Por Jose A. Pérez Ledo.
Fotos: Nacho Méndez.
Estilismo: García Madrid.
Maquillaje: Ana Landázuri.
–¿Tienes alguna novela en el cajón?
Me lo pregunta Emilio Albi, editor de Planeta, y yo me pongo tan nervioso que le respondo que no, pero que me gustaría tenerla. Él lo pasa por alto y empezamos a charlar sobre lo que me gustaría escribir. Le digo que quizá algo romántico, sin duda algo cómico, una historia generacional tal vez. Le digo muchas cosas y todas muy deprisa. Esa técnica siempre me ha funcionado con los ejecutivos de televisión, porque les confundo y acaban comprándome programas solo para que me calle y salga de su despacho.
De todo lo que digo, Emilio se queda con las palabras amor y generacional. A los que mandan en Planeta también les gustan esas palabras, lo cual significa que tengo luz verde.
Es entonces cuando me pregunto cómo demonios se escribe una novela. Yo no tengo ni idea, pero disimulo. Me pongo muy serio delante del Word y decido cambiar mi Arial predefinida por la sin duda mucho más respetable Times New Roman. Solo un imbécil escribiría una novela en Arial.
Solventada la cuestión tipográfica, decido hacer una sinopsis de un par de folios. Eso me lleva una semana porque, en fin, ¡es una novela! Envío esa sinopsis a la editorial y a ellos les parece bien, así que la amplío a seis folios. Luego a diez. Luego a veinte. Me doy cuenta de que, si sigo desarrollando la sinopsis, acabará siendo más larga que la novela, lo cual no tendría ningún sentido, así que me pongo con la escaleta.
¿Hacen escaletas los novelistas? No tengo ni idea. No me imagino a Pérez Reverte haciendo una escaleta. Claro que tampoco me lo imagino friendo un huevo. Me lo imagino mirando fijamente un huevo, eso sí, hasta que este se rinde y se fríe solo.
(Abro paréntesis.
Esto no es una historia de amor cuenta la historia de Dani, un tipo de 35 años que sufre una crisis vital que le lleva a cuestionar todo lo que creía seguro en su vida. Trata, en definitiva, de los infructuosos intentos de un treintañero por madurar a pesar de sí mismo.
Fin del paréntesis).
En la novela hay dos tramas: una romántico-desastrosa, que es la principal, y otra que Dani comparte con sus padres. Las voy hilvanando en la escaleta, de forma que ambas tengan coherencia interna y respeten la evolución del personaje (ya que comparten protagonista).
Además, la novela contiene un capitulo enteramente retrospectivo donde el protagonista recuerda las principales relaciones sentimentales de su vida (nota al margen: debería demandar a Nick Hornby, ya que él hizo esto mismo en “Alta Fidelidad” veinte años antes que yo).
Los dos principales temas de debate con Emilio son (1) la trama de los padres y (2) el final de la historia.
El problema con (1) la trama de los padres es que, en su opinión, ocupa demasiado. Ya ves tú. A ver qué demonios va a saber de literatura un editor de Planeta. ¿Acaso a él le han llamado para escribir un libro? Me lleva varios mails y un par de conversaciones, y al final decidimos dejar esa trama más o menos como está.
Respecto a (2) el final de la historia, surge la eterna duda de si acabar bien o mal. O sea: ¿hago que los protagonistas se amen para siempre o me ajusto a la prosaica realidad donde, en general, tu pareja acaba siendo un ser despreciable que se lleva a los críos y los pone contra ti? La decisión no es fácil, pero, tras mucho hablarlo, llegamos a un final que, creo, es perfecto para la historia.
Me tomo la construcción de la escaleta con calma, revisándola una y otra vez. La primera versión se conforma de 40 capítulos; la última de 42 (si bien llega a haber una de 46). He calculado que la novela tendrá unas 320 páginas, así que el número de capítulos parece razonable (para que no saques la calculadora te diré que eso da una media de 8 páginas por capítulo, si bien este cálculo es una completa estupidez).
Cuando la escaleta está clara, empiezo a escribir. La Times New Roman me pone nerviosísimo, es la típica tipografía que te mira por encima del hombro, así que vuelvo a la confortable Arial. Escribo por las noches, después de mi Verdadero Trabajo (que consiste, fundamentalmente, en escribir cosas para que la gente famosa por ser graciosa lo sea).
Entonces, cuando la inspiración empieza a soplar vigorosamente las velas de mi fecundidad literaria, me llaman de TVE para que dirija un programa. Como todo el mundo sabe, TVE (o, mejor dicho, esta TVE) no se lleva bien con las musas ni, en general, con nada hermoso, así que mi rendimiento creativo decrece notablemente. No obstante, decido intentar escribir todos los días porque Stephen King siempre lo recomienda y, si lo dice Stephen King, es verdad.
Cuando tengo tiempo, veo películas románticas para buscar patrones (de los que Dani, el protagonista, se burlará constantemente en la novela). Reviso las buenas de Woody Allen (“Annie Hall”, por supuesto, pero también “Manhattan” y “Hannah y sus hermanas”). También vuelvo a ver parte de la obra del guionista Richard Curtis (“Love Actually”, “Cuatro bodas y un funeral”) y clásicos como “Vacaciones en Roma” (película que tiene una cierta relevancia en la historia).
Además, releo alguna novela que, por tema y tono, encajan con lo que quiero que sea “Esto no es una historia de amor”. Es el caso de “El libro de los amores ridículos”, de Milan Kundera, y de “Alta Fidelidad”, de Nick Hornby (momento en el que descubro que, en efecto, el tío tuvo la desfachatez de plagiarme hace dos décadas nada menos).
Según mi contrato, tengo que entregar la novela en dos partes: una primera mitad, en una fecha determinada, y la segunda, meses después. Emilio recibe con entusiasmo el manuscrito (se llama así aunque esté en Arial) y es entonces cuando empiezan las correcciones.
Detecta que un par de decisiones del protagonista están pobremente justificadas, y me pide que las refuerce. Lo hago porque soy guionista de programas y, como tal, no creo en el orgullo autoral (ni tampoco en las vacaciones pagadas, pero eso es otra historia). También encuentra varias incoherencias a lo largo del relato (por algún motivo a Planeta no le gusta que un personaje esté en dos sitios distintos al mismo tiempo; yo me defiendo alegando que la cuántica y que Heisenberg y que el gato de Schrödinger, pero, tras un largo debate, acepto ajustar el relato a la vulgar mecánica newtoniana).
Cuando arreglo todo, la novela va a una correctora (al parecer, lo anterior solo era el calentamiento). Esta me devuelve el documento plagado de sugerencias, la mayoría sintácticas y gramaticales. Hay tantas notas en el control de cambios que mi Word se cierra inesperadamente cada cinco minutos. Me planteo insultar a Bill Gates por Twitter, pero bastante tiene el hombre con eliminar el hambre del mundo.
La correctora me envía también una Tabla Temporal, así la llama, que contiene absolutamente todo lo mencionado en la novela con las fechas en las que debería tener lugar cada cosa. De nuevo el maldito continuo espaciotemporal. Apuesto a que a Philip K. Dick no le hacían estas cosas.
Una vez corregidas las incoherencias, dispongo de un par de meses para hacer una lectura sosegada y añadir o quitar lo que quiera. Hago varias pasadas, y en cada una de ellas, altero palabras, frases y párrafos completos. A estas alturas tengo bastante claro que necesito que alguien me diga: “vale, hasta aquí, para”. Esa persona es Emilio, claro.
Le envío la novela, por fin, acabada.
O no.
Porque, de hecho, todavía faltan las galeradas, que son la pruebas de imprenta donde puede hacerse algún cambio más. Y se hace, vaya que sí. Resulta que las personas de Bilbao (como yo mismo) no hablamos exactamente como los de los alrededores (léase madrileños, castellanos y demás). El protagonista es madrileño, así que me veo obligado a sustituir algún localismo por vocablos centralistas que sean correctamente interpretados por el conjunto de los españoles.
Una semana después recibo un PDF con el aspecto definitivo que tendrá la novela. Son 414 páginas, bastante más de las previstas por mí. Lo que se llama un señor librazo. Me siento un poco mal por el Amazonas, pero, oye, de algo hay que extinguirse.
El proceso total, desde aquella reunión primera, ha durado casi dos años. ¿El resultado? Júzgalo tú mismo. Ojalá te lo pases muy bien.
Puedes leer el primer capítulo de “Esto no es una historia de amor” aquí.
Enhorabuena por tu novela, fresca, inteligente, divertida y si, lo siento también romántica. Tienes un fiel lector esperando la siguiente obra.
Gracias por la endorfinas que me ha dado.
Hola, Javier.
¡Muchísimas gracias por la crítica! Y gracias a ti por leerla.
Gracias por este acertado y divertido resumen del mundillo editorial y de las batallas (internas y externas) a las que todo autor se enfrenta durante el proceso creativo.
Como escritor novel me siento muy identificado, aunque en mi caso haya tenido que saltarme alguna de las etapas.
Enhorabuena por la novela… ¡y suerte ahí afuera!
¡Hola!
Bueno, lo cierto es que las batallas han sido más internas que externas. ¡Mucha suerte con lo que escribas!
¡Enhorabuena! ¡Qué envidia me das! Otros nos tiramos años esperando que alguna editorial conteste a nuestros mails.
Sobre lo que comentas de las escaletas, yo sí las hago. Supongo que es mi de-formación de guionista que me obliga a tenerlo todo bien atado antes de lanzarme a escribir.
Mi proceso pasa por hacer una sinopsis, una escaleta y después un desglose por escenas. Antes las escenas las hacía a mano en fichas de cartón, pero ahora sólo lo hago con las escenas importantes. Luego lo paso todo a scrivener y a partir de ahí, siguiendo la escaleta, voy metiendo nuevas fichas de escenas hasta que tengo toda la novela en fichas.
Luego solo se trata de escribir lo que marca cada ficha, así nunca me quedo en blanco.
¡Hola, Clara!
Lo de las escaletas es neurosis. Sigo sin saber si los escritores “de verdad” las hacen. Supongo que algún día alguien me sacará de dudas. Si es así, haré otro artículo contando mis descubrimientos
¡Un abrazo!
Pingback: Pausa para la lectura - 01.02.16 - Tecleandoando
Gracias
fantástica Blog
Buena suerte
)()*
¡Muchas gracias!
Muchas gracias por las risas :)
¡Gracias a ti por leerlo!
“Solo un imbécil escribiría una novela en Arial”
¡Pero que grande eres!
Disculpa mi franqueza, no te conocía… por ende…(me encanta esta expresión, al estilo Times New Roman y en cursiva) no lo he leído, pero “viendo” cómo explicas el proceso de la novela, me la apunto.
A pesar de mi buen humor es jodidamente difícil hacerme reír con algo escrito y lo he hecho!
Te has puesto, en mi mundo, al nivel de Flint rey de los gullys y eso no lo puede decir todo el mundo ;)
Hola, Aljana.
Si lees la novela, ya me contarás si re ríes. Ojalá sí.
¡Un abrazo!
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