por Juanjo Ramírez Mascaró.
Éste no era el post que pensaba escribir esta semana, pero ha surgido un imprevisto: Se me ha jodido el ordenador.
Lo malo de que tu ordenador decida irse al carajo en días festivos es que ésos son precisamente los días que tenías reservados para trabajar en cosas que no puedes gestionar durante los días laborables como, por ejemplo, escribir el post de Bloguionistas.
Los escritores no somos los seres más prácticos del planeta, así que… estoy escribiendo este post en el móvil.
De repente me ha resultado interesante la idea de escribir en el móvil un post sobre tener que escribir un post en el móvil, a ver si con suerte la realidad explota.
Y ya de paso aprovecho para compartir una serie de reflexiones que le asaltan a un guionista cuando se queda sin ordenador.
La primera reflexión es: ¿Realmente merece la pena seguir con Mac? Ésa es fácil de responder. Todo parece indicar que seguiré abonado a Mac, como un gilipollas.
La segunda reflexión es: ¿Hasta qué punto hemos permitido que la tecnología nos convierta en lisiados? La escritura es una de las artes menos sujetas a condicionantes materiales. Solemos presumir de que sólo hace falta una servilleta y un boli para crear un mundo, pero resulta que si queremos injertar ese nuevo mundo nuestro en este otro que compartimos con los demás humanos, necesitamos interfases, engranajes compatibles. El auténtico límite de la creatividad humana es nuestra necesidad de adaptarnos a los demás pa que nos hagan caso.
Cuanto más se complica un sistema, más esclavos somos de él. Hemos creado un mundo en el que un escritor sin ordenador portátil es poco menos que un tullido, cuando anteayer un tullido de los de verdad sólo necesitaba tinta, papel y pluma para escribir el Quijote.
No me malinterpretéis: No me gustaría volver a los tiempos de Cervantes. De hecho estoy seguro de que si Cervantes conociese las ventajas de escribir en un portátil se dejaría sodomizar por todos los turcos de Lepanto para conseguir uno. Sería muy divertido verle luego, cuando se le agotase la batería y descubriese que en el siglo XVII no hay tomas de enchufe.
Sin embargo me parece interesante que cada cierto tiempo nos sobrevenga una de estas catástrofes de juguete para demostrarnos que tampoco se hunde el mundo y que, efectivamente, lo esencial de nuestro oficio se puede hacer con un papel y un lápiz, o incluso con mucho menos que eso.
Esta situación me recuerda a otra que viví hará un par de años. Me embarqué en un proyecto muy loco y muy bestia con el director César del Álamo. Se trataba de escribir una secuela apócrifa de “El más allá” de Lucio Fulci. El proyecto estaba maldito. El tito Lucio nos gastaba muchas putadas desde su más allá particular. Los ordenadores se rompían, la conexión a internet dejaba de funcionar justo en el momento en que había que enviar el material. Incluso terminamos ambos físicamente enfermos, con fiebres inexplicables… pero ésa es otra historia.
El caso es que mi “necesidad” de escribir aquello era tal que me dije a mí mismo: “¡Al carajo! Si no me funciona el ordenador, me voy a un bar y empiezo a escribir el guión en el móvil.” Y sí: Las primeras diez o doce páginas de ese largometraje están escritas en el móvil. Tardé unas dos jarras de cerveza en escribirlas y tras ello el tito Fulci decidió que a lo mejor merecíamos un voto de confianza. El ordenador se arregló solo, misteriosamente. Me volví muy loco adaptando los formatos del móvil al universo Celtx, pero el guión ya estaba en marcha.
Aquello sirvió para recordarme algo: Cuando estás realmente ilusionado con algo, a las excusas les cuesta echar raíces. El impulso creativo se abre camino como los dinosaurios de Parque Jurásico. Es lógico que necesitemos rodearlo de ciertos protocolos para hacerlo compatible con el componente industrial de nuestro oficio, pero la semilla… ¡La semilla sólo necesita un poco de pasión! Lo demás es casi (casi) burocracia.
Me acuerdo de pronto del prólogo de Golpe en la Pequeña China. Ese prólogo que les obligaron a rodar para lavar la imagen de su protagonista. Les quedó maravilloso. Terminaba con el personaje de Victor Wong emitiendo rayos con sus manos para demostrarle a un abogado escéptico que la magia existe. Luego le decía que eso era sólo una demostración de andar por casa, pero que todas las grandes hazañas mágicas empezaban así: Por muy poquito.
Luego llega el trabajo duro, la ingeniería audiovisual… pero de alguna manera, el ADN que se inscribe en todas las células del proyecto es ese “muy poquito”, esa semillita que se puede poner en marcha escribiendo en una servilleta, o en un móvil.
Nos adiestran para que luchemos contra las excusas con sufrimiento y sacrificio personal. A veces me pregunto si no sería más efectivo aprender a enamorarnos de nuestros objetivos. No incidiré sobre ello porque ya escribí algo parecido el mes pasado. Aprovecharé la poca paciencia que os quede para comentar otra conclusión a la que he llegado con esto del ordenador roto:
Como os decía, escribo esto aprovechando un día festivo. Mi intención era aprovechar también para avanzar en un proyecto que me he comprometido a finiquitar en breve. No contaba con que Murphy se iba a mear en mi ordenador. Sin embargo, ha ocurrido algo curioso: Llevo semanas avanzando muy lentamente en ese proyecto, como víctima de una especie de bloqueo. Y ahora, cuando de repente sé que no puedo sentarme a escribirlas, me surgen todas las ideas en torrente. Somos unos animales muy rebeldes, muy de morder manzanas cuando nos dicen que no las mordamos. O quizá se debe simplemente a que es complicado que la mente se relaje cuando el teclado la observa con el rabillo del ojo como diciendo: “Ahora vienes y lo concretas.”
Podría seguir durante muchos más párrafos filosofando sobre mutilaciones y ordenadores rotos, sobre si los guionistas nos estamos convirtiendo en cyborgs, si gran parte de nuestra vida y nuestra funcionalidad depende de prótesis tecnológicas, sobre si nos hemos vuelto demasiado dependientes o sobre si simplemente hemos olvidado que no lo somos tanto.
Pero no puedo quedarme a desbarrar sobre esas cosas, porque ahora me toca averiguar si es posible programar un post en WordPress desde el móvil.
P.S: Revisar un texto en WordPress desde el móvil es ETA.
¡Muy bueno, sí señor!
Dependemos demasiado de las tecnologías… Es normal en cuanto a que nos ahorran trabajo y nos ayudan en esto de escribir.
Y no me extrañaría que Cervantes perdiera la cabeza por un portátil,jajaja.
Muchas gracias, Victoria Eugenia! Ya tengo ordenador nuevo, pero todavía titubea. Para Cervantes sería maravilloso, pero yo necesito algo más de él.
Toda mi admiración por escribir semejante número de palabras desde el móvil. He visto en cada tilde cómo elegías el caracter en la pestañita esa que sale en el móvil y me he visto buscando las exclamaciones e interrogaciones del principio por todos los teclaos del móvil. Que igual no es pa tanto, pero a mí me pone de los nervios.
En todo lo demás muy de acuerdo!
Se puede anotar y escribir con muchos objetos, pero para reescribir la verdad es que el ordenador parece lo mejor (el modelo casi no importa si le damos a guardar de cada poco:).
Coincido también en que los obstáculos a veces nos revelan cuánto queremos un objetivo.
Tiene gracia Juanjo Ramírez. Algo parecido me pasó a mi http://wp.me/p58seZ-1n
Me ha encantado. ¡Gracias!
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