UNA GUIONISTA ESCRIBIENDO NOVELAS

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por Ángela Armero

La relación entre guionistas y novelas es antigua, y normalmente se acusa a los guionistas (a los cineastas en general) de pervertir grandes (y no tan grandes) obras literarias. Pero no es tan sabido por ejemplo que la obra maestra “El tercer hombre” nació antes como guión que como novela, por ejemplo, si bien es cierto que su primera forma fue la historia breve, o que Barrie escribió la novela de Peter Pan a partir de versión teatral. Abundan los guionistas que también escriben novelas, muchos de ellos viejos conocidos de este blog: Roberto Santiago, Jorge Díaz, Carlos García Miranda, Bárbara Alpuente, Antonio Mercero Santos, Verónica Fernández, Macu Tejera, Nacho Faerna,  Virginia Yagüe, Javier Olivares, Carlos Montero, Silvestre G. Ortega, Antonio J. Cuevas, Eligio R. Montero, María López Castaño, Víctor Almazán y esta misma semana se ha publicado la primera novela de Sergio Barrejón. (Los cienes que me dejo: que no me incluyan en ninguna lista negra, por favor.) También pesos pesados de los bestsellers como Carlos Ruiz Zafón, que según informa su wikipedia empezó escribiendo guiones, o el recientemente fallecido Elmore Leonard.

Cuando un guionista se interna el mundillo literario siente que que los guiones son los primos pobres de las novelas, muchos le dicen que un guión no tiene el mismo interés para ser leído, que es muchísimo más difícil escribir una buena novela que un buen guión…

Hace poco estaba hablando con otro escritor y surgió el tema de los novelistas con brújula y los novelistas con mapa, es decir, los que saben más o menos adónde van y los que tienen una escaleta cerrada. Sé que hay guionistas con brújula, pero he conocido muy pocos; en cambio los escritores sin mapa abundan, y quienes defienden este método, como Javier Marías, parecen estar convencidos de sus virtudes, y de que es la forma perfecta de ser tocados por la inspiración o la esponteaneidad.

He escrito dos novelas, una a cuatro manos, y otra a dos, que si no se rompe nada, se publicará en primavera. Puede que escriba una tercera empleando solo una. Para mí es imprescindible tener un mapa, o escaleta, como lo hemos llamado toda la vida, porque si no me siento francamente desesperada y tiendo a pensar que lo que estoy escribiendo no merece la pena si no he pensado de antemano cuál va a ser el recorrido de la ficción. Cuando he ido con brújula he terminado por abandonar, casi siempre por miedo a adentrarme en terrenos pantanosos o directamente, llámemosles por su nombre, tediosos páramos. Pero la buena noticia es que se puede escribir novelas con escaleta, y eso supone que los guionistas tenemos una parte de la sabiduría que se le presupone a un novelista controlada: la de construir argumento y estructura de forma sólida, realista y con oficio. También se nos presupone la habilidad de crear personajes atractivos, algo más a nuestro favor. No es mal equipaje de partida.

Para mí, la mayor dificultad reside en el lenguaje. Por un lado, la necesidad de encontrar y definir la identidad de la voz que narra la historia, que es tanto como decir la nuestra como prosistas, y por otro, la exigencia que supone escribir cada palabra “cara al público”, pensando en que la forma es el fin de esta obra, y no el medio, como sucede con los guiones.

Como guionistas, las únicas construcciones que están en la superficie son los diálogos, como la punta del iceberg, las únicas palabras que llegan “desnudas” al espectador. En cambio, en las novelas todo está al descubierto, y como tal, todo ha de estar muy bien pensado, medido y reposado, puesto que va a ser juzgado y leído como un conjunto.

Por supuesto, no estoy diciendo que escribir guiones no requiera cierta elegancia, corrección, capacidad de síntesis y habilidad narrativa. Pero evidentemente el nivel de exigencia no es el mismo si se escribe una columna de acción que si se escribe el párrafo de una novela. Me ha resultado muchísimo más difícil escribir la novela que cualquier guión, he tardado muchísimo más tiempo y he pasado muchos meses navegando en una absoluta incertidumbre de si lo que estaba escribiendo tenía algún valor. Pero supongo que ese es el mérito y a la vez el premio de salir de la zona de confort de cada uno. Que esa es la única forma de aprender. No pain, no gain.

De esta dificultad en el tránsito de los guiones a las novelas se podría escribir mucho más, y de forma más técnica y didáctica, pero este post solo pretende reflejar mi experiencia. Volveré, si os parece, trayendo una firma invitada que cuente lo que siente “Un novelista escribiendo guiones.”

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7 comentarios en «UNA GUIONISTA ESCRIBIENDO NOVELAS»

  1. Gracias por la mención.

    Siempre he pensado que escribes muy bien, y con este post lo sigues demostrando. Estaré atento a esa novela de primavera.

    A mí una de las cosas que más trabajo me costó, a la vez que más me gustó (al ser algo nuevo) fue el tener que concretar, elegir e hilar los detalles de las acciones que mostraban la vida interior de los personajes. En un guión estamos acostumbrados a la acotación de “Malhumorado” “triste” “alegre”… y que luego el director y el actor concreten y escojan una manera de llevar eso a cabo.

    En la novela, como bien dices, toda palabra forma parte de la obra.

    Permitidme que copie un estracto de “Para ser novelista” de John Gardner. Sí, también hay manuales para escribir novela.

    -“…En lugar de escribir: , es capaz de comunicar –por medio de un ademán, una mirada o poniendo en boca del personaje determinado giro– los más sutiles matices del comortamiento de éste. Cuanto más abstracto es un escrito, menos vívido es el sueño a que da lugar en la mente del lector. Hay mil maneras de estar triste, feliz, aburrido o malhumorado, y el adjetivo abstracto no dice casi nada.”

    Creo que escribir guiones beneficia a la hora de escribir novela (ritmo, estructura, diálogos), y viceversa (perspectiva, personajes, tono).

    Interesante ese futuro post de novelista escribiendo guiones.

  2. Muy interesante, Silvestre, lo que comentas y la cita de Gardner. Voy a conseguir ese libro.
    Paco, creo que el tránsito del guión a la novela tiene, en mi opinión, menos obstáculos que al contrario. A muchos novelistas les cuesta pasarse a la concreción tan absoluta que supone un guión.

  3. Yo he publicado dos novelas y un cuento para niños. En los tres casos empecé a escribir por la primera frase y acabé con la última. Nunca tuve nada más elaborado que un esquema, una raspa más que un esqueleto, no digo ya una escaleta. Y ese esquema lo hice cuando llevaba más de la mitad de la novela escrita; me servía no tanto de guía como de recordatorio. Cuando escribo guiones, en cambio, jamás tecleo una palabra hasta que no tengo una escaleta lo más detallada posible de todo lo que ocurre en la historia. Creo que nunca habría escrito novelas si el proceso fuera el mismo que con los guiones. Lo que me divierte de escribir novelas es avanzar sin saber a dónde voy. Decir que me divierte es quedarme muy corto. Recuerdo la escritura de mis novelas como una de las experiencias más gozosas de mi vida. Puro placer.

    Eso sí, estoy completamente de acuerdo con Ángela en que lo decisivo en una novela es encontrar la voz. Es decir, la persona narrativa, el tono y el ritmo adecuados a la historia. A veces viene sola y otras tardas años en dar con ella. En mi caso, una vez que la tengo, lo demás es disfrutar.

    Obviamente, escribir con brújula no quiere decir que no hagas luego correcciones. La reescritura es imprescindible, pero en mi caso no se parece a la que haría en un guión. En las novelas me limito casi a pulir. En los guiones muchas veces la reescritura es literalmente volver a escribir, casi de cero.

    En definitiva, como dijo Chesterton, “la literatura es un lujo y la ficción una necesidad”. Así que, como añadió Rocabruno, el personaje/escritor creado por el gran novelista/guionista Gonzalo Suárez: ¡hagamos nuestras necesidades!

  4. Gracias Nacho, qué comentario tan interesante. Es un tema que da para mucho y es muy estimulante compartir experiencias.

  5. Muchísimas gracias por la mención.
    Es curioso lo que comentas de la brújula y el mapa porque en mi novela yo utilicé un mapa, lo que pasa es que el mapa se me fue transformando un poco por el camino y ya no se leía de la misma forma. Aún así, al final conseguí llegar a donde me había propuesto desde el principio. Vamos, que hice una escaleta y en cuanto me puse a escribir surgieron variaciones, como suele ocurrir también cuando escribes un guión.
    Sin embargo, ahora estoy terminando la segunda novela. En esta, me tracé también un mapa, pero cuando llevaba cuatro o cinco capítulos, metí un personaje nuevo, uno que ni siquiera había pensado al escribir la escaleta pero que la historia estaba pidiendo a gritos. Y ahí se acabó mi mapa, tuve que quemarlo y empezar a caminar con brújula. La experiencia está siendo muy diferente. A veces me atasco y creo que me he metido en un laberinto del que no podré salir, pero entonces encuentro una puerta, una salida que me sorprende y entonces escribir vuelve a convertirse en un acto sumamente placentero.
    En definitiva, yo creo que aunque uno tenga un buen mapa, nunca está de más llevar a mano una brújula. Y si no apunta al norte, tampoco importa demasiado, lo importante es que la aguja se mueva.

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