Por Luis Gamboa.
A diez mil metros de altura, de vuelta a México tras mis últimas vacaciones en España, tuve una revelación. Durante los aproximadamente once minutos que mis hijas durmieron a lo largo de un vuelo de diez horas, logré ver un poco de una peli. Una chica la tenía puesta en su Ipad, en el asiento de delante. Ella la oía con auriculares, yo no oía un carajo, pero el mero hecho de ver a David Hasselhoff bendiciendo la relación gay de su hijo, capitán del equipo de fútbol, mereció la pena. Era, lo habéis adivinado, “Fuga de Cerebros 2”. Lo que me vino a la cabeza durante esa alucinación epifánica es que sí, los mejores nos vamos de España, volamos libres (más de diez horas, en clase turista, con niñas gritando, viendo “Frozen” catorce veces) para demostrar, lejos de nuestras fronteras, todo el talento que tenemos dentro. Fuga de Cerebros, vamos. Durante ese instante loco me sentí parte del mismo equipo que Luis Buñuel, Max Aub, el grupo Parchís o nuestra querida Rocío Dúrcal (o su hija, Shaila). Grandes artistas españoles que llegaron a México a triunfar. Es entonces cuando volví en sí, y me di cuenta que, para eso, quizá deba triunfar primero… o ser artista.
Llegué a México hace casi dos años. A día de hoy, a pesar de muchos intentos, de bastantes “casis”, he trabajado, fundamentalmente, en telenovela. No en los clásicos culebrones, estilo “Rubí”, que se ven en España (ojalá) Lo mío fueron telenovelas producidas por Argos, una productora que aspira a contar historias un poco más comprometidas, un poco más reales. Eso no significa que sean muchísimos mejores que los cuentitos telenoveleros de toda la vida, pero sí se puede decir que son distintos. Un amigo mexicano, escritor y director, me dijo que los escritores de Argos éramos “los escritores de izquierdas” de México. De nuevo dejé volar la imaginación y me sentí parte de una tradición de escritores talentosos y comprometidos, de Italo Calvino, de Lillian Hellmann, de, no sé, ese tipo de autores de chaqueta de pana con coderas. Otra vez regresé a mis cabales. Recordé que soy un migrante privilegiado, un soso padre de familia, un señorito de Neguri, y, encima, coguionista de “Campamento Flipy”, una de las peores películas españolas de 2010. No lo digo yo, lo dijeron los votantes de los premios Yoga1.
A pesar de tanto palos que me estoy dando, juro que vine a este país por motivos familiares, no porque en España nadie me diera trabajo. Mi último curro como guionista en Madrid fue en Bambú, en “Imperium”, una serie rodada en los míticos estudios Cinecitta de Roma, con los mejores actores, productores, decorados… que, ok, sí, fue un fracaso espectacular. De audiencia, digo. Nunca me lo he pasado mejor ni he aprendido más, pero, sí, fue fatal. Mierda. Se me acaba el argumento y la metodología.
Sé que algunos mexicanos piensan que tuve que salir corriendo de España porque nadie me quería contratar. Es normal que lo hagan. Sé también que si algún día regreso, la gente del mundillo español pensará que me ha ido mal de este lado. Cuando llegue ese día, si llega, seré un acabado aquí y allá. O sea, que si tengo dos continentes puestos de acuerdo en que soy un acabado… quizá sí lo sea. Pediré confirmación en Asia, África y Oceanía, a ver qué dicen.
Muchos guionistas españoles me han preguntado si podrían encontrar buenos trabajos aquí en México, si yo les recomiendo venir. ¿Quién soy yo para responder eso? Sí, tío, vacía tu casa, vende tu coche, convence a tu pareja y vente al otro lado del mundo. Un lado muy distinto. Quizá precisamente por eso, por distinto, mola. Es evidente que aquí hay más movimiento, más vida que en España, pero eso no significa tanto. Lo malo son las expectativas que te puedes crear, porque México funciona a la americana, en el mejor y peor de los sentidos. Saben venderse, el marketing y la imagen son importantes. Son educados, te reciben, llegas a una oficina con suelo de mármol, te ofrecen café, las secretarias son monas… O sea, que aquí vas a una junta, vendes tu idea, parece que funciona, te hablan del mercado estadounidense, crees que vas a conquistar el mercado latino primero y, después el mundo. Y, ¿sabes qué? Lo más normal después de esa reunión es que te vayas a tu casa y, si tienes suerte, escribas telenovelas. Hay españoles que triunfan por aquí, como Mónica Naranjo, no digo que no, pero yo ni tengo el pelo teñido a dos colores, ni debo impresionarles con mi jersey de pico y mi acento gachupín. De todas formas, este dinamismo, esta energía, esta buena educación, es buena idea. Se lo sugiero a España desde aquí. Voy a llamar a la embajada, a ver si lo ponen en el BOE. “Seamos majos los unos con los otros”.
En esa misma línea, hace unos meses una colega escritora, española, me dijo que había oído el rumor de que en México buscaban desesperadamente guionistas españoles. No guionistas buenos, sino escritores con pasaporte español. No sé de donde salió el chisme, pero no es cierto. Buscan escritores, sean de donde sean, cuando los buscan. Bien es cierto que no tienen prejuicios y que si les pareces bueno y les caes bien, no tiene problema en contratarte, seas cubano, español o de Bangladesh. Pero venir aquí con la mentalidad conquistadora de que “soy europeo, tengo una gran preparación porque estudié, qué sé yo, en la Universidad de Navarra”, es muy mala idea. Aquí harán culebrones, pero culebrones que se venden en todo el mundo, que tienen un objetivo, de público y de calidad, que es evidente que cumplen, al contrario que muchas de las series (mías, incluso), de las que tan orgullosos estamos. Venir a México es una aventura… no una conquista.
En resumen, que venir a México es una decisión importante, un cambio de vida. Si tomas la decisión por los motivos equivocados, siento que te puede ir regular. Si lo que quieres es cambiar el panorama, dejar atrás la depresión hispana, ganar un sueldo digno, aspirar a cosas bonitas, si te va la marcha, el chile y te divierte conocer cosas nuevas, ¿por qué no? Aquí hay trabajo. Hay posibilidades, hay buena gente, cariñosa y hospitalaria. Y, sobre todo, que México es un gran país para vivir, aun no tengo claro si para trabajar… En un rato os cuento.
1 Versión patria de los Razzies
Cómo te echo de menos, Gambis. Un besazo
Excelente artículo.
La verdad es que cuando alguien te pregunta ¿si voy a México encontraré trabajo? te ponen en un compromiso. No a todo el mundo le va bien.
Tal vez no encuentres trabajo pero emigrar, a México o Pekin, creo que te hace reencontrarte contigo mismo o descubrir facetas propias que desconocías pero hay que venir con la mente abierta, esa mente conquistadora de la que habla Luis no trae más que problemas para ti y para los que tienen tu mismo pasaporte -la mierda brilla más que el oro-.
No esperen caminos de rosas o si lo esperan recuerden que las rosas también tienen espinas.
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