqueo es como un tronco de árbol gigante caído en mitad del camino. El tronco te impide pasar. Pero ¿es el tronco el problema o es el síntoma del problema?
Dado que tanto el tronco como el camino son imaginarios, es obvio que el tronco lo has puesto tú. Es una forma de decirte “no sigas por ese camino”.
Así que la solución no es rodear el tronco, ni pasar por encima de él, ni traer una imaginaria grúa gigante para retirarlo. Lo que hay que hacer es encontrar un camino distinto.
Y para conseguirlo, a veces basta con algo tan tonto cambiar tu lugar de trabajo, tu hora de desayuno, o pasarte al procesador de textos más viejo e infalible que existe: papel y boli.
Como informático, y si alguien se ve en esa necesidad. La mayoría de los portátiles tienen unas tapas debajo agarradas con tornillos. Se usan para cambiar la RAM o el disco duro, pero en muchos modelos el Wifi y el Bluetooth están también tras esas puertas.
Tan fácil como desconectar el cable del que podáis identificar como ‘Wireless’ en la pegatina que tenga puesta.
Persiste esa idea -que en todo su derecho existe- según la cual la creatividad es algo que nos llega de alguna parte -sea de dentro o de fuera-: ¡y no que somos nosotros quienes tenemos que trabajar para ‘forjarla’… no que tenemos que atravesar procesos de evaluación rigurosos (como hacen los científicos, los analistas): las ideas (de los creativos) son procesos de construcción… moldear ladrillito por ladrillito, mirar desde múltiples perspectivas; en el guión nunca tratamos con una idea sino con un complejo (de ahí ‘los ladrillitos’).
El bloqueo es cuando uno se sienta a esperar… (no importa qué).
La historia ilustra una realidad y es que el “Bloqueo creativo” en verdad no existe, al menos no para un autor con vocación y talento.
Lo que existe es la postergación indefinida. y esa evasiva es la respuesta a un problema no afrontado (en ese caso era una profunda insatisfacción con el argumento de la película).
Es posible como dice uno de los comentarios que el bloqueo sea una respuesta evasiva a un problema no afrontado. Es una buena definición.
Estoy empezando en esto de los guiones de cine, pero sí escribí algo de literatura y cómics, y siempre escribo a mano. Soy de la vieja escuela.
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