Por Juanjo Ramírez Mascaró.
Voy a empezar con eso que llaman “autopromo” o “spam”, pero os prometo que durará poco y servirá de excusa para reflexionar sobre un tema que genera no poca discordia.
Acaba de finalizar el rodaje de DEUS EX MACHINA, un largometraje lowcost dirigido por Fernando Osuna, protagonizado por Nacho Guerreros y Jorge San José. El guión de la peli lo escribí yo… hace casi trece años.
Fue uno de los primeros guiones que parí, recién salido de la universidad. Mi combustible era esa ingenuidad gracias a la cuál uno ignora que aún no está preparado para escribir guiones.
El engendro resultante terminó, como tantos otros, encerrado en un cajón. Pero nunca se marchó del todo de mi cabeza. Había muchas cosas en él que me gustaban: La locura de la trama, el ritmo frenético, las posibilidades de lucimiento que ofrecía a los actores. Por otra parte, el guión gustó en su día a la gente que lo leyó, recibió muy buenas palabras y envejeció bastante bien en el recuerdo. Por todo ello, cuando supe que el productor de la peli (Paco San José) buscaba un guión fácil de rodar, con pocos actores y pocas localizaciones, propuse desenterrar esta historia y darle un lavado de cara. Parece que el texto, trece años después, ha vuelto a gustar. Yo, sin embargo, al volverlo a leer he sentido una tremenda vergüenza ajena. Ajena porque tengo casi la sensación de que lo escribió otra persona: El Juanjo de hace trece años, a quien no he parado de insultar mientras redactaba mis notas al director, proponiendo cambios, correcciones o… yo qué sé… quemar algunas páginas y rociar las cenizas resultantes con lejía.
A veces me gustaría inventar una máquina del tiempo para viajar al pasado y meterle un par de hostias al Juanjo de hace trece años. Recuerdo que aquel hijo de puta estaba contento con el guión que escribió. Luego intento mirar las cosas con perspectiva y llego a la conclusión de que todo sucede como debe suceder: Aquel imbécil tenía que escribir aquella primera versión tal y como la tenía en su cabeza, luego aquellas páginas debían reposar durante trece años… y si es ahora cuando llega el momento de retomarlo, de reescribirlo, de enderezarlo y producirlo… por algo será.
Los cambios que ha sufrido el guión son de distintos tipos. Por un lado el director Fernando Osuna le ha buscado un final distinto y un trasfondo más acorde con los tiempos que vivimos ahora (que ya no son los del año 2002). Por otra parte se han tenido que integrar en la trama elementos como Facebook, Instagram… fenómenos sociales y tecnológicos que no existían ni se concebían cuando el guión se escribió, pero que hoy día son imposibles de obviar en una trama como la de DEUS EX MACHINA.
Sin embargo lo más obsoleto de aquella primera versión de guión no es la ausencia de redes sociales, ni la situación político-económica de España. Lo que realmente me ha provocado náuseas al releerlo son…
… los putos diálogos.
No es que el Juanjo de ahora tenga precisamente la receta para escribir buenos diálogos, pero al menos intenta no cometer ciertas aberraciones que aquel Juanjo primerizo de hace trece años sí cometía y que en mi opinión cometen muchos guionistas profesionales consagrados. Ya os imagináis a qué me refiero: Eso de hacer que los personajes hablen como si fuesen actores americanos doblados al español.
Lo de los diálogos es complicadísimo. Por algo en muchas producciones contratan guionistas especializados en desarrollar las tramas y luego dialoguistas que, como su propio nombre indica, se especializan en hacer que la gente hable como tiene que hablar.
Y ni siquiera es siempre fácil decidir cómo tiene que hablar esa gente. Ya sea por pura convención, ya sea por las claves emocionales que exigimos a cada género, los personajes no hablan igual en sitcom que en drama, en este siglo o en otro. Recuerdo haberle leído al bloguionista Natxo López un texto sobre algo realmente interesante: Durante el desarrollo de la serie Hispania tuvieron que pararse a reflexionar sobre cómo iba a hablar aquella gente. En el siglo II antes de Cristo no se hablaba castellano. Ninguno de nosotros ha escuchado jamás a nadie de esa época. Estamos acostumbrados a escuchar a Russel Crowe haciendo de gladiador hispano en inglés, y estamos aún más acostumbrados a escuchar al doblador de Russel Crowe pero, ¿cómo deben escribirse los diálogos de un lusitano anterior a Cristo para que un actor español los pueda defender con comodidad?
Si me obligan a generalizar me atrevo a decir que todos deberíamos haber crecido escuchando a Azcona y a Berlanga. Y que nuestros hijos deberían crecer escuchando a Guerricaechevarría y De la Iglesia.
Pero el mundo real no se lleva demasiado bien con las generalizaciones y cada proyecto nace prisionero de sus propias circunstancias. En el caso concreto de DEUS EX MACHINA una de esas circunstancias puede resumirse en que la peli debía rodarse cuanto antes, y yo últimamente no tengo tiempo ni para pararme a respirar. Me he limitado a proponer cambios y ceder el marrón de reescribir a Fernando, el director, y a estas alturas también coguionista.
Y ya que nos poníamos a delegar, fui un paso más allá: Consentí e incluso supliqué que los diálogos se reescribieran durante los ensayos, respetando el contenido original pero variando el estilo, permitiendo a los actores encontrar la voz del personaje con la que se sintieran cómodos.
Llegados a este punto es posible que algunos se lleven las manos a la cabeza. Existen en el gremio guionístico muchos defensores a ultranza del “guión de hierro”. Se da por hecho que los actores no deberían cambiar ni una coma, y es evidente que ese modus operandi da muy buen resultado en ocasiones. Ahí están las pelis de Billy Wilder para demostrarlo. Sin embargo, lo que funciona en una peli de Billy Wilder marchitaría una serie de Larry David.
Pongamos otro ejemplo: Muchos elogian los ingeniosos diálogos del guión de Cazafantasmas. Según tengo entendido, la mitad de esos diálogos fueron improvisados por los cómicos durante el rodaje.
Yo confío sinceramente en que DEUS EX MACHINA se convertirá en una buena película. Espero que las virtudes del guión tengan algo que ver con ello, pero no son ésas las únicas virtudes necesarias para que una peli funcione. Si confío en ello – al menos en este caso – es porque el proyecto cuenta con un buen equipo técnico y artístico: gente capaz de entender la historia y hacerla crecer como la propia historia pide hacerlo.
Esta clase de cosas me hacen pensar (de una manera un poco incómoda) y llego a algunas conclusiones (muy endebles)
En primer lugar, creo que esos folios llenos de letras que llamamos “guión” son la semilla, y la semilla siempre contiene el árbol en su interior, pero el ser vivo resultante no es únicamente producto del ADN de esos folios: influyen también el clima, el abono, quién riega el árbol, quién lo poda. Quizá los genios sean capaces de convertir el simple taco de folios en una receta infalible para construir el árbol perfecto. Los demás quizá debamos asumir que no tendremos el control total, que lo lógico es que nuestro trabajo sólo sea la primera capa de una historia que seguirá reescribiéndose en los ensayos, en el rodaje, en el montaje. Lo más probable es que el guionista no tenga voz y voto en todas esas fases posteriores a la semilla, y eso nos aterra. Los guionistas somos criaturas bipolares, al mismo tiempo los más inseguros del planeta y los más arrogantes. Tendemos a pensar que somos los más listos de este mundillo, tendemos a pensar que cualquier decisión alternativa a la que habríamos tomado nosotros va a ser por definición peor que la nuestra. Y más grave todavía: Creemos que por el simple hecho de que la historia empezó en nuestras cabezas, nos pertenece a nosotros más que a nadie. Somos como esos padres y madres que no aceptan que sus hijos abandonen el nido y se casen con alguien que no son ellos.
¡JA!
Cuando esa historia exige el esfuerzo y el dinero de decenas o centenares de personas para ver la luz, no te pertenece sólo a ti. Si quieres contar cosas TUYAS, escribe una novela, o un poemario.
Además, ¿cuándo tendremos la garantía de que nuestro criterio es el adecuado? Cuando yo escribí ese guión hace casi trece años creía haber hecho un buen trabajo. A lo mejor el Juanjo de dentro de trece años lee las cosas que escribo hoy, atendiendo a mis criterios actuales, y se lleva también las manos de la cabeza.
Hay una cosa que me ha pasado muchas veces, sobre todo en televisión: Propones una idea de ésas de “intentar hacer tu trabajo de guionista lo mejor posible” y te la rechazan con argumentos como: “Es que eso es arriesgado porque seguro que el actor no lo va a hacer bien”, o “Es que los de Arte lo van a hacer mal y va a quedar cutre”.
Por supuesto que hay que escribir conociendo las limitaciones inherentes al proyecto, y por supuesto que muchas veces te tocará escribir para actores inútiles y directores de arte incompetentes, aunque os contaré un secreto: Lo más probable es que nosotros, los guionistas, seamos igual de incompetentes e igual de inútiles. Porque el ser humano tiende a la inutilidad, al menos en España, pero eso está cambiando en los últimos años y bla, bla, bla. O puede que simplemente llevemos demasiados años concibiendo este curro “en equipo” como un curro en el que cada equipo es experto en minusvalorar a los demás e ir por su cuenta. Puede que a menudo los de arte, los de maquillaje, los de producción… contemplen el trabajo de los guionistas como un germen de problemas, un marrón que les llueve y hay que quitarse de encima con el mínimo esfuerzo posible. Pero también es probable que muchos guionistas trabajemos como si el único aporte creativo válido en una historia fuese el nuestro, como si el resto de departamentos fuesen únicamente hormiguitas dispuestas a obedecer sin personalidad alguna. Y es obvio que debe haber alguien que filtre las aportaciones de todo el mundo, llámese director, llámese showrunner… pero tener a tantas mentes trabajando en un proyecto y no escucharlas me parece un despropósito. Estoy convencido de que tanto en España como fuera de ella las obras que realmente merecen la pena son obras en las que se ha confiado en la capacidad creativa DE TODO EL EQUIPO (o como mínimo en todos los cabezas de equipo) Esa capacidad que todos deberían tener para comprender la historia que se está contando y hacer lo necesario, desde cada parcela particular, para que esa historia funcione lo mejor posible. Las cosas se cuentan bien cuando los actores entienden que lo que se cuenta está por encima de su lucimiento personal, cuando los realizadores entienden que a veces el plano más molón no es el mejor para contar lo que hay que contar… y cuando el guionista entiende y acepta que el árbol que ha plantado lo va a regar y a podar mucha otra gente.
A toda esa gente hay que fomentarle y EXIGIRLE el amor por contar esas historias que contribuye a contar. Si, por poner un ejemplo, un maquillador no tiene interés en contar historias a través de su trabajo, que se dedique a maquillar cadáveres. Si un guionista no acepta que otros aporten personalidad a sus historias, más le vale escribir un blog, un libro, un cuento, un diario… o hacerse una paja.
Hace bien poco nos pegó una paliza cierto director que nos daba clases precisamente por los diálogos, en los que, entre otras cosas, volcábamos información a mansalva. Me sirvió de mucho, aunque sigo peleándome por hacerlo un poco mejor. Los personajes son, a estas alturas me lo parece, lo más difícil de escribir no por cómo actúan, si no precisamente por cómo hablan. Darles ese toque que los diferencie y se perciba en el papel, es chungo. Richard Price lo hizo del cagarse en “The wanderers” y tenía 25 años. Pero, claro, es verdad que el actor termina haciendo suyo el papel y es cuando creo que toma forma definitiva la silueta difusa que uno tiene en la cabeza. La novela tiene el problema de que es precisamente un “guion de hierro”. Sin embargo, los guiones cinematográficos creo que deben nutrirse precisamente de cada uno de los que forman parte de la producción. Si la cadena de profesionales que tienen un guion entre manos aportan lo mejor que saben, seguro que el producto final es mucho mejor del que resultó después de darle a la tecla onanísticamente. El cine es capas, ¿no? Y respecto al pasado, al presente y al futuro de un creador, eso creo que pasa siempre. ¿Acaso pensamos que cuando uno publica un best-seller es lo primero que ha escrito en su vida? Cómo me jode esto… Hay que aprender, equivocarse, mejorar y, por supuesto, enseñar a los que vienen detrás. Y así hasta el infinito. O hasta que esta bola de barro se vaya a tomar por culo.
Gracias por tus palabras. Con respecto a la novela, además, hay una diferencia. Está escrita para ser leída, no para sonar en alto. La percepción del ritmo de los diálogos no viene tan impuesta. Incluso es posible que nos active áreas del cerebro distintas.
Pues nunca había pensado en ello. Interesante reflexión. Sin embargo, mi ideal de novela se acerca a lo cinematográfico, lo cual no quiere decir que sea ni mejor ni peor. Goldman lo hace genial en “Marathon Man”, o Harper Lee en “Matar un ruiseñor”. También recuerdo “El cartero siempre llama dos veces”. Son novelas con una potencia visual fascinante y unos personajes tan vivos que solamente necesitan una piel hueca para tomar forma precisa. Gracias a ti por leer mi comentario y por responder.
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