Dada la avalancha de guionistas que publican novelas en los próximas semanas, en Bloguionistas queremos ofrecer una selección de puntos de vista de la relación entre algunos de estos guionistas y la escritura de novelas, un lenguaje cercano pero a la vez distinto (y distante.) Sobre la experiencia de estos y estas guionistas enfrentándose a la palabra impresa y publicada trata este primer post, que será el primero de varios. Hoy contamos con las impresiones de Antonio Mercero, Nacho Cabana, Jorge Díaz, Nacho Faerna y Miguel Sáez Carral.
”El violador dio un buen trago de vino y se quedó mirando a Vildsvin unos segundos.” (frase inicial de “La vida desatenta”)
Sinopsis
“La vida desatenta” cuenta las peripecias de una familia de abogados que se roza a diario con lo más mediocre de la sociedad (curas pederastas, concejales corruptos, estafadores, etc). Pero la mediocridad que se va imponiendo es la de los propios personajes en sus vidas afectivas.
La experiencia
Para mí la gran diferencia entre escribir guiones y novelas es la increíble sensación de libertad que uno nota al ser el único responsable de todo. Es como una borrachera que dura varios meses. Esa libertad también puede ser un poco paralizante, porque no hay nadie al que echar la culpa si la cosa sale mal. No hay un coordinador de guiones obtuso, ni un editor de diálogos que se ha cargado tu escena, ni un ejecutivo de cadena que arrancó de cuajo una trama. Estás solo ante tu mediocridad. Puedes quejarte un poco de la promoción, si acaso. Pero en el fondo tú sabes si has dado o no la medida de tu talento.
A pesar de toda esta inseguridad, y de que a veces, en medio del proceso te sientes un poco solo, a mí me gusta mucho el curro de escribir una novela. Creo que puedes explorar temas más amplios, con más capas, con todos los saltos temporales que te dé la gana, y puedes llevar a tus personajes a cualquier confín del mundo, que no va a llegar nadie de producción a preguntarte si te has vuelto loco. Ese momento en que estás escribiendo y comprendes que puedes hacer lo que te dé la gana con tu personaje es realmente maravilloso.
Pero en el fondo todo se reduce a lo mismo: crear conflictos, inventar personajes, buscar cercanía, elegir un contexto. Eso es escribir, sea guiones o novelas. Supongo que la academia de guionista de tele me lleva a apoyarme mucho en los diálogos, y a buscar puntos de giro todo el rato, cosa que los novelistas tradicionales no se sienten obligados a hacer. Yo creo que está muy bien hacerlo. Más vale que traigamos al mundo novelas entretenidas, ágiles y bien contadas, que la vida se está poniendo muy antipática y los lectores no quieren aburrirse ni tener que interpretar claves cifradas. Y estoy seguro de que la literatura y la tele tienen en común el mismo enemigo: el aburrimiento.
“Violeta conduce a 120 kilómetros por hora en dirección contraria por la Gran Vía, un jueves de madrugada, y eso la relaja.” (Frase inicial de “La chica que llevaba una pistola en el tanga.”)
Sinopsis y experiencia
Mi novela La chica que llevaba una pistola en el tanga (ganadora de la edición de este año del Premio Internacional de Novela Negra L´H Confidencial y publicada por Roca Editorial) se desarrolla entre Madrid y la Ciudad de México y cuenta con dos grupos de personajes que no se cruzan hasta el clímax de la historia. Además, hay una matanza en el Parque del Oeste de Madrid durante un botellón, la protagonista (agente de la Policía Nacional) acude regularmente a clubs de swingers para mantener relaciones sexuales en grupo, trato el tema de la prostitución de menores así como la globalización de las actividades de los traficantes de personas y, aunque la historia se cierra, me permito dejar abierto el final de alguna trama. Es (no lo digo yo, sino todas las críticas que se han publicado) una novela muy cinematográfica y sus influencias son, antes que literarias, las de series como Breaking bad o The Shield.
No habría podido escribir La chica que llevaba una pistola en el tanga sin haber participado antes en la redacción de más de 300 guiones y lo he hecho pensando en que en una hipotética adaptación cinematográfica o televisiva. El largo o serie resultante podría desarrollarse íntegramente tanto en México como en España, como en los dos lugares. Y es así porque sé que al escribir un guión no tienes (no creo que la tengan ni los guionistas de superproducciones gringas) la libertad de poder contar con todos los personajes, localizaciones y secuencias de acción que se te antojan. Y esa es, para mí, la principal diferencia entre un guión y una novela. Que en la literatura no hay costes de producción, no hay que pensar en escribir agrupando localizaciones o en reducir el número de personajes. No hay que llevar a decorados escenas que de natural sucederían en exteriores ni dejarse los sesos pensando cómo decirle al espectador que un personaje está triste sin que la secuencia en la que se da esa información parezca que existe sólo para eso; en un relato basta con escribir “está triste” y listo.
Evidentemente, es más sencillo escribir una novela que un buen guión. Sobre todo porque en el primer caso sabes que la recepción que de tu trabajo va a tener el lector dependerá únicamente de tu habilidad a la hora de comunicar la historia que quieres contar mientras que, en el caso del audiovisual, esto nunca va a ocurrir aunque seas tú quien dirija el producto final ya que el cine o la tele es un trabajo de equipo y eso, me temo, no hay quien lo cambie.
Otra cosa es el tipo espectador imaginario que los productores de cine y TV españoles tienen habitualmente en la cabeza, por lo general más tonto que el lector estándar buscado por los editores. Eso sí se puede cambiar y creo que hay que empezar a hacerlo ya.
“Puede que el día de tu boda sea el mejor de tu vida, aún no lo sé. Lo que te garantizo es que el día anterior no lo es”. (Frase inicial de “Cartas a Palacio.”)
Sinopsis
Durante la Primera Guerra Mundial España fue neutral pero no indiferente, la carta de una niña francesa que busca a su hermano prisionero de los alemanes pone en marcha la Oficina Pro-cautivos, la primera campaña de ayuda humanitaria a gran escala de la historia.
Aristócratas y anarquistas, franceses y alemanes, ambientes lujosos y barrios degradados e historias de amor de todo tipo se alternan para reflejar el Madrid de la época.
La experiencia
Debo reconocer que siempre me ha molestado un poco la diferencia entre guionista y escritor. Creo que los guionistas somos escritores, en muchos casos, aunque no siempre, más profesionales que los que sólo se dedican a las novelas. La mayor parte de la gente que conozco que se dedica a escribir a tiempo completo, que todos sus ingresos proceden única y exclusivamente de la escritura, son guionistas. Y eso también se nota en la preparación, creo que los guionistas hemos estudiado más escritura creativa —no es anormal que hayamos asistido a talleres con guionistas americanos y con gurús del guión—, hemos analizado más la estructura, hemos aprendido más de los procesos técnicos, hemos colaborado más unos con otros…
Para mí, la mayor diferencia entre escribir un guión y una novela es la libertad. En un guión de televisión —nunca he escrito cine— tienes unas normas: un determinado número de secuencias y de actores, unos decorados, una limitación de exteriores, unos días de grabación… En novela, sin embargo, la libertad es absoluta: puede durar doscientas páginas o mil, puede tener diálogos o no, puede estar escrita en primera o en tercera persona —y alguna he leído en segunda—, no hay límites presupuestarios… Cuando empecé a escribir mi primera novela, Los números del elefante, me di cuenta de que esta libertad era mi mayor problema, vivía temeroso de equivocarme, algo que probablemente hice, en cada una de las decisiones que debía tomar cada vez que me sentaba a escribir. Ahora, en la tercera novela, Cartas a Palacio, he aprendido a disfrutar de ella.
En Los números del elefante, la primera como ya he dicho, me preocupaba que se notara en cada página que era un guionista. Es otra de las cosas que he aprendido a olvidar, ahora estoy casi orgulloso y utilizo todos los recursos que considero nuestros: diálogos ágiles, tramas entrelazadas, puntos de giro… Vamos, que de esta última novela me hice hasta una escaleta. No hay el menor pudor en que se me note la procedencia.
Creo que escribir guiones me hace mejor novelista y que haber escrito novelas me hace mejor guionista. De hecho recomiendo a todos los guionistas escribir una novela. Es curioso lo mucho que aprendes de los personajes cuando no tienes que ceñirte a acciones y diálogos y puedes dejar que se explayen acerca de sus sentimientos… En fin, que después de tres novelas publicadas, y alguna más escrita y guardada en el cajón, me sigo considerando un guionista que escribe novelas. Quizá nunca deje de serlo.
“Saben cómo volverte loco” (Primera frase de su novela “Quieto.”)
Sinopsis
La experiencia
He escrito guiones originales, novelas originales, adaptaciones de novelas, guiones basados en hechos reales, novelas basadas en hechos reales, y ahora, rizando el rizo, estoy “novelizando” un guión basado en hechos reales, el de la tvmovie “Prim. El asesinato de la calle del Turco”. Cuando adapté una novela por primera vez pensé que el trabajo iba a ser sencillo; al fin y al cabo alguien se había molestado en escribir trescientas páginas contando la historia. Fue uno de los guiones más difíciles de escribir a los que me he enfrentado. Y ahora que adapto un guión propio pensé que escribir la novela sería relativamente sencillo. Error. Se ha dicho muchas veces que las novelas se pueden escribir sólo con brújula y que un guión requiere un mapa. Yo he escrito dos novelas sin escaleta, empezando por la primera página y terminando por la última (y editando y corrigiendo después). O sea, con brújula. Nunca he escrito un guión sin una escaleta lo más detallada posible, o al menos un tratamiento. O sea, con mapa. Ahora escribiendo la novela de Prim tengo por primera vez un mapa muy detallado (el guión). ¿Me sirve de algo? Claro que sí. ¿Resuelve todos los problemas? Ni por asomo. Lo que tengo claro es que me permite ir más rápido en algunas fases de la historia, reciclar diálogos, desarrollar personajes y situaciones que en el guión sólo había bocetado. Y también tengo claro que hace el proceso más aburrido, más técnico, por decirlo así. Curioso. Justo lo mismo que diría de la escritura de un guión adaptado.
En “El Buscavidas”, cuando “Fast” Eddie Felson se enfrenta por primera vez a una partida de billar en una mesa sin troneras dice algo así como que si se juega con un taco, en una mesa y con bolas no puede ser tan diferente. Pierde, claro. El riesgo que corremos los guionistas es pensar que como se trata de contar historias y de hacerlo con palabras, da igual novela que guión porque se trata del mismo juego. Pero los guiones se cuentan con acciones (“cosas que pasan”, que dice Paul Schrader), las palabras son sólo un vehículo para transcribirlas. La novela combina acciones, sensaciones, reflexiones, opiniones… Pero Fast Eddie tiene parte de razón; no son juegos tan diferentes. Si uno es consciente de las diferencias entre hacerlo con brújula y hacerlo con mapa, y se adapta a las circunstancias, viajar es siempre un placer.
“Mi hermana mayor, Teresa, dice que si nuestra madre no hubiera muerto, nada de lo que pasó después habría ocurrido. Es posible. Desde luego, si tuviera que elegir un momento para empezar esta historia, sería ese.” (Frase inicial de “Apaches.“)
Sinopsis
El escenario es el barrio de Tetuán, al noroeste de la ciudad de Madrid. El tiempo, los primeros años 90. Un hombre que ha trabajado durante cuarenta años de forma honrada es estafado, lo pierde todo y en su caída arruina también a su familia. Su hijo, Miguel, vuelve al barrio en el que nació y del que salió hace tiempo. Allí se reencuentra con su mejor amigo de la infancia, Sastre, que se ha convertido en un pequeño delincuente. Juntos deciden atracar un buen número de joyerías y fábricas de relojes de oro por toda la ciudad y con el dinero obtenido pagar las deudas en las que les ha metido su padre. Y las cosas parece que funcionan tal y como lo han planeado hasta que aparece Carol, la chica de la que estuvo enamorado en su juventud y que en ese momento es la amante del amo del barrio. Ella pone en peligro todos los objetivos que él se ha propuesto.
La experiencia
La verdad es que yo fui novelista antes que guionista. Publiqué mi primera novela, El Tiempo de las Arañas, en 1997, cuando aún faltaban un par de años para que se emitiera el primer guión que escribí en Al Salir de Clase. Así que Apaches – ha llovido mucho entre una y otra – ha sido una especie de vuelta al origen.
Un guión – de una serie de tv – y una novela tienen la misma génesis. Ambos parten del deseo de contar una historia. La diferencia fundamental es la libertad. En una serie de televisión uno nunca es libre al cien por cien – o al menos esa es mi experiencia – para escribir lo que uno quiere y como uno quiere. En una novela – o al menos esa también es mi experiencia – sí. Acababa de terminar “Homicidios” cuando decidí dejar el mundo guión, alejarme de la tele y escribir Apaches. Es una historia muy personal – supongo que ya habréis leído por ahí que es un relato en parte autobiográfico y que lo que cuenta le sucedió a mi familia– así que solo me tenía que gustar a mí. No pensé en editoriales ni lectores. En nada. Porque yo escribo guiones para pagar la hipoteca y las facturas. Pero una novela no. Una novela es el territorio en el que soy libre para hacer lo que quiera y como quiera.
Escribir una novela es un ejercicio de soledad. Estuve unos diez meses a solas con Apaches. Ella y yo encerrados en una habitación. Y durante esos meses solo eché de menos una cosa del trabajo de guionista: al equipo, a mis “compañeros del guión”. Eché de menos las jornadas de pizarra, las reuniones de argumento y trama, las conversaciones que tenemos para dar con un punto de giro o construir un personaje. Siempre me ha parecido que lo mejor del trabajo de guionista son esos momentos en los que después de hablar mucho y discutir más, surge una estupenda idea. Porque eso es magia.
Buen trabajo chicos.
Me parece genial este acercamiento en Bloguionistas a la novela. Sería muy interesante hablar más sobre ello (procesos y demás) pero es algo que no toca.
Me parece curioso que se hable de las diferencias entre escribir novela y guión, pero que no se diga nunca qué historias son más propicias para guión y cuáles para novela. Quiero decir: En qué momento un guionista decide que una historia la quiere plasmar en novela en vez de guión, y viceversa.
Me interesa mucho ese planteamiento.
En principio, un guión depende mucho más del conflicto, porque es escritura dramática. Hay novelas que se sostienen alrededor de una voz narrativa, de recursos literarios no dramáticos. Claro que hay guiones, o más bien películas, cuya naturaleza es más poética, atmosférica, visual, que dramática.
Luego, claro, están las limitaciones de producción, que no existen en la novela, como bien señalan varios compañeros en el post. Pero ésta no es una razón objetiva, sino práctica. Puedes escribir el guión de una superproducción, lo que es difícil es que se convierta en realidad.
Gracias por responder Nacho.
Lo veía como una necesidad más léxica o lírica que práctica. Al final lo importante es contar la historia, y entiendo que si tienes necesidad de contar algo para lo que necesitas un presupuesto desmesurado acabes recurriendo a la novela.
Pero me quedo mejor con lo primero que dices, sobre que el guión depende más del conflicto y la novela no, aunque haya excepciones.
Un saludo!
PD: Me parece curioso tu caso, con la adaptación a una novela de un guión. Nunca lo había visto (es cierto que he descubierto este mundo tardíamente).
Reblogueó esto en Cultureando en Barinas.
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