Por Juanjo Ramírez Mascaró.
Socorro. Escribo guiones. Transmito mensajes a la sociedad pero no sé si mis mensajes son machistas o no.
Ni siquiera sé si soy machista yo. Creo que no lo soy, pero tengo un lío tremendo en la cabeza. Empiezo a pensar que incluso decir que no eres machista se considera machista. De hecho, cada día hay más cosas a mi alrededor que, según las opiniones dominantes, son machistas. Cada semana se descubren mil especies nuevas de insecto y un millón de micromachismos nuevos.
Pertenezco a una sociedad con milenios de tradición heteropatriarcal a sus espaldas. Intento detectar el machismo, diferenciarlo del resto de las cosas, esquivarlo… pero es como pedirle a un esquimal que contemple la nieve como si se tratase de algo extraño.
Pregunto a las mujeres, pero creo que la mayoría de ellas también son machistas. Incluso algunas feministas son machistas, o algo parecido.
He crecido en una falocracia. Ése ha sido el caldo de cultivo de mi educación.
Y el de la tuya.
Sería fácil pensar lo contrario. Mi familia materna ha sido siempre (valga la redundancia) un matriarcado. Mi madre era catedrática y jefa de su departamento, mi abuela también fue catedrática en una época en que las mujeres apenas pisaban las universidades. He crecido rodeado de hembras de carácter fuerte tomando decisiones importantes. Personajes femeninos mucho mejores que la top model calva aquélla de Mad Max 4, y mucho más creíbles. He crecido rodeado de mujeres que cobraban lo mismo que los hombres, o incluso más que ellos. He disfrutado de una trayectoria profesional en la que, la mitad de las veces, los altos cargos en la cúspide de la pirámide eran mujeres.
Recuerdo que en casa de mi abuela, en ocasiones, mi primo y yo éramos obligados a fregar los platos mientras mis primas se reían y se burlaban de nosotros por hacerlo.
Pero no nos engañemos. Esa clase de anécdotas son islotes, casos aislados dentro de un entorno en el que (uno lo va descubriendo conforme madura) las mujeres siguen sometidas a muchas desigualdades, a muchos handicaps, a muchas injusticias fruto de ideas preconcebidas, obsoletas.
El tejido de nuestra sociedad es machista incluso en las familias más modernas, incluso en los entornos más abiertos de mente, porque gravita por encima de las circunstancias concretas de cada grupo concreto. Es algo que permanece inscrito en nuestro ADN cultural.
Si os soy sincero, no sé si contribuyo o no a perpetuar toda esa mierda con mis guiones. Mi intención no hacerlo, pero como os confesaba un poco más arriba, ya no sé dónde acaba el machismo o dónde empieza el feminismo, y creo que en parte se debe a la cantidad de estupideces que se rebuznan desde ambas márgenes del río.
El ser humano, antes que machista o feminista, es gilipollas. Todos y todas. Miembros y miembras.
No me malinterpretéis: Me encanta este nuevo paradigma en el que absolutamente todo es sometido al juicio feminista. Pocas cosas hay más saludables que cuestionar lo que se da por sentado.
Del mismo modo en que las vanguardias merecen la pena porque surge de ellas un Picasso por cada mil fantoches, también compensa escuchar mil fantochadas pseudo-revolucionarias si gracias a ellas alguna mente, de vez en cuando, consigue reformatearse a sí misma y evolucionar hacia algún sitio que nos refresque a todos.
Estamos inmersos en una revolución tan lenta que sólo podrá percibirse en su justa medida cuando, en un futuro lejano, nos paremos a mirar hacia atrás. Una revolución tan lenta que, hasta que se demuestre lo contrario, el mundo seguirá siendo imbécil durante una buena temporada.
Y cuando eres escritor eso es un problema, porque se supone que escribir es retratar el mundo en el que vives, y en un mundo imbécil no siempre puedes retratar a las mujeres de forma benévola sin traicionar tu sentido de la honestidad.
Ahora está de moda crear personajes femeninos fuertes, independientes, íntegros… pero en mi entorno próximo no siempre es así. A mi alrededor hay también mujeres débiles, mujeres deleznables… y auténticas zorras.
Entramos de ese modo en el clásico debate: ¿Escribimos para retratar lo que hay o para cambiarlo? ¿Nos tenemos que obligar a nosotros mismos a incluir mujeres irreprochables en los guiones, del mismo modo en que las pelis de Hollywood incluyen jueces de raza negra?
¿Y cómo funciona eso de los personajes femeninos fuertes? A veces tengo la sensación de que muchas de esas “mujeres fuertes” del cine son en realidad testosterona con tetas.
Tetos-terona.
Bruce Willis con peluca.
También se dice que todo personaje femenino que se precie ha de tener un papel activo y determinante en la resolución de la trama. Me parece perfecto, pero creo que a veces nos obsesionamos tanto con el tema que urdimos pelis en las que Superman es rescatado por la chica. Y a eso en mi pueblo siempre se le ha llamado Supergirl, o Supermán con tetas.
La Catherine de Happy Valley. Para mí eso sí es un personaje femenino fuerte, sujeto a circunstancias e ideosincrasias femeninas. Creo que a veces confundimos ensalzar a las mujeres con… “masculinizarlas”, y eso sí que me parece un machismo chungo, una condescendencia abyecta. Opino – y tal vez me equivoque – que igualar a las mujeres con los hombres no consiste en convertirlas en machos, sino en crear una sociedad en la que la feminidad y todas sus manifestaciones no constituyan una mácula, sino un orgullo. Un orgullo cuya meta no sea destronar a lo masculino, sino bailar con ello.
Sueño con unos tiempos en los que incluir a una hija de puta en una historia no suscite lecturas sesgadas o perezosas según las cuáles estás llamando hijas de puta a todas las mujeres.
Sueño con una sociedad intelectualmente madura… espiritualmente madura… que sepa discernir realidad de ficción, e incluso analizar de forma constructiva los puentes que se establezcan entre la una y la otra…
… aunque, por otra parte, es probable que una sociedad de ese tipo ya no necesite el arte, con lo cuál mi sueño desemboca en el paro.
En otro (des)orden de cosas, creo que la hipersensibilidad de género supone más problemas guionísticos cuando te toca escribir comedia.
Los colectivos feministas se quejan de que casi toda la comedia está interpretada por hombres, y que las mujeres acaban siendo una simple comparsa. Es una queja legítima, pero cuando trabajas en contenidos de humor y deliberas sobre a qué personajes asignar cada gag, siempre acaba imponiéndose la misma limitación:
“Es que esto es gracioso con hombres, pero no con mujeres.”
Y es lógico que eso pase…
… porque gran parte de la comedia se basa en la catarsis, en transmutar en risa el sufrimiento humano, y ello implica que debes hacer sufrir al protagonista de tu relato…
… pero está mal visto hacer sufrir a una mujer…
… no es políticamente correcto…
… sobre todo si se trata de sufrimiento físico…
… un hombre recibiendo una bofetada o resbalando con una cáscara de plátano siempre es gracioso…
… pero una mujer abofeteada no hace ni puta gracia…
… sobre todo si es abofeteada por un hombre. Haz un chiste en el que un hombre abofetee a una mujer y al día siguiente te cerrarán el programa.
Si es una mujer la que abofetea a otra mujer, entrará dentro de lo políticamente correcto. Y si ambas mujeres acaban revolcándose en el barro, acabarán siendo portada del Marca.
Nuestro país está a años luz de Tina Fey. Un personaje como los suyos en España probablemente se consideraría ordinario, obsceno, fuera de lugar. Aquí queremos princesitas. Nuestro concepto de poner a la mujer en el lugar que merece pasa por cubrir los charcos de lluvia con nuestra chaqueta para que no se mojen los zapatos.
No sé cuánto de todo eso habrá en los sótanos más recónditos de mi inconsciente. Mientras reflexiono sobre ello, voy a reírme un rato con aquel momento mítico de Wayne’s World:
Muy cierto, se necesitará perspectiva histórica para valorar esto en su justa medida.
Respecto al día a día en España: hace poco me he ido a vivir de alquiler, y mi experiencia ha sido que en los 3 casos en los que he contactado para ver una casa, los 3 he sido atendido por mujeres. Me alegró cuando me di cuenta; en la cultura mediterránea los asuntos domésticos siempre han sido bastante matriarcales.
Aprovecho para vomitar unas líneas que escribí pensando en La Historia Interminable:
> Bastian, cuando vuelvas
> no podrás ser un héroe,
> cuando vuelvas te recordarán
> a cuántas princesas habéis violado los héroes.
Ya no queda ningún héroe en Fantasía, son todos monstruos.
Saludos
Te recomiendo que repases (seguro que los has leído) los comics de Chris Claremont y Alan Silvestri de la Patrulla X y los veas desde un punto de vista feminista. Y lo hico hace 30 años, así, sin que se notara absolutamente nada.
Marc Silvestri, el dibujante. Alan es el compositor
Eso, Marc!
Gracias
Lo estaba por escribir en mi blog, así tan clarito como vos lo hiciste, pero me ganaste de mano. ¿Ves? Eso porque sos hombre…
Ahora sí, hablando en serio, me pareció muy acertado todo lo que contás, lo rettwitié y pienso difundirlo en el facebook. Y en google, también, por qué no.
La frase que más me gustó: “El ser humano, antes que machista o feminista, es gilipollas. Todos y todas. Miembros y miembras”. Absolutamente de acuerdo.
Un saludo desde la tierra de un títere de Trump.
Olé de nuevo. Y gracias
Yo también tengo dificultades sobre este tema. Te mando el artículo que más me ha servido para mejorar:
http://www.newstatesman.com/culture/2013/08/i-hate-strong-female-characters
A ver, detecto varias cosas:
“Mis primas se reían y se burlaban de nosotros por hacerlo”. Si se reían y se burlaban, probablemente es porque pensaran que no estábais haciendo algo que fuese normal, en este caso que tú y tu primo lavarais los platos. Si era así, obviamente, denota un fuerte machismo de base que no se corresponde con una sociedad “matriarcal” que pretendes describir. Si realmente fuera matriarcal no habría ninguna reacción a ese comportamiento porque se vería como algo natural.
“Crear una sociedad en la que la feminidad y todas sus manifestaciones no constituyan una mácula.” ¿Estás seguro de que el concepto que tienes de feminidad no es heredado del patriarcado? Las mujeres no queremos ser femeninas y que no nos humillen por eso, queremos ser lo que nos apetezca y no dejar de ser “más o menos” mujeres. El concepto de feminidad es algo construido, no natural.
“A mi alrededor hay también mujeres débiles, mujeres deleznables… y auténticas zorras.” Aquí sólo me queda preguntar qué entiendes por “débil”, “deleznable” o “zorra”. Sobre todo esto último. Más bien es algo bastante vacío de sentido, como una retahíla de adjetivos que no significan nada.
Lo siento pero creo que no lo has pillado aún.
Si lo hubiese pillado, el post no se titularía como se titula.
Muy de acuerdo con que cada uno pueda ser lo que quiera ser. Pero por supuesto que existe un concepto de lo femenino: es una cuestión BIOLÓGICA. Hay, como mínimo, diferencias anatómicas, fisiológicas, genéticas y demás palabras esdrújulas que quizá te parezcan vacías. Dicho eso, me parece magnífico que cualquiera de nosotros no se sienta identificado por esos rasgos definitorios biológicos y oriente su vida a definirse de otra manera, y sueño con un mundo en el que eso resulte cada vez más fácil.
Con respecto a mi familia, como intento exponer en el texto, gravita sobre ella machismo por mucho componente matriarcal que tenga.
El tono de agresividad de comentarios como el tuyo es lo que más me disgusta de estos debates que, por otra parte, me parecen muy interesantes.
Ante la duda tenemos siempre tenemos a Tim https://www.youtube.com/watch?v=AQwwkI5_3-0
¡Con la iglesia hemos topado! Es uno de los temas que más me hace reflexionar. No escribo sobre esto porque no acabaría nunca… Me definiría como feminista, de hecho lo hago, pero no comparto la visión del feminismo de la igualdad. No somos iguales. Y con eso no quiero decir que las mujeres no merezcamos los mismos derechos que los hombres. Pero no somos iguales.
No quiero enrollarme, pero me parece un error luchar por la igualdad ignorando que somos diferentes, y eso no nos hace ni mejores ni peores. Uniformizar no me gusta nada, yo estoy más por la labor de que cada uno haga lo que quiera. Por poner un ejemplo que siempre hace saltar a la gente: me parece genial que una mujer dirija una empresa y me parece igual de genial que una mujer deje de trabajar fuera de casa por atender a sus hijos. También me parece genial que lo haga un hombre (aunque no nos engañemos, la diferencia biológica conlleva a que sean más mujeres las que lo hacen que los hombres, ellos no pueden dar de mamar, pero si todos lo hiciéramos y nos turnáramos los primeros años serían para la madre, los siguientes para el padre y el niño estaría mejor atendido durante más tiempo). No creo que las mujeres estén obligadas a tener hijos, pero sí que tenemos una obligación con ellos, padres y madres, y que no se pueden tener hijos y dejarlos al cargo de canguros, guarderías, extraescolares…
La vida son elecciones, y parece que las mujeres, cuando eligen quedarse en casa a cargo de los hijos y “ser mantenidas por un hombre” dejan de ser feministas. ¿No se valora el trabajo en equipo? Yo veo mucho más feminista optar por ser madre, que optar por dirigir una empresa y dejar a tus hijos con una canguro.
Pero, como decía, esto no tendría que pasar si la sociedad cambiara, si la forma de vivir la familia cambiara. Nos adaptamos a las necesidades laborales, da igual que seamos hombres o mujeres, en lugar de que las necesidades laborales se adapten a las personas. No creo que se trate de machismo o feminismo, sino de cómo vivimos la vida, cómo nos organizamos como sociedad, qué importancia tiene el dinero y qué importancia tienen las emociones, la educación, o la felicidad… El problema es que asociamos felicidad con dinero.
Mierda, he dicho que no escribía sobre el tema y no veas qué parrafada llevo.
Creo que la ficción debe representar lo que hay en la sociedad, cada cual llegará a sus propias conclusiones sobre si esos modelos que nos presenta son los que queremos imitar o los que queremos evitar.
AMÉN
No asociamos felicidad con dinero. Asociamos dinero con independencia. Por eso creo que ningún hombre/mujer debería ser solo amo/a de casa. Porque la falta de independencia y la falta de inquietudes, son la raíz de todos los males posteriores.
No son solo amos de casa. Son padres y madres tomándose un descanso de su trabajo o trabajando menos durante un tiempo limitado. Los hijos crecen muy rápido. Solo son niños una vez y no tenemos 10 hijos. Yo creo que todo es compatible. La independencia financiera también se consigue con una vida frugal y un consumo responsable.
Muy de acuerdo, si fuera así, por tiempo limitado. Yo lo hice, de hecho. (10 meses).
Por desgracia conozco demasiados casos de mujeres (una abogada, una química, una farmacéutica, una diseñadora…) que se han quedado en casa tantos años que luego ha sido casi imposible volver. Y luego vienen los divorcios. “Mi marido me trata mal y le quiero dejar pero no puedo valerme por mí misma. Le tengo que pedir tanta parte de su sueldo que le dejo prácticamente en la indigencia”.
Una putada enorme y un drama para los dos.
Echas la vista atrás y era tan fácilmente evitable.
Yo he llegado a un punto en que, cada vez que leo la frase “mujer fuerte”, o alguna otra análoga, traduzco de forma automática: “hombre sin pene”, porque es exactamente eso lo que significa para muchos guionistas, escritores y, que alguien me lo explique, mujeres. Extraña ecuación ésa de mujer fuerte igual a mujer representando roles masculinos. ¿Lara Croft? ¿Buffy cazavampiros?¿La teniente Ripley en “Aliens”? ¿Scarlet Johannson en el papel de Viuda Negra? Machos castrados todos ellos, con la misma feminidad que un camionero polaco. (Heterosexual, debería añadir.) Y cuando digo que para mí la heroína de “Batman contra Superman: el amanecer de la justicia” no es Wonder Woman sino la señora, a la que sospecho profesora de primaria, que saca a los niños de la “zona zero” del edificio Wayne (véase versión extendida del largometraje) cogidos de la mano, me miran como si de repente emitiese letales radiaciones de mariconismo.
Muy de acuerdo, aunque el caso de Ripley es un pelín más complejo. Es cierto que se la masculiniza, pero al mismo tiempo, la saga de Alien, por su propia premia, se centra mucho en el tema de la meternidad. De hecho en la segunda, la de Cameron, uno tiene esa sensación de “hijos de puta, para vosotros esta misión es divertida, pero yo, que la he sentido en mi propias carns, tiemblo de miedo… y aun así volveré a ser la heroína en este segundo parto.”
Acepto la corrección. Es más, le doy la bienvenida a la familia, la saco a tomar unas copas y le presto las llaves de mi coche.
Hace unos años un compañero me pasó una obra de teatro. En el primer acto asistimos al proceso de separación de una pareja. Ella se ha enamorado de otro. Al principio todo es muy civilizado pero poco a poco vemos que ella quiere quedarse el piso, el coche, los niños, la casa de veraneo… Todo. Él intenta convencerla de que eso no es justo. Nadie cede. Una noche, en medio de una nueva discusión, ella abre la ventana del patio, se da con el marco en la cabeza y empieza a gritar: “Socorro, que me mata…” El marido la observa atónito. Ella se golpea de nuevo a si misma con la ventana, rompiendo los cristales. Segundo acto: denuncia por malos tratos, detención y crónica del proceso judicial en el que el marido lo pierde todo, incluso su trabajo.
Encontramos un empresario dispuesto a producirla pero ningún director quiso dirigirla, ninguna actriz quiso interpretar ese papel.
Era una obra excelentemente escrita, turbadora, emocionante, muy bien construida.
Pero no pudimos contar esa historia.
Honestamente no puedo decir que me sorprenda. Se os habrían echado a la yugular todos y cuando digo todos quiero decir TODOS. Que si trivializar la violencia sexista, que si culpabilizar a las víctimas, que si el patriarcado esto y aquello, que si machistas, falócratas, violadores por poderes… Por la misma regla de tres no se podría representar “Hamlet”, que lleva a la locura y al suicidio a la pobre Ofelia, ¡no digamos ya “Otelo”!
Secundariamente, olé los cojones del autor.
Yo confío en que historias así podrán narrarse con menos “miedo” o menos “sensación de estar manejando nitroglicerina” cuando el concepto de “femme fatale” en nuestra narrativa sea una excepción en lugar un cliché recurrente. Quiero decir, que aún tenemos muy fresco un género de cine negro y novela negra que, a base de contar historias magistrales de manera magistral, nos animó a todos a interpretar (por inercia) el mundo en clave misógina. Una historia como la que relata Ferran será más fácil de digerir por ciertas personas cuando la actitud del personaje femenino se perciba como una excepción, o incluso como “una posibilidad”. Yo estaría encantado de ver una obra así y analizarla con la perspectiva que requiere, pero no me extrañaría que, hoy día, gran parte del público la percibiese como un “todas las mujeres son así”. Creo que nos falta madurez como sociedad y como público.
Exacto, es lo que dice Juanjo. Que se note que es una villana y no la pretendida representación de todo su género. Como hicieron en “Perdida”, que yo creo que se interpretaba bien en esa clave.
En parte gracias a la presencia de la hermana, que representaba el sentido común en medio de esa locura.
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