Por Antonio Trashorras.
Hace unos días me enteré de que Sony Pictures Animation había dado luz verde a un proyecto de largometraje basado en los denominados emojis. Sí, esas socorridas caritas amarillas, nietas del ya cincuentón Smiley, cuya gama expresiva en permanente crecimiento tanto está colaborando al retroceso de la capacidad de expresión escrita del ciudadano medio. Tal noticia detonó en mi cerebro un recuerdo, nítido como la certeza de que bien poco vale el talento sin algo de chiripa; la escena evocada data de hace unos tres años y la protagonizan Diego Puertas y Alejandro Pérez, quienes, sentados frente a mí, me cuentan con entusiasmo y un grado de detalle a veces, por qué no decirlo, exagerado, un proyecto que difícilmente podía sonarme mejor, y, por una vez, no sólo en el aspecto creativo, sino, qué demonios, también en el comercial. Aquel proyecto era… bueno, mejor que lo veáis:
Vaya… Así que hace tres años estos dos españoles ya tenían tan avanzado un proyecto básicamente idéntico a ese que no tardando mucho nos llegará de Hollywood e invadirá buena parte de nuestras pantallas comerciales. En realidad, no. Porque Diego y Alejandro, habían concebido ese proyecto hace ONCE años; es decir, en aquellos lejanos tiempo de los emoticonos del Messenger, de los foros de Internet, del talante… A partir de esa idea crearon unos personajes, urdieron una serie de historias y llenaron cientos de páginas con los detalles de un universo entero. Un trabajo redondo (JÁ). Supongo que los guionistas del proyecto de Sony, a poco que se estrujen el bulbo pensando en una mundo donde todos sus habitantes son esféricos (y amarillos) llegarán a parir algunas, sino bastantes, de las ideas que se les ocurrieron a ellos durante aquel período.
Diego y Alejandro escribieron y dirigieron el “teaser” entre 2005 y 2006, animado nada menos que por Enrique Gato (“Tadeo Jones”), y que aunque sólo se vio en círculos muy pequeños, y siempre buscando vender el proyecto, gustó lo suficiente en España como para incluso llevarlo en inglés hasta Cannes y Hollywood atrayendo un primer interés por parte de varias productoras.
Y si todo iba tan bien… ¿qué pasó para que “Emo” no llegara a producirse? Ellos me han contado la historia, aunque sin entrar en demasiados detalles. Recurriendo de nuevo a la memoria trataré de resumirla: ellos siempre quisieron hacer una serie con capítulos de media hora, tramas de “continuará”, en 3D y de contenido adulto. Por supuesto se toparon con todos los impedimentos del mundo. En algunos sitios les dijeron que no querían historias que abarcasen más de un episodio, ya que eso anulaba la posibilidad de emitirlos y reponerlos desordenados (¿os suena “Los Simpson”?). Tampoco faltaron quienes quisieron convertir “Emo” en un producto exclusivamente destinado al público infantil (las pelotitas esas, tan monas…), aunque ellos ahí dijeron “basta”. Estaban dispuestos a negociar todo lo referente al formato (barajaron diversas posibles duraciones para los capítulos, e incluso un posible argumento de largometraje), a suavizar algo el “teaser” (por ejemplo, eliminando las palabrotas, aunque quienes pedían eso eran, curiosamente, los que más se reían con ellas), pero a lo que no estaban dispuestos era a llegar tan lejos con los cambios como para alterar por completo el espíritu inicial de la idea.
Cuando me lo enseñaron a mí, ellos habían realizado una (desafortunada) cesión que tuvo bloqueado el proyecto durante tres años, sin al final siquiera llegar a desarrollarse. ¿”Development hell”? No, peor.
Fue de todo esto de lo que me acordé al ver aquella noticia del proyecto de película protagonizada por emoticonos. Puede que Sony le saque tanta rentabilidad a esta idea como hicieron con “Lluvia de albóndigas”, “Hotel Transylvania” o “Los pitufos”, pero nadie le quitará a dos españoles la satisfacción de haberla tenido antes que ellos. Mucho antes. Sí, sé que esta última frase es una idiotez mayúscula, y lo que Diego y Alejandro querrían es haber podido materializar su idea hace años, en el momento en que, no nos engañemos, resultaba de verdad original. No hay más que ver de nuevo el “teaser” para imaginar el bombazo que aquello hubiera representado en la animación española. Es más, no me extrañaría que cuando dentro de un año o dos veamos el “trailer” de la multimillonaria producción americana pensemos que, manda narices, en el fondo nos sigue haciendo más gracia aquella cosita hecha aquí, la misma en la que ningún productor confió lo suficiente como para apostar por ella, tal cual era.
VIVA ESPAÑA
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