por Ángela Armero
Si hay algo en lo que la teoría de guión insiste especialmente es en buscar una profunda transformación del personaje a lo largo de la película. En las series el cambio ha de ser muy gradual o directamente, no existir (pensemos en House, o en Seinfeld) pero en los guiones cinematográficos, a estas alturas, todos tenemos claro que resulta conveniente que a lo largo de la peripecia el o la protagonista siempre debe aprender algo, superarse, pasar de la luz a la oscuridad o viceversa. El giro, cuanto más amplio mejor, es consustancial a la historia porque las historias, como diría McKee, se articulan en cambios de valor. A través de las sucesiones de cambios la vida y la experiencia de nuestros personajes se va modulando hasta transformarse. Pensemos en cómo es Michael Corleone al inicio de la trilogía, un joven militar con su novia formal que huye de la idea de parecerse a su padre.
Además la definición de los personajes tiene que ver mucho con el tema de la película. Si empezamos a pensar en una historia porque tenemos un personaje, este debería llevarnos inevitablemente al tema. Las características de un personaje en particular no pueden ser intercambiables, no vale cualquiera. Del mismo modo, si hay un tema del que nos gustaría reflexionar, y esa es nuestra motivación para escribir un determinado guion, el tema debería conducirnos a personajes que “conjunten” con nuestra historia, que nos permitan exprimir al máximo las posibilidades de aprendizaje del personaje.
A mí me gusta pensar que para hablar de un tema es, muchas veces, imprescindible hablar de su opuesto, al menos como punto de partida. Que las historias de amor siempre pasan por el odio, del mismo modo que las películas bélicas contienen la idea de paz. Las películas de maduración siempre arrancan en la inocencia y para hablar de la bondad es preciso reflejar el mal (“La Lista de Schindler.”)
Temas y personajes se encuentran mutuamente. Los opuestos bailan, y sin ese baile el contraste dramático quedaría desaguado y dramáticamente escaso. (Por supuesto hablo de narrativa clásica y de reglas que aplican con frecuencia, no siempre.)
Aparte de la teoría, a mi me gusta mucho fijarme en la realidad. Hay una frase hecha: “la gente no cambia.” Y es verdad que no todo el mundo cambia, o si lo hace no es de forma espectacular necesariamente, pero la gente cambia, ya lo creo. Y a veces hace un viaje de opuestos, de giros copernicanos que parecen extraídos de una película y no de la realidad. Por eso me da oportunidad a comprobar que, también en la vida real, para hablar de escándalo…
Es necesario hablar de pureza.
Si hablamos de vergüenza pública y deshonor…
resulta mucho más dramático si hemos empezado con la idea de ejemplaridad.
Asombroso, ¿Verdad? Como guionistas (y como cualquier ser humano con un mínimo de curiosidad por sus semejantes) debemos intentar comprender cómo se producen esos cambios para poder hacerlos creíbles cuando nos toque escribirlos. ¿Qué proceso mental ha atravesado Myley Cyrus para convertirse en la cantante más hípersexual del momento? ¿Acaso no ha tenido su infancia de Disney demasiado que ver? ¿Qué ha ocurrido con el yerno perfecto, guapo, deportista olímpico, padre de familia numerosa? ¿Ha sido conocer a Diego Torres? ¿O ha sido como un niño entrando en una tienda de pasteles? Es crucial dar con una buena razón, un detonante, y hacer estos cambios cruciales y comprensibles, y a poder ser, mostrarlos (complicado según el caso) sin perder la empatía del espectador. Estas transformaciones no suelen ocurrir de la noche a la mañana… pero a veces sí, motivadas por ejemplo por una enfermedad, como el cambio radical de la persona cuyo vídeo me ha hecho sentarme a escribir este texto.
Es el caso, precisamente, de un guionista, del que ya se ha hablado aquí. Si la vida de Joe Eszterhas, guionista que no hace mucho era la viva imagen de la corrosión, el escándalo, adicto a las drogas, al sexo y al poder, la hubiera escrito un guionista, podría haber formulado una apuesta tan sobrada como ésta:
“Te apuesto a que te voy a mostrar cómo el tío más malo de Hollywood cambia a Sharon Stone por Jesús. Y no solo eso, te lo vas a creer.”
Y de muestra este vídeo, bastante alucinante, la voice over no tiene desperdicio.
El contraste acentúa el tema de la historia, y pone en perspectiva el aprendizaje del personaje. Y si no lo hacemos por estas razones, intentemos hacerlo porque estos cambios son asombrosos, y siempre es bueno asombrar al espectador.
Aprovecho para invitaros a visitar los cursos de guión que empiezan en Enero en la escuela Hotel Kafka. Uno de ellos lo imparte Ana Sanz Magallón, de Story Editor, y el otro lo doy yo, de guión de TV. En Abril, David Muñoz y su curso de guión cinematográfico. La información la tenéis aquí.
Justo ayer en clase hablaba con mis alumnos de creación de personajes. Les comparto tu artículo.
Gracias, Martín. Me alegro mucho de que os pueda resultar útil.
Madre mía… Detrás de cada provocador se oculta un moralista. Añádele el miedo a la muerte y el desfase con las drogas y el alcohol y pasa lo que pasa. Seguro que Carl Sagan nunca se levantó un día sin saber con quién estaba en la cama. Eso le permitió NO creer hasta el final.
Totalmente de acuerdo. El vídeo es un alucine. Pena que no haya uno de Michael Cimino viviendo como mujer y explicando su cambio.
¡De lo de Cimino no tenía ni idea! Estoy en shock. Yo le entrevisté hace mil años, era un tapón con ínfulas, pero ¡es el director de El cazador! Con esto no quiero decir que su cambio de sexo forme parte de esa deriva hacia el fracaso constante que ha tenido, lo mismo eso ha sido la mejor decisión de su vida. Pero acabo de ver fotos y aparte del cambio, la oferta del mes del cirujano debía de ser hacerse japonés, ¿no?
http://staticba.hotelkafka.com/blogs/angela_armero/wp-content/uploads/2010/04/michael-o-elizabeth-cimino.jpg
Muy de acuerdo. Aquel mantra del propio House luego se contradecía con su propia actitud (yo sí creo que el personaje evoluciona, aunque no va al otro extremo, claro). La gente sí cambia. Aunque es posible que seamos los demás los que veamos más fácilmente el cambio en los otros, y sea más complicado verlo en uno mismo. Quizá ésa sea otra función de los narradores: hablar de lo que ven en los otros.
De acuerdo que es más fácil verlo en los demás… más sencillo ser observador de lo ajeno. Muy acertado tu comentario.
Añado una escena de mucho miedo: juntas a Eszterhas y a Mel Gibson. Aquí tienes al actor exigiéndole el guion a grito pelado: ¡Dame el puto guion ya! Como para volver a la bebida, hacerse de tres sectas a la vez y cantar en el programa de la Campos.
http://www.theguardian.com/film/2012/apr/19/mel-gibson-rant-joe-eszterhas
Una pelea entre estos dos debe de ser como un choque de trenes cargados de explosivos. JOEEEr
Un ejemplo de película, verdaderamente. El caso es que no tengo muy claro si el pobre Eszterhas ha ido a mejor o a peor… más bien ha ido a caer de la sartén al fuego.
Lo de Mel Gibson ya es de traca!! Alguien debería ponerle a estos dos unas babosas subcionadoras de cerebro de las de Futurama en la cabeza… pensándolo bien, quizá ya lo hicieron hace años.
A mi me divertía más antes, cuando publicaba estos libros tan divertidos, pero en fin, si es más feliz así…
¡Cuánto daño ha hecho Joseph Campbell con el puto “viaje del héroe”! Hoy en día cualquier película tiene que ser un remake de la historia del sastrecillo valiente, dónde el protagonista DEBE aprender una valiosa lección vital que lo cambiará para siempre y hará de él una mejor persona. Por cojones. Y el primer millón de veces que te has tragado la misma historia una y otra vez aún te sorprendes, pero a la millón y una ya te hartas, y abandonas la sala de cine o apagas directamente la tele… Y lo siento, pero en el mundo real sí que hay gente que no cambia, pase lo que pase. Tíos como mi padre o mi ex-jefe, auténticos psicópatas que tratan a sus empleados y a su familia como a la mierda, que nacen siendo unos hijos de puta y se mueren siendo unos hijos de puta. Lo irónico del asunto es que se critique a series como Seinfeld o House porque sus protagonistas no evolucionan por ser poco realistas, cuando en realidad es todo lo contrario.
También puede elegir no cambiar y ser un mierda el resto de su vida. (Match Point). El caso es que tenga la ocasión de tomar esa vía o la otra. Y que sus decisiones le definan.
Bueno, me parece que hay matices a estos extremos. No se trataría tanto de que un personaje cambiara para aprender una lección, que esto de la autoayuda vía historias sí que es cierto que es muy del agrado de Hollywood. Tampoco, creo, que ese arco de transformación sea absolutamente de un extremo al otro, al menos, no en todos los casos. House no se vuelve su opuesto, pero ciertamente el House de la última temporada no era el de la primera. En absoluto.
Aunque quizá también dependa de nuestra concepción del mundo. Si, como personas, creemos que “la gente nunca cambia”, ésa es una especie de fe que al final proyectaremos en nuestras obras. Y si creemos lo contrario, pues tenderemos a ver el mundo (y las historias que creamos) como que el cambio es parte sustancial de la vida. Yo diría que habrá excepciones, quizá los psicópatas. Pero una persona media, una persona común, es probable que no sea igual a los 7 años, a los 12, a los 18, a los 30, a los 50… No, lo veo improbable.
No estoy haciendo una crítica a las series (y esas dos me chiflan, especialmente Seinfeld), sino describiendo mecanismos narrativos habituales. Del mismo modo, no estoy diciendo que el personaje tenga que aprender algo “por cojones” sino que es una lección teórica habitual que se puede seguir o no. Y como he puesto textualmente “(Por supuesto hablo de narrativa clásica y de reglas que aplican con frecuencia, no siempre.)”. Creo que no me has entendido.
Muy acertada la entrada. Quizás por eso cuando vemos una película donde el protagonista NO cambia, aunque caigan chuzos de punta, nos sorprendemos. Como LUCES AL ATARDECER, de Kaurismaki. ¿Qué calvarios tendría que pasar ese vigilante jurado para darse cuenta de…?
Leo el post con retraso pero no me resisto a comentarlo. Yo creo que hay muchos ejemplos de personajes que no cambian, aprenden ni se transforman. El pianista de Polanski, por ejemplo. El de Gabriel Byrne en Muerte entre las flores. Sobreviven. Lo que ocurre es que habitualmente lo que le pasa al personaje, o lo que hace, tiene consecuencias y unas veces las paga y otras le recompensan. A mí personalmente cada vez me interesa menos la dimensión psicológica en el proceso de escritura. No me ayuda. Tiene que ver con eso que repito siempre de diferenciar la creación y el análisis, de no mezclarlos. Al personaje lo definen sus acciones, que el diagnóstico lo haga si quiere el espectador. Yo, por poner un ejemplo que cita Ángela, pienso que Schindler es un personaje obsceno, abominable. Pero eso no dice nada de su eficacia dramática.
En cuanto a Eszterhas… Sólo puedo decir que estos conversos que ven a Dios después de una vida de excesos sobre todo demuestran su tremenda debilidad y fragilidad emocional; antes cuando necesitaban ponerse hasta las orejas para ser felices y ahora cuando llevan la cruz en su parroquia para encontrar la paz. Resultan patéticos. David Muñoz pone acertadamente como ejemplo totalmente opuesto la “sobriedad” de un Sagan. Tampoco la sobriedad es condición sine qua non para la lucidez. Hitchens bebió y fumó sin parar y murió absolutamente lúcido. Es cuestión de inteligencia.
Muy interesante el comentario, Nacho, muchas gracias por leer y por enriquecer este post con tu razonada opinión. Un abrazo.
Este es uno de los post mas lucidos que he leído últimamente, no en este blog, sino en internet.
Lucido y fructuoso a la vez. La prueba de que un guionista, hará material mejor o peor pero ante todo SABE escribir. Y aquí lo demuestras…
Felicidades y sobre todo GRACIAS Ángela.
Muchas gracias a ti. Me alegro mucho de que te guste.
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