Por David Muñoz
Uno de los errores que más a menudo cometemos los guionistas cuando nos reunimos con un director o un productor para trabajar en un guión, es enredarnos en discusiones en las que tratamos de convencerlos de cosas apoyándonos en lo que sabemos de escritura dramática. En, digamos, las “reglas”.
Por Ej., yo recuerdo haberme pasado horas discutiendo con un director para convencerle de que eliminara varias secuencias que a mi juicio alargaban innecesariamente el primer acto. Para mí, lo lógico era suprimir esas escenas. La historia que íbamos a contar tenía que arrancar cuanto antes. No podíamos perder tiempo en prolegómenos “innecesarios”. Pero para el director eran importantísimas.
En esos momentos los guionistas creemos que si nuestro interlocutor llegará a entender lo que estamos defendiendo y por qué, estaría de acuerdo automáticamente con nosotros. Así que, dependiendo del temperamento de cada uno, o nos ponemos didácticos, o directamente nos mosqueamos. Y aunque tratemos de disimularlo (y más nos vale, no vaya a ser que nos acusen de no saber trabajar en equipo* y nos despidan) suele notarse que en realidad lo que estamos pensando es que no tienen ni puta idea de lo que están hablando. Lo más probable es que si después de la reunión nos encontráramos con algún amigo con quien pudiéramos comentarla, le diríamos cosas tipo “esta gente no sabe de nada, no sé ni cómo se dedican a esto”.
Pero sí que saben. Saben lo que les gusta.
El problema es que ante la emoción, la lógica siempre pierde. Da igual que nos hinchemos a poner ejemplos o que citemos todos los manuales de escritura del mundo. No vamos a ganar.
Cuidado, que no estoy diciendo que los directores o los productores tengan siempre razón. Por ejemplo, el director no la tenía en el ejemplo que he puesto antes. El cine es estructura. Y la estructura comunica unas emociones u otras dependiendo de cuál se utilice. Despreciar que un guionista se preocupe de cuestiones estructurales cuando se comenta un guión es como pretender que a un compositor de música pop le sea indiferente que su canción dure cuatro minutos o quince, o que tenga o no estribillo. Imaginaros “Help!” de The Beatles convertida en una canción de 10 minutos con cinco solos de teclados. ¿No es lo mismo, no? Por eso, una de las cosas que siempre me han irritado en las reuniones de desarrollo es que se diga que los problemas de estructura son problemas “mecánicos” sin mayor importancia y que si acaso ya se arreglarán en montaje.
Pero llegado el momento de decidir si algo entra o no entra en un guion, aferrarse a lo que sabemos es perder el tiempo. Como también lo es tratar de discutir desde una pretendida objetividad la validez de una de esas ideas que cuando salen de la boca de un productor o de un director llamamos “caprichos”.
Porque para ellos no lo son. Para ellos pueden ser la razón por la que decidan hacer o no la película.
Supongo que al ser guionista, lo que me ocurre es que tiendo a llevarlo todo mi terreno, pero esto fue algo en lo que pensé bastante leyendo hace poco el ensayo “No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político” de George Lakoff, que como su título indica, es un ensayo sobre política. Resumiendo mucho, entre otras cosas Lakoff habla de lo absurdo que le parece que la izquierda se empeñe en vencer a la derecha apelando a la razón cuando de lo que se trata es de apelar a las emociones. Porque eso explica que en muchas elecciones, el electorado de clase obrera vote a la derecha y, por tanto, en contra de sus propios intereses, aprobando medidas como bajarles los impuestos a los ricos. No votan desde la lógica, votan desde la emoción, votan de acuerdo a un sistema de valores que encaja con su “marco” psicológico, con su forma de entender la realidad, en este caso conservadora, lo que Lakoff denomina “el modelo del padre estricto”.
Llevando ese planteamiento al mundo del guion, el problema es que no hay ideas buenas o malas, hay ideas que resuenan emocionalmente e ideas que nos dejan fríos.
Las ideas que nos gustan, que nos parecen adecuadas para contar nuestra historia, suelen ser aquellas que nos emocionan, normalmente porque conectan con nuestra forma de ver el mundo (una visión conformada por la suma de nuestras influencias, o del poso que han dejado en nosotros otras historias que nos han hecho disfrutar, y nuestra experiencia).
Si un director se empeña en meter algo como sea en el guion que estás escribiendo para él suele ser por una de estas dos razones: o significa algo para él a nivel personal, o evoca algún momento de otra película que también es importante para él.
¿Y cómo argumentas en contra de eso?
Para los que penséis que esto no es así, que las historias pueden ser valoradas de forma “objetiva”, os recomiendo que penséis en cómo escribís vuestros propios guiones.
Al escribir ficción hay que tomar muchas decisiones. De hecho, escribir es en buena parte eso. Elegir entre diferentes posibilidades. Partiendo de una misma sinopsis, cada guionista escribiría una historia diferente con ella. Y, ¿cómo toma cada uno esas decisiones? Pues salvo las que son de cajón o porque las exige el género con el que estás trabajando, las demás se toman porque son las que más te “tocan” emocionalmente. No suele haber otro criterio (aunque a veces se racionalice el proceso a posteriori para venderles esas decisiones a tus jefes). De ahí que yo haya dicho aquí alguna vez que lo queramos o no, todos somos autores. Tarde o temprano, cualquier historia se transforma en autobiografía.
En el ultimo número de la revista “Qué leer”, hablando de si la protagonista de su última novela tiene rasgos en común con ella, la escritora Soledad Puértolas dice “No, no vivo con esa impresión. Pero yo qué sé si me conozco, no me analizo tanto. Y no miro para atrás, ahora miro el presente y hacia el futuro. Aunque a lo mejor lo mejor tengo parcelas misteriosas que aparecen al escribir, cosas de la vida guardadas que al escribir salen”.
Yo de la respuesta de Puértolas eliminaría lo de “a lo mejor”.
Si tienes alguna duda de que eso es así, puedes hacer una cosa que alguna vez les he recomendado a mis alumnos: que lean alguna historia que hayan escrito hace tiempo y busquen si hay en ella elementos autobiográficos.
Es raro que no suelan encontrarlos.
En mi caso, nunca me doy cuenta de que incluyo cosas muy mías en mis guiones cuando los estoy escribiendo. Suelo convencerme a mí mismo de que, como creo que decía Andrew Stanton, estoy “desenterrando” una historia que estaba por ahí escondida en alguna parte y cuya forma es simplemente la que debe de tener, la natural. Eso, cuando las cosas van bien, claro.
Solo luego, cuando pasa el tiempo, me doy cuenta de que eso no es así y de que he vuelto a escribir mi autobiografía sin querer.
A veces, los elementos autobiográficos son muy sutiles. Pero otras no lo son tanto. Por ej., hace más o menos un mes terminé de escribir una sinopsis muy detallada del nuevo proyecto de cómic que estoy escribiendo para el dibujante Tirso Cons. La dejé reposar unos días y, al releerla antes de mandárselo a nuestro editor, me di cuenta que la historia de amor del protagonista era muy, muy parecida a una que había vivido yo hace solo unos meses. Pero os juro que cuando lo escribí no me di cuenta. Realmente me pareció que aquella era la mejor manera de contar lo que tenía que contar. Pensaba que había tomado una decisión “objetiva”.
No sé si toda escritura es una forma de terapia. Pero sí no lo es, se le parece mucho.
Esa es una de las razones por las que suelen ser tan difíciles los procesos de desarrollo, sobre todo cuando estás trabajando con una historia original. Por mucho que trates de decirte a ti mismo que no es algo personal, que lo que pasa es normal, que tienes que comportarte de forma profesional y aceptar los cambios que te proponen sin enfermarte… es casi imposible hacerlo, porque lo quieras o no, siempre es personal.
Y creo que no conviene olvidarlo cuando trabajas en esto, hagas lo que hagas.
Cuando me ha tocado ayudar a rescribir un guion como tutor en algún curso, antes de empezar a trabajar procuro hablar con su autor sobre lo que es realmente importante para él o no, de lo que está dispuesto a cambiar y de a lo que le parece imposible renunciar. Entonces, sí que podemos empezar a resolver problemas, estructurales o de otro tipo, porque lo que vamos a intentar hacer es contar mejor la historia que él quiere contar, no a contar otra, quizá la que yo contaría a partir del mismo material.
Pero dejarse atrapar por la visión de otro, es un ejercicio de humildad que no resulta fácil, sobre todo si tenemos la oportunidad de introducir algo en la historia que nos toque, que nos importe de veras.
De modo que, la próxima vez que salgáis de una reunión con un director o un productor empeñados en meter cosas en vuestro guion que para vosotros no vienen a cuento, no penséis que no saben de lo que hablan. Sí que lo saben, aunque no sepan verbalizarlo. Lo que quieren es conectar emocionalmente con la historia en la que van a trabajar durante los próximos meses. Lo que quieren es que les importe. Según se vea, quizá hasta deberías sentirte halagado.
Lo malo es que las mejores historias no se escriben en grupo, y menos aún si éste se encuentra formado por individuos con ideas muy diferentes de cómo debe ser su desarrollo.
Pero eso ya será tema para otra entrada.
Ah, ¿la discusión con el director de la que he hablado al principio de esta entrada?
La “ganó” él, por supuesto.
*Dícese de la capacidad del guionista para aceptar sin rechistar las órdenes de sus jefes. Muchas veces prefiero que desde el principio se renuncie a esa falsa camaradería y que quede claro que unos somos empleados y los otros sus jefes. Todo suele ser mucho más fácil. Además, usando una metáfora muy sobada pero no por ello menos adecuada, en un barco solo puede haber un capitán. Así que para que sugerir otra cosa. En realidad, una de las cosas que más tranquilidad te da cuando te contratan es que quienes toman las decisiones sepan lo que quieren y cómo comunicártelo de forma clara.
Preciosa entrada, David. Y necesaria como pocas. Sé que a muchos les alivia pensar que este trabajo nuestro está sujeto a unas reglas objetivas, pero si queremos emocionar al público no puede ser así, al menos no del todo. Nos tenemos que dejar parte de nuestra piel y mejor si son aquellas “parcelas misteriosas” que dice Puértolas, mejor si lo hacemos sin tenerlo previsto.
“Ante la emoción, la lógica siempre pierde” es la frase del mes. Cuando doy clase suelo decir que no conviene perseguir que todo en nuestro guion sea lógico, racional, justificado, ordenado… porque entonces lo máximo que podemos conseguir es una película lógica, racional, justificada y ordeanda. Lo que viene siendo un tostón; o peor, algo manido y previsible.
El problema es que muchas películas personales, sin rumbo ni emoción alguna, han hecho mucho daño. Y es fácil que un guionista se deje llevar por su emoción como único norte y se meta en un pantano. Para vacunarnos contra eso, solemos caer en el defecto contrario y nos rodeamos de manuales, recetas y brújulas.
Pero al final, como decía no sé quién, la película (o serie) merece la pena si hemos conseguido una o dos secuencias que realmente emocionen. Eso basta, eso es muchísimo. Y como guionistas, tenemos que estar alertas para poner en el guion aquello que el director va a saber contar bien, darle forma a sus emociones. ¿Fácil? Nunca.
Estoy de acuerdo en todo, pero entonces….un buen guionista no sólo debe saberse las “recetas” sino que debe “vivir” para contar historias interesantes ya que vuelca su autobiografía sin parar en sus guiones. Es decir, debe viajar mucho, salir mucho de noche, meterse en líos, ligar a tope, experimentar en carne propia cosas, etc…¿no? Si no lo hace, solo estará copiando a otros de una manera u otra.
¡No! Vamos, si le apetece hacer todas esas cosas, que las haga, claro. Pero vaya, que a todos nos pasan muchas cosas, buenas, malas, regulares, constantemente. Es como un título de una película de Enrique Urbizu que a mí me gusta mucho, “La vida mancha”. Aunque te quieras mantener limpio, te mancha. Incluso aunque te esfuerces en vivir una vida anodina. Porque al final, ninguna lo es. Además, todo depende de cómo se procesen las cosas. No sé, por ponerte el ejemplo que mejor conozco, o sea, yo mismo, yo ni viajo mucho, ni salgo mucho, ni hago nada “mucho”. Pero he querido y me han querido, he odiado y me han odiado, he perdido a seres queridos, he gozado, he sufrido… vamos, lo que viene a ser la vida. La experiencia aprovechable para alguien que escribe no es solo el cliché Hemingway.
Olé
Un amigo nuestro para halagar mi forma de escribir me dijo una vez que él construía edificios muy equilibrados, con sus ventanitas, su simetría, sus buenos cimientos y sus buenos tejados. Mis edificios, según él, no eran tan perfectos, ni tan equilibrados, y a veces una ventana era de distinto tamaño, pero que al verlos sabías que en cualquier momento se iba abrir una ventana y un personaje iba a proferir un grito que nos llenara de escalofríos. Le agradecí mucho que pensara que mis guiones estaban llenos de vida aunque la mayoría de las veces no tuvieran una estructura ni mucho menos perfecta. La emoción es eso: un grito que nos produzca un escalofrío. No creo que mis guiones sean como este buen amigo los describió, pero lo que sí sé es que trato a diario de abrir ventanas, por si alguien quisiera asomarse y gritar.
Felicidades, Muñoz.
Estupenda reflexión. Y vale tanto para el trabajo en equipo como para el solitario. Yo últimamente pienso mucho en el lema “Kill your darlings”: ese que sugiere que renuncies a tus momentos favoritos si así lo pide la estructura. Y vale, la estructura es fundamental, pero elevarla a la única medida de todas las cosas creo que es un error. Usando una metáfora futbolística, creo que la mayoría preferimos a los entrenadores que adaptan el sistema (su estructura) a los jugadores de los que disponen y no al revés. Los jugadores que casi siempre resultan sacrificados en nombre del orden suelen ser los más impredecibles y talentosos, los “darlings” de la afición, los que más emocionan. Yo cada vez soy más reacio a dejar mis momentos favoritos en el banquillo: prefiero estrujarme las meninges y buscar una estructura que los acoja. Pero no me hagáis caso, soy de los románticos que prefieren jugar bien y perder antes que ganar a cualquier precio.
Futbolero!!
Hace poco estuve viendo un concurso de historietas amateur y tal como esperaba casi todos los personajes tenian aproximadamente la edad de sus autores y sus aventuras consistian en arreglar las cosas simplemente porque lo querian (el poder de las emociones, la fuerza interior, la superioridad inherente del protagonista y todo eso), ese motor emocional está sobre usado por los mas jovenes y con el auge de internet casi se ha vuelto un sitio por donde se debe pasar, un gigantesco lugar comun de autocomplacencia mutua que funciona porque queremos que funcione y porque nos toca el corazon llevarle la contra a quien se estanca por sus emociones en el temor a lastimarlos o simplemente por la cortesia de ignorarles
Puede que una forma de caer en ello lo menos posible sea aceptar las cosas que forman parte de cada uno para manipularlas directamente ya que todo lo que no aceptamos de manera racional nos mueve de manera inconsciente, pero eso significaria aceptar que no somos tan buenos como nuestras fantasias y que nuestras vivencias no son tan buenas para funcionar como historias y eso a la mayoria de las personas les genera un enorme rechazo que unicamente pueden afrontar despues de un largo tiempo y a veces ni eso
Personalmente me gusta ver la necesidad de adaptacion como un trabajo de ingenieria en donde se recibe un encargo especifico y el escritor trabaja sobre ello hasta generar exactamente lo que se ha solicitado aunque esta postura se sustenta en cierto orgullo de artesano en lugar de ese aire a artista que a veces queremos alcanzar por vanidad; ahora falta que quien dirige sepa lo que quiere para poder hacerlo con todas las especificaciones requeridas pero de todas las personas con las que he colaborado para hacer alguna historia ninguna sabia que queria hacer pues partir de las emociones tiene la ventaja de tener un gran impulso pero tambien corren el riesgo de echarlo todo abajo si la duda y el miedo se cuelan en el trabajo ¿y que mayor duda que aquella que surje cuando las cosas van en serio? ¿que mayor miedo que el de hacer algo nuestro que este por debajo de nuestras espectativas? ¿que es mas terrible que ser el responsable de todo un proyecto?
El resultado son los cambios de último minuto, los personajes estereotipados metidos en la esperanza de consolidar el tono buscado, la historia de amor metida a la fuerza para “dar agarre” y es que las emociones son necesarias para ser comprendidas y usadas como herramientas pero eso requiere ser capaces de alejarnos de la emocion misma para ver si realmente nuestro personajes viven lo que habiamos pensado y esa frialdad es vista como algo negativo, como la antitesis de la llama creadora pues se nos ha convencido de que las mejores desiciones se toman con el corazon pero olvidamos que quienes toman esas desiciones son nuestros personajes y que no tiene por que reflejarnos a nosotros en toda la extension de nuestra persona
Las emociones pueden ser el principio y de ahi partimos pero la meta es mucho mas alejada y la misma emocion que nos lleva a iniciar muchas veces desaparece en el proceso mismo de la historia pues nunca se termina como se ha empezado (a menos que tengamos viajes en el tiempo pero esos son cosa de la fisica) creo que serviria tener claro que cada proyecto debe presentar diferentes aspectos que no se influyen si no estan conectados directamente y que simplemente sobrepasan los ajuestes narrativos del formato
Por ejemplo: las relaciones de pareja que suelen ser tan iguales cuando son estables a pesar de que los personajes sean diferentes, tamben las relaciones que inician con un flechazo entre desconocidos “porque asi son las cosas” o los heroes a los que no les da ninguna bala sin importar la situacion o el numero de enemigos, son cosas con poca causa pues lo que se pretende es lograr un efecto sin mas y se piensa en los efectos, en los resultados como cuando tenemos un juguete y lo lanzamos a volar simplemente porque queremos que vuele aunque lo sostengamos con la mano y no este hecho para volar
Si te he entendido, que creo que sí, estoy bastante de acuerdo con lo que dices. En todo caso, me gustaría aclarar que yo no estoy hablando de contar tu vida directamente, tal cual. Puede hacerse, claro, incluso con resultados interesantes. Ya que hablas de cómic, por Ej. “Paracuellos” de Carlos Giménez es un gran cómic autobiográfico. Pero no todas las vidas son una historia. O pueden ser contadas como una historia. Quizá sí fragmentos de esa vida. Aunque tampoco me refiero exactamente a eso. De lo que yo hablo es de que contando historias que aparentemente no tienen nada que ver con nuestra vida, no podemos evitar salpicarlas de elementos autobiográficos. Cosa lógica, pues esos elementos forman también parte de nuestro bagaje como narradores. Quizá debería haber aclarado en la entrada que el guion en que he incluido sin querer una historia de amor muy parecida a una que he vivido yo recientemente es un cómic de aventuras en el Amazonas ambientado hace unos cuantos siglos.
Como profesor de guion, te aseguro que me enfrento todos los años a muchos proyectos sin interés alguno en los que sus guionistas se han limitado a contar su vida creyendo que de por sí eso ya era interesante. De todos modos, eso también forma parte del proceso que nos lleva a convertirnos en narradores: aprender a diferenciar la historia de la anécdota. Digamos, que con el tiempo, lo que uno hace es incorporar la anécdota a la historia, aunque sea de forma inconsciente.
Luego, creo que no hay que confundir la búsqueda de la emoción con el sentimentalismo. Por “emoción” entiendo un abanico bastante amplio de sentimientos. No solo “emociona” lo melodramático. De hecho, puede conseguir un efecto distanciador. Si se abusa de ello, satura.
Contra eso último, Mike Leigh.
Brillante reflexión.
A mí me pasa que al escribir una historia original en solitario tiendo a contar “mi vida”. Lo que me hace cabrearme conmigo mismo, porque el protagonista acaba siendo yo, o incluso todos los personajes acaban pareciéndose y actuando como yo lo haría.
Por eso, conocer cómo ve la historia otra persona es siempre una gran ayuda. Cuando me he atrancado en el proceso de escritura, una conversación con el director o con un actor son el empujón perfecto para ver por dónde debes seguir la historia.
Los actores a veces no saben tanto de escribir pero sí suelen saber de emociones, de conflictos, de sentimientos. La lógica del guionista no lo es todo.
¡Qué grandísima verdad!
Magnífica entrada David. La lógica siempre pierde ante la emoción, claro que sí, porque es precisamente nuestra capacidad de sentir cosas lo que distingue el funcionamiento del cerebro humano al de una máquina. Sin embargo, lo que nos hace diferentes a la irreflexión animal es, por otro lado, la razón. Disponemos también de un dique racional con el que frenar y gestionar los fuertes torrentes de emoción que nacen de los sentidos. Usémoslo para darle un cabal justo a nuestra historia, sin desbordes y sin sequías, para encontrar esa justa medida que nos permita hablar de los que nos conmueve a la vez que lo hacemos de un modo interesante. ¿Quién dijo fácil?
Por cierto, desde que empecé a leer este blog (hará cosa de un año) que vengo recopilando las entradas que me han parecido de más interés y que pudieran servirme, de algún modo u otro, para ser mejor guionista, escritor, pensador o persona. Sé que la web ya dispone de su propia ‘hemeroteca’ a la que dirigirse, pero, aprovechando que con la inclusión de esta entrada el volumen ha alcanzado la friolera de 100 páginas de word (lo cual me sugiere la necesidad de un homenaje o algo así sinsentido) quería compartirlo con quien lo quisiera. Parece una tonería, pero de vez en cuando abro el docu, escojo una entrada al azar y refresco ideas que me parecieron reveladoras pero que con el tiempo han quedado soterradas de pragmatismo y vulgares experiencias. Ahí queda eso.
Hola, acabo de descubrir este blog, no soy guionista ni nada que se le parezca, a pesar de ello, y de no tener formación alguna a este respecto, estoy tratando de escribir mi primer guion para realizar mi primer corto, ya veremos si consigo escribirlo y en caso afirmativo, si finalmente acaba plasmado en un corto.
A donde voy, es a que precisamente, la idea de la trama viene por una vivencia personal, aunque trato de diferenciar todo su desarrollo de esa vivencia personal, de la que sólo quedará la ‘semillita’ de la idea, no deja de ser sorprendente como esto que me ha pasado a mi, tal y como contais, suele ser más habitual de lo que en principio, hubiera imaginado.
Me ha parecido muy interesante el blog y a partir de ahora, lo seguiré periodicamente.
Este post me recuerda a algo que comentamos una vez por aquí a raiz de uno de tus post (si había que ceñirse o no a las reglas siempre). Me ha hecho gracia leerlo,. Thank u en su día me ayudó mucho.
¡Hola David! Me ha gustado mucho leer este post. Además, me ha recordado a las reuniones que tuve con un compañero de escuela, estudiante de dirección. Recuerdo que él quería cambiar el final de la historia. Un giro de 180º.
Es cierto que por un lado te sientes halagado al ver cómo desean involucrarse y contar algo que les gusta más, pero es desmoralizante que sus argumentos se queden en eso, en “ésto me gusta más que lo tuyo”. Efectivamente, siempre estamos a prueba y escribir es un inacabable ejercicio de autocrítica.
Ah, ya que hace tiempo que no hay clases, aprovecho para recomendarte las últimas películas que he visto y me han parecido dignas: Perfect Sense. The Hunter. Fase 7. One Houndred Mornings. (Seguro que discrepamos en algunas).
¡Un saludo!
Oh, lo olvidaba. Debes ver Diamond Flash, de Carlos Vermut. Además acaba de salir a la venta con un comic editado. Creo que podría gustarte.
Un saludo.
Precisamente esta mañana la he comprado en la FNAC. A ver qué tal…
Buen artículo, las personas cabezotas como yo necesitamos leer estas cosas.
Como soy un poco asiduo de este blog, me presentaré. Me llamo Íñigo (aunque por aquí me seguiré llamando Travis en honor de “Taxi Driver”), y soy un devorador de películas. Me gustan las películas, sean de la nacionalidad o del estilo que sean -siempre que sean buenas. Pero no me basta con ver las películas, quiero hacerlas. Estoy aprendiendo cosas básicas sobre el guión, y quiero atreverme a dirigir y a actuar. En otras palabras, “ser una navaja suiza”.
David, dices qué es lo importante para un guionista. En mi caso, es difícil responder, porque siempre que escribo se me entremezclan muchas cosas. “Percibo” una realidad dentro de otra: las apariencias, lo que se esconde, una realidad tras otra en una persona. En las personas y en los sucesos de cada día. Pero para mí lo importante en una historia es que siempre hay esperanza de que el mundo mejore, siempre y cuando se tenga experiencia y conocimiento de uno mismo para reunir la fuerza necesaria, empezando por cambiar las pequeñas cosas y luego las grandes.
Me mueven dos razones a la hora de escribir: unas más mundanas (ganar dinero, impresionar a la chica de al lado) y otras menos mundanas (contribuir a la cultura, expresarme…). Siempre medio entre las dos. Creo que ese sentido del equilibrio esta presente en mis gustos cinematográficos: tan pronto me gusta “Salvar al soldado Ryan” como “La delgada línea roja”; “El ladrón de bicicletas” como “Harry el sucio”, y así. Creo que soy un tipo de polos opuestos pero complementarios.
Si algún día me pongo a hacer una carrera de cineasta necesitaré de un poco de diplomacia con los productores, jeje. Bueno, volveré a escribir por aquí.
Los comentarios están cerrados.