CONSULTORIO: DIRECTORES QUE ESCRIBEN

Por David Muñoz

“¡Hola! Me llamo Alberto y trato de salir adelante en este difícil pero bonito mundo del guión. Es la primera vez que os escribo, espero que el debut no me juegue una mala pasada.

Hace una par de días leí que un reputado guionista de televisión había dicho que (y cito literalmente) “mientras los directores de cine escriban sus propios guiones de cine, no podremos tener un cine de calidad”. Por lo general, es lo que impera en España. Me gustaría conocer vuestra opinión.

En fin, cuando a Billy Wilder se le preguntó que si un director debía saber escribir, Wilder respondió: “bastaría con que supiera leer”. Sin embargo él cofirmaba sus películas. En España, a pesar de esa manía del 2×1 que es “escribir y dirigir”, creo que también existe esa calidad que el mencionado guionista no veía, ¿no?

Gracias por vuestro tiempo.

Un saludo,

Alberto.

PD: En otro orden de cosas, espero no abusar, quería haceros otra pequeña consulta. ¿Cómo sería posible hacer llegar un guión al comité de proyectos de TVE? Oigo hablar mucho sobre el tema pero nunca he encontrado una dirección a la que poder mandarlo, cosa que en “T5  Cinema”, por ejemplo, sí. Gracias de nuevo”.

Hola Alberto,

Primero respondo a tu segunda pregunta: ni idea. La verdad es que nunca me he planteado mandar un proyecto al comité de proyectos de TVE sin el respaldo de una productora. Y como siempre lo he hecho así, en todos los casos han sido mis productores quienes se han puesto en contacto con TVE. De hecho, creo que T5 Cinema funciona de forma diferente. Su manera de actuar se parece más a la de una productora, mientras que TVE (al menos en cine) no desarrolla sus propios proyectos, sino que compra los derechos de antena de los que les ofrecen las productoras, contribuyendo así a su financiación. Pero puedo estar equivocado. Así que si alguien puede aportar más información sobre este tema, le agradecería que lo hiciera en los comentarios.

ACTUALIZACIÓN: En una casualidad digna de una novela de Paul Auster, justo cuando acababa de escribir este primer párrafo recibí un mail de mi amigo el director David Alonso (“Memorias del ángel caído”) comentándome que precisamente iba a presentar un proyecto sin productora en TVE. De modo que aproveché para preguntarle si era posible hacerlo y, de ser así, como se hacía. Esta ha sido su respuesta:

“Pues te comento: hasta donde yo sé en TVE normalmente están recibiendo a guionistas que “conocen” o con los que han trabajado anteriormente.

En todo caso, al ser una tv pública lo normal es que estén abiertos a propuestas, aunque en algunos casos, lo más probable es que en lugar de una reunión le puedan pedir que mande los documentos.

El tema sería que llamara a Prado del Rey, que es donde está ficción, al edificio de tv, y que pidiera que le pasaran con la secretaria del departamento para pedir una cita para presentar un proyecto.

En TVE, ahora mismo solo reciben proyectos (con “pitching”) una vez a la semana, los miércoles, porque tampoco es que estén con mucha prisa que digamos”.

Espero que el mail de David te sea de utilidad. Yo por lo menos me he enterado de varias cosas que no sabía.

Respecto a lo primero que comentas, esto de si sería mejor que los directores no escribieran los guiones de las películas que dirigen, en principio estoy de acuerdo con la frase del guionista que citas. Yo también he dicho en público en más de una ocasión que sería deseable que los directores no escribieran sus películas. O que, sobre todo, no las coescribieran.

Aunque también creo que tengo que matizar esa opinión, porque en realidad no es que piense simplemente que los directores no deben escribir. Es más complicado que eso.

La primera vez que pensé que los directores no debían escribir fue hace unos diez años.

En aquella época trabajé con varios directores noveles desarrollando proyectos de género que no llegaron a rodarse. Antonio Trashorras y yo acabábamos de estrenar “El espinazo del diablo” y eso hizo que muchos productores se pusieran en contacto con nosotros para encargarnos reescrituras de proyectos de nuevos directores o el desarrollo de alguna de sus ideas o sinopsis. Nosotros en aquella época estábamos muy verdes, desde luego, pero pese a ello  siempre nos sorprendía que algunos de los directores con los que nos reuníamos no tuvieran al menos una ligera idea de cómo se construye una historia en un guión de cine. Todos habían visto muchas películas, eran muy cinéfilos, pero hablar con ellos de motivaciones, de conflictos, objetivos, o de estructura, era perder el tiempo. Incluso alguno de ellos llegaron a cabrearse con nosotros pensando que íbamos de listos cuando tratábamos de hacerles ver algún error garrafal de su planteamiento.

Lo curioso es que la mayor parte de ellos sabían mucho de lentes, de montaje, de iluminación… ¿pero de cómo contar una historia? De eso, ni idea. Era como si no hubieran interiorizado que su trabajo consistía precisamente en contar historias. Podían reírse de un compañero director que no sabía distinguir un objetivo de otro, y al mismo tiempo no saber que si el final de tu primer acto cae en la página 40 en el cine se van a dormir hasta las ovejas.

Pero afortunadamente no todos los directores son así. Hay muchos que saben de lo que hablan cuando se trata de discutir sobre la historia que están desarrollando y que son tan buenos guionistas como los profesionales a los que han contratado para coescribir su guión. Incluso alguno de ellos, como Daniel Monzón, han sido antes guionistas que directores.

Para mí, lo preocupante no es que haya directores que escriban  o coescriban, sino que haya directores que no tienen ni puñetera idea sobre cómo contar una historia a los que los productores concedan poder para decidir cómo contar esa historia. Porque, nos guste o no, cuando un guionista es contratado para “ayudar” a un director a desarrollar un proyecto, se convierte en su subordinado. El director es el jefe, y por mucho que se revuelva el guionista, al final es quien toma la mayor parte de las decisiones que importan. Eso, si el productor se lo permite, claro. Pero también es cada vez más raro (por desgracia) encontrar productores que tengan el tiempo y la energía necesarios como para supervisar todo el proceso de escritura e implicarse en él lo suficiente como para poder decirle al director “no” si sus decisiones amenazan con convertir el guión en un despropósito. Además, con la crisis, la figura del jefe de desarrollo (que sí abundó en los 90) es cada vez algo más excepcional. Claro está que también hay productores que prefieren trabajar así: contratan al director, le dejan tomar las decisiones creativas, y mira, una cosa menos en la que tienen que pensar. Luego, las películas salen como salen.

Así que la respuesta elaborada a tu duda sería decirte que creo que los productores deberían asegurarse de no dejar todas las decisiones relativas al desarrollo de la historia en manos de alguien incompetente en un área tan importante.

Pero claro, para poder valorar eso el productor también debería tener una cierta formación en ese terreno, y eso tampoco ocurre siempre (aunque sí más a menudo de lo que podríais creeros).

En realidad, creo que debería ser fundamental que todos los profesionales que toman decisiones que afectan el desarrollo de la historia tuvieran una mínima formación como guionistas. Todos deberían poder sentarse a discutirla usando un lenguaje común. Porque, al fin y al cabo, todos se dedican a lo mismo. No solo los guionistas deberían dar cursos de guión (o por lo menos leer un par de libros) sino los directores y los productores. Porque su trabajo, por encima de conseguir financiación o de diseñar la puesta en escena, es el mismo: contar, narrar una historia.

Lo triste es que últimamente estoy descubriendo que también son muchos los guionistas (y sobre todo, los aspirantes a guionistas) que desprecian la técnica del guión, que creen que para aprender a escribir basta con ponerse. Según ellos, empiezas en la página 1, vas tecleando y cuando llegas a la 100 das el guión por terminado, y punto. Pura intuición. Talento sin domesticar (al menos desde su punto de vista)*.

Hace unos días hablé de estos temas con mis alumnos del Instituto del cine. Entre ellos, hay un actor, y, como todos los actores, él tiene muy claro que el trabajo de actor exige el dominio de una técnica. No hay actor que no sepa qué es la “acción” (o el término similar que usen para definir el mismo concepto) y que eso es lo que determina qué busca y cómo lo busca en una escena. Pero sí que hay “guionistas” que escriben historias sin conflicto, con personajes que vagan sin rumbo y que reniegan incluso de las escaletas más sencillas. Así, se da la paradoja de que puede que haya actores que sepan más sobre esos asuntos que los guionistas que han escrito sus textos. Porque el actor, cuya materia prima -como la de los guionistas- es la emoción, casi siempre sabe que sin técnica no va a poder comunicarla.

Resumiendo: no creo que valga con decir solamente que los directores no deban escribir los guiones, sino más bien que debería ser imprescindible que si eres director, productor, o sí, guionista, sepas de lo que te estás hablando cuando llega a la hora de escribir el guión. Porque al final, la historia es lo único que importa. Los errores de dirección no se perciben**, las carencias en la producción se aceptan… pero los fallos en la historia no se perdonan.

Hace unos días, por ejemplo, estuve viendo de nuevo “Toy Story”. Esta vez fue en  la filmoteca. Al verla, se nota el paso de los años. Comparada con cualquier producción de animación de ahora es muy tosca visualmente. Pero tanto los adultos que la vimos de nuevo esa tarde como los niños que la disfrutaron por vez primera, aplaudimos con las mismas ganas cuando terminó la proyección. La historia sigue funcionando. Y emocionando.

Y al final eso es lo que más importa.

*Lo interesante es que cuando te encuentras con alumnos que piensan así, suelen decirte que sus series favoritas son “Breaking Bad” o “Juego de tronos”, escritas desde la ortodoxia narrativa e inconcebibles sin un trabajo exhaustivo de escaleta.

**Salvo por otros directores, normalmente.

4 comentarios en «CONSULTORIO: DIRECTORES QUE ESCRIBEN»

  1. *Lo interesante es que cuando te encuentras con alumnos que piensan así, suelen decirte que sus series favoritas son “Breaking Bad” o “Juego de tronos”, escritas desde la ortodoxia narrativa e inconcebibles sin un trabajo exhaustivo de escaleta.

    Magnífico.

  2. Siempre me ha llamado la atención que se habla mucho de “directores que escriben” pero nunca de “guionistas que dirigen”. Se habla de un “director que escribe sus propios guiones”, nunca de “un guionista que dirige sus propios guiones”, para definir a gente como Woody Allen, por poner ejemplo, que raramente ha hecho una cosa sin la otra (y cuando ha hecho solo una, ésta ha sido escribir).
    Así da la impresión de que una cosa fuera menos importante que la otra. Que, en general, los guionistas acepten esa concepción da que pensar.

    1. Entiendo lo que dices, Sergi. Pero en mi experiencia (y al menos en la industria española) es mucho más fácil encontrarte con directores que dicen que escriben porque necesitan un guión y no tienen quien se lo escriba, o porque no encuentran uno que les guste, que con guionistas que dirijan porque no han podido encontrar un director. Por Ej. hace tiempo di un curso en la Academia de cine sobre guión de thriller, y entre mis alumnos había muchos directores que más o menos decían que escribían porque no les quedaba otro remedio. Creo recordar que incluso llegué a hablar de ello aquí en Bloguionistas. En todo caso, tan criticable me parece el director que sin saber de guión toma las decisiones en el proceso de escritura, como el guionista que dirige sin saber lo que es la puesta en escena. Además, un director debe ser mucho más que un realizador. Y cuando encuentras a uno de verdad (en mi caso, por poner solo tres ejemplos: Guillermo del Toro, Koldo Serra y Manu Carballo), te das cuenta en seguida.

  3. Ya que citas Toy Story, seguro que conoces un extra en Toy Story 3 en la que se da una lección magistral, contada en animación, sobre cómo escribir el primer acto de una película. Son 10 minutos que equivalen a todo un curso de escritura de guión. Una maravilla.

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