Entrevista de Àlvar López y Carlos Muñoz Gadea y fotografías de Diego Bernardeau
La cineasta uruguaya Manane Rodríguez presentó en el 54º Festival de Cine Internacional de Gijón su último largometraje, Migas de Pan, un drama basado en hechos reales sobre la represión en las cárceles femeninas durante la dictadura en Uruguay. La película, que también cuenta con producción española, forma parte de la Sección Oficial del festival y será la representante de su país para los Oscar.
Has coescrito el guión de Migas de Pan junto a Xavier Bermúdez, con el que ya habías colaborado en anteriores proyectos. ¿Cómo nace la idea de esta historia?
Yo siempre trabajo con Xavier ya que tenemos una productora juntos. Además, él es mi compañero de vida y vivimos juntos, así que cuando hago una película suelo empezar por escribir unas primeras líneas, que voy comentando después con él, o un primer esquema…Y después, dependiendo del tipo de película pues ya vamos hablando y escribiendo las escenas, él algunas y yo otras. En este caso, puede que haya escrito yo un algunas escenas más, ya que es una historia que yo conocía de antemano, pero en todo lo que se refiere a la estructura de la película, o al ritmo, es algo que trabajamos íntegramente juntos. En realidad trabajamos juntos durante todo el proceso, porque incluso en montaje él acude a visionar las primeras versiones para dar su opinión. Es una tarea bastante común la que hacemos.
¿Cómo llegasteis entonces a esta historia? ¿Por iniciativa propia o por encargo?
Migas de pan no es una película de encargo, sino una historia que decidí crear para hablar de esas mujeres que tuvieron la mala suerte, durante la dictadura en Uruguay, de no poder escapar, cosa que yo sí pude hacer. Yo tengo muchas amigas en Uruguay que pasaron por la cárcel en esa época y por todas las veces que he hablado con ellas sé que tuvieron que hacer frente a grandes obstáculos para salir de allí, por lo que ya sabía que era una historia que me interesaba poder contar, pero en realidad el detonante del proyecto vino más tarde.Un grupo de presas salieron en la prensa denunciando que, además de haber sido torturadas -algo que muchas ya habían denunciado-, habían sido violadas sistemáticamente. Empecé a pensar entonces en que la sociedad uruguaya no las había querido oír, que no las dejó hablar ni les preguntó cómo estaban después de aquella terrible situación, sino que solo las recibió de vuelta en su seno. Seguramente, es algo qeu se hizo con la excusa de que les haría daño hablar, pero realmente más daño les hubiese hecho a ellos escuchar.
Me pareció que hacía por lo tanto falta una película que les preguntara precisamente eso. Que les preguntara cómo estaban. En la función que cumple el hijo de la protagonista, que tiene una trama un poco independiente, y que sirve precisamente para enmendar dentro de lo posible este hecho, haciendo lo que la gente no hizo, que es preguntar directamente por las consecuencias para las presas de su estancia en las cárceles. Quería contar la historia de cómo esas mujeres consiguieron sobrevivir a unas condiciones extremas, manteniendo su entereza y su dignidad. Mujeres que eran además muy jóvenes en esa época. Eso fue lo que nos hizo querer contar esa historia, aunque sabíamos que sería una película complicada.
¿Complicada en qué sentido? Imaginamos que querer hacer ficción en base a unos hechos reales y tan crudos debe haber supuesto un reto difícil, por el hecho de querer respetar una realidad que indudablemente va a ser alterada por el bien de la dramaturgia.
Efectivamente. De hecho, yo siempre traté de tener mucha precaución con la parte no realista de la historia, con la parte más melodramática, puesto que no quería que cayéramos en la cosa fácil. No quería mentir. Yo conocía un caso sobre cómo era la vida en prisión para las mujeres, pero había más. Aprendí muchas más cosas hablando con mujeres que habían estado presas, y que me contaron que eran más de las que yo creía. Y contaban historias durísimas, donde además de vivir recluidas, eran castigadas sistemáticamente por los carceleros. Imaginad una mujer que ya de por sí recibía pocas visitas de su familia y que encima era castigada justo cuando la familia sí acudía, para destrozarla psicológicamente. Allí se vivieron verdaderos momentos de desesperación.

Cartel promocional de la película
Escogéis contar la historia en dos momentos distintos en el tiempo, entre la actualidad y ese pasado de represión durante la dictadura. Ese paralelismo, por ejemplo, refuerza el carácter negativo de la vida en la cárcel. ¿Ya teníais esa estructura pensada desde las primeras versiones de guión?
Como siempre, la estructura sufrió variaciones durante todo el proceso. Al final, esta estructura en paralelo con dos tiempos fue la resultante del progresivo aumento de contenido. Yo me entrevisté con mucha gente para esta película, así que fue a raíz de toda esa información que pudimos construir la estructura final. Ya habíamos comenzado a idearla con los conocimientos que yo tenía al respecto y no fue hasta más tarde cuando ya comenzamos a informarnos a fondo sobre todos los aspectos para dotarla de profundidad.
¿Cuál fue tu criterio para seleccionar esas entrevistas?
Me entrevisté con bastantes presas uruguayas que habían pasado por aquella terrible situación. Me entrevisté incluso con una presa argentina, que no vivió la misma situación, pero que sí atravesó momentos muy parecidos durante la dictadura de su país. En Argentina, el tema de la dictadura se ha tratado en muchas películas, pero sobre todo el del los campos de exterminio, como fue el caso de la Escuela de Mecánica de la Armada, o algunos otros, donde se vivieron situaciones atroces, pero este caso era distinto. No se pretendía exterminar a las presas, sino una cárcel de tortura, donde mujeres con unas condenas completamente ilegales eran abandonadas allí, en un campo de concentración, para que perdieran todos sus lazos con la sociedad civil. Lo que se buscaba en aquellos lugares era liquidarlas mentalmente, así que las entrevistas me permitieron reflejarlo de la manera más exacta posible en la película, donde a veces los carceleos utilizaban métodos más sutiles per igualmente dañinos, como tomar notas de las presas continuamente, haciendo que se sintiesen perpetuamente observadas sin saber con qué objetivo. Por eso a las presas no les quedó más remedio que protegerse entre ellas, también de la locura, cómo se refleja en la cinta, donde unas cuidan de las otras.
Precisamente, los secundarios de la película aportan muchos matices a la historia, que enriquecen tanto a la atmósfera como a la protagonista. ¿Cómo habéis afrontado la construcción de personajes?
La verdad es que esta ha sido una tarea bastante complicada. Tuvimos que leer, y releer, y releer para ir puliendo a todo ellos, para que aportasen a la complejidad de la película y destilaran realismo. Lo que hice en este caso fue escribir más para cada escena de lo que en realidad quería. Sabía que esas escenas nunca verían la luz al completo, pero ayudaba mucho al realismo que las conversaciones vinieran de antes y fueran hacia algún lado. Quería sobre todo que se respirase verdad, tanto para el resultado final como para el buen hacer de los actores, que podían introducirse mejor en sus personajes de esta manera. Por suerte, estas cosas son ahora factibles con el rodaje digital, que igual que tiene cosas malas también trae consigo algunas ventajas.
Sobre lo de escribir de más, aun sabiendo que no aparecería en la película, ¿cómo decides que merece aparecer y que no lo merece?
No es nunca una cuestión de mejor o peor, sino de lo que sirve más y lo que sirve menos, de escoger lo que más te ayuda a contar tu historia. Siempre quedan cosas, pero creo que esta vez hemos conseguido que lo principal quede bien reflejado: desde la ayuda y la camaradería entre las presas hasta sus estrategias para no perder la cabeza allí dentro, manteniéndose activas…Y creo que lo hemos reflejado con la cotidianidad de la que se convirtió en su casa obligada, como cuando una de las presas lee a Marcel Proust en voz alta mientras las demás realizan sus actividades manuales. Momentos íntimos que no hubiésemos sabido reflejar de no ser por toda la fase de documentación y entrevistas con las presas que nos han servido para mostrar como todas ellas consiguieron luchar y sobrevivir, utilizando sus fuertes vínculos como arma de resistencia.
Lo de hacerle una foto a esta mujer y su cara de aburrir a un muerto bajo un rótulo que reza: Divertia… ¿Ha sido a mala leche?
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