TUS PERSONAJES NO SON TUYOS

gepetto

Por Juanjo Ramírez Mascaró.

No soy yo quién para dar consejos, pero te voy a dar uno para que puedas pasártelo por el arco del triunfo:

¿Quieres escribir personajes creíbles? Incluye en la biblia de tu serie (o en las fichas de personajes de tu peli) una descripción muy detallada de las entrañas de tu personaje. ¿Cómo es? ¿Por qué es como es? ¿Qué quiere? ¿Qué odia? ¿Qué razones tiene? ¿Qué complejos? ¿Qué ambiciones? ¿Ama a sus familiares? ¿Se siente amado por los demás? ¿A qué le tiene miedo? ¿En qué piensa mientras caga?

Esa descripción es un buen comienzo. Cuando des con ella, consérvala como oro en paño, asimílala… y no menciones nada de eso en tu historia.

Si no te gusta el consejo, no te preocupes: casi nunca te dejarán llevarlo a cabo. Tarde o temprano alguien te obligará a verbalizar todo ese misterio que debería ejercer su influjo sólo desde las sombras.

Por eso apenas hay series elegantes. Escasean aquí y escasean fuera de nuestras fronteras. Por eso -entre otras muchas cosas- no somos capaces de hacer un Mad Men o un Fargo, aunque trabajemos con temas potentes, aunque rodemos cada vez con mayor presupuesto y mejor factura. Por eso ese tipo de series son minoritarias incluso en las más potentes industrias extranjeras.

Pocas cosas destrozan de forma más implacable la credibilidad de una serie que esos personajes que van y dicen en voz alta lo que hemos escrito sobre ellos en nuestra biblia. En otras ocasiones son otros personajes quienes lo hacen por ellos. El resultado es igual de catastrófico. Seguro que todos nos hemos sonrojado más de una vez cuando, en series de primer nivel, alguien le dice a alguien cosas como:

«Lo que ocurre es que sigues resentido porque tus padres prefieren a tu hermano, pero a mí no me engañas. Detrás de tu apariencia ruda hay una persona vulnerable con miedo en su interior. Pero un rescoldo de amor anida en ti, como una antorcha de esperanza.»

Lo que acabo de escribir es, obviamente, una caricatura. Por eso me aterra lo mucho que se parece a diálogos reales de engendros reales.

Ya sé que estás muy orgulloso de tu biblia. Ya sé que la cadena compró la serie gracias a las ideas maravillosas que plasmásteis en ese documento. Ya sé que curraste durante muchas horas en esa ficha de personaje y ahora te da pena que nadie aprecie el resultado de todo ese trabajo. Pero si sacas esa mierda a la luz, tu arte será tan burdo y tan grosero como si yo recurriese ahora mismo al ejemplo tan manido de la punta del iceberg y el trozo de hielo que hay por debajo del agua.

Asúmelo.

Un pezón que se transparenta bajo la tela de un vestido es sensual, un cuerpo desnudo lo puedes encontrar en el depósito de cadáveres.

¿Quieres que siga poniendo ejemplos obvios o crees que ya le ha quedado suficientemente claro a la audiencia?

Bueno… ahora que lo pienso, si el vigilante de la morgue está suficientemente perturbado, también encontrarás allí pezones transparentándose, pero esa es otra historia y merece ser contada en otra ocasión. De momento, mejor te cuento lo de Pixar:

Hace años tuve que hacer un ejercicio de clase para un señor que curraba como story artist en Pixar. Le hice el pitch explicando el storyboard que había dibujado, el porqué de la composición y el ángulo de cada plano, mi intención tras cada viñeta… Jamás se me olvidará lo que me dijo. Podría resumirse así:

Si un mago explicase sus propios trucos, ¿dónde estaría la magia? No expliques los trucos que has usado para contar tu historia. Si está bien contada, a la gente le funcionará el truco.

Creo que eso es aplicable a todas las facetas del proceso narrativo, incluyendo el arte de dialogar personajes. ¡No expliques el truco! Te dedicas a un formato de contar historias cuya sublimación consiste en mostrar más que en decir; en gente que hace por encima de gente que habla.

Has trabajado duro para que tus personajes tengan alma, y el alma -por definición- es invisible. Sólo percibimos su eco indirecto, su presencia sutil en el gesto, en la mirada, en el comportamiento.

Los títeres son más impresionantes cuando no les ves los hilos.

¿Quieres que siga poniendo ejemplos de todo a cien, o te ha quedado claro?

¡Bah! Da igual lo claro que te quede. Todos somos propensos a cometer los mismos errores, una y otra vez, por muy claras que nos queden las cosas. Razón de más para abordar el proceso creativo con un poco de humildad.

Permíteme que insista en esto de la humildad, porque igual es ahí donde reside la madre del cordero.

Es tal nuestra necesidad de hacernos notar que en ocasiones, aunque sea de forma inconsciente, preferimos que el público nos perciba a nosotros como guionistas antes que creerse a la criatura que hemos fabricado para engañarlos.

¿Acaso tenía Gepetto celos de Pinocho? ¿Acaso le interesa al ventrílocuo que la gente se fije en cómo mueve los labios en vez de prestar atención al muñeco? Sí, tienes razón: este último ejemplo no es del todo afortunado. Todos sabemos lo que ocurre cuando un ventrículo se pone a hacer series de televisión.

Existe un caso que me irrita especialmente, un pecado en el que incurren grandes profesionales, y no seré yo quien se sienta legitimado para arrojarles la primera piedra.

Me refiero a:

Esos momentos en los que notas que el personaje no está diciendo lo que él quiere decir, sino lo que el guionista proclama a través de su boca.

En serio, se nota demasiado. No lo hagas. Si quieres recordar lo chocante que resulta escuchar a alguien que no habla con su propia voz, vuelve a verte El Exorcista. No metas tu mano por el culo del personaje como si fuese una marioneta. No le obligues a decir lo que querrías decir TÚ. A menos que seas Quentin Tarantino, no lo hagas.

El público estará dispuesto a enamorarse de tus personajes, pero tú les das igual. Tú eres un ser insulso que escribe en Courier (en el mejor de los casos).

La historia que cuentas es más poderosa que tú. Te crees que tú la has elegido a ella, pero es ella la que te ha elegido a ti. La historia es sagrada, los personajes son sagrados. Tu visión del mundo rara vez será más poderosa que esa historia ideal que exige ser contada. Si quieres que los personajes transmitan tus pensamientos, propónselo a ellos con educación, con cariño. Si ellos aceptan, podrán transmitirlo con su propia voz. De lo contrario, no insistas. Se te va a ver la costura.

Finalizo con una anécdota de la infancia. Solíamos ir a cenar a una pizzería. El dueño del local había vuelto transmutado de un viaje a la India, convertido al budismo. Mi madre le preguntó: “¿Qué tal están tus hijos?” Él la miró desconcertado y respondió: “¡No son míos, son del Cosmos!”

Desde aquel día, en más de una ocasión, cuando mi madre no tenía más remedio que respetar una decisión mía o de mi hermana con la que no comulgaba, se encogía de hombros y decía medio en broma: “Qué se le va a hacer. Sois del Cosmos“.

Puede que tus personajes, aunque tú no lo sepas, no sean realmente tuyos, sino “del Cosmos”.

Empecé a escribir este post con la intención de contar aquello de callarse lo que escribimos en las biblias, pero al final ha resultado que eso era sólo la punta del iceberg y que… ¡Oh, mierda! Al final he usado el puto ejemplo del iceberg…

2 comentarios en «TUS PERSONAJES NO SON TUYOS»

  1. Eso lo suelen arreglar o terminar de joder mucho los actores, un truco de subtexto que usamos en animación para ver la emoción real que hay oculta detrás de un dialogo es ir copiando las expresiones faciales, por algún motivo sientes lo mismo que la otra persona si le copias la cara al milímetro! al principio cuesta por lo sutil pero luego es una herramienta que te jode la mitad de las películas/series que estudias.

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