Saltar al contenido

¿PUEDO CONTAR UNA HISTORIA SIN EL PERMISO DE SUS PROTAGONISTAS?

por Carlos López

“Mi nombre es Eva y resido en Madrid. (…)Me estaba planteando la posibilidad de escribir un guión basado en un hecho real ocurrido en España hace cuarenta años, con protagonistas con nombre y apellido… Y me preguntaba si en este caso es posible simplemente escribirlo ya que los hechos son de conocimiento público y hacer una adaptación o si es necesario contactar con los protagonistas para obtener su permiso.

Muchas gracias. Un cordial saludo,
Eva”

La respuesta a tu consulta, Eva, es fácil, clara y directa: sí. Claro que puedes. Si los hechos son conocidos por el público o han aparecido en los medios de comunicación, donde probablemente tú misma has tenido noticia de ellos, su relato es también de dominio público y no necesitas autorización de nadie. Además, por si lo anterior no fuera suficiente, como narradora –guionista, novelista, dramaturga, inventora de ficciones en general– nadie te niega legalmente tu derecho a fabular con esas historias por todos conocidas, a alterar sus datos a tu entera libertad para con ellos alumbrar una obra nueva, tuya.

Suena bien, ¿verdad? Pero que puedas hacerlo no significa que eso no vaya a causarte problemas o que sea lo más conveniente. Al menos, no en todos los casos. Y como siempre, todo dependerá de qué historia se trate, de cuándo ocurrió, de si sus protagonistas o herederos están vivos, de su dimensión pública, de la repercusión que pueda tener tu obra o si de tu enfoque alguien puede sentirse perjudicado, por citar algunos de los elementos en juego.

Nadie puede negar tu derecho a contar el asesinato de Carrero Blanco, el crimen de Puerto Hurraco o un robo que apareció en las páginas interiores de un diario de provincias y cuya sentencia es, como todas las sentencias, de contenido público. De la misma manera que nadie puede quejarse si un fotógrafo publica fotos tuyas cuando te desnudas en una playa, a la vista de todos. Pero en cualquiera de esos casos, nadie puede negar tampoco el derecho de los protagonistas del caso a demandarte. Y pueden hacerlo por varios motivos.

¿Por qué me van a demandarme si me limito a contar lo que pasó?

En primer lugar, y esto es lo que más puede interesarte cuando te sientes a escribir ese guion, porque es imposible contar la versión estricta y aséptica de los hechos: vas a verte en la necesidad de inventar situaciones, personajes y diálogos que no han aparecido públicamente. Conversaciones de dormitorio, personajes que no corresponden exactamente con los originales, frases que nunca dijeron… Y además, todo ello manipulado, en el buen sentido del verbo, para que la historia tenga un sentido y un interés. Por ejemplo: en la vida de cualquiera hay docenas de personas necesarias para entenderla, pero en una ficción que adaptase esa vida ese número de secundarios sería inútil, además de inabarcable. En el primero de los casos, mira en esta noticia lo que opinaban los familiares del hombre que dio lugar a la historia que cuenta Intocable, con cuyo final feliz no comulgan, así como tampoco ven con buenos ojos que ellos no salieran bondadosamente retratados. Lógico. Ponte en su lugar. Millones de personas mirando la historia y ellos, que formaron parte de ella, no aparecen. O no reciben un céntimo, que eso también es una buena razón para intentar la demanda.

(Entre paréntesis: puede que cuentes con el permiso de los protagonistas… pero hay más personajes importantes en la historia, y otros que decidirás borrar sin preguntarles, claro, y otros a los que corresponde el papel de antagonistas, y a estos difícilmente vas a convencerles para que te dejen convertirlos en –con perdón– los malos de la película)

Ese enorme guionista que es Scott Alexander (que ahora tiene en pantalla Big Eyes y también firmó, con el mismo compañero, Larry Karaszewski, las notables Man on the moon, Ed Wood y El escándalo Larry Flint, todas basadas en personajes reales) cuenta algo de esa batalla del narrador contra la realidad en esta estupenda entrevista, en la que reconoce que Larry Flint tenía tres abogados, pero en la película se resumieron en uno solo para que su pelea tuviera cierto sentido del espectáculo.

El doble de Larry Flint y el abogado que vale por tres.
El doble de Larry Flint y el abogado que vale por tres.

Así que te pueden acusar de haber tergiversado la historia, o de haber inventado partes que no son de conocimiento público.

Supongamos que no te inventas nada, que todo lo que cuentas está contrastado y refrendado, aunque tu guion sea aburrido como un ladrillo. Bueno, pues incluso así pueden demandarte. ¿Por qué? Porque consideran que has dañado su honor o su reputación.

Aunque lo que cuentes sea verdad.

No podrán acusarte de calumnias, pero aunque tú demuestres punto por punto que no incurres en falsedad, te puedes buscar un problema. Quizá a los que te demandan no les importe que el juez, al final del proceso, vaya a darte la razón. De momento, la demanda les deja cumplir el papel de víctima, les otorga sus cinco minutos de fama y, con suerte, les procura el contrato de algún programa televisivo. O quizá, simplemente, esa demanda a la postre inútil viene a curar la herida que tu intromisión les ha causado, sea la que sea.

Hay que decir, no obstante, que los jueces tienen en cuenta algo tan inaprensible como la libertad de creación, y que esgrimiéndola como un derecho propio un guionista no tiene por qué ser fiel a la verdad, ya puede el protagonista de los hechos sentirse agraviado. Hace casi dos años, la Audiencia Provincial de Madrid rechazó la demanda interpuesta por la hija de los marqueses de Urquijo, “por intromisión ilegítima en el derecho al honor y la intimidad personal y familiar” contra los autores de la Tv movie El crimen de los marqueses de Urquijo. Tal como contaron los medios (aquí, por ejemplo) la demanda era algo serio, porque la hija de los marqueses se quejaba de que la serie televisiva daba a entender que ella tuvo parte en la autoría del asesinato. Pues bien, la justicia estimó que, aunque “la película deja cabos sueltos e interrogantes”, “no hay imputaciones directas en boca de ninguno de los personajes ni tampoco cabe deducir que se pueda llegar a esa conclusión de las expresiones utilizadas en los pasajes que se destacan en la película”.

Guionistas y productores respiraron aliviados.

Por todo lo que acabo de contarte, entenderás que no es tan extraño que para adaptar historias reales el guionista trabaje casi al dictado de un informe jurídico, cuyas recomendaciones conviene seguir casi al pie de la letra: cambiar nombres, diálogos o giros aunque con ello te alejes de la historia real, con tal de cubrirte las espaldas de cara a una posible acusación.

Con todo esto no quiero asustarte, ni mucho menos, no siempre hay que andarse con tanto miramiento ni todas las historias tienen por qué acabar en litigio, ni siquiera en discusión privada. Puedes lanzarte a escribir tu historia, manejarla a tu antojo sin dejar contaminar tu imaginación y tu talento por una empatía con los personajes reales que a veces termina por ser un lastre. Y cuando pongas el fin, cuando realmente has averiguado por qué querías contar esta historia que, de alguna manera, ya estaba contada, entonces miras hacia atrás y valoras los pros y los contras de buscar la colaboración de los protagonistas o ni siquiera intentarlo. Hay historias en las que vas a tener enfrente a los que las vivieron, sí o sí, que se van a negar a que tú las cuentes porque no quieren exponerse al ojo público, sobre todo si en el relato de los hechos figuran como culpables.

Pero en la mayoría de las historias contar con la colaboración de los protagonistas es más que recomendable. Te contarán mil y un detalles jugosos para un guionista, que siempre anda buscando la vida cotidiana de sus personajes, algunos tan increíbles que te obligarán a replantearte la credibilidad de la historia por muy reales y fidedignos que sean; aportarán a tu relato un punto de vista que no habrás encontrado en las noticias de los periódicos, y el punto de vista es quizá el elemento más necesario en un guion de estas características; y estarán a tu lado, y al lado de la serie o película, cuando se presente y haya que responder ante el público y los medios de la veracidad de todo lo que estás contando.

Piensa, por ejemplo, en el papel que jugó en el nacimiento de la película Lo imposible, en la construccion de su guion y en todas las tareas de promoción la madre real de la familia cuya tremenda historia cuenta la película: la presencia de María Belón otorgaba, qué duda cabe, mayor veracidad a la película. Y ese marchamo de veracidad también es algo necesario para que tu proyecto llegue al espectador.

María y Naomi, realidad y ficcion, de la mano en la promoción de Lo Imposible.
María y Naomi, realidad y ficcion, de la mano en la promoción de Lo Imposible.

En mi caso, en más de una ocasión he tenido que adaptar historias reales y lidiar con algunos de los asuntos que en esta respuesta he tratado de resumirte. Así fue en Los años bárbaros, en Horas de luz, en 11-M y en alguna más. Y si mi experiencia te sirve de algo, te sugiero que contactes con los protagonistas de los hechos, o con alguien de su entorno, lo antes posible (a no ser, como indico más arriba, que de antemano supongas que van a situarse en contra de la adaptación). Lo habitual es que, una vez que la película entra en producción, firmen un contrato de colaboración que viene a refrendar su compromiso con el proyecto y compensar, también, las horas de insomnio que tu proyecto les va a provocar. Después de esa firma, sólo te queda sacar el portátil y preguntar.

Una última prevención: cuando alguien recibe la llamada de un guionista que se muestra interesado en contar su historia, a menudo siente un cosquilleo, una vocecita que le repite que Hollywood ha llamado a su puerta. Se ve a sí mismo en la alfombra roja de los Oscar y da por hecho que la tele y el cine mueven millones y que la fortuna, con toda justicia, ha llamado por fin a su puerta. Ya puedes contarle que tú cobras una miseria y que aún ni siquiera sabes si el proyecto encontrará financiación. Disolver esa expectativa será, con toda probabilidad, la primera de tus tareas. Pero de eso, si te parece, hablamos otro día.

8 comentarios en «¿PUEDO CONTAR UNA HISTORIA SIN EL PERMISO DE SUS PROTAGONISTAS?»

  1. Yo prefiero tener la colaboración de los interesados. Así lo hicimos por ejemplo en Raphael y en Rescatando a Sara. Sin embargo en Soy el Solitario nos negamos a presentar la versión del atracador de bancos y nos centramos en la historia que nos contó la Policía y la Guardia Civil. Eso sí, cambiamos el nombre real del atracador y los lugares del atraco los variamos. Eso ayuda.
    Por lo visto hay una sentencia de Pídele cuentas al Rey favorable a la productora y al guionista que ha creado jurisprudencia. No está mal añadir ese texto de inicio “basado en hechos reales, pero las circunstancias se han modificado para la ficción” o algo así. Cógete alguna miniserie y míralo.

    1. Gracias, Manuel. El primer consejo del abogado suele materializarse en un rótulo, y suele ser (aquí y en Hollywood y en todas partes) un enunciado que aclara que aunque está basado en hechos reales, éstos han sido modificados o los personajes no corresponden con los reales, etc… Suele ser una venda que se pone antes de la herida: por si alguien reclama, que en la propia obra figure el aviso.

  2. Qué interesante artículo, Carlos, y además me llega en un momento en que quiero adaptar un suceso ocurrido en los 60 en México, en los que hubo sentencia pero no conseguimos encontrar a los condenados. Lo curioso es que la información de internet (wikipedia y otras páginas de crímenes famosos) es diferente a las noticias de los periódicos de la época. Pero es que además la información de los periódicos de entonces son contradictorios… Ya no sé si quiero contar la historia como basada en hechos reales, sólo inspirada, o hacer una pura ficción (pero es que los nombres de los protagonistas verídicos ya son espectaculares). En mi primera versión los hechos están suavizados para volverlos verosímiles…

    Comparto 24 MENTIRAS un documental firmado por Olaf González, José Miragall y Antoni Castelló que aborda los límites de la ficción con reflexiones de Elías Querejeta, Juan José Millás, Elvira Lindo, José Luis Sampedro, Icíar Bollaín, Isaki Lacuesta.

    Saludos!

    1. Gracias, Martin, sobre todo por compartir el docu de Olaf, que no conocía. Y suerte en tu empeño adaptando sucesos.

  3. Pingback: Los derechos de autor de una obra - techleo

Los comentarios están cerrados.

Descubre más desde Bloguionistas

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo