DENTISTAS Y MEJILLONES: PARA QUÉ SIRVE EL ARTE.

Por Juanjo Ramírez Mascaró.

Mi novia me ha hecho el mejor regalo de cumpleaños del mundo. Compró entradas para ver en directo a Faemino y Cansado. Mañana.

Llevo un par de días rememorando uno de mis números favoritos de ese dúo prodigioso: El comúnmente conocido como PELUCHOS MEJILLONIMUS:

Si nunca lo habéis visto os recomiendo que lo hagáis, aunque no es indispensable para entender este post.

Yo, además de troncharme de risa con ese sketch, encuentro algo poderosísimo en él. Algo que sólo os puedo explicar espoileándolo. No os preocupéis: por mucho que os espoilee, lo vais a disfrutar igual.

PELUCHOS MEJILLONIMUS trata sobre un tipo al que se le queda enganchada en una muela ese típico alga… esa pelambrera que llevan incorporada algunos mejillones. El tipo en cuestión, para solucionarlo, acude al dentista.

Y aquí empieza lo bueno:

Cuando el tipo (Faemino) llega al dentista, se produce una inversión de roles. Normalmente es el paciente quien llega a la consulta del dentista intimidado, acojonado. AQUÍ NO. En Peluchos Mejillonimus el paciente entra comiéndose el mundo, “muy sobrao”, humillando al dentista. Y el resultado no sólo es hilarante: ¡Es liberador!

Porque ésa es una de las funciones más cojonudas del arte: Desmitificar, restarle poder – ingenio mediante – a todas las cosas que nos dan miedo o nos hacen sufrir.

Faemino y Cansado lo consiguen con algo tan cotidiano como ir a la consulta del dentista (a más de una persona… a más de dos… les he recomendado ver el Mejillonimus cuando estaban nerviosas porque al día siguiente tenían que ir a hacerse una endodoncia) pero podemos aplicar los mismos parámetros a temas bastante más jodidos:

Cáncer.
Muerte.
Maltrato.
Pedofilia.
Terrorismo.
Infanticidio.
Sida.

Cualquier tema, por lúgubre que sea, se puede transmutar en algo ¿constructivo? gracias a la ficción. Catarsis, y todas esas cosas que comentaba el griego loco aquél.

Ficcionar una realidad apacigua sus monstruos: los convierte en algo que podemos procesar, nos permite observar el asunto desde una perspectiva distinta e incluso nos ayuda a empatizar con puntos de vista que no estaríamos dispuestos a asumir si no nos desarmasen las entrañas con ese juego de lo ficcionado.

Desde el punto de vista del drama, me viene a la cabeza (por reciente) la serie Fauda, descubierta gracias a la recomendación de Ángela Armero. Se trata de un thriller israelí que juega en la liga de Homeland/24, sobre la lucha de las fuerzas especiales de Israel contra el grupo palestino Hamas. A pesar de ser una serie abiertamente “judía” con protas judíos, se percibe un esfuerzo por presentar a los palestinos como PERSONAS, con sus motivos, con sus sentimientos, con sus argumentos. Yo veía la serie y me parecía maravilloso que en Israel se hubiese apostado por una narración en la que no se demoniza al mundo islámico. Esa clase de cosas son las que cambian el mundo, a base de cambiar las percepciones de la gente.

(Inciso off topic: Los capítulos de Fadua duran menos de 40 minutos. Mientras los veía llegaba a la conclusión de que si a la serie El Príncipe le hubiesen permitido tener esa duración, sería igual de buena que Fadua, o incluso mejor)

Pero es que en comedia ocurre lo mismo, ¡e incluso más!

¿Quieres insultar a alguien en Twitter, o desearle la muerte? Pues hazlo de la manera más seria y enfadada posible, sin atisbo de ironía. ¡Ay de ti como se te ocurra hacerlo con un chiste, o de forma imaginativa! Entonces es posible que te metan en la cárcel. Porque el humor y la imaginación dan miedo. Cualquier cosa que nos haga más lúcidos o nos ayude a ver las cosas desde otra perspectiva… aterra a ciertas personas, o a ciertos organismos sociales.

Yo soy de los que piensan que parte del mérito de la extinción de ETA, aunque sea una pequeñísima parte, se la debemos a Vaya Semanita. Y creo que lo digo con cierta objetividad, porque aunque yo haya sido guionista de ese programa, cuando me incorporé a la plantilla esa batalla ya estaba ganada. Yo no viví aquello en su momento álgido, pero me consta que fue un tremendo impacto en la sociedad vasca: Que de repente se empezase a hablar (y a humorizar) en la tele sobre cosas que hasta entonces eran tabú.

A veces las grandes inmundicias de la sociedad proliferan porque nadie se atreve a pronunciarse sobre ellas. Entonces, de repente, alguien pone el asunto sobre el tablero de la mesa y la “mayoría silenciosa” descubre que no está sola.

La ficción es ese mecanismo pasivo-agresivo que se ha inventado la civilización para sacar a la luz los trapos sucios.

Y cuando los trapos sucios salen a la luz… la luz los limpia… o nos damos cuenta de que dan asco y tenemos que tirarlos a la basura.

Gracias a esos importunos que tiran la primera piedra con sus ficciones, todos nos sentimos más acompañados, ya sea en un diagnóstico de cáncer, o en una amenaza terrorista, o en nuestros trabajos de mierda, o en nuestros matrimanios fallidos, o en nuestra visita a la consulta del dentista.

La ficción, si está bien hecha y es honesta, es como afrontar a la parca y orinarle en la cara.

1 comentario en «DENTISTAS Y MEJILLONES: PARA QUÉ SIRVE EL ARTE.»

  1. A mí también me encantan Faemino y Cansado y hace un año, más o menos, acudí muy ilusionado a verles después de años sin saber nada de ellos y con el recuerdo en mi memoria de algunos de sus surrealistas y míticos gags. Tengo que confesarte que la experiencia fue un poco decepcionante. Obviamente te ríes (imposible no hacerlos con ellos) pero están lejos de su mejor momento, en mi opinión. En resumen, tu novia te ha hecho un buen regalo pero ya no el mejor del mundo…

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