LOS INVISIBLES (I): TOMÁS FUENTES

Por Jorge Naranjo.

El pasado 28 de septiembre se celebró en la sede de ALMA un encuentro de guionistas de programas, empezándose así a dar algo más de voz a uno de los colectivos más invisibles de la televisión. Y es que casi todo el mundo sabe que las series las escriben guionistas, pero muy pocos son conscientes de que detrás de los monólogos de Buenafuente o Wyoming hay tipos devanándose los sesos persiguiendo el mejor chiste, el mejor sketch. Y que no es nada fácil.

Por eso, propuse a los Bloguionistas iniciar esta sección. Y ellos, que además de majos son unos inconscientes, me lo han permitido. A pesar de todo, no quiero que esto parezca algún tipo de acto de justicia poética. Al contrario. Me faltan madurez y conciencia política para intentarlo. Además, disfruto lo mismo escribiendo una serie, un programa o una lista de la compra. Yo solo he venido a abrir una sección para entrevistar a compañeros a los que admiro tanto por su brillantez como por su humildad. Evidentemente, siempre se me acusará de usar este blog para entrevistar a mis amigos. Por eso, he decidido aceptarlo cuanto antes y empezar por uno de ellos: Tomás Fuentes, el primer “invisible”. 

El guionista Tomás Fuentes

Foto: Guillermo Ruiz – www.desenfocado.com

Es el @cap0 en Twitter con casi 30.000 seguidores y durante años fue uno de los encargados de escribir el monólogo de apertura de los Buenafuentes de Antena 3 y La Sexta. En aquella época, también fue la sombra de El Follonero (la precuela de “Salvados”) y en 2013 se le pudo ver recogiendo un Ondas por el programa de radio en el que trabaja actualmente, La Competència (RAC1). Fue uno de los Border Boys de Berto y hoy acompaña a Álvaro Carmona en DaFlowers, defendiendo la capitalidad mundial de Huesca y ser un Bad Boy. Su último refugio se llama “Todo sea eso”, donde se ha rodeado de youtubers. Y es que Tomás Fuentes es muchas cosas pero, ante todo, es fan de la broma.

“Desde la carrera, siempre quise hacer guión, y supongo que los ejercicios en clase tendrían siempre algo de comedia porque, cuando nos repartieron las prácticas, a mí me tocó en El Terrat… Y claro, era mi sueño”. Entonces, Tomás (Barcelona, 1983) vivía en Badalona, estudiaba Comunicación Audiovisual y ya era groupie del barco capitaneado por Andreu Buenafuente. “Tenía sus posters en mi casa, mi nick de Twitter es por un personaje suyo, iba de público a sus programas…”. Tantas horas estudiando a fondo “La Terraza daría sus frutos.

“Empecé en un programa de zapping, buscando pifias, y a los tres meses me ofrecieron quedarme. Al terminar el programa, me fui al paro y justo terminé la licenciatura. Así que me fui a Salamanca para hacer el Master de Guion de la UPSA”. Y la casualidad quiso que una de sus profesoras fuera de El Terrat: “Me dijo que se estaba gestando el nuevo Buenafuente, el de Antena 3, y me preguntó si quería que me propusiera. Le dije que claro, y poco después me cogieron de redactor para la primera temporada.”. El salto al guion llegó luego.

“Fue en el post grado. Hice las pruebas para “Siete Vidas” y me cogieron. Lo comenté en El Terrat y me dijeron que no me fuera. Al parecer, habían hablado con Andreu y les había dicho que me quedara, que no me arrepentiría… Y al día siguiente empezaron a darme cosas de guión: galas, anuncios… Así estuve dos meses. Al tercero, me dijeron que la temporada siguiente estaría de guionista en Buenafuente. Y una vez allí, supongo que le debí caer en gracia a Jordi Évole, que entonces estaba en la dirección del programa, y desde el primer día me puso a hacer el monólogo. Yo era un niñato, pero no estaba solo. Me pusieron con Marcos Mas y Ángel Cotobal, la mejor escuela de guión que pude haber tenido, y desde el primer día ya escribía el monólogo. Es decir, la pieza de mayor responsabilidad, el editorial de Andreu… Un lujazo”.

Poco después, llegaría Berto. “Recuerdo la primera etapa como un aprendizaje de la hostia y una época muy divertida. Había dinero, así que podíamos hacer lo que quisiéramos. Pero cuando llegó Berto, todo fue a más. Las cosas que no encajaban con Andreu porque igual eran demasiado locas, Berto sí las hacía. Y encima, muy bien. Por otro lado, creo que uno de los grandes secretos de Berto es que era guionista. Él se pasaba ocho horas en la redacción y luego se bajaba a hacer el programa. Eso era fantástico, porque todo lo que hacía pasaba por él, le ponía su sello único y personal. Y salían cosas maravillosas”.

Pero también hay crisis. No hay guionista que no las tenga. Y en el mundo del humor, debido a su rapidez y estrecho margen con la actualidad, no se escapa nadie. “Con cada guionista es diferente. A mí me pasa cíclicamente, como un par de veces al año. Entonces, siento que se me han acabado los chistes, que ya lo he hecho todo. Ten en cuenta que llevo once años haciendo un programa diario de actualidad, entre Buenafuente y la radio. Así que igual ya he escrito todos los chistes de la independencia que soy capaz de hacer… Pero de ahí la grandeza de currar en equipo, porque cuando uno está así, el otro tira del carro y no pasa nada”. Otra herramienta es tirar de oficio. “Detrás de un chiste de Falete, hay un guionista en apuros. Es el recurso fácil, pero siempre funciona. Igual que los chistes escatológicos. Si no sale nada, también son válidos. Prefiero eso que la hoja en blanco. Con los años, aprendes a torear situaciones así. Hay una entrevista de Conan O’Brien a David Letterman en la que el primero preguntó cuál era su mayor miedo en el mundo de la comedia. Y Letterman contestó que, tras 17 años haciendo un late, su mayor miedo era que alguien se diera cuenta de que era un farsante… A mí también me pasa”.

De todas formas, su sitio ahora no está en la nocturnidad de un late, sino en las mañanas de “La Competència” un programa radiofónico que en Cataluña se ha convertido en un ciclón. “Tenemos cerca de un 50 de share. Las diez emisoras siguientes se reparten el otro 50. Se ha convertido en un fenómeno de masas”.

Y ya que éste es un blog sobre guión, no está mal asomarse al ritmo de trabajo del programa. “A nivel de curro es una locura. Somos tres guionistas y en tres horas tenemos que escribir más de veinte páginas con una cantidad de chistes muy bestia. Además, como el programa se emite desde las 12 a la 1, a las 9 de la mañana ya tenemos que estar cerrando la escaleta por whatsapp y contándonos de qué van a ir los sketches. Al ser de actualidad, no podemos preparar nada el día anterior. Es contrarreloj total. Suenan los pitos horarios de las 12 y todavía estamos afinando el últimos chiste, el último sketch… A veces ha empezado el programa y los presentadores no tienen todavía el guión. Así que se lo lanzamos y ellos empiezan a leer como si no hubiera pasado nada”.

Y claro, a ese ritmo, el bloqueo no existe. “La verdad es que no tengo tiempo para asustarme de la página en blanco. Si me pasara diez minutos pensando por donde empezar, luego no tendría tiempo para terminar, así que prefiero ir poniendo lo que sea y luego, ir borrando. Yo empiezo a poner chistes sabiendo que igual luego no funcionan, pero que me ayudan a avanzar. Si me quedase veinte minutos pensando el chiste perfecto, tendría veinte minutos menos para lo demás. Por supuesto, otra opción es pedir ayuda al compañero para que te ayude con el remate y él, al momento, te da la clave. Y tú: ah, claro, era esto”.

De todas formas, un guionista con 29.700 seguidores en Twitter no es lo más invisible que se puede encontrar, pero ayuda a explicar la relación entre la red social y la artesanía del chiste. Según Tomás, más allá del reconocimiento y la multiplicación de retuits, Twitter sirve para pulir el estilo. “Para el guionista de comedia es una herramienta genial para muchas cosas como, por ejemplo, probar referentes. En la época de las pulseras Power Balance, empecé a ver que mucha gente las llevaba y dudé de si en Buenafuente funcionaría un chiste sobre eso porque no sabía si la gente ya las conocía lo suficiente. Así que ponía en Twitter un chiste y, si veía que había aceptación y que había retuits, entendía que ya era algo que estaba en la calle. Por el contrario, si el chiste pasaba desapercibido, es que era pronto para hablar del asunto. Además, es una herramienta maravillosa para pulir porque solo tienes 140 caracteres. A mí me gustan los chistes directos. Cuantas menos palabras, mejor. Un ejemplo de esto es Álvaro Carmona, que tiene su propio método. Álvaro escribe el chiste primero en una hoja de papel y luego empieza a tachar palabras. Si el chiste sigue teniendo sentido y se entiende, la palabra sobra. Hasta que finalmente se queda con las palabras mínimas para que el chiste tenga gracia. Bien, pues en Twitter ocurre igual. Es una manera de condensar una idea en 140 caracteres”.

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Foto: Guillermo Ruiz – www.desenfocado.com

Pero Twitter es solo un paso. Hace años que el humor encontró una autopista en la red e incluso la hasta hace poco incuestionable televisión empieza a temer el crecimiento de “monstruos” como Youtube: “Tuve que estudiar lo que hacían El Rubius y otros porque no quería quedarme sin curro en tres o cuatro años. Supe que tenía que entrar ahí, así que empecé a investigar… Al principio me sonaba todo a chino, pero de vez en cuando encontraba algo que había hecho El Rubius que sí me gustaba… Y conforme iba viéndolo, entraba en su mundo y al final, de alguna manera, llegué a entender el éxito que tiene”.

Esa curiosidad le ha llevado a juntarse con otros youtubers y preparar un show del que no puede decir mucho pero del que sí se conoce ya el título: “Todo sea eso”. “No puedo decir nada todavía, pero vamos a hacer un espectáculo nunca visto en Internet”. En cuanto a ser invisible, Tomás lo tiene claro: “Para mí, es una ventaja estar en la sombra. Yo soy guionista, escribo, no hablo delante de la gente. De hecho, en la radio tengo un micrófono delante y puedo hablar cuando quiera, pero no estoy cómodo del todo. Soy mejor escribiendo que hablando. Para mí, estar escribiendo para Andreu, para los Óscars o para quien sea y que el chiste obtenga un aplauso ya es una satisfacción. Por otro lado, cuando leen un chiste y hay un silencio tan bestia que puedo oír a mi madre haciendo la cena desde su casa, la mierda se la comen los que dan la cara, los que están en pantalla, no el guionista. Así que para mí es una ventaja total. No me gustaría estar haciendo un monólogo ante cuatrocientas personas, hacer un chiste y que no entre. Eso es terrible. A mi me preguntan mucho por qué no hago monólogos y la respuesta es porque me da pánico. Tengo la necesidad de estar en la sombra. He hecho fracasos en los que menos mal que no era yo el que la cara, porque luego me costaría mucho que confiaran en mí de nuevo como presentador. Al propio Andreu le costó años volver a la tele. En cambio, todos los guionistas teníamos curro. Al ser una cara visible la gente te ama desproporcionadamente, te odia desproporcionadamente y se olvida de ti desproporcionadamente. Es mucho más complicado subsistir dando la cara que estando detrás, que siendo invisible”.

2 comentarios en «LOS INVISIBLES (I): TOMÁS FUENTES»

  1. El mejor reconocimiento que se puede dar a un guionista de programas es que la gente piense que no hay guión. Yo soy guionista de ‘En la tuya o en la mía’ y la mayoría de la gente con la que hablo y se lo digo piensan: “Vaya, yo creía que no había guión”. Esto es como los árbitros de fútbol, cuando no se nota que están es que lo han hecho bien.

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