EN QUÉ SE PARECEN LA ESCORIA DE UN TRASTERO Y UN GUIONISTA

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Por Juanjo Ramírez Mascaró.

Un guionista se puede quejar de muchas cosas. Ninguneo, poca visibilidad, productores que intentan liarle para currar gratis…

Hoy escribo para añadir otra queja a la lista, sobre algo de lo que casi nadie habla:

Normalmente nos obligan a trabajar en habitaciones de mierda.

Casi todos los sitios en los que he currado (por no decir todos) tienen algo en común: No hay una habitación consagrada a los guionistas. Suelen meternos en el sitio que les sobra. Es habitual que alguien de producción haga un par de comprobaciones y te diga: “Hoy podéis trabajar en ese cuarto de ahí, que de momento está libre.”

Somos como un trasto que van apartando de un lado a otro para que no moleste.

La gente ajena al medio nos imagina escribiendo en cabañas aisladas, en entornos bucólicos… Cosas así. Como si fuéramos personajes de Stephen King.

No saben que sus televisores escupen ideas que se han parido en cuchitriles de sótanos sin ventanas, iluminados con tubos fluorescentes… o en cuartuchos rancios que te ceden si no los necesitan para su uso habitual, que es el de sala de espera para las visitas (que tendrás que abandonar si llegan visitantes, o si alguien decide de pronto que hay que grabar algo en esa estancia, para ahorrar tiempo y dinero)

Desempeñamos un oficio que exige un determinado estado mental, cierto nivel de concentración… y en el 70% de los casos no tenemos más remedio que alcanzar dicho estado mental (o algo que se le parezca) en los ambientes menos propicios para ello.

A pesar de todo, las cosas acaban saliendo.

A veces incluso salen bien.

Ahora bien, yo no puedo dejar de preguntarme: ¿Acaso no saldrían aún mejor si nos dejasen trabajar a pleno rendimiento?

Si quieres hacer buenas panorámicas con una cámara, te aseguras de que las articulaciones del trípode estén bien engrasadas. Sin embargo, casi nadie se preocupa de engrasar o lubricar cerebros para tener buenas ideas.

Creo además que, incluso con presupuestos tan raquíticos como los de la tele española, destinar una sala a los guionistas no es una inversión descabellada. Se trata de un departamento que no necesita mucho más: sólo imprimir folios y teclear en ordenadores (que en muchas ocasiones no los pone la empresa, sino que los tienen que llevar los propios guionistas. Solemos ser falsos autónomos que no se benefician de lo bueno de ser autónomo pero se comen todo lo malo)

Lo mínimo que puedes hacer para mimar al guionista es asegurarte de que tiene su espacio, su reserva natural. El hecho de que eso casi nunca se cuide es un indicio de lo poco que se valora, ya no sólo nuestro trabajo en sí, sino también el resultado de dicho trabajo y su repercusión en el éxito del producto final.

Normalmente los productores y directivos hablan como si el guión fuese importante, pero luego actúan demostrando que no se lo creen ni ellos. El guión sólo les importa cuando hay que echar las culpas a alguien. (ya sé que es una exageración y que no siempre sucede así y que blablabla. Dejadme en paz)

Me viene a la cabeza una anécdota mientras tecleo. Trabajábamos en un programa de humor, y ese día nos habían excretado en una de esas salas cuya función principal era acoger al público que venía a figurar en el programa. Nosotros estábamos en plena sesión de brainstorming, con todo lo que ello implica: Risas, chistes salvajes, guionistas tumbados en sillones en vez de sentarse correctamente. Entonces entró una persona de producción a regañarnos: “Chicos, por favor, intentad que esto no parezca un campamento de verano.”

Aquello nos ofendió bastante. Nos pedían que mantuviésemos la compostura porque “estábamos dando mala imagen”. Nos habían metido en la zona del edificio “de cara al público ” en la que hacían esperar a las visitas y pretendían que los guionistas estuviésemos ahí, como chimpancés en el zoo, mostrando nuestra mejor cara, muy tiesos, como si tuviésemos una escoba ensartada en el culo.

Mi opinión al respecto podría resumirse en:

Hijos de puta, nuestro trabajo consiste en desvariar, consiste en estar cómodos para poder parir engendros inauditos. Para hacer bien nuestro trabajo tenemos que estar inmersos en ese puto “campamento de verano”. Si entendieseis cómo funciona el proceso creativo, ya os habríais asegurado de refugiar a los guionistas en una sala adecuada, aislada del resto del mundo, en un templo en el que puedan deshinibirse para cagar su magia.

Porque la sala ideal del guionista, en mi opinión, debería ser eso: UN TEMPLO. Un lugar en el que se entra para tener ideas. Un espacio en el que, nada más cruzar el umbral, tu mente cambia de chip y se enfoca en lo importante.

En el (más que recomendable) libro Objetivo Writers Room, Teresa de Rosendo y Josep Gatell describen cómo son las salas de guionistas en Estados Unidos. Allí se escribe en salas cómodas, espaciosas, bien iluminadas, con comida y bebida siempre disponibles. Estoy seguro de que en un ambiente así surgen el triple de ideas.

Me contaron hace tiempo que en Pixar tú decides cómo quieres decorar tu despacho y ellos te construyen gratis la oficina de tus sueños. Saben que vas a pasar la mitad de tu vida en ese despacho y quieren que te sientas muy a gusto en él.

Cuando te hacen trabajar en un cuarto de 20 metros cuadrados sin ventanas, iluminado con luces fluorescentes… llega un momento en que ya no piensas en tener buenas ideas, sino en cuánto tiempo falta para escapar de allí.

Los productores no saben cuanto potencial están perdiendo por hacinar a sus guionistas en habitaciones anti-creatividad.

Yo no pediría catering de comidas y bebidas como los yankies (o como ciertas mesas italianas en ciertas productoras españolas en tiempos de vacas gordas) Esos lujos se me antojan muy lejanos.

Sí me atrevería a proponer tres condiciones para mejorar el ambiente de trabajo del guionista español:

– Que haya iluminación natural en la sala o que, como mínimo, no se trate de iluminación halógena o fluorescente. Esas luces fumigan la alegría de vivir. Si además de eso la habitación tiene ventanas que se puedan abrir para que entre el aire, eso ya sería la polla.

– Que haya espacio suficiente para que puedas decidir si estar sentado o levantarte y pasear por la sala sin parecer un gilipollas. A veces moverte en el espacio físico ayuda a que los pensamientos también se muevan en tu espacio mental, pero si estás hacinado en una habitación minúscula en la que sólo hay dos metros para caminar, nadie lo hará… o sólo podrá hacerlo uno de vosotros.

– Que el sitio sea fijo. Eso de no saber dónde y cuándo tienes que trabajar cada día genera una inestabilidad perniciosa. Existe el mito de que el desorden genera creatividad. Yo, por el contrario, creo que es más fácil ser creativo cuando puedes apoyarte en ciertas rutinas. Sobre todo si te piden (como suele pasar en televisión) una creatividad constante, domesticada, que fluya sin salirse demasiado del tiesto.

La sala de guión de mis sueños reuniría todo lo que acabo de enumerar: Estabilidad, ventilación, buena iluminación, espacio diáfano. No estoy pidiendo champán, ni geishas.

Seguro que dos o tres de vosotros ya estáis buscando tres pies al gato, macullando: “¿Qué derecho tienen los guionistas a reivindicar un templo en el que hacer su trabajo, si luego se van a cafeterías a escribir?

La respuesta es muy sencilla: Cuando un escritor decide escribir en un bar, está buscando un ambiente que le motive, una determinada iluminación, una determinada configuración del espacio, una determinada música. Yo, por ejemplo, he elegido para escribir este post un bar en el que suena blues. Las paredes tienen fotos de Screamin Jay Hawkins.

Cuando curras en una productora o una tele, no te preguntan si quieres blues.

14 comentarios en «EN QUÉ SE PARECEN LA ESCORIA DE UN TRASTERO Y UN GUIONISTA»

  1. También hay que decir que hay productoras que respetan esos espacios. Yo, en BocaBoca o en Diagonal, he tenido espacios amplios y con luz natural. Incluso, en ocasiones, sofá.

  2. pues eso que los guionistas de humor o ficción sois considerados la quintaesencia de la profesión. Los picapedreros de las teclas, los que hacemos programas, que también existimos, estamos en redacciones superpobladas y bulliciosas como el mercadillo de los martes de Toledo

  3. Madre mía.
    Yo que me he leído el libro que recomiendas, se de lo que hablas.
    Con esas salas exclusivas llenas de Snacks, pizarras magnéticas y donde el guionista es el amo del calabozo.
    Esas increíbles “Writer’s Room” aún parecen un sueño lejano aquí.

    Enhorabuena por el artículo. He sonreído durante todo el café.

  4. Desafortunadamente en este nuestro querido país están demasiado acostumbrados a ganar dinero a costa del sacrificio, disconformidad e insatisfacción de los que formamos el engranaje para que esto funcione. Les tenemos muy mal acostumbrados.

    No soy guionista pero trabajo entre cuatro paredes, en pocos metros y sin ver la luz del sol, más que nada porque no hay ni ventanas… eso sí, el coco me tiene que funcionar como si estuviera trabajando para Google, con sus salas de juegos y entretenimiento, vacaciones a todo trapo…

    Pues nada! Tendremos que tirar de imaginación.

  5. ¿Os exigieron compostura? ¿Pero no han visto 30 Rock o qué? Con lo que tiene que molar estar de visita en la tele y encontrarte a los guionistas creando y poder verles! La queja debería haber sido en sentido contrario, a nadie le gusta que le miren mientras trabaja. Bueno, a los actores sí, claro.

  6. Pingback: Writers Room | CLUBE DOS ROTEIRISTAS

  7. Trabajé 15 años para una productora importante acá en la Argentina. Trabajé en unas 10 oficinas diferentes, solo una con luz natural y sólo para los guionistas. Esa me duró un mes. El resto, el show del tubo fluorescente. Horrible.

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