por Juanjo Ramírez Mascaró.
Uno descubre que deja de ser joven cuando conoce a otros guionistas que sí lo son: Compañeros que están empezando en esto y que, de repente, sin previo aviso ni anestesia, me preguntan cuál es la mejor manera de entrar en este mundillo.
Me lo preguntan como si yo conociera la respuesta. A mí, que a día de hoy, cada vez que me cuelo en “el mundillo” me pellizco en el brazo porque no me lo creo.
Si alguien te mira como si realmente creyese que tienes una respuesta para algo, asúmelo: Ya no eres joven.
Es peligroso tener respuestas. Me viene a la memoria una viñeta de humor gráfico que vi hace tiempo, en la que un cubo de Rubik se volaba la cabeza porque se había resuelto a sí mismo.
Escribo este post porque, peligrosa o no, últimamente he dado con una respuesta que, de momento, a mí me vale:
¿Cuál es el mejor camino para alcanzar el éxito en el audiovisual?
EL QUE MENOS TE PARALICE.
En los pocos años que llevo dedicándome a esto he escuchado muchas historias de gente que se ha consagrado y cada uno cuenta un cuento distinto. Ésa es, en mi opinión, la demostración de que hay muchas puertas por las que entrar, muchas ventanas por las que trepar… incluso muchos tabiques que pueden ser atravesados.
Conozco gente que se abrió paso en el mundo del cine porque empezó a mandar guiones por correo a productoras (y gustaron). Conozco gente que ha llegado hasta donde está porque entró en una productora desde lo más bajo y fue creciendo gracias a su talento y al trabajo duro. Conozco gente que empezó a hacer webseries en internet contando lo que les daba la gana y como les salía de los mismísimos, y alguien se fijó en ellos haciéndoles llegar una oferta jugosa. Conozco gente que ha medrado a base de caer bien a la gente adecuada, acudir a las fiestas adecuadas, confiar en la gente adecuada. Conozco gente que ha sabido “ganar la partida” con una sola jugada gracias a una visión estratégica que le permite triunfar asestando un único golpe, bien planificado, en el momento oportuno, en el lugar oportuno (es lo que en kung fu llaman “el estilo de la serpiente”) pero también conozco a gente que triunfa gracias a su tesón incombustible, gracias al pico y pala, gracias a levantarse tras cada caída (es lo que los cinéfilos llamamos “¡vamos Rocky! ¡No te rindas!”)
Lo que decía: mil caminos, mil flancos por los que asaltar la fortaleza. ¿Qué tiene en común toda esa gente? Que lo ha intentado. De una manera u otra. Es gente que se ha mantenido en movimiento y no ha permitido que ningún agorero la paralice. Si eres de los que espera el éxito sentado en su sofá mientras lee manuales de “pensamiento positivo” y sobre cómo la física cuántica ha demostrado que bla, bla, bla… yo te diría lo siguiente:
Cuanto más avanza la física cuántica, más similitudes comparte con la filosofía taoísta. Y según los taoístas, el movimiento genera vida, salud, fertilidad; la ausencia de movimiento, por el contrario, genera enfermedad y decadencia. El agua que fluye en el río es agua sana. El agua que se estanca se pudre, se corrompe, se envenena.
(Inciso: No, no soy taoísta. Soy más de Golpe en la Pequeña China)
Por eso he llegado a esta conclusión personal y la voy a repetir a modo de estribillo:
EL MEJOR CAMINO ES EL QUE MENOS TE PARALICE.
Ese camino es distinto para cada persona. A mí, por ejemplo, me paraliza más rellenar un formulario del Ministerio de Cultura que escribir un largometraje o intentar rodar una peli sin presupuesto. Tengo amigos a los que les sucede lo contrario.
Creo que todos, independientemente del camino elegido, llegaremos a la meta tarde o temprano siempre y cuando nos mantengamos en movimiento.
No os desaniméis si alguien os dice que ese camino que os nace de las entrañas no lleva a ningún lado. Tampoco os desaniméis si el camino resulta no ser fácil o si los frutos no llegan pronto. Es peligroso dejarse engañar por los cuentos de hadas facilones. El hecho de existan golpes de suerte no implica que éstos sean la norma. Llegar y besar el santo es la excepción.
Si los astros se te alinean y das con uno de esos golpes de suerte, agradécelo y trabaja duro para conseguir surfear esa ola hasta el final. Mientras no sea así, no desanimes: Lo normal es avanzar poco a poco, paso a paso, piedra a piedra, peldaño a peldaño.
Como anticipaba más arriba, yo me siento imbécil cuando alguien me pregunta qué hay que hacer para abrirse camino en este mundillo. No sé qué contestar porque tengo la impresión de que yo mismo llevo años intentando abrirme paso sin conseguirlo. Cada vez que digo que soy guionista o escritor, me siento un impostor. Sin embargo, cuando miro hacia atrás y contemplo el camino recorrido, me doy cuenta de que he avanzado más de lo que creía.
Si permanecemos varios años junto a un árbol tendremos la sensación de que no crece, porque aunque lo haga de manera constante, lo hace muy lentamente. Pero si grabas el árbol durante varios años y luego reproduces el vídeo a cámara rápida, te asombrará lo mucho que ha crecido el mamón. ¡Cómo se ha transformado ante tus narices sin que te dieras cuenta!
Nuestras vidas son un poco como ese árbol. De vez en cuando conviene detenerse unos minutos, mirarlas con perspectiva, reproducirlas a cámara rápida… Entonces el “Joder, han pasado cinco años y no he hecho nada con mi vida” se transforma en “¡Joder, qué cantidad de cosas han pasado en estos cinco años!”
Hago ese experimento cada equis tiempo desde que me lo sugirió un buen amigo: Imaginar qué pensaría de mí el Juanjo de hace cinco años, o qué pensaría de mi situación actual el Juanjo que estudiaba en la universidad para dedicarse a esto. Es un ejercicio terapéutico, porque normalmente descubres que te has convertido en muchas de las cosas con las que soñaba convertirse aquel chaval. Lo que ocurre es que cuando llegas a ciertas metas llegas a ellas demasiado cansado y tras abrirte paso entre demasiada mierda. Incluso puede que esas metas, vistas de cerca, no te parezcan tan atractivas ni tan idealizables. Habría que ver a Jessica Rabbit recién levantada y en pijama. Sucede también que el ser humano está diseñado para no conformarse. Cuando alcanzamos una meta, dicha meta se esfuma y reaparece a diez kilómetros de distancia, como un fuego fatuo. Porque quizá las metas sean precisamente eso: El fuego fatuo que guía al caminante, la zanahoria ante los ojos del burro, el combustible que nos mantiene en movimiento.
Ese movimiento del que hablábamos más arriba, tan necesario.
Creo sinceramente que si te mantienes en movimiento con la actitud adecuada… aunque tengas la sensación de haber estado caminando en círculos… habrás estado caminando en espiral.
La suerte no es la norma
El Pico y la Pala acaban llevando a algún lado… siempre.
Muchas gracias por éste Post.
Gracias a ti. ¡Sigamos picando y cavando!
Me encanta la foto que ilustra el post. Uno siempre dice la verdad, el otro siempre miente… ¿cuál es la puerta que lleva al centro del Laberinto del Mundillo?
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