FIRMAS INVITADAS: NO MÁS VIMEO

por Carlos Morelli.

En el artículo “Federer as Religious Experience”, publicado en agosto del 2006 en el New York Times,  David Foster Wallace narra lo que significó para él ver jugar a Roger Federer en vivo: una experiencia trascendente y metafísica, más allá de la comprensión humana, que nunca podría ser apreciada por aquellos que ven el match en una transmisión por televisión.

Yo nunca tuve la suerte de ver a Federer jugar en vivo (sí a Maradona), pero al final de la proyección de mi cortometraje en la Quinta edición de Cortópolis, pude comprender plenamente el alcance y sentido del artículo de Wallace.

Monstruo fue una película escrita en Berlín (Alemania), filmada en Montevideo (Uruguay), editada en Guadalajara (México), y finalizada (post producción) de vuelta en Berlín. Filmamos en una cámara Red (4k) y por obvias razones, a partir del momento que el rodaje finalizó, el montajista comprimió los archivos a un formato pequeño y práctico (h264). Los siguientes meses visioné mi trabajo en monitores de diferentes tamaños, y excepto durante las 3 noches que duró la mezcla final de sonido, el resto del tiempo sólo puede escuchar mi película a través de parlantes pequeños, medianos o simpáticos “cascos”.

En resumen, todo el proceso creativo se llevó a cabo con materiales de calidad reducida. Poco después el corto tuvo sendos estrenos en Uruguay, en México y en Estados Unidos, e incluso una maravillosa proyección en Berlín, pero ninguno de estos estrenos superó el formato del Blu-Ray, y si bien fueron todas experiencias gratificantes (hermosos cines, maravillosa audiencia), siempre el visionado fue sensiblemente inferior a las posibilidades y el potencial real del material original.

Imaginen a un artista que pinta un cuadro y luego solo puede ver “postales” (medianas y pequeñas) de su obra. Hace una semana descubrí que yo había escrito una película, la había ensayado, la había dirigido y editado, pero nunca la había visto.

Cuando dieron las 20:45 en Ciudad de la Imagen (Madrid), en la sala 6 de los cines Kinépolis las luces se apagaron, y las 750 personas presentes vieron iluminarse la pantalla de 10x25m, con la potencia del proyector de DCP (2.5 k), y surgieron los créditos sobre negro y el título. Luego el primer frame del film se presentó ocupando toda la inmensa tela blanca, de una superficie tres veces mayor que el apartamento en el que vivo con mi mujer y mis dos hijos.

Sala Kinépolis

Sala 6 de Kinépolis en la 5ª edición de Cortópolis, a poco de iniciar la proyección.

Lo que sucedió a continuación fue sorprendente y delirante:

La obra sobre la que había trabajado durante meses y más meses, en largas jornadas llenas de angustia, ilusión e inspiración, a la que creía conocer de puntilla y hasta en sus más recónditos detalles, se presentó ante mí de una forma que nunca la había visto.     La dimensión del relato y la estructura narrativa, proyectada en ese tamaño y a esa calidad, toma otro significado, y las implicaciones dramáticas de una línea de diálogo son ahora inmensas y reverberan en el cerebro del que escucha. La potencia de la mirada de un actor en estas dimensiones posee una energía demoledora, y un pequeño gesto de la mano del otro actor, representa prácticamente un sacudón que me empuja en mi butaca.

Roberto Jones

Roberto Jones en “Monstruo”.

La fotografía se revela en su máxima intensidad semántica: la luz narra y la oscuridad susurra ideas, y todo lo visual adquiere un sentido poético y narrativo que impacta en mi conciencia. El sonido y la música son ahora elementos fundamentales en la construcción del estado emocional de los personajes y el espectador.

El film progresa y el silencio en la sala es total, y en las pausas en el diálogo entre los protagonistas llego a escuchar el murmullo lejano del aire acondicionado, y me queda claro que ante la presencia de una fuerza visual y sonora tan poderosa, nadie es indiferente: la energía narrativa del film se te mete por los poros sin que puedas evitarlo.

Es posible entonces juzgar la película de forma plena y consciente, es posible saber exactamente qué es lo que me fastidia o incomoda, qué es lo que no entiendo o lo que no hace sentido, lo que me fascina o enamora del relato.

La magia radica en el hecho de que, si bien yo jamás había proyectado una película en esas dimensiones y con esa calidad, casi todo lo que filmé y edité en la construcción del film, parecía únicamente pensado para ser proyectado en ese tamaño, y todos los sonidos que quedaron en la versión final del film, parecían elegidos exclusivamente para este sistema de sonido de una sala de esas dimensiones.

El lenguaje cinematográfico, que aprendí de chico viendo películas en el cine (una tras otra), vive dentro de mí, y el ojo que se ha educado como espectador (viendo películas en salas enormes),  ha quedado moldeado para siempre, y no importa cuántas miles de horas pase uno frente al monitor de 15 pulgadas de la Mac, el de 8 del iPad o el de 4 del teléfono, el cerebro siempre recuerda el marco original en el que debería presentarse el material.

La consecuencia directa de esta experiencia es un sensible aumento en la confianza en mis propios instintos cinematográficos, la certeza de que es bueno hacerle caso a la vocecita chillona que me indica que este encuadre es mejor y no el otro, o cuando esta vocecita me susurra que le pida al actor que vuelva tirar su línea, pero que esta vez lo haga sin mover un solo músculo de su rostro, concentrándose solamente en decir lo que tiene que decir, eliminando todos los intentos de “interpretación”, animándolo a que confíe en sus expresiones naturales, y en su capacidad de proyectar los pensamientos y emociones con sólo pensar y sentir.

Pero también están los errores. Porque cualquier mala decisión que hayas tomado en el rodaje o en la sala de montaje frente al monitor, se multiplicará por 100 en la pantalla gigante. Cualquier impostura o exageración de tus actores será veneno puro, cualquier y mínimo desvarío del ritmo narrativo será como una bomba que destruirá en mil pedazos todo tu relato.

Casi al final del corto nadie ha tirado nada a la pantalla, y por eso sé que al menos no será una catástrofe, como me temía en el momento en que la luz del cine se apagó, y entraron los créditos iniciales, y comprendí empíricamente el tamaño de la pantalla: el primer plano de mi película, que dura una eternidad, estaba por proyectarse, y entré en pánico.

Primer plano monstruo

El primer plano de Monstruo.

¿Con qué huevos yo ocupo la conciencia de 750 personas a través de un cañonazo de luz? ¿Es que realmente tengo algo que decirles? ¿Es esto lo suficientemente sincero y honesto e interesante?

El tiempo es lo más valioso que tenemos (porque no se puede recuperar), y yo estaba a punto de consumirles a 750 personas 29 minutos enteros de su tiempo. Debía tener algo sólido, interesante y consistente para ofrecer… Pero yo no había pensado en eso antes. Yo sólo había pensado en hacer la mejor película posible.

El pánico era el mismo que si me hubieran parado al frente del cine en ropa interior y me hubieran dado un micrófono, y me hubieran pedido que hable durante 29 minutos de un tema de mi interés, con la firme promesa de que las 750 personas presentes en sala intentarían escucharme con atención.

Si esa hubiera sido la propuesta hubiera salido corriendo. Y salir corriendo fue mi primer instinto cuando finalmente el primer plano de Monstruo se proyectó.

Pero no me fui, no podía, estaba en el medio de la fila, rodeado de gentes que muy atentas miraban al frente esperando ser hipnotizadas por el narrador, esperando vivir algún tipo de Epifanía, alguna revelación intelectual o emocional, una experiencia similar (religiosa) a la que vivió David Foster Wallace ante la volea de Federer que desafía las leyes de la física. Pero esta magia solamente está disponible para el que ve el partido en vivo y no por televisión.

El cine es para verlo en el cine y no en el monitor, y por lo mismo, luego de mi experiencia “Cortópolis”, no pienso volver a compartir Monstruo vía Vimeo (con password), pero no es un asunto de tamaño de pantalla o calidad de proyección, es una cuestión social:

Cuando en mi película uno de los personajes decide llevarlo todo a los extremos, elevando la tensión hasta un punto de vértigo y angustia, la señorita que estaba sentada a mi derecha (yo estaba de incógnito, ella no sabía que yo era “el autor”),  dio un brincó en su butaca, e inconscientemente me tomó el ante brazo con su mano izquierda, que ahora era una garra tensa y filosa, a su vez yo me asuste con su manotazo y también me estremecí haciendo que el chico a mi izquierda se sacudiera. Todo esto sucedió en un instante ínfimo, y cuando al final de la proyección las luces se encendieron, los tres hicimos como que nada había sucedido, pero habíamos compartido un momento en comunión: habíamos compartido emociones y sensaciones, nos habíamos conectado y ahora volvíamos a estar cada uno por su cuenta.

El cine en vivo y en directo es una experiencia que nos humaniza porque nos conecta y al final de la proyección de Monstruo yo no solo era un mejor “realizador”, porque había aprendido sobre la verdadera capacidad narrativa del encuadre, la luz, el sonido y la actuación, si no que me sentía un poquito menos solo, y por todo esto estoy infinitamente agradecido.

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17 comentarios en «FIRMAS INVITADAS: NO MÁS VIMEO»

  1. Pingback: No más vimeo

  2. ¡Me ha encantado el post! Y contiene grandes verdades que hay que tener muy en cuenta. Felicidades.

  3. Grandioso post. Ahora tendré que investigar para enterarme de cómo puedo verlo en esas dimensiones. (Gracias por compartir el artículo de D.F.W.) Un abrazo.

  4. Interesante post y estoy de acuerdo en que la magia que se consigue en el cine no la consigues en otros sitios. Pero…”ay los peros!” me considero un fan del formato corto y por tanto puedo decir que debéis abogar por dar a conoces vuestra obra a cuantos mas mejor y hoy en día es bastante difícil ver cortos. Los festivales no muestran todos y algunos se nos escapan.
    Por tanto si prefieres el que tu obra pueda SOLO ser disfrutada en el cine, no tengo mas que desearte suerte.

  5. Discurso obsoleto. Una vez al mes mola ir a la sala, quedar con amigos, compartir unas cervezas después de la peli. Pero a los que nos gusta ver tres o cuatro peliculas a la semana más cuatro o cinco capítulos de nuestras series favoritas,se nos tiene que dar la posibilidad de verlos en casa, en Blueray, barato, 1,99 por título como mucho. Una smart tv de 50 pulgadas y un buen home cinema para mí desvirtúa poco la grandeza de la sala.
    La implicación de los teleoperadores con un cánon y la posibilidad de que muucha gente pague muy poco son las únicas vías de salvar esto. El elitismo, el sibaritismo y la excelencia que pretende este post sobre aquellos que van a la sala ya no vale.

  6. Si puedo ver Monstruo en mi casa por 0,99 en calidad máxima es muy probable que la vea. Si voy una vez o un par cómo mucho a la sala es probable que , aunque solo sea por ponerme de acuerdo con los amigos, decida ver otra.
    Como autor yo creo que lo que deseas es que muuucha gente disfrute y sienta con tu obra. Y exhibir solo en salas 2,5 K y pantallas gigantes con un sonido para puristas…..hace que muuucha gente deje de empcionarse con tu historia.
    Eso sí los críticos, totalmente vendidos a la industria y con un discurso añejo y rancio, te van a poner por las nubes.
    Un saludo y deseando ver monstruo.

    1. No tengo nada claro si yo optaría por la misma solución que Morelli, pero él manifiesta en el post que no se trata ni de calidad de proyección ni de sonido, sino de la experiencia colectiva y el efecto emocional que ésta provoca.

      No creo que lo suyo sea elitismo sino la reivindicación de algo que, quizá para ganar otras experiencias, estamos perdiendo.

  7. Yo lo de experiencia colectiva no me lo acabo de creer. A veces voy al cine con amigos y luego comentamos. Pero también cuando vemos la peli en casa lo hacemos. Así que lo que me queda de experiencia colectiva en una sala son el crujir de las palomitas, las toses, algún móvil inoportuno. Incluso algún vecino de butaca poco amigo de la ducha. Cosas todas ellas que no echo en falta.
    Por otra parte me parece que el grueso de la producción audiovisual, en cantidad y calidad, ya no está en el cine. La ficción que más estoy disfrutando de un tiempo a esta parte son series de TV. Con ellas estoy construyendo mi imaginario reciente, mi galeria de héroes, mi antología de citas memorables. Y todo ello con un simple DVD (ni siquiera BlueRay) y una modesta pantalla de 32, más que suficiente para las dimensiones de mi salón.
    De vez en cuando hay que ir al cine, claro. Como hay que salir a bailar, a caminar por el campo, a tomar una copa… cosas que aunque se puedan hacer en casa tiene su puntito hacerlas fuera. Como lo tiene ir a una libreria aunque en Amazon tengas cualquier libro disponible. Pero para eso no hace falta justificaciones estéticas ni de “calidades”. Apetece y punto.
    Lo que no termino de ver es la moraleja final del post. ¿Qué quiere decirnos el autor? ¿Que somos espectadores de segunda consumiendo productos en mal estado?
    No creo que en tiempos de crisis (y esta no va a ser pasajera, porque afecta a los cimientos) la solución pase por un ataque agudo de nostalgia. Más aún cuando esa nostalgia depende, para satisfacerse, de una estructura de distribución cada vez más insostenible.
    Y, la verdad, si lo que busco es una experiencia de contemplar in situ algo vivo, algo que me trasmita un latido humano real… el teatro cumple esa función mucho mejor que el cine. Y no hay DVD que lo supla ni torrents para bajárselo. El resto es melancolía.

    1. DE todas formas en el comentario de Paco y en los mios hay una linea roja, hablamos de casa con unas calidades mínimas. Evidentemente y en lo que estoy completamente de acuerdo es que un Screener grabado con Iphone en la sala que te llena tu ordenador de pop ups y virus varios no es ver cine.
      Añadir también que muchas personas no tenemos un cine Kinépolis ni a 500 kms a la redonda. Reivindico mi derecho a ver lo que me apetece ver (Les Revenants serie francesa por ejemplo) en mi casa. Si la industria piensa que internet es el demonio y que el espectador de calidad tiene que ir a Kinépolis, qué posibilidades tenemos los que vivimos en un pueblo de Extremadura para eludir, con un buen regate, Salvame De Luxe y Allien vs Predator.

  8. Raúl López Echeverría

    Muy interesante tu artículo y provoca polémica.
    Yo tuve una sensación muy similar al rodar y proyectar en 35mm además, sin intervención digital todavía. Me di cuenta de lo mejor y lo peor en una proyección.
    Si bien es verdad que nada se compara con una buena proyección en DCP o 35mm, no se que tanto nos debemos adaptar a la realidad que pocas cosas que hagamos tendrán garantizadas proyecciones o al menos una en el tamaño de pantalla y calidad de salida mencionadas. Por tanto se convierte en una situación de adaptación y aprovechamiento de otros medios. Se que esto modifica el lenguaje audiovisual, atención del espectador, ritmo e incluso posiblemente duración. Pero la mayoria vamos a estar en esa situación un 90% de las ocasiones o más. Salvo Spielberg, JJ Abrams y una corta lista más, el resto no tenemos garantía o fácil llegada a salas comerciales.

  9. Por que optar por blanco o por negro? Apoyo a Morelli (ademas soy la coproductora de Monstruo;) ambas cosas deben existir, no solo para el artista, sino para el publico: la pequeniez y comodidad de la pantalla y el streamining (que te permite ver cosas k de otra manera no seria posible) y la grandeza colectiva de la experiencia del cine. DE LA MANO. AMBOS. Salud.

  10. Creo que así, con está proyección, con este sistema de sonido, en este cinema, es la unica forma en que se devería ver la película ‘Monstruo’! Entonces, me quede muy felíz, que fue mostrado en Cortópolis. Espero, que va a tener mas cinemas así en Europa.

  11. A raíz del artículo hoy recibí este e mail: “Todo lo que he leído habla bastante bien de tu trabajo, así que, aunque sea contradecir a lo expuesto en tu articulo de Bloguionistas (mensaje con el que estoy bastante de acuerdo, por otra parte), ¿crees que sería posible que me pasaras un enlace privado de Vimeo para poder verlo?”…

  12. excelentemente bien escrito.

    me hace acordar a las noches de primavera montevideana en la Linterna Mágica de Cinemateca o la sala Pocitos, viendo peliculas de Resnais, Tarkovksi, Allen, Escola, Bergman, Polanski, Kieslowsky. Viendo a Mastroianni, Huppert.

    sí, el cine tiene una gran efectividad en la comunicación (dada por la gran pantalla, el sonido de calidad y otros) lo colectivo y lo intimista.

    me acuerdo de La Rosa Púrpura del Cairo de Allen. Esa soledad desconsolada que transmite y la esperanza que uno encontraba en la sala mientras durase la película. Siempre me acuerdo de ese personaje de Farrow.

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