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EL SKETCH DEL AEROPUERTO

ruedatarot

Por Juanjo Ramírez Mascaró.

No me gusta escribir movidas excesivamente autobiográficas, pero a veces uno mira hacia atrás, contempla su vida en perspectiva y llega a la conclusión de que no sólo hay una historia, sino también una enseñanza, una parábola, un simulacro “todo a cien” de cómo funciona el universo.

Esto no se lo he contado a casi nadie, en parte porque algunos detalles de la historia me hacen sentir cierto pudor, cierta vergüenza. En parte porque hasta ahora no me había dado cuenta de cómo están hilados entre sí los sucesos que voy a intentar relataros.

Hace casi tres años me llamaron para un curro de guionista, MUY bien pagado, para una conocida televisión generalista. Exigían incorporación inmediata. Yo les dije que estaba MUY interesado, pero tenía comprado un billete para viajar a Fuerteventura dos semanas más tarde. La motivación de ese viaje era, en mi opinión, muy noble: Conocer a mi nuevo sobrino. Mi hermana salía de cuentas justo en esas fechas.

Así pues, antes de aceptar el curro les comenté a mis futuros dueñ… jefes que tenía comprado ese billete desde hacía casi dos meses, que coger ese avión implicaría estar fuera únicamente tres días laborables y que en esos tres días estaba dispuesto a entregar el doble de material trabajando a distancia.

Me dijeron que no. Que les parecía inadmisible que alguien se ausentase a la segunda semana de entrar en una serie, que en tan poco tiempo no iba a poder asimilar el tono lo suficientemente bien para poder trabajar desde casa, que eso iba en contra de la política de la productora, que etcétera.

Los argumentos me parecieron sensatos, pero hubo algo en el tono en que me respondieron que me tocó un poco los cojones, hablando bien y pronto. Se percibía un subtexto de: “Te vamos a pagar un sueldazo, no tienes derecho a quejarte, a partir de ahora serás propiedad nuestra.”

Rechacé el trabajo.

Les dije, con todo el tacto del que fui capaz, que prefería irme a Fuerteventura a conocer a mi sobrino que trabajar para ellos.

Me sentí muy bien con aquello… y media hora más tarde me sentí fatal. Me había cerrado a mí mismo (y en mis propias narices) la puerta más prometedora que se me había puesto por delante. Había quedado como un cretino arrogante ante una productora de las gordas y había despreciado un sueldazo cuando mi situación económica no era precisamente envidiable.

El día que volé a Fuerteventura lo hice casi con culpabilidad. Por si fuera poco, el parto de mi hermana se estaba retrasando. Cabía la posibilidad de que regresase a Madrid sin siquiera conocer a mi sobrino.

Hiciste bien“, me autoengañaba. “Da igual si este viaje tiene sentido o no. Has luchado por tus putos principios.

En vuelo se retrasó (“Si se retrasa una semana a lo mejor incluso conozco a mi sobrino “, pensé) así que me tomé una cerveza en el bar del aeropuerto. Y entonces sucedió: El precio abusivo de la cerveza, combinado con esa cola de gente esperando a pagar, cada uno con su bandeja como en los comedores de la cárcel… Todo eso me dio una idea para un sketch. Y me gustó tanto que hasta me dio rabia el hecho de que ya no trabajaba en ningún programa de sketches.

Mes y pico más tarde la “gran serie” que rechacé cayó en picado y casi en la misma época me hicieron una prueba de guión para un programa de sketches. En esa prueba decidí escribir la idea del bar del aeropuerto, con dos cojones. Era un sketch loquísimo, pero se ve que cayó en gracia…  y me contrataron.

El sueldo era algo más bajo que el de la serie que había rechazado, pero el program duró mucho más tiempo. Cuando ya llevaba varias semanas currando para ellos, me confesaron que me habían elegido gracias al “sketch del aeropuerto”, y en esa misma conversación el coordinador se envalentonó: “Vamos a hacerlo. No podemos grabar en aeropuerto, pero se puede falsear.

Se grabó, se emitió…

y está mal que yo lo diga, pero fue un éxito. Quizá algunos de vosotros lo hayáis visto (tiene casi tres millones de visitas en Youtube) Cuando a ese programa le tocó renovar temporada me renovaron también a mí como guionista, y me subieron el sueldo. En la reunión en la que me comunicaron la buena nueva se mencionó el “sketch del aeropuerto”.

Nunca habría escrito ese sketch si no hubiese viajado a ver a mi sobrino, y nunca habría hecho ese viaje si no hubiese rechazado aquel trabajo tan tentador.

PERO LA HISTORIA NO TERMINA AHÍ.

Algunos meses más tarde me contactó una chica por Facebook. Teníamos un amigo común y gracias a él se había enterado de que yo era el guionista del “sketch del aeropuerto”. Empezamos a mensajearnos, empezamos a intimar, nos conocimos en persona… y gracias al “sketch del aeropuerto” esa chica se convirtió en mi novia.

Para comprender esta historia en todo su esplendor tenéis que saber que es todo mentira. Todo lo que acabáis de leer es inventado. Porque los escritores somos así: Muy de contar grandes mentiras para intentar explicar grandes verdades.

3 comentarios en «EL SKETCH DEL AEROPUERTO»

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