Por David Muñoz
John Milius es uno de mis guionistas preferidos. “Conan el bárbaro” (que dirigió él mismo), “Jeremiah Johnson” (dirigida por Sidney Pollack) y “Apocalypse Now” (dirigida por Francis Ford Coppola) están entre las películas que más veces he visto.
Milius, como se explica bien en este artículo, es un fanático de la guerra y de las armas. Formó parte de la junta directiva de la Asociación Nacional del Rifle y una vez dijo que lo que le hace falta a América es una guerra cada pocos años. Una de sus mayores frustraciones es no haber podido alistarse para combatir en la guerra del Vietnam por tener asma.
Yo a los veintitantos años fui objetor de conciencia. Era la época de la mili obligatoria y si no querías vestirte de caqui la única alternativa que tenías era declararte objetor y, o ir a la cárcel, o hacer lo que llamaban “Prestación social sustitutoria”, que en mi caso consistió en pasar dieciocho meses trabajando de 8 de la mañana hasta las 3 de la tarde en una escuela infantil (una experiencia agotadora que me cambió para bien; aunque esa es otra historia).
Pero tener fobia al ejército y las armas no me impide disfrutar de las historias de Milius. Y eso que con Milius uno no puede ni siquiera intentar convencerse (como les pasa a algunos fans de David Mamet) de que en realidad no está contando lo que parece que está contando.
Como muestra, un diálogo de Conan:
LÍDER GUERREROS
¿Qué es lo mejor de la vida?
GUERRERO 1
La extensa estepa, un caballo rápido, halcones sobre tu puño y el viento en tu cabello.
LÍDER GUERREROS
¡Mal! ¿Conan, qué es lo mejor de la vida?
CONAN
Aplastar enemigos, verles destrozados y oír el lamento de sus mujeres.
Creo que está claro, ¿no?
Milius habla a través de sus personajes, y no lo hace de forma irónica, habla en serio (lo que no quiere decir que haya matado a nadie, pero vaya, que le pone pensar en ello).
También al hablar de la ideología de Conan suele citarse el diálogo que abre la película entre Conan niño (Jorge Sanz nada menos) y su padre, en el que éste le explica su filosofía de vida, la misma que acaban compartiendo todos los personajes de Milius: solo pueden confiar en si mismos y en sus armas. “Anarco fascismo”, lo ha llamado Milius a veces.
Se ha convertido en un lugar común entre muchos críticos y también entre muchos espectadores afirmar que no hay que tener en cuenta la ideología de una obra al valorarla. Yo eso es algo que nunca he entendido. Para mí es sinónimo de decir que no hay que tener en cuenta de qué habla, los temas que aborda y cómo los aborda, la visión del mundo que quiere transmitir. Si de verdad quieres profundizar en una obra y disfrutarla, creo que hay que intentar entenderla a todos los niveles. La realidad además es que siempre lo hacemos cuando algo nos apasiona. Por poner un ejemplo reciente, yo aún no he podido ver la serie “Stranger Things”, pero he visto que hay muchísima gente debatiendo en Internet los “agujeros negros” de la historia (o como los llama el escritor Javier Cercas, sus “puntos ciegos”). Entonces, cuando una obra tiene un fuerte componente no solo ideológico sino filosófico, cuando transmite una determinada visión de la vida con la que casi siempre intenta seducirnos…. ¿qué tiene de malo discutirlo también?
Eso no quiere decir que si una obra transmite una ideología diferente a la tuya, o unas ideas que te repatean, no puedas disfrutarla. Ya he dicho que a mí me fascinan los guerreros solitarios de Milius. De su mano me permito disfrutar de la violencia que nunca querría vivir en el mundo real.

Puede que éste sea mi plano favorito de la historia del cine.
Todos somos muchos, aunque elijamos mostrar a los demás una versión simplificada de nosotros mismos para no parecer unos locos. Y yo tengo asumido que llevo dentro a alguien que se lo pasa bien viendo como Conan corta cabezas.
Lo que sí me parece inevitable es que en la mayor parte de los casos exista esa posible lectura moral/ideológica/filosófica.
Lo queramos o no, al narrar nos retratamos y toda escritura honesta y no condicionada por directrices ajenas acaba siendo una forma de autorretrato. Estamos en lo que escribimos. Escribir es tomar decisiones, y entre muchas posibles buenas elecciones, elegimos aquella que encaja mejor con nuestra sensibilidad.
Importante: hablo de autorretrato emocional, no de autobiografía. No se trata de contar tu vida, como me decía alguien en Twitter hace poco, ni de que hayamos vivido los argumentos de nuestras historias, sino de que estas resuenen en nosotros, que nos cuenten emocionalmente y/o, moralmente, filosóficamente, y sí, también ideológicamente, incluso haciendo que afloren aspectos de nosotros que no sabíamos que estaban ahí.
Cuando se dice que conviene escribir de lo que se conoce eso es lo que se quiere decir. De no ser así, no habría ni ciencia ficción ni fantasía. Solo habría películas de gente sentada escribiendo delante del ordenador.
Precisamente una de las cosas que más me gustan de Milius es que ha demostrado una y otra vez que el cine de género puede ir más allá de la vacuidad pirotécnica a la que algunos quieren condenarlo. Que incluso la película más espectacular, la que sobre todo busca divertir, puede también hablar de algo y que eso puede hacerla más interesante. La última vez que lo he pensado ha sido viendo “Star Trek: Beyond”. Lo pasé como un enano, pero además salí del cine contento tras pasar dos horas disfrutando de una historia pacifista en la que la lealtad y la amistad están por encima de todo (cosa que en mis días malos me parece tan irreal como las fantasías marciales de Milius). Y ahora que caigo, el malo de “Beyond” tiene muchas cosas en común con uno de mis personajes preferidos de Milius, el protagonista de “Adiós al rey”. El motor emocional de la trama, de “lo que va” la historia, es el enfrentamiento entre dos ideas contrapuestas de lo que significa servir a tu patria (en este caso una federación interplanetaria). Es Rodenberry vs. Milius.
Pero todo se complica si introducimos en la ecuación el factor “mundo real”.
¿Qué pasa con toda esa gente que no se toma el argumento de “Conan el bárbaro” o películas similares como una mera fantasía y asimila como propia su visión del mundo y su código moral?
¿Qué pasa cuando esas películas funcionan como propaganda? ¿Si realmente te hacen creer que tu país necesita una guerra y apoyas a los candidatos que quieren declararla?
¿Qué pasa cuando John Milius se sale con la suya?**
Porque eso, que la ficción afecta a la realidad, es algo que también me parece innegable. Nuestra opinión sobre muchas cosas, sobre cómo son muchos lugares del mundo y sus gentes, está muy condicionada por lo que nos han enseñado el cine y la televisión. Por ejemplo ahora casi nadie discute que un factor clave para que el antisemitismo calara en la Europa previa a la Segunda Guerra Mundial fueron las tremebundas historias que se contaban sobre los judíos.
Incluso muchos años después, para mí de niño un judío era Alec Guinness disfrazado del malvado Fagin en la versión de la novela de Dickens “Oliver Twist” dirigida por David Lean.
Y mucho más tarde, paseando por el gueto judío de Praga, viví este diálogo con una mujer mayor:
-“Pero los judíos eran malos, ¿no?”.
-“No… ¿por qué?”.
-“Pues porque mataron a Cristo”.
Yéndonos al otro extremo (no todo son influencias negativas), a mí de pequeño las series de televisión y las películas americanas me hicieron ver con normalidad a gente de otras razas, cuando en realidad no me crucé con alguien de color de verdad hasta que tuve 11 o 12 años (fue un chico negro, como de 15 años, que pasó por mi calle charlando con un amigo blanco y al que no pude dejar de mirar hasta que desapareció de mi vista).
Por poner un ejemplo más trivial (o a lo mejor no tanto), un amigo me contaba hace poco que como por culpa de las películas estamos convencidos de que los coches explotan cuando se estrellan, unos parientes suyos acabaron causándose heridas graves arrastrándose para alejarse del vehículo en el que acababan de tener un accidente que solo les había magullado.
La ficción transmite información, puntos de vista y muchas cosas más.
Cuando lo pienso me asaltan las dudas y empiezo a sentirme un poco mal por disfrutar con según qué cosas, sabiendo que con mi dinero apoyo obras que crean un sustrato ideológico que facilita aceptar puntos de vista que trasladados al mundo real tienen consecuencias catastróficas. Es el caso de las burradas que cada dos por tres suelta Donald Trump. Oyéndole hablar me da la impresión de que vive en una película de acción de los 80 en la que todo se soluciona a porrazos (aunque más bien sospecho que eso es lo que quiere hacer creer a su electorado, ansioso de soluciones contundentes y sencillas, de grandes gestos).
Ese es un debate interno que no he sabido resolver ni creo que resuelva nunca. De la misma manera que este verano no he podido dejar de comer helados aunque mi médico me ha dicho que tengo que adelgazar. No todo lo que nos gusta o nos aporta placer es bueno ni nos sienta bien.
Pero tenemos que asumir que como creadores no existimos al margen de la sociedad. Las historias del chamán de la tribu importan (no todas igual, depende del tamaño de la “tribu” de cada cual).
No quiero terminar esta entrada dando la impresión de que como espectador puedo disfrutar con cualquier historia independientemente de su intención. No soy tan abierto ni tan tolerante. Hay muchas cosas que no aguanto por muy bien hecha que esté la película. Solo que las fantasías belicistas no están entre ellas.
Siento no ser capaz de llegar a conclusiones más rotundas y haber acabado escribiendo una entrada de esas en las que lo que hago es casi pensar en voz alta. Sobre todo teniendo en cuenta que es la última que voy a escribir en Bloguionistas hasta no sé bien cuándo. Me da la impresión de que ya he contado todo lo que quería contar, o casi, sobre escribir guiones, y de que me estoy repitiendo (muchas de las ideas de esta entrada ya han aparecido en otras, por ejemplo). Así que ha llegado el momento de tomarse una pausa.
Salvo que de pronto sienta la necesidad urgente de contar algo nuevo, o que me parezca nuevo… me despido hasta dentro de unos meses. Como dice Joss Whedon, hay que “llenar los tanques”.
Y seguro que hasta esto de Whedon lo he usado antes como despedida…
*Para no acabar escribiendo una entrada de 30 folios, estoy contando una versión simplificada de los temas de la obra de Milius. Por ejemplo en una película suya que suele malinterpretarse, “Amanecer Rojo”, el mensaje es que a veces la guerra es necesaria, sí, pero también puede ser una mierda (quizá porque partía de un guión anterior de Kevin Reynolds que pretendía ser un “El señor de las moscas” bélico). Y aunque cuando dirige él sus retratos de guerreros solitarios a los que les habría ido mejor de no haberse interpuesto en su camino políticos/generales lameculos/líderes religiosos no tienen muchos matices, al trabajar con directores como Pollack o Coppola, estos le reescriben, llevando sus guiones a terrenos que contradicen su intención inicial, dando como resultado películas con varias lecturas posibles desde el punto de vista ideológico.
Como curiosidad, parece ser que el “aplastar enemigos” de Conan es una respuesta que (parafraseada) dio Genghis Khan.
Pues no lo sabía. Pero esa es una de las obsesiones de Milius. Era el proyecto en el que estaba trabajando cuando tuvo el ataque: http://www.manlymovie.net/2014/04/milius-wants-mel-gibson-to-direct.html?lang=es
¡Pues menos mal! Ayer me acosté con ese mismo dilema moral tras ver ‘Bestias del Sur Salvajes’ porque pensaba “¿Cómo puedo estar disfrutando tanto este ensalzamiento de la familia y los valores tradicionales?”, pero bueno por lo visto ni me estoy traicionando ni soy el único al que le pasa.
Así que, gracias.
Curiosamente hace poco leí esto otro sobre Millius. Tiene muchos fans. http://elbulevardeloscapuchinos.blogspot.com.es/2016/08/la-pagina-del-senor-snoid-los-olvidados.html
Los guiones están en tercer lugar . La idea es la que vale. El director debe manejar el guión bajo su punto de vista artístico. Ejemplo . Tengo un guión con una idea única , entretenida , dramática , divertida y taquillera . ( el robo del siglo) .Desafortunadamente ,falta alguien inteligente que se decida al menos a conversar . Personalmente , la película seria un hit mundial…. Atte.
Juan carlos Cheyre.
Muy interesante. Milius es un tipo que me toca la fibra emocional desde que yo era muy pequeño, no recuerdo la edad que tenía cuando me fascinó Conan o Adiós al Rey. Y muchos años después me volvió a ocurrir con su visión de la antigua Roma para la HBO -que es Milius en estado puro-. Lo considero un poeta de lo salvaje que toca una parte muy profunda del ser humano.
En lo referente a su ideología, de Milius me seduce su oda a la libertad individual y el no sometimiento al sistema establecido. Por otro lado me parece vomitivo -si es que lo dijo o lo dijo en serio- que defienda a título personal guerras o invasiones imperialistas como todas las iniciadadas por Estados Unidos en el último siglo. También he leído que se define como un “fascista zen” sea lo que sea que esto significa. Aunque es evidente su fascinación por las armas, dudo que un autentico fascista se defina a si mismo como tal.
Respecto a la famosa y brutal cita a Genghis Khan en Conan, creo que corresponde a un momento del personaje aún muy primario y que más tarde evoluciona cuando conoce el amor romántico, donde digamos redescubre la sensibilidad femenina que había perdido junto con su madre asesinada. No me parece que sea esa -ni el discurso de su padre al comienzo- el mensaje ideológico que defiende la película, de hecho Conan al final no sólo termina confiando su vida a una mujer, sino también a sus compañeros.
Y en cuanto al dilema moral sobre si sus películas influye positiva o negativamente en el mundo dada su apología de la violencia, bueno en este caso en concreto diría que es complicado de discernir e incluso dudo que haya una respuesta tajante en uno u otro sentido. Creo que la obra más personal de Milius tienen un calado profundamente mitológico o si queremos en terminos junguianos, arquetípico. Y los mitos siempre han hablado de los extremos de la violencia y del amor humano con una función iniciática.
Sin embargo me ocurre que con tipos huecos como Michael Bay y toda la panda de enaltecedores de la industria militar y su maquinaría propagandística, no tengo dudas sobre el mal que hacen a la “mente colectiva”.
Muy interesante todo lo que comentas. Sobre Conan siempre he tenido dudas. Le he dado muchas vueltas a lo que dices. Es cierto que Conan aprende a amar, y hace amigos, pero…pierde a su amor y al final, tiene que volver a luchar solo. El enfrentamiento final en las escaleras está cargado de simbolismo. Al final, Conan no es el niño que se refugiaba en su madre, pero tampoco es el despiadado guerrero solitario que habría querido criar su padre. Le pasa un poco como a Josey Wales en una película de Eastwood que me gusta mucho, “El fuera de la ley”, que sabe que debería estar solo, o que sobreviviría mejor solo, pero ni quiere ni puede. Pero creo que esa ambivalencia, esa lucha… interna, por llamarla de alguna manera, es lo que hace grande la obra de Milius y la aleja de la simpleza de lo que dices de Bay, etc.. También lo que creo nos hace volver a él. Que tiene algo indescifrable. A Jeremiah Johnson le pasa igual, quiere estar solo, pero acaba teniendo una familia, la pierde y termina como un guerrero solitario, batiéndose en duelo en la montaña con los indios en busca de una venganza imposible.
Totalmente de acuerdo. Milius maneja esos conflictos profundos y una especie de energía telúrica subconciente que impregna su obra y le da esa dimensión.
Sobre en que se ha convertido Conan al final del film, mi interpretación es que por primera vez en su vida es consciente de su propia libertad. Primero dejó de ser esclavo de las cadenas pero no es hasta ese momento que deja de serlo de la sed de venganza que le ha poseído y llevado a luchar por sobrevivir hasta ese momento. Esa escena final de tono sereno y melancólico donde medita sentado en la escalera la interpreto como su toma de consciencia. Ahora soy libre ¿que haré ahora? Por primera vez soy yo mismo y no mi obsesión.
Se podría cuestionar moralmente el mensaje de la venganza consumada como culminación de la evolución vital del personaje, pero lo cierto es que se nos muestra que paga un alto precio por ello y se puede entender como una lección moral positiva al mostrar la venganza como un error que tiene sus conscuencias autodestructivas. Cuando se enamora, Valeria le dice que lo olvidé todo y marchen juntos para vivir su amor lejos de allí (del pasado), pero Conan aún no es libre y no puede dejar de elegir la venganza frente al amor, lo que le cuesta la vida primero a él -para ser resucitado por el amor de ella- y despues a su propia amada.
A pesar de todo Conan me parece una película que al contrario del final que citas de Jeremiah Johnson, deja un poso esperanzador dentro de su tragedia. Quizás porque ese final trasmite que el personaje se libera y completa su duro aprendizaje. También es cierto que fue ideada como el comienzo de una saga que no se continuó (no como debía quiero decir).
Por otra parte además de los brutales mensajes reflejados en esos dialogos que mayoría de la gente cita, creo que hay otros mucho más poderoso en la película y que aparecen reflejado en dos dialogos, cuando el Rey Osrik dice algo así como: Llega un momento en que las joyas y el oro pierden su brillo, el salón del trono se convierte en prisión y lo único que queda es el amor de un padre por su hija. El otro es cuando Valeria le dice a Conan: Si alguna vez yo muriera y tu lucharas por tu vida, volvería del abismo del infierno para luchar a tu lado. Me atrevería a decir que la película finalmente gira en torno al amor, pues incluso la venganza fue motivada por la perdida del amor de su madre, de su familia, todo su pueblo.
“Todos somos muchos” difícil contar más con menos palabras. Buena frase para retirarse a coger fuerzas…por aquí te esperamos!
Gracias por la info, se te echaba de menos, y me a costado encontrar nuevamente tu web, besitoss!!
Los comentarios están cerrados.