Saltar al contenido

A LOS TÍMIDOS

Por David Muñoz

Aviso: he escrito este texto en un arrebato. Para no sentir tentaciones de reescribirlo entero y a lo mejor acabar por no subirlo, apenas lo he revisado.

Ser tímido es una mierda.

No me refiero a la timidez que de vez en cuando sentimos todos en determinadas situaciones, la timidez que podríamos llamar “normal”. No, hablo de esa timidez que no te deja hacer cosas que querrías hacer, que te paraliza, que te bloquea. La timidez que se convierte en terror cuando te ves obligado a interactuar con otros, especialmente si esa interacción se produce en público. La timidez que te condena a ser figurante en vez de protagonista, que te hace vivir acurrucado, como en si cualquier momento un francotirador agazapado en una terraza te fuera a reventar la cabeza de un disparo. Esa timidez que algunos psiquiatras llaman “fobia social” (aunque otros, como uno que a mí me merece mucho respeto, Guillermo Rendueles, opinan que a denominarla así y convertir la timidez en cuadro clínico, en enfermedad, puede ser contraproducente, contribuir a su cronificación y a que el tímido no deje de serlo nunca).

Yo conozco esa timidez muy bien.
Fui tímido durante muchos años. Aún sigo siéndolo. Solo que ahora, no siempre, pero sí casi siempre, he aprendido a simular que soy una persona normal. Nunca lo seré del todo, pero ya no dejo de hacer cosas que quiero hacer por miedo. O por lo menos solo dejo de hacer algunas. Por ejemplo, jamás podré orinar en un váter público si hay otra persona. Pero bueno, no es tan importante. Siempre puedo esperar a quedarme solo (y si voy al cine, asegurarme de llegar siempre con tiempo).

Si eres guionista, ser tímido es una mierda por partida doble. Esta es una profesión en la que es muy importante relacionarse, conocer gente, saber venderse. Más ahora, con tanta sesión de “pitch” por la que hay que pasar sí o sí si quieres dar a conocer tus proyectos. Y por supuesto, si trabajas en televisión y formas parte de un equipo, saber explicar tus ideas es fundamental. Y todo eso, a mí, durante años, se me dio como el culo. Encima sospecho que tendía a caer mal. Era uno de esos tímidos de gesto duro que más que tímido parecía un borde. Pero si no hablaba, o cuando lo hacía lo hacía de manera brusca, y en un tono mucho más duro del que me habría gustado utilizar, era porque no sabía hacerlo de otra manera.

Pero tuve suerte: un coguionista, Antonio Trashorras, que además de comprenderme y apoyarme, aportaba el don de gentes del que yo carecía cuando empezamos a mover nuestros guiones. Antonio, si lees esto, gracias. Creo que nunca lo he dicho en público, pero ya tocaba. Sin ti quizá nunca habría tenido el valor de salir de mi agujero.

Ahora, me parte el alma cuando veo que entre mis alumnos hay gente con talento que no es capaz de hablar de sus proyectos sin que les tiemble la voz. Y todos los años tengo varios. Me he puesto a escribir esto pensando en ellos.

Porque lo que no pretendo es que esto sea el clásico texto autocompasivo de guionista. Para nada. Lo escribo para explicar que, como he dicho antes, de la timidez se sale. Vale, lo de mear en un váter público para mí es un imposible, pero vaya, que dentro de un par de días voy a estar dando clase a veintitantos alumnos en la universidad, y no solo no lo voy a pasar mal haciéndolo, sino que lo voy a disfrutar. He pasado de no poder hablar en público a dar clase contento. De hecho, lo que ocurre ahora es que cuando me dan la oportunidad de hablar, lo difícil es conseguir que me calle*.

Pero para lograrlo, para salir como salí yo, necesitas esforzarte mucho y, también, probablemente, necesitas ayuda.

La “receta” para ir saliendo es fácil: Debes obligarte a hacer cosas que te da miedo hacer. Una cada cierto tiempo. Sin agobios. No se puede cambiar totalmente de un día para otro. Conviene ir paso a paso.

La primera vez que lo hagas, lo pasarás fatal. Pero poco a poco empezarás a sentirte más a gusto hasta que, incluso aunque no acabes estando del todo relajado mientras haces eso que antes te asustaba tanto, por lo menos serás capaz de hacerlo. Parafraseando a la actriz Carrie Fisher hablando de sus problemas psicológicos: “aunque sigas teniendo miedo, no dejes de hacerlo”.

Recuerdo perfectamente el día en que mi pareja me obligó a pedir algo en un bar. Tenía veinte y pocos años. Hasta ese momento había sido incapaz de dirigirme a un camarero. Fue aterrador. Me tembló la voz, pero lo hice. Y después de hacerlo diez veces, la vez número once ya no me pareció tan importante.

También recuerdo la primera vez que di clase, con las orejas coloradas como tomates y las manos metidas en los bolsillos para que no se notara lo que me temblaban. Aquella clase, en un taller de ALMA, la di también porque otros se empeñaron en que podía y debía hacerlo. En este caso fueron mis amigos los también guionistas Carlos Molinero y Nacho Faerna. Ellos me hicieron profesor. Y sin saberlo, me cambiaron la vida.

La timidez solo se “cura” (o mejora) si el tímido es consciente de que lo es, si no se inventa excusas para justificar su comportamiento (esas del tipo “esto no lo hago porque no me gusta” cuando en realidad sabes que no es así, que te mueres por hacerlo, y no puedes), y empieza a dar pequeños pasos para vencerla.

Como habéis visto por los ejemplos que he puesto, casi siempre también hace falta que te echen una mano. Lo que yo no hice fue algo que ahora parece una solución muy obvia: ir a ver a un psicólogo. En aquella época me resultaba algo muy exótico, una cosa rara que la gente de mi entorno no hacía, una extravagancia de las películas de Woody Allen. Y tendría que haberlo hecho. En muchos casos, la timidez está relacionada con una baja autoestima, y eso puede trabajarse con un psicólogo.

Yo no fui, no supe ir, pero a cambio tuve amigos, mi pareja, gente que me quería, que me ayudó aunque yo no se lo hubiera pedido. No todo el mundo tiene esa suerte.

Sea como sea, si sois tímidos, no dejéis que la timidez os impida ser lo que podéis llegar a ser. Luchad contra ella. El primer paso es el más difícil. Pero es una meta que puede lograrse. Con mucho trabajo, desde luego, pero puede hacerse.

Pensad: ¿qué podéis hacer esta semana que normalmente os dé miedo hacer?

Y hacedlo.

Aunque os tiemblen las manos, aunque se os quiebre la voz, aunque vuestras orejas brillen como dos farolillos chinos… hacedlo.

*El camino para salir de la timidez no es una línea recta. A veces se da un paso adelante y dos atrás. O hay recaídas. A mí me pasa de vez en cuando. El tímido que llevo dentro vuelve a apoderarse de mí. Conviene no obsesionarse con ello y recordar que en este caso sí que se trata de algo excepcional. Además, como las habilidades sociales se dominan mediante la práctica, y el tímido suele haber practicado poco, también ocurre a menudo que al tímido le cuesta medir y a veces habla más de la cuenta. Cuando me ocurre a mí y me agobio lo que pienso es que es mejor hablar de más que no poder abrir la boca.

10 comentarios en «A LOS TÍMIDOS»

  1. Habiendo sido alumno de David, es difícil de creer que haya sufrido de timidez. Creo que en esta profesión muchas veces se confunde la timidez con el miedo al ridículo o al fracaso, sobretodo en la gente que estamos empezando. En mi caso puede que sea a lo segundo, pero gracias al autor de este post (en una de sus mejores lecciones) cuando un guión no gusta, empieza otro.

    1. También estuve en una tutoría de David y bueno, entiendo todo lo que dice. Pero estoy completamente de acuerdo con esto que comentas del miedo a hacer el ridiculo…

  2. José Manuel Herraiz

    Me parece un post acertadísimo, por su enfoque positivo, porque aporta soluciones y, sobre todo, porque está escrito desde la generosidad. El autor muestra sus debilidades, aunque superadas, con humildad y con la única intención de ayudar. Aunque también soy un ex-tímido, me sigo sintiendo muy identificado con todo esto. Y rara vez se trata el tema con esta verdad. Bravo.

  3. Estoy de acuerdo, como actriz que soy considero que el teatro debería ser una herramienta al alcance de todos. Y hacer teatro no significa actuar pero si hacer uso de herramientas realmente útiles para comunicarse que al final es de lo que se trata. Cuando quieras les doy herramientas teatrales a tus alumnos para enfrentarse a sus realidades: conferencias, exposiciones, presentaciones… Enhorabuena por tu texto

  4. Identificada hasta la médula! Sólo que sigo sin atreverme a hacer muchas cosas que me dan miedo/inseguridad…en ese enorme espacio vacío y frio fuera de la zona de confort…aunque he hecho grandes esfuerzos! Al menos he visto una progresión en los 5 pitch que he soltado por mi boca! (Quitando el segundo que lo llevaba poco preparado y con resaca..por lo que ahí me quede con la mente en blanco en medio del auditorio..una experiencia que todo el mundo tendría que vivir al menos una vez)..eso si….a mi no se me ponen rojas sólo las orejas…yo me pongo colorá hasta el corvejón!

    1. Lo peor de las orejas no es que estén rojas (que no lo ves) sino que las notas ARDER. Además, a mí durante una época me sudaban mucho las manos en las reuniones, como al personaje de Nicolas Cage en “Adaptation”. Creo que había una escena en la que era incapaz de darle la mano a una productora precisamente por eso.

  5. Lo de hablar con desconocidos creo que las redes nos lo están curando un poco. O nos están haciendo más tímidos en el cara a cara, no lo sé. Pero este comentario lo pongo aquí y si hubiera que opinar sobre esto en un auditorio ni se me ocurriría… jajaja es otro punto interesante.
    Muy buen post!

Los comentarios están cerrados.

Descubre más desde Bloguionistas

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo