El sábado pasado, en el marco del 62 festival de Cine de San Sebastián, el ministro Wert entregó a la guionista Lola Salvador el Premio Nacional de Cinematografía.
Lola Salvador (Barcelona, 22 de septiembre de 1938), es una de las guionistas más respetadas del cine español. Ha pasado su vida entregada al teatro, a la radio, a la televisión y al cine. Entre sus obras más célebres se cuentan el guión de “El Crimen de Cuenca” (Pilar Miró, 1979), las adaptaciones cinematográficas de “Bearn o la sala de muñecas”, “Las Bicicletas son para el verano”, y “Tierno verano de lujurias y azoteas”, todas ellas dirigidas por Jaime Chávarri; la novela “El Olivar de Atocha”, que tuvo su adaptación como serie en TVE, entre otros trabajos en radio y televisión. Además Lola produjo “Salvajes”, la ópera prima de Carlos Molinero, y durante muchos años ha impartido clases en la ECAM a varias generaciones de guionistas. Hablamos con ella en el día en el que recibió este gran reconocimiento.
¿Cómo era Lola Salvador de pequeña?
Era una persona a la que le gustaba siempre estar jugando sola, pero con mucha gente. Me iba con mi cubo y con mi pala, pero a un sitio donde hubiera mucho jolgorio y mucha gente, pero yo, un poquito separada para verlos. Siempre quería tener una mirada sobre lo que estaba pasando alrededor.
¿Cuál es el primer recuerdo de espectadora que recuerdas? ¿O la peli que te marcó de pequeña?
Las pelis que me marcaron eran las que me contaba mi madre al día siguiente de ir al cine. Cuando ya éramos mayores, nos dejaban solos a mi hermano y se iban al cine. Al día siguiente, mi madre me las contaba. Recuerdo la narración, el tiempo, el suspense, el qué pasará después… Cómo comenzaba, cómo acababa, los momentos estupendos en la historia, eso sí lo recuerdo muy bien. Como imágenes claras o cinematográficas, tengo dos recuerdos fuertes, los dos relacionados con animales. Me marcó mucho Black Beauty, la historia de un caballo, y también aquella vez que me llevaron a los toros. Al ver a un toro corneando a un caballo se me despertaron muchas cosas. Y por supuesto, al ver a Bambi gritar, llamando a su madre.
Yo vivia cerca del Banco de España en Madrid, en un sitio rodeada de cines, y ahí estaba el cine Gong, el Panorama….y para no estorbar en casa, cogíamos calderilla y nos íbamos a ver programas dobles. Fue una infancia llena de cine.
Tengo entendido de que antes de guionista desempeñaste muchas funciones en teatro, radio, tele. ¿Cómo fueron esos acercamientos, esos orígenes?
A los seis años le dije a todo el mundo que yo quería ser dos cosas: escritora y detective, y las dos tienen mucho que ver. En lo de detective había esa parte de acción, de querer meterse en aventuras… Me encantaban las pelis de piratas, de Robin Hood, de Luis Candelas, de “vamos a robar a los ricos para dárselo a los pobres”… Yo siempre estaba escribiendo, escribía cuentos y los mandaba a los periódicos, quería arreglar el mundo con mis historias, fuera en forma de cuentos, novelas, teatro, o en la radio… Lo del cine surgió más tarde como algo natural al implicarme en ese mundo, pero yo siempre me he visto como una escritora de cuentos o de sagas; de algo muy breve o de cosas muy largas.
¿Qué aprendiste escribiendo guiones radiofónicos?
La radio te aporta la seducción que puedes crear en el oyente a través de los silencios, de la entonación, a través de ciertos golpes musicales. Tiene que ver con la oralidad, la magia del cuento contado alrededor del fuego… Todo eso son cosas naturales que recibimos de pequeños, y por ello quizá desarrollamos la capacidad de oír y contar historias de forma atractiva e interesante. Ese aprendizaje es el natural, el que recibimos todos. Yo descubrí que quería dedicarme a eso, convencer, emocionar con esas historias… Y utilizar esas historias para llamar la atención de la gente y para que te quieran más.
También he visto que escribiste Barrio Sésamo. ¿Qué crees que tenía para ser tan especial?
Aquello fue un encargo. Como hablaba inglés y estaba escribiendo guiones para la segunda cadena, me convertí en Head Writer y me encargqué de la adaptación. Se compró el programa, los americanos vendían las unidades didácticas o de entretenimiento, también algunos muñecos concretos, y los países que coproducían añadían igualmente sus muñecos y sus unidades didácticas. “Barrio Sésamo” era especial porque constituía una visión educativa sencilla para niños muy pequeños. Pero además, el programa, cuando empezó en EEUU tenía el propósito de facilitar que los niños de las familias migrantes que no hablaban inglés pudieran aprenderlo, además de estar entretenidos y ocupados mientras quizá sus padres hacían la cena. Además el programa tenía mucho humor, mucha libertad, diversidad, tolerancia… En aquel momento esa mezcla era bastante sorprendente, especialmente cuando en España la educación todavía estaba teñida de un toque moralista. Lo que es muy divertido es encontrarme con gente que me admira porque yo estuve en Barrio Sésamo, más que por ninguna otra de mis obras.
Igualmente, has adaptado clásicos teatrales como “La Gata sobre el Tejado de zinc”. ¿Qué te ha aportado el teatro en tu vida?
Cuando yo empecé a ver cine, tenía 50 años de historia… Ahora han pasado 60 años y el cine es otra cosa, pero cuando yo empecé a acercarme a estos mundos, para mí eran más importantes el teatro y la literatura. Son primos hermanos. El teatro como guionista te ayuda, conocer teatro o ver teatro te da un conocimiento sobre las estructuras, te impregna el coco de una forma natural, de manera más eficaz que todos los modelos de manuales de guión de los americanos… es más útil ver a Shakespeare para entender una estructura cinematográfica clásica que leer un manual de Syd Field al uso.
Tu trilogía de novelas “El olivar de atocha”, que relata la historia de una familia de Madrid en el primer tercio del siglo XX y hasta el estallido de la Guerra Civil ha sido una de tus obras principales. No me resisto a preguntarte cómo ha sido la relación entre esas novelas y las obras audiovisuales que le siguieron.
Ahora la multipantalla está muy de moda, pero no es tan novedoso; en realidad creo que es algo que sucede hace tiempo. Escribes un libro, existe la posibilidad de llevarlo a televisión, y todo se conecta claramente. “El Olivar de Atocha” es una trilogía que pretende ser ser una saga familiar que rebase el tiempo vivido, hasta superar el presente (me quedan tres volúmenes, que están por ahí en las carpetas) y el último rebasaría el tiempo de hoy, debería contar lo que está por venir de esa familia. Es una invención absoluta. Hay pequeños datos de mi familia, pero casi todo es inventado. Lo que me motivó a escribirlo es que yo sabía muy pocas cosas de mi familia, y lo que no sabía, me lo inventé. Eso fue adaptado a la televisión, fueron 26 episodios, que se llevaron a cabo de manera irregular, puesto que se hizo con criterios televisivos, y hubo que armonizar criterios, no lo he vuelto a ver.
En cuanto al proceso de escritura de los libros, me gustó investigar las épocas, investigar lo que había pasado, investigar el siglo, no solo lo que había pasado, sino el siglo que yo también había vivido. Fue una recreación familiar que acompañaba la invención de un personaje que viene del sur con sus alpargatas, con ánimo de montar una ebanistería, con sus ideas de liberal, masón, en definitiva, con buenas ideas en la cabeza. El tema del Olivar eran las ideas de Antonio Maldonado, padre de mi madre, gente que venía de los valores masónicos, como la libertad, la fraternidad y la igualdad. El tema de la novela era la evolución de esos valores en el seno de una familia. El personaje muere un poco antes de que estalle la guerra civil y dice “No quiero verlo”. Es mi herencia, yo soy de la revolución francesa.
El crimen de Cuenca fue secuestra judicialmente durante un año y medio y Pilar Miró fue procesada, por su minuciosidad al relatar las torturas. ¿Cómo viviste esta época? ¿Y el éxito que le siguió?
La idea de “El crimen…” surge de un congreso de Amnistia Internacional en Grecia al que yo fui. El tema del congreso eran las secuelas de la tortura desde el punto de vista médico. El tema me repugnó enormemente y me marcó. Y al conocer la historia de dos pastores que no habían matado a nadie, y que a base de ser torturados acabaron confesando que habían matado a un hombre que estaba vivo en el pueblo de al lado, pensé que tenía una historia estupenda para hablar sobre la tortura.
La investigué y escribí el guión, lo dirigió Pilar y se armó un cirio, de manera incomprensible. No entendí por qué nadie tenía que pensar que eso hablaba contra ninguna de las instituciones del estado. El asunto fue sobreseido y sirvió para poner luz y taquígrafos sobre el incidente, fue un hecho ocurrido en 1904, no de torturas en aquel momento. Creo que la prohibición fue una torpeza política. Para mí el éxito tuvo que ver más con que Pilar hizo una película muy buena, además los actores estaban fantásticos… Y también influyó en las leyes de la época. Gracias a la película, se instauró legalmente la obligación de existir un cadáver para que alguien pueda ser condenado.
No he sentido que “El crimen…” o ninguna de las pelis que yo he escrito hayan tenido la presión del éxito, tal y como ahora lo conocemos. Ahora el éxito está muy vinculado a cuánto dinero se hace en el primer fin de semana, es una esclavitud que no se sentía entonces. El éxito de “El crimen de Cuenca” o de “Las Bicicletas son para el verano” tenían que ver con el despertar de la negrura y con la libertad de poder hablar de lo que nos interesa.
Cuéntame un poco sobre la experiencia “Salvajes”.
Vi la obra de teatro y vi que había una obra de teatro muy clara. Fue bonito porque trabajamos con la primera generación de la escuela de cine de Madrid. Tanto Carlos (Molinero) que la escribió como Clara (Escrivá), Jorge (Jorge Juan Martínez) y que la escribieron conmigo eran de la Ecam. Había gente de otras especialidades, fue un momento interesante porque se apuntaba el horizonte digital, como opción para radicalizar la puesta en escena. Queríamos hablar de una cierta derecha bestia racista que piensa que la gente que se juega la vida cruzando el mar y mueren a miles vienen a robarles el pan. Pretendíamos contar que no solo son salvajes los jóvenes nazis descerebrados, sino la sociedad en general. Fue seleccionada para ir a Zabaltegui, el viernes se estrenó y el miércoles cayeron las torres gemelas, y el mensaje sobre la consecuencia de la bestialidad humana tuvo su reflejo de forma mucho más potente que nosotros. Carlos hizo una apuesta muy radical, que a mí me gusta mucho.
A pesar de las dificultades, el cine sigue luchando. ¿Por qué?
Lo que impulsa al cine es la gente que quiere contar historias, que tiene esa necesidad, que vive esa forma de vida, y que lo hace con ánimo de divertir y entretener a tus contemporáneos. Ese es el motor. A veces hay interés de los gobiernos, a veces desinterés en forma de gobiernos más hostiles, pero nadie cambiará esa posibilidad de contar historias.
Como guionista, ¿crees en las reglas? ¿Qué le dirías a los que empiezan, por donde deberían empezar a formarse?
Deben comenzar a formarse en la vida, en lo que ha estado antes de ellos, ya sea en el campo del cine, la literatura, del cortometraje, todo lo que caiga en sus manos. Es necesario que conozcan esa historia y que vivan. Dentro de esa vida, es bueno que escuchen al del lado, que lean el periódico, que vayan a museos, que vean lo que hacen otros artistas para conectar con la gente, y que tengan resistencia. Además, tienen que averiguar si realmente la elección de dedicarse a contar historias tiene sentido para ellos. Les recomendaría que no sean ególatras, que la misma visión crítica que tienen para con los demás la tengan para sí mismos, y que lo hagan lo mejor que puedan. Que vean si tienen esa actitud, que no por mucho que alguien se empeñe en ser un atleta, tiene por qué serlo; que vean si está en sus posibilidades, y si no, que busquen algo relacionado en ese campo que les pueda gustar también. Es un enorme privilegio vivir contando historias.
¿Qué es lo que más valoras en una historia?
Una historia es a veces como un fogonazo y tienes que desarrollarla, encontrarle una duración adecuada, hallar el conflicto y su dimensión. Puede que un conflicto lo puedas condensar en tres imágenes y darte cuenta de que el corto es el formato más idóneo; o puede ser otra historia que dure varias horas, que se desarrolle a lo largo de varios años. Es imprescindible que a ti como narrador te impacte, que tenga la suficiente carga para que tú la trabajes y veas qué puedes hacer con ello. Que creas, además, que hay un espectador al que puedes contarle eso.
Tienes que sentir la llamada de la historia, que a veces es misteriosa, y se te queda en la cabeza. El escritor es como un bicho con unas antenas que recoge esas historias, hilvanadas de forma misteriosa, que empiezan con una imagen, con una frase, con una luz distinta… Es necesario encontrar una historia que no te aburra, que no te agote, que aunque se haya contado muchas veces de varias maneras, contenga algo que te haga seguir apasionado por ella. Siempre son las mismas historias, pero deben tener la suficiente fuerza para ti, como un chicle espeso que por mucho que lo masques siga teniendo sabor.
¿Cómo ves el cine ahora, la situación de la cultura?
Me faltan datos para opinar, pero creo que hay gente de 20, 25 que están tramado cosas muy interesantes, pero la generación de 40 a 60 años, lo tienen difícil. Ya tienen compromisos, parias, niños… y este país se ha estancado, está en mal momento. La gente está adormecida, con miedo, no tiene trabajo, no sabe qué va a pasar. Hay una especie de letargo, lo único que les motiva es el partido de fútbol, pero al mismo tiempo hay colas que dan muchas vueltas para ver exposiciones en los museos y no sabes si son los mismos. Hay mucha oferta cultural en las ciudades; no podría hacer una valoración general sociológica. Veo a la gente desanimada, no solidaria, poco divertida, sin ganas… Y es lógico, porque estos años han sido muy duros con un gobierno absurdo y tristón, poco animoso… Pero quizá esta situación sea reversible. Por ejemplo, en Madrid ves la vida de los pequeños teatros, que están bulliendo a todas horas,… pero el negocio del cine tiene que reconvertirse industrialmente o nos vamos al garete.
Has sido una de los miembros fundadores de Alma, el sindicato de guionistas. ¿Qué crees que debemos hacer los que estamos en la junta ahora?
Creo que lo estáis haciendo muy bien. La nueva junta ha entrado con mucho ímpetu, los guionistas somos estupendos, somos la sal de la tierra. Estáis dedicando tiempo, imaginación ganas y eso es estupendo. El colectivo de guionistas está, gracias a la nueva junta, muy vivo. Además, es necesario, porque el guión es el origen de todo el cine. Me parece un gran motor. Quizá, por decir algo, viendo el modelo del Writers Guild, se podría intentar imitar su fortaleza: son mas grandes, porque aglutinan a escritores de publicidad, a los que hacen radio, y así consiguen mayor poder y efectividad. Para ser fuertes necesitamos crecer número y poder reclamar nuestras exigencias de manera más eficaz.
¿Cuál fue el aporte de Alma al festival de San Sebastián?
Hace varios años, cuando no había premio de guión en el palmarés oficial del Festival de San Sebastián, Alma lo daba dentro de las películas que se presentaban en la sección oficial. Encargábamos una plaquita en una joyería, y hacíamos entrega de ese premio. Nos parecía que era algo necesario para que San Sebastián se alineara con otros festivales internacionales. Cada año decíamos “queremos que este sea el último año sea el último que sea Alma quien da el premio al mejor guión original, queremos que esté en el palmarés”, y lo acabamos logrando.
Lola nos ha facilitado su discurso de aceptación del premio. Es éste:
Autoridades, guionistas, amigos, familia…
Anoche anduve en sueños por la Malá Strana, así, que al ponerme a escribir estos desvaríos, me ha venido Kafka a la memoria. Recordándole, he pensado que bien pudo ser un guionista aquel mono enjaulado que lanzó un famoso discurso, aquel que eligió, no muy convencido, convertirse en humano para difundir conocimientos que ayudaran a la conservación de la especie que lo había capturado. ¡Qué inocente, aquel mono! ¡Qué irónico, Kafka!
Y bien pudo ocurrir que ese mono-humano-guionista, una mañana, “tras sueño intranquilo”, al despertar se espantara, viéndose insecto monstruoso.
También he recordado: “Somos como vacas. Nos exprimen, nos ordeñan y luego nos sacan del abrigo de los establos y nos mandan al prado, a pastar y a rumiar”. Esto último, lo escribió Scott Fitzgerald hablando de su época de guionista en Hollywood. Así, que he comprendido que los guionistas somos una mezcla de primates, insectos monstruosos, vacas: Bichos raros.
Pero, como monos de imitación que sois, os reconocéis, os reconciliáis con vuestras vidas a través de los personajes que escribimos. Como insectos, volamos, por vuestro bien, alrededor de esa “loca de la casa”, la imaginación, para haceros soñar, que falta os hace. ¡Qué decir de nuestra vida de vacas! Somos útiles, de verdad. Pensadlo un momento y veréis que somos muy útiles.
“Matad al guionista… y acabaréis con el cine”. Ese es el título del libro que allá en el año 2000 escribió Alicia Luna sobre nosotros. Que conste que no quiero darle ideas a nadie. ¿Quien querría matar al guionista y acabar con el cine, hoy y aquí? Soy prueba de lo contrario. Un jurado, todo él compuesto por gente de nuestro oficio, ha decidido, dentro de la estructura del Estado, por raro que parezca, premiar a una guionista, a una persona que desde niña supo que lo suyo era contar cuentos, divertir, enredar, convencer… transformar el mundo injusto en Jauja, resucitar a los muertos, resarcir a los pobres… en fin, ser Quijote de día y Scherezade de noche… Esas cosas y otras las ha hilvanado muy bien Susana Diaz en su libro Modos de Mostrar… Hola Susana, hola amigos poetas, Jenaro Talens, Julio Rodriguez… hola, gente de la Universidad, José Manuel Palacio, Decano de Humanidades en la Universidad Carlos III, Magdalena Cueto, Rosa Vergés…
Porque ahora toca agradecer, a ese Jurado de colegas y a todos los amigos que estáis aquí, entre otros: Mi amiga del alma, Paredes, Chema, Sol, Sara, Morali, Fernando, Patricia, Chávarri, Carlos Molinero, Jose, Eladio, Asur, la Rubia, Mari Carmen, Alex, (mis utópicos favoritos)… Rocío, Ricardo, Suzanne, Elvira, Manuel (de la Fuente), Marisina Fernandez… Toca agradecer a todos los profesionales y amigos que os habéis alegrado por este premio, casi de forma exagerada, diría yo, porque un premio como este no deja de ser una carambola de votos, un azar que bien pudiera haberse llevado otro u otra con menos, igual o mayores méritos. Pero yo me alegro y mucho de que el Premio Nacional de Cinematografía lo reciba una guionista, una de esas personas que se pasan la mayor parte de sus vidas escribiendo para ese artificio tan raro que son las imágenes en movimiento. Así que mi enhorabuena al Sindicato de Guionistas ALMA, Autores Literarios de Medios Audiovisuales que ponen gran empeño en que los autores tengamos “visibilidad”.
Queridas “pitus”, Teresa, Pati, Maitetxu, Almudena (y Andrea): Nuestro “éxotico” amigo -diría él- Rolando Pardo, desde Salta, al otro lado del charco, hace unos días, me escribía: “No sé si te han dado este premio a vos, por Cultura, por Educación o por Deporte…” Será por deporte – pensé yo – porque intento siempre jugar limpio. A todos, presentes y ausentes, gracias por vuestro humor, por vuestro cariño y vuestra compañía. No todos pertenecéis al mundo del espectáculo -el mejor del mundo- otros venís de la arquitectura, (…Tarduchy), de la medicina (Hola Lucre, Hector) que siempre me cuidáis. No es casualidad que a todos os guste el cine.
Hola, Antonio, hermano mio. Hola, nieta Lou. Han venido en representación del resto de mi familia, desperdigada por el ancho mundo: Laura, Cecilia, Ramiro, Lolita, Alia, William, Jerry… besos. Porque los guionistas tenemos familias. En algunas cosas nos parecemos bastante a todo el mundo. Bichos raros, somos pero a nuestras crías, cuando son pequeñas, nos gusta darles de comer… así que cuidado, amigos, con esas leyes. El guionista observa, no olvida y sabe contarlo. Pero esa, diría Kipling, es otra historia. Que tengáis un maravilloso Festival. ¡Gracias por estar ahí, Rebordinos! Siento mucho perderme ahora tu invitación de pero tengo que atender a mis amigos. Ellos también son mi premio. Gracias.
Además, la Academia de Cine le dedica un ciclo a Lola Salvador. La información está aquí.
Muy reconfortante para todos los que amamos el cine su actitud durante la entrega de premios estando enfrente de un campeón de la cultura y el cine como Wert, la verdad.
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