NOTA DE LOS EDITORES: Con motivo de la absolución de la Audiencia Provincial a la guionista Virginia Yagüe de la acusación de plagio interpuesta por Susana Pérez Alonso, ratificada el 18 de Julio, publicamos por su interés dos textos facilitados a este blog. Uno, del guionista y compañero de Virgina Nacho Faerna, y otro, de la propia Virginia, explicando la dura y profundamente injusta experiencia que ha vivido durante seis años.
POR VIRGINIA YAGÜE
Cuando terminó la emisión de La Señora en enero de 2010, serie que había creado para Diagonal TV, tuve noticia de la intención de Susana Pérez Alonso de denunciarme por plagio sobre una obra suya, una novela no publicada. Uno de los guionistas de la serie había hablado con ella ya que se había presentado en el final del rodaje, en Asturias, momento al que yo no pude asistir. El guionista me habló de una señora que le pedía explicaciones en un tono extraño y que en un momento de la conversación se descalzó y metió sus pies en una caja. “¿Tú la conoces de algo?”, me preguntó alucinado. No, no conocía a este personaje pero reconozco que me hizo gracia. Como también me hizo inicialmente gracia el despropósito de la acusación de plagio. ¿Plagio sobre algo inédito? “Qué personaje tan peculiar tiene que ser esa mujer”, pensó mi parte de guionista. Más allá de eso, mi parte lógica decidió no darle ninguna importancia. Me pareció uno de tantos gestos de esas personas que tratan de sacar rédito del éxito ajeno para conseguir un espacio público que su trayectoria profesional no les otorga. Pensé, en mi ingenuidad, que todo terminaría cuando esa persona consiguiera el propósito de publicar su novela, como así hizo, con una faja publicitaria donde ponía algo así como: “La novela vinculada al escándalo de la serie de tv.” Estaba muy equivocada.
Esa sensación de despreocupación fue desapareciendo cuando fui testigo de cómo prosperaba un caso sin base alguna. Me sorprendió ver cómo la fiscalía – fiscalía de Oviedo- admitía e impulsaba el caso. Poco a poco, paso a paso, los pasos de mi particular thriller se iban situado y el tiempo de desarrollo de esta historia iba a ser largo, mucho más extenso de lo que mi lógica quería aceptar. Los medios se hacían eco, se hablaba más de este insólito hecho que de la audiencia – muy buena, por cierto- que logró la serie en su día. Susana Pérez Alonso y sus amigas no tenían inconveniente en meterse en Bloguionistas en busca de su minuto de gloria.
Durante más de seis años de mi vida he sido testigo y parte afectada de una causa que avanzaba sin base ninguna, pero que pese a todo prosperaba. Durante tres años vi cómo los filtros que establece la justicia en sus tiempos de instrucción no resultaron eficaces. Se acuñó un expediente inmenso lleno de nada, la más pura nada. En esa historia no había nada sólido. Era paja, humo, vacío pero era voluminosa e imposible de digerir. Mejor que se lo trabajara otro colega. Mejor pasarle el asunto a otro juez se metiera a fondo con tan farragoso material. De esta manera el caso pasó al Juzgado de lo Penal. Al hacerlo el juez instructor y fiscalía dieron carta de naturaleza a un caso inexistente y, sobre todo, hicieron que todos y todas pagáramos con nuestros impuestos un sinsentido mientras la parte acusadora no tendría que asumir ni costas.
Podría haber sido un buen momento para plantearme el guion de una película pero reconozco que recibir la noticia de ir acusada a un juicio penal me hizo entrar en un periodo de profunda tristeza y rabia. Entré en esa zona oscura en la que intuía miradas desconfiadas alentadas en muchos casos por noticias cebadas por la parte demandante y acogidas por determinados medios de comunicación: si va a juicio es que algo habrá hecho, quién es esta guionista, cuando el río suena…
En paralelo libraba mi propia lucha interna. Me resistía a defenderme. No sabía por qué debía hacerlo cuando consideraba que no había ninguna base. Mi querido abogado, Javier Val, que es un hombre maravilloso y dotado de una paciencia infinita, me explicó que era lo que tocaba y trató de ocultarme, hasta el último momento, la pena que se me solicitaba: dos años de inhabilitación profesional y pena de cárcel. Antes de ir a declarar casi no dormí y tomé inhibidores de la ansiedad. Todo podía pasar. ¿Qué juez me tocaría? Había firmado otra serie titulada 14 de abril, La República. Soy feminista. Vicepresidenta de una entidad de gestión de derechos de propiedad intelectual. ¿Alguien da más? Tenía miedo. Esa noche no dejaba de pensar. Dos años de inhabilitación. Antecedentes. Dos hijas demasiado pequeñas. Un alquiler demasiado grande.
Recuerdo los dos días de declaración en el juzgado, mis nervios, los colegas que declararon a mi favor y que habían tenido que ver con la serie. También recuerdo las declaraciones de la parte que acusaba. El tono ofensivo del abogado, los gestos interminables de la abogada, hija de la acusadora, que tuvo que ser reprendida por la jueza. También recuerdo declaraciones esperpénticas e inconexas de los testigos de la acusación y a los peritos el segundo día, porque la agonía duró 48 horas. La perito de la acusación defendía la base de plagio en función de que ambas obras tenían como protagonista a una mujer adelantada a su época. En una comparativa directa apelaba a elementos de similitud como mirarse a un espejo, bajar una escalera o celebrar una fiesta de cumpleaños… Si no hubiera sido consciente de que me encontraba en el juzgado de lo penal, de la pena que se me estaba pidiendo y de la medicación para controlar mis nervios supongo que me hubiera echado a reír. Pero a esas alturas la cosa ya no tenía ninguna gracia y tenía miedo, colegas. Cagada y agotada, un binomio fatal.
Pasó un año más para que la jueza dictara sentencia absolutoria en primera instancia y ver cómo fiscalía se salía de la acusación y pasaba a ser parte de mi defensa cuando había sido iniciadora del proceso acusatorio. Pero la cosa no había acabado aquí. La sentencia era en primera instancia y la parte acusadora decidió apelar. Otro año más para que la Audiencia Provincial ratificara la sentencia absolutoria a mi favor, hace dos días, un 18 de julio (que manda narices).
Durante estos más de seis años he aguantado preguntas sobre este tema, en presentaciones públicas de cada nueva serie y de cada nuevo proyecto, en charlas y mesas redondas, en artículos y entrevistas. También durante todo este tiempo he tenido a mi lado a Diagonal TV, a Jaume Banacolocha y a Joan Bas, que fueron los que me encargaron la serie La Señora y que siempre, de principio a fin, han estado a mi lado y han garantizado no sólo mi defensa, contratando a Javier Val, si no que me han consolado y alentado en los momentos más complicados haciendo que para mí ya no sólo sean unos productores dignos de todo mi respeto y admiración profesional, si no directamente amigos de pleno derecho. De mi lado todos los testigos que declararon en el juicio, colegas, y amigos, David Martínez, director de ficción de TVE cuando hicimos La Señora, Rodolf Sirera, dramaturgo y un referente de muchos guionistas en este país, Miriam García Montero y José Carlos Ruiz, como representantes de los guionistas que pasaron por La Señora. El departamento jurídico de TVE y el perito José María Paz Gago. Y todos los colegas que tuvieron que aguantarme cuando no podía procesar tanto delirio y arrojaron luz y argumentos sobre esta locura: Pablo Tobías, Nacho Faerna, Alicia Luna, Sergio Barrejón, Carlos López, Ángela Armero, Carlos Molinero o Cristóbal Garrido por citar solo a unos cuantos de los muchos que han estado a mi lado en todo este tiempo. También la entidad DAMA y sus directores generales, con su Consejo al quite de todas las noticias. Las asociaciones ALMA y CIMA, siempre solidarias.
Más de seis años aguantando un delirio son muchos años. Pero a mí esta locura me pilló en un sólido momento profesional, con una trayectoria asentada y con compañeros de viaje incontestables. ¿Y si le pasa a alguien que no está en esa situación? ¿Y si una joven guionista coloca una serie que tiene éxito y de pronto salta una persona con contactos y dinero dispuesta a llevarla a juicio y sacar rédito del tema? ¿Aguantaría esos más de seis años? ¿Qué sería de ella? ¿Quién estaría de su parte? Mi conclusión a este largo periplo se resume en que un precedente como este es nefasto para el sector y nuestra profesión y la justicia debería garantizar la protección de autores y profesionales del audiovisual frente a arribistas sin conciencia y con posibles. Sé que esto esta lejos de nuestra mano, que lo aleatorio hace posible que cualquier demente pueda salta al estrado y arruinar la vida de un currante. Ya lo sé. Igual que sé la buena intención de los colegas al aconsejarme que me olvide, que deje atrás esta vivencia, que no dé espacio a un nombre que no lo merece y que deje al karma hacer su trabajo. Lo sé… pero yo soy de Hortaleza.
Para saber más:
“Preplagio: la señora”, por Nacho Faerna.
Sentencia absolutoria de la Audiencia Provincial de Madrid por ese plagio #LaSeñora que nunca existió. pic.twitter.com/FAnsMADPDf
— Virginia Yagüe (@virginiayr) July 19, 2016
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Ahora a ver cómo se hace justicia con estos 6 años… Joder, da vértigo pensar en la gente que hay ahí fuera cuando te pones a escribir.
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Cuando todo pase y lo veas con perspectiva y hagas una serie sobre abogados en plan The Good Wife (puede la justicia española ser tan divertida como la estadounidense?) Ojalá metas esta locura como uno de los muchos casos. No tengo ni idea de cómo funciona la justicia patria pero por lo que escribes parece que los jueces se iban pasando el tema unos a otros por pura PEREZA / DESIDIA de leerse toda la documentación. Lo mismo si el primero se lo hubiese leído desde el inicio igual no habrías pasado seis años de locura y absurdez judicial! Ya digo no sé cómo funciona pero leyendo tu caso y otros a veces parece que las cosas se alarguen por pura dejadez.
¿Y a esta señora no le ha pasado nada?
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