POR EL BULEVAR DE LOS SUEÑOS LÚCIDOS

inceptionpasillo

Por Juanjo Ramírez Mascaró.

Hace poco empecé a entrenarme para tener sueños lúcidos. Imagino que la mayoría de vosotros estáis familiarizados con el término, pero lo explico por si acaso:

Sueño lúcido es aquél en el que sabes que estás soñando. Es relativamente sencillo tenerlos, y con un poco de práctica el soñador puede incluso llegar a controlar el sueño.

Sí: Igual que en la peli de Origen, o igual que en la peli de Dreamscape (que contaba una historia similar a la de Nolan un cuarto de siglo antes, ya en los años ochenta)

dreamscape

Existen incluso emisiones de ondas cerebrales que (en teoría) favorecen el sueño lúcido.

No obstante, la mayoría de las técnicas para lograr el sueño lúcido se basan en “educar la mente” cuando estamos despiertos: Acostumbrar al cerebro a preguntarse cada equis tiempo “¿Estaré soñando?” y chequearlo efectuando una serie de comprobaciones.

Por ejemplo:

– Si estás soñando y te miras la mano, es probable que no cuentes cinco dedos, sino algunos dedos de más o algunos dedos de menos.

– Si estás soñando e intentas leer algún texto dentro del sueño, es muy probable que no consigas leerlo.

– Si estás soñando y miras un objeto, y luego apartas la mirada, y esperas unos segundos y vuelves a mirar… es muy probable que el objeto haya cambiado o haya desaparecido.

Comprobaciones para todos los gustos, y casi todas ellas con la misma finalidad: Establecer una rutina casi compulsiva en la que nuestra mente dude constantemente de la realidad, en la que se pregunte casi por inercia si no estará soñando. Se supone que si tenemos suficientemente arraigada esa costumbre, también acaberemos preguntándonos si soñamos dentro del propio sueño, haremos por inercia las comprobaciones habituales… y rechinarán.

Os aseguro por experiencia propia que funciona. Si alguien tan indisciplinado como yo puede conseguir sueños lúcidos, cualquiera puede.

En mi caso empecé a obtener resultados a las pocas semanas. Al principio tenía sueños en los que dudaba si estaba o no soñando, pero sin llegar a una conclusión clara. A los pocos días tuve sueños en los que era consciente de soñar, pero no podía controlar lo que sucedía en ellos. Luego llegó esa fase en que me vi capaz de tomar decisiones, en que me pregunté si podía volar… y volé.

¿Qué fue lo que hice a continuación?

Dejé de entrenarme para tener sueños lúcidos.

¿Por qué?

Por motivos que – creo – tienen cierta relación con este arte nuestro de contar historias. Como no me canso de decir, soy de ésos que piensan que nuestro inconsciente es más sabio que nuestra parte consciente: procesa más información, está en contacto con “poderes ancestrales”. También opino, como tantos otros, que los sueños son un mecanismo a través del cuál ese inconsciente nos informa, nos guía, saca los monstruos de los sótanos, pule las obsesiones, insinúa los caminos a seguir…

Surge entonces la pregunta inevitable: ¿Cómo va a desempeñar el inconsciente su función si lo acorralamos incluso en el mundo onírico? ¿Hasta qué punto no es eso un golpe de estado?

El inconsciente tiene cada vez menos jurisdicciones en nuestro día a día. ¿Conviene seguir cerrándole puertas? De repente, tras esas tímidas primeras incursiones en la “lucidez onírica”, intuí cierto peligro en ello. Por eso abandoné la idea de controlar mis sueños y me quedé satisfecho con una cosa híbrida: Intentar ser más consciente de ellos, pero sin obsesionarme por dominarlos. Ahora tengo sueños lúcidos de cuando en cuando, pero vienen ellos a mí, cuando lo estiman oportuno, sin que yo lo decida de antemano. Mi conciencia asiste a esas sesiones como una invitada que lo tiene muy clarito: Se está paseando por casa ajena.

El resultado son sueños híbridos, realmente interesantes desde el punto de vista personal y también desde el punto de vista narrativo.

Nunca he tomado peyote ni ayahuasca: Si alguna vez lo hago os diré si la sensación es la misma. De momento me limitaré a relatar brevemente uno de mis sueños semi-lúcidos a modo de ejemplo:

ponyo

Estoy buceando en el mar, en una especie de arrecifes de coral impresionantes, entre peces enormes de unos tres metros de largo. De repente empiezo a pensar que a lo mejor estoy dentro de un sueño. ¿Qué detalle hace saltar la alarma? Si mal no recuerdo: Me doy cuenta de que puedo respirar bajo el agua.

Como si el sueño percibiese que he descubierto el truco, el decorado cambia justo en ese instante: Ahora estoy en un pasillo de hotel similar al de Origen, que a su vez es similar al de Paprika. Avanzo por el pasillo como flotando, como si este nuevo ecosistema también consistiese en nadar. Desde el otro extremo del pasillo se me acercan (también flotando) un par de hombres trajeados. Parece que quieren agarrarme y de repente tengo una certeza: Si uno de ellos me toca, despertaré del sueño.

paprika

Uno de los tipos trajeados se acerca flotando hasta mí, alarga las manos para agarrarme…

… y yo no se lo impido.

ME AGARRA.

Me despierto en mi cama con el hombre trajeado aún agarrado a mí, convulsionándose entre las sábanas. Yo deduzco lo que le pasa: Como no me ha soltado a tiempo, me lo he traído conmigo a la realidad, pero no está preparado para sobrevivir en el mundo de la vigilia. No es su elemento. Es como si a cualquiera de nosotros nos soltaran en la atmósfera de Marte sin traje de astronauta. Por eso se convulsiona como un rabo de lagartija.

Le rompo el cuello al señor trajeado para que deje de sufrir y me levanto de la cama. Estoy en mi piso. Todo parece demasiado real pero una parte de mí sabe que eso que está ocurriendo no es normal. Debo estar soñando todavía.

Me miro las manos y cuento los dedos. Cinco en cada mano. Diez en total. Es lo normal. ¿Eso quiere decir que estoy despierto? ¡Pero no puede ser!

Desvía la mirada. Desvía la mirada y vuelve a contar los dedos.

Desvío la mirada. Vuelvo a contar los dedos.

Siguen siendo diez.

Pero de pronto… una de mis dos manos empieza a vibrar, cada vez más deprisa… y a causa de la vibración surgen en ella dos o tres dedos más. Ahora tengo doce o trece dedos.

Creo que en ese momento desperté.

Las conclusiones personales que puedo sacar de un sueño híbrido como éste me las guardo para mí. En cuanto a las conclusiones narrativas, creo que esta historia habría desembocado en algo demasiado absurdo si hubiese estado totalmente dominada por el inconsciente… y habría dado lugar a algo demasiado plano, predecible… si mi yo racional hubiese tenido pleno control sobre lo que sucedía en el sueño.

Lo interesante de las historias, en mi opinión, suele hallarse en ese equilibrio maravilloso, tan precario… entre esa parte de nosotros que controlamos y esas fuerzas internas que escapan a nuestro control.

Esto abriría la veda para uno de esos sempiternos debates de “reglas sí” VS “reglas no“. Podríamos usar las conclusiones que se extraen de estos sueños híbridos para argumentar a favor o en contra… pero creo que eso iría contra la filosofía del post.

5 comentarios en «POR EL BULEVAR DE LOS SUEÑOS LÚCIDOS»

  1. Esta noche he tenido un gag involuntario en un sueño y me he acordado de esta entrada.

    Estando yo en Marruecos (en el sueño, que yo estaba en mi cama sobado), en un pueblecillo no muy grande, oigo decir que viene el alcalde y la gente empieza a animarse por la noticia. De tal manera que se prepara un recibimiento informal, muy del estilo “¡todos somos contingentes, pero tú eres necesario!”.

    Y, aunque el origen es precisamente alqáḍi (juez), a mi cabeza no le debe cuadrar que se use esa palabra en Marruecos… así que ha tenido que maquillarla un poco y el resultado ha sido: “Alc-Alláh” mucho “más árabe” aún, dónde va a parar. Además, como madrileño, da pie a más humor absurdo.

  2. Jajajaja. Yo en ocasiones sueño con ideas para relatos, guiones… y dentro del mismo sueño, consciente de estar soñando, me digo a mí mismo: “Cuando despierte tengo que escribir esto.” Normalmente cuando uno se despierta y lo analiza a la luz de la vigilia, resulta que la idea no era tan buena como parecía, pero en un par de casos sí que acabé escribiendo una idea que había tenido en un sueño.

  3. Pingback: El síndrome de la memoria exótica | Tomar la vida en serio

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