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EL PROBLEMA NO ES EL ACTOR

por David Muñoz

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Seguro que a estas alturas la mayoría conocéis la premisa de “Pacific Rim”, la última película de Guillermo del Toro: en un futuro próximo, la humanidad es atacada por unas criaturas de otra dimensión, unos monstruos gigantes a los que llaman Kaiju, que entran en nuestro mundo a través de una brecha interdimensional abierta en el fondo del Pacífico.  Para luchar contra ellos, los humanos han creado unos robots gigantes, los Jaeger, tripulados por una pareja de pilotos que deben fusionarse mentalmente para poder controlar a su “Mazinger” particular.

Se trata de un argumento muy familiar para los aficionados a la ciencia ficción (en cuya lógica creo que no conviene pensar demasiado…). Hay decenas de series y películas japonesas, tanto de animación como de imagen real, que cuentan historias parecidas. Una de las últimas (y con la que más he disfrutado yo) es “Neon Genesis Evangelion”, con la que además creo que “Pacific Rim” tiene una deuda especialmente importante.

Pero como no quiero espoilear la película más de la cuenta, de momento no voy a entrar en más detalles respecto al guión que han coescrito Travis Beacham y Guillermo del Toro.

Creo que es una buena película, cine épico de aventuras para chavales bien llevado, que consigue no tomarse a sí mismo tan en serio como los últimos blockbusters “de destrucción masiva” como “Man of Steel”, y tiene secuencias muy divertidas sin llegar a caer en la autoparodia. Además, es probable que nunca se hayan visto en un cine secuencias de acción tan espectaculares. Cuando “Pacific Rim” no es divertida, es grandiosa. Y ese no es un adjetivo que se me ocurra utilizar a menudo cuando trato de describir una película.

Luego, el mundo en el que viven los Kaijus y los Jaegers a mí me resulta fascinante. Me habría encantado poder recorrer cada uno de los decorados durante horas. Solo viendo qué hay en cada uno de los botes del local del personaje de Ron Perlman seguro que podría echar una mañana. Esa sensación de tener una ventana abierta a un mundo que no es real, que no puede ser real, pero que lo parece, es una de las cosas que más atractivas me resultan del cine fantástico y de ciencia ficción. El director Neill Blomkamp lo explicaba muy bien en una entrevista en la revista Little White Lies: “Lo que más me gusta de las películas es que te lleven, físicamente, a un lugar en el que nunca has estado antes. (…) Ya sea un universo paralelo en la que existe una Tierra en la que viven los Transformers o un lugar totalmente diferente, como en “Aliens”.  Pero quiero ir físicamente a algún lugar”.

Pero no solo la dirección artística o el diseño de producción de la película me parecen magníficos. Si este fuera un blog sobre dirección, puesta en escena o efectos especiales, podría escribirme fácilmente 30 folios explicando porque me parecen brillantes muchas de las secuencias de “Pacific Rim” (y no serían solo las más espectaculares; por ejemplo, la escena de presentación de la chica japonesa, Mako –lo del paraguas y el helicóptero-, me pareció magistral, y marca el tono de la película, nadie se plantaría en el mundo real con un paraguas delante de un helicóptero, pero en “Pacific Rim” sí, porque lo que importa es lo que dice ese momento del personaje y la extraña poética que crea la superposición de elementos que no están hechos para convivir en el mismo espacio).

Además, pese a lo que sostienen algunas críticas, a mí las peleas no me parecieron ni confusas ni reiterativas. Sí, están estructuradas casi como si fueran los niveles de un juego de ordenador (combate/descanso y vuelta al combate una y otra vez), pero esa es la estructura de las películas de combates o torneos de toda la vida -desde “Rocky” a “Dragon Ball”-, y me parece apropiada para lo que se está contando. Si acaso, habría agradecido que alguna de las peleas transcurriera a la luz del día, para poder disfrutar más y mejor de lo que estaba ocurriendo. Pero me parece una pega menor.

O sea, que pagué bien a gusto los 9 euros de la entrada. De hecho estoy seguro de que me compraré el Blu-ray. Hay muchas escenas que me apetece ver otra vez. Y no solo las de robots dándose de leches con kaijus.

Sin embargo, aunque como os digo disfruté mucho con la película, al salir del cine me di cuenta que más o menos a partir de la mitad, aunque no había dejado de pasarlo bien (¡tremenda la escena del “bebé Kaiju!”), sí que había dejado de emocionarme como debería con la historia. La había estado viendo con cierta distancia.

Lo primero que pensé fue que ya tengo una edad y que a lo mejor ya no soy capaz de meterme  tanto en una película de este tipo. Cuando ya has visto tantas historias que utilizan mecanismos narrativos similares (y encima tú mismo te dedicas a escribir historias con ellos y a explicarlos en tus clases), a lo mejor no es posible esa suspensión de la incredulidad tan necesaria para emocionarse de veras con un relato de “héroe tocado por la vida que recupera la confianza en sí mismo y salva al mundo”.

Pero luego pensé que no, que no es así, porque sí que he visto recientemente películas parecidas que me han hecho estar con el alma en vilo hasta prácticamente el final.

Estaba claro que pasaba otra cosa.

Al llegar a casa del cine, leí algunas críticas de la película en Internet. Varias de ellas coinciden en decir que el problema más grande de la película es que el actor protagonista, Charlie Hunman, no es lo suficiente carismático. Como si fuera esa falta de carisma lo que impide que espectadores como yo se emocionen como deberían con el clímax de la historia.

Pero mi impresión es que la culpa no es ni mucho menos de Hunman. A mí me parece que está muy bien. Es buen actor, y hace muy bien todo lo que tiene que hacer. No creo que por Ej., Hunman sea menos carismático que Mark Hamill, el protagonista de “La guerra de las galaxias” (ni peor actor). De hecho, en este tipo de películas, el prota puede permitirse ser un poco soso. Sentimos empatía por él y nos reímos con los secundarios. Luke Skywalker tiene a Han Solo y Harry Potter a Ron, por Ej. Lo hemos visto mil veces.

El problema de Hunman es el personaje que le ha tocado interpretar.

Lo he comentado aquí muchas veces: en el cine, la mayor parte de las veces el que nos guste o no una película depende de que nos identifiquemos con el protagonista y vivamos como propios sus esfuerzos por lograr sus objetivos.

En las películas que más nos llegan, el protagonista tiene un conflicto que le pone en pos de un objetivo e, idealmente, ese conflicto se resuelve en el clímax.

Por Ej. Neo siente que hay algo que no funciona en la realidad, y su búsqueda de la verdad le lleva a convertirse en una amenaza para Matrix.

Y en una película como “Pacific Rim” en teoría el clímax debería ser tanto de acción como emocional. La acción que lleva a cabo el protagonista, “cuenta” que este ha resuelto su conflicto y como lo ha hecho (o lo contrario, como no lo ha hecho si lo de que se trata es de contar un fracaso).

En “La guerra de las galaxias”, cuando Luke Skywalker destruye la Estrella de la Muerte, no solo acaba con los malos y salva a los suyos, sino que por fin consigue usar la fuerza y se demuestra a sí mismo que tiene lo que hay que tener para ser un jedi. Porque aunque Luke quería ser un héroe, no estaba muy convencido de poder serlo. Podría poneros más ejemplos, pero ya me estoy extendiendo demasiado. Espero que se entienda lo que quiero decir.

¿Pero qué le pasa a Raleigh Becket –el personaje de Hunman- en “Pacific Rim”?

Y ahora sí que vienen spoilers. Lo siento, pero no tengo otra manera de explicar bien lo que quiero contar.

Al principio de la película, vemos a Raleigh pilotar su Jaeger junto a su hermano Yancy. En un combate con un Kaiju, Yancy muere, su robot es destruido y Raleigh se queda sin trabajo. Inmediatamente después, el programa de los Jaeger es desmantelado, y en lugar de seguir construyendo robots que luchen contra los monstruos,  los gobiernos de la Tierra deciden levantar muros que impidan que los Kaiju lleguen hasta las ciudades. Pero como los monstruos cada vez son más grandes,  los muros no consiguen impedir los ataques.  Por eso, cinco años después de la escena de la muerte de Yancy, el responsable del proyecto de los Jaegers, Stacker Pentecost (Idris Elba) decide dar el do de pecho e intentar acabar de una vez por todas con los Kaiju antes de que los Jaegers sean abandonados definitivamente (y perdonad si esto no es exactamente así; me resultó muy confuso y no sé si lo entendí bien). En ese momento, Raleigh está trabajando como obrero de la construcción, levantando uno de los muros “antimonstruos”. Pentecost viene a buscarle, y Raleigh aceptar volver. Una vez en la base, se llevan a cabo unas pruebas para que encuentre un copiloto, y éste acaba siendo Mako Mori (Rikno Kikuchi), una chica japonesa obsesionada con vengarse de los Kaiju que causaron la muerte de su familia cuando ella aún era una niña. Tan obsesionada está, que Stacker cree que eso le impedirá fusionarse con el Jaeger y trata de evitar que Mako sea la elegida. Sin embargo,  finalmente no puede hacer nada para evitarlo. Bueno, también ocurre que Mako es en cierta manera la hija adoptiva de Pentecost, y éste teme por su vida.

Inicialmente, Raleigh y Mako tienen problemas para lograr fusionar sus mentes y controlar al Jaeger (que es el mismo en el que murió Yancy, el hermano de Raleigh), pero justo cuando se produce un nuevo ataque de los Kaiju, consiguen compenetrarse y demostrarle al resto de sus compañeros y a su jefe que son unos pilotos de Jaeger cojonudos. Además, Mako mata a uno de los Kaiju en nombre de su familia, clamando venganza (y sí, a mí lo de la espada me hizo mucha gracia; me pareció una broma, no una inconsistencia).

Y en ese momento, la película se acaba tanto para Raleigh como para Mako.

Sin embargo, quedan aún no sé si cuarenta minutos o más por delante.

Pero sus conflictos ya se han resuelto: Raleigh ha vuelto a pilotar un Jaeger y ha encontrado un copiloto con quien se ha compenetrado tan bien como con su hermano; y Mako ha conseguido demostrar que puede ser piloto y ha vengado simbólicamente la muerte de su familia.

En el caso de Mako esa resolución prematura es menos importante. Es un personaje secundario, y ya intuimos que existen muchas probabilidades de que al final de la película, en el enfrentamiento definitivo con los Kaiju, Raleigh esté pilotando en solitario el Jaeger. Porque, al fin y al cabo, él es el héroe y el héroe se enfrenta solo al peligro en el 90% de las ocasiones. Con lo que Mako no podría llevar a cabo entonces esa venganza simbólica que necesita para completar su arco dramático.

Ah, además, como podéis suponeros, hay una historia de amor entre Raleigh y Mako. Pero al llegar al tercer acto tampoco hay incertidumbre alguna respecto a lo que ocurre entre ellos. Se gustan, y ya está. No hay nada que impida que tengan una relación en el caso de que sobrevivan a los Kaijus.

Con los conflictos de los personajes resueltos, la película sigue. Ahora de lo que se trata es de atacar a los Kaiju (y no solo defenderse de sus ataques) y de destruir su vía de acceso a la Tierra.

Los personajes tienen un objetivo: nada menos que salvar a la humanidad.

Pero como me dijo una vez hace mucho tiempo el profesor Lewis Cole: los grandes objetivos no nos hacen meternos en una historia; lo que nos hace meternos en una historia son los objetivos pequeños, personales, aquellos que tienen que ver con el conflicto del personaje. O sea: salvar al mundo y a billones de personas es una abstracción para el espectador. Siempre nos importará mucho más que el personaje tenga que salvar a una sola persona, sobre todo si la hemos conocido (¡o a su perro!).

Por eso, creo que una vez Raleigh y Mako resuelven sus conflictos, es inevitable tomar cierta distancia respecto a lo que se cuenta. Te importa menos.

Como comentó en Twitter el historietista Mauro Entrialgo, tras esa desconexión el final se te hace larguísimo. Se convierte en un tercer acto de 50 minutos que parece no acabar nunca. A mí no me pasó, pero entiendo que le pasara a él.

Y eso que en este caso la trama de acción está muy bien llevada, y, cosa rara en los “blockbusters” de última generación, tiene sentido (siempre que aceptes las reglas que deja muy claras la película al arrancar, claro). Las revelaciones del segundo acto sobre la verdadera naturaleza de los Kaijus y sus planes a mí me parecieron muy interesantes. Me habría tragado tranquilamente un falso documental de dos horas sobre los monstruos y los robots.

La cuestión es que al final, Raleigh y Mako llevan a cabo el plan que debe acabar con los Kaijus (que evoca al de los rebeldes para destruir la Estrella de la Muerte o al final de “Los Vengadores”), pero no les queda nada que resolver a nivel personal. Las preguntas que puedes hacerte son: ¿Sobrevivirán? ¿Ganarán? Y dado que se trata de una película comercial, resulta imposible plantearse que la respuesta de alguna de ellas pueda ser “no”.

Entonces, pasa algo muy curioso: y es que los dos protagonistas se dirigen hacia la brecha por la que los Kaijus entran en nuestra realidad acompañados por otro robot pilotado por Stacker y un personaje secundario del que no voy a hablar para no destriparos la película del todo. Y ellos sí que tienen cosas que demostrar en este ataque. De hecho, durante el clímax se cierran sus respectivos arcos de sacrificio y redención. Ellos sí consiguen emocionar al espectador. ¡Pero los que deberían emocionarnos son Raleigh y Mako! Es como si al final de “La guerra de las galaxias” Han Solo le robara el protagonismo a Luke (no lo consigue, a pesar de salvarle, porque el cierre de su arco dramático tiene que ver con su relación con Luke, está al servicio de la trama principal).

Resulta muy extraño, y deja vendido a Charlie Hunman, sobre todo cuando los pilotos del otro robot son dos actores tan tremendos como Idris Elba y Robert Kazinsky.

De ahí que algunos críticos rápidamente culpen a Hunman de la falta de intensidad emocional del clímax, cuando en realidad, lo que creo es que al tratarse solo de un clímax de acción, no emocional (repito: a nivel de personajes), ningún actor habría sido capaz de hacer que nos conmoviéramos con lo que está ocurriendo. Es un problema de guión, o más bien de construcción dramática.

De la misma manera, cuando tras el clímax la pareja de enamorados se reencuentra, la sensación que tenemos es de estar ante un epílogo. No está ocurriendo nada nuevo. Todo nos lo habían contado antes. La historia de amor también había acabado previamente al ataque final.

Como he dicho otras veces aquí, para entender los porqués de las películas que vemos, para poder analizarlas y sacar algo en claro que podamos aplicar a nuestro propio trabajo, conviene no pensar que somos más listos que los guionistas que han escrito el guión que estamos desmenuzando. En este caso, creo que Travis Beacham y Guillermo del Toro han hecho en “Pacific Rim” muchísimas cosas muy bien, casi todas en realidad, cosas muy difíciles, como por Ej. crear un mundo fantástico creíble y unos personajes secundarios cómicos que pese a estar algo caricaturizados, consiguen interesarte además de hacerte reír (que por cierto me parecen la herencia más directa del universo de Hellboy en la película). No hay que pensar que lo han hecho “mal”, sino que han hecho lo que han querido por alguna razón que no alcanzamos a entender. Nada ocurre porque sí en las películas, y estoy seguro de que Beacham y del Toro eran muy conscientes de que estaban dejando en pelotas a su protagonista en el clímax.

¿Quizá pensaron que era mejor llevar a Raleigh “en limpio” al universo de los Kaijus para que la posible resolución de sus conflictos no nos despistara de la acción o de la fascinación que debe sentir tanto el personaje (y nosotros a través de él) al entrar en un mundo extraterrestre, nada menos que otra dimensión? Puede ser*. Es cierto que en muchas películas chirría y hasta resulta ridículo que en el clímax de acción se intente resolver un trauma del héroe, como muy bien parodió Charlie Kaufman en la escena del pantano de “El ladrón de orquídeas”.

Solo que esto me ha hecho pensar en el clímax de un guión que me gusta mucho, el de “Encuentros en la tercera fase”. Al final de la película de Steven Spielberg, el personaje de Richard Dreyfuss consigue acceder a la base donde la humanidad va a contactar por primera vez con extraterrestres, y no solo logra verlos, sino que estos le permiten irse en su nave con ellos. Y ese clímax es la resolución más satisfactoria posible del conflicto del personaje. Al fin y al cabo lleva toda la película obsesionado con los extraterrestres, sospechando que está a punto de producirse ese primer contacto, mientras alrededor suyo todo el mundo le toma por loco. Pero Dreyfuss no está loco. Tiene razón. Y el final de la película lo demuestra. Así que en este caso esa mirada fascinada a lo extraño, a lo maravilloso, no es incompatible con la resolución de un conflicto y de un clímax satisfactorio, no solo de acción, sino emocional.

También puede ser que Beacham y del Toro hayan concebido su película no como la historia de Raleigh sino como la historia del grupo de “resistentes” que aún siguen  empeñados en usar los jaegers para luchar contra los kaijus. Unas declaraciones de Guillermo del Toro en una entrevista muy interesante que podéis leer en Ain´t It Cool News apuntan en esa dirección. Al parecer se rodó una hora más de material desarrollando las tramas de todos los demás personajes que finalmente se quedó en la sala de montaje (ojalá la recuperen para el Blu-Ray; me encantaría verla). Visto así, no es tan raro que Raleigh haya culminado su arco mucho antes del ataque final, porque no es él el único que importa, sino todo el grupo, y todavía hay personajes a los que les quedan cosas que hacer y demostrar. Lo malo es que este razonamiento no encaja demasiado con cómo está construida buena parte de la película. “Pacific Rim” arranca con la voz en off de Raleigh y él es nuestro punto de vista. Estamos con él durante la mayor parte de las escenas, y es su peripecia la que seguimos. Por Ej., cuando el programa de los jaegers es abandonado para empezar a construir muros que rodean las ciudades, le seguimos a su trabajo en uno de esos muros, no nos quedamos con Stacker Pentecost.

No es exactamente así, pero da la impresión de que Raleigh es el protagonista hasta que de pronto deja de serlo. ¿Quizá en el guión original de Beacham la historia era más sencilla y fue con la llegada de Del Toro cuando empezaron a crecer en importancia el resto de los personajes y sus tramas? Puede ser, pero sin haber leído el primer guión es imposible asegurarlo* *.

Mira que tiene imágenes potentes, pero puede ser que esta sea mi favorita de toda la película.
Mira que tiene imágenes potentes, pero puede ser que esta sea mi favorita de toda la película.

NOTA: Unos días después de terminar esta entrada, encontré en Internet la primera versión del guión de “Pacific Rim” firmada únicamente por Travis Beacham. Como me imaginaba, es muy diferente a la versión que se ha rodado. El universo en el que transcurre la historia es el mismo salvo por algunos detalles menores, hay varias escenas que más o menos han sobrevivido a las sucesivas reescrituras (como la de la espada) y se mantienen algunos diálogos -por Ej. el que compara a los Kaiju con los huracanes o lo de “cancelar el apocalipsis”, dicho por otro personaje-, pero el desarrollo del argumento es muy diferente. Entre otras muchas cosas, aunque como en la película, Raleigh ha perdido a su hermano, Mako es ya una piloto de Jaeger que también ha perdido a su compañera. Otro cambio importante es que en el  mundo en el que transcurre la historia, se mantiene en secreto la verdadera naturaleza de los Kaijus, y es una periodista –la novia del hermano de Raleigh- quien descubre cómo destruir a los extraterrestres de otra dimensión tras sonsacarle la información a un científico loco. Y casi no hay rastro de las historias entre padres e hijos salvo por algún detalle entre Pentecost y Mako.  El padre e hijo australianos no existen, por Ej.

Aunque a los guionistas nos encantan las historias de buenas primeras versiones de guiones estropeadas por productores y directores, en este caso me parece que la versión que se ha rodado es mucho mejor en todos los aspectos. Todo lo de la periodista resulta muy forzado, los personajes son más planos y la estructura funciona peor. En cuanto al final y el “problema Raleigh”, es en lo que menos se diferencia una versión de otra. Como en la película, Raleigh y Mako consiguen llevar a cabo la misión que se les ha encargado, y si bien se pone mucho énfasis en que es su amor lo que lograr destruir el “Anteverso”,  todo sabe a epílogo porque hace muchas páginas que tenemos claro que han nacido el uno para el otro, que sabemos que se combinan a la perfección para pilotar su Jaeger y que sus respectivos arcos dramáticos se han cerrado. Solo que, como no están Pentecost ni el australiano, el clímax es aún más plano. Es curioso que el para mí principal problema del guión siguiera estando presente en todas las versiones que se escribieron. Supongo que quiere decir que ni del Toro ni Beacham pensaban que era un problema.

Cuanto más pienso en estos asuntos, más creo que el crítico FILM CRIT HULK tiene razón cuando sostiene que la mayor parte de las veces los problemas de las películas, las razones por las que no llegan a engancharnos,  tienen que ver con la negativa del guión (que no es lo mismo que del guionista, como ya sabemos), a hacer lo que la historia está pidiendo a gritos. Por hacer algo más original, por sorprender, o vete a saber porque exigencias de los productores que casi nunca tienen que ver con las necesidades narrativas de la historia. Pero, como decía Vince Gilligan, el creador de “Breaking Bad”, en una entrevista reciente en la revista Empire: “A veces el final más satisfactorio es el más obvio”.

Y en el cine épico, de aventuras, si conseguimos que el arco dramático del personaje se cierre al mismo tiempo que se cierra la trama de acción, casi siempre estaremos más cerca de conseguir que el personaje se sienta satisfecho con ese final. Porque es un final que “resuena” a nivel emocional, que importa.

Hablando de “Breaking Bad”… y perdón de nuevo por el Spoiler. ¿Por qué nos impacta tanto el final de la cuarta temporada? Pues no solo porque Walter White haya vencido a sus enemigos, sino por lo que significa esa victoria de cara a su arco dramático, a su imparable descenso a la maldad, convertido ya en el “Scarface” de Albuquerque.

Volviendo a “Pacific Rim”… por Ej. ¿no habría sido una posibilidad quizá más interesante darle el conflicto de Mako y su pasado al personaje de Charlie Hunman? Eso habría permitido centrar la narración en su arco dramático y evitar un tanto la sensación que se tiene a veces viendo la película de que Raleigh se limita a ser espectador de cosas muy interesantes que siempre le pasan a otros. Lo mismo es una mala idea (probablemente lo sea), pero me gusta pensar en cómo sería la película introduciendo ese cambio en el guión. Me parece un ejercicio interesante.

Antes decía que pensar en todo esto puede ayudarnos a escribir nuestras historias. Y alguno estaréis pensando que vosotros nunca vais a escribir un “Pacific Rim”. Cosa que puede ser cierta (aunque no hay ninguna razón para que sea así; ya ha habido un Español que ha escrito el argumento de una superproducción). Pero como he explicado aquí muchas veces, aprender cómo funciona una estructura narrativa no nos obliga a utilizarla como en la película en la que la hemos estudiado. No necesitamos escribir un guión de 200 millones de dólares para usar las lecciones que podemos extraer de ver “Pacific Rim” (las buenas y las malas, quiero decir).

Precisamente, el mismo día en el que vi la última película de Guillermo del Toro, vi por la noche “A Late Quartet” (en España “El último concierto”), un drama sobre los problemas que tiene un veterano cuarteto de cuerda después de que a su violonchelista -interpretado magistralmente por Cristopher Walken-, le sea diagnosticada una enfermedad que va a impedirle seguir tocando. La trama es mucho más compleja que eso, pero tampoco quiero espoilearla.

Lo importante es que, aún siendo un drama en tono bajo, “A Late Quartet” es muy emocionante, sobre todo gracias al personaje de Walken y a lo bien resuelto que está su arco dramático. Lo que ocurre en la historia nos importa porque le importa a él. Y estamos con él porque le entendemos, porque durante hora y media compartimos sus objetivos. En el clímax, cuando Walken lleva a cabo la acción que resuelve su conflicto (su disparo de misil a la Estrella de la Muerte), a mí se me pusieron los pelos de punta. Desde luego ayuda que Walken esté inmenso –como también lo están el resto de los actores-, pero poco podría hacer un actor como él sin ese guión que le permite llegar a ese clímax con el que es muy difícil no conmoverse.

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Esto sí es un héroe.

Igual que muchos culpan a Hunman de que “Pacific Rim” flojee al final (y también de que no haya funcionado mejor comercialmente) seguro que son también muchos los críticos que le adjudican a Walken todo el mérito del final de “A Late Quartet”. Y lo tiene, por supuesto. Pero el cine es un trabajo en equipo. Todos los elementos que componen una escena tienen que funcionar para que el clímax sea satisfactorio. Puesta en escena, interpretación y guión.  De todos ellos, el guión, la estructura narrativa, es el único que no se puede permitir fallar. Si no está escrito, ni el actor ni el director van a poder inventarlo.

Pero mientras esto no se entienda, actores como Hunman (o como Taylor Kitsch en “John Carter”), seguirán siendo convertidos en chivos expiatorios, haciéndoles responsables de no haber sido capaces de dar algo que no estaba allí.

*Recordemos que los protagonistas del cine de aventuras no siempre deben de tener o tienen un conflicto y un arco dramático que “resuene”. No lo tiene, por Ej., Indiana Jones, y no solo no pasa nada sino que es una de las virtudes de la película.

**Me llama la atención que en Internet los críticos que han odiado la película culpen a Travis Beacham. Como si el guión de rodaje lo hubiera escrito solo. Cuando cualquiera que haya seguido la filmografía de Guillermo del Toro puede darse cuenta rápidamente de todo lo que tiene en común con sus películas anteriores.  Y no me refiero solo a que haya botes con formol llenos de restos orgánicos o que Ron Perlman tenga un papel importante. “El estilo del Toro” va mucho más allá de dirección artística o el diseño de producción, es también una forma de narrar. Y “Pacific Rim” me parece tan suyo o más que cualquiera de sus otros largos.

7 comentarios en «EL PROBLEMA NO ES EL ACTOR»

  1. Estupendo análisis. A mí tampoco me importo que el arco de Hunnam se resolviera en el segundo acto. Es más yo vi el final como una resolución emotiva de los personajes de Elba y Kazinski muy satisfactoria. Me recordó a ese tipo de pelis de “Men with a Mission” que en el final **spoiler** algún secundario importante decide sacrificarse para que sea el héroe el que termine la misión**. Si algo echo en falta es un poco más de “peli de equipo” como al final lo son muchas de estas pelis que has citado como “Star Wars” o “Aliens”, el héroe triunfa, pero tiene un equipo detrás sin el que no serían capaces de hacer nada.

  2. Repito a Julio 2 veces: primero, análisis súper didáctico. Se agradece sobre manera leer así sobre películas. Y como segunda repetición: yo me quedé muy satisfecho porque se cerraba el arco de Idris Elba que, a veces, me parece incluso más protagonista. De hecho pese a que es cierto que el prólogo es de Hunman a mi me pareció que la peli tiene cierto espíritu coral y espero sobremanera ver esa hora extra.

    Mi blockbuster veraniego favorito con diferencia!

  3. “Y no me refiero solo a que haya botes con formol llenos de restos orgánicos o que Ron Perlman tenga un papel importante. “El estilo del Toro” va mucho más allá de dirección artística o el diseño de producción, es también una forma de narrar.”

    Es que el ‘estilo del Toro’ se reduce precisamente a eso: cuatro detalles monotemáticos que adornan guiones mediocres y que se salen del molde del blockbuster clásico lo justo como para que algunos críticos lo califiquen de ‘auteur’, (no hay más que ver lo mucho que le han sacado rédito a este timo directores como Tim Burton o el último Woody Allen, el que hace películas que parecen capítulos de ‘Españoles en el mundo’)…

  4. Para mí el principal problema de muchas películas (no solo de acción) desde hace años, es la manía del cuarto acto. Ya estás satisfecho con la explosión del tercero, que cierra trama y personajes, y de pronto comienza un extra-bonus que no sé si a mi edad o conciencia le resulta casi siempre intolerable, y hace que el “menos es más” quede totalmente justificado.

  5. la peli me recordo esas otras pelis donde un policia/militar retirado es llamado de nuevo al deber y le ponen de secundon un novato. No digo que sea mala la premisa, le dieron vueltas interesantes a la misma pero hay un punto en la que se torna un poco aburrida (a mi parecer) pero los cientificos locos son los que se llevan el premio.

  6. Mi teoria y que solo puedes saberlo si hablas algo de japones, es que el amor entre Mako y el protagonista no existe, en realidad el amor es al hombre de color que la salvo cuando niña. en uno de los dialogos finales (que no esta subtitulado) ella le dice “maestro lo amo”

Los comentarios están cerrados.

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