por Ángela Armero
Recientemente nuestro rey tuvo que disculparse por haberse ido a cazar elefantes a Botswana en plena crisis ecónomica. La indignación corrió como la pólvora y Juan Carlos I dijo que lo sentía y que no lo volvería a hacer. La traducción en palabras del incidente era lamentable, sobre todo por el hecho de que si no se hubiera roto una cadera jamás nos hubiéramos enterado de su pasatiempo real, pero creo que lo que terminó de desatar la polémica fue esta imagen.
Como española sentí rechazo ante la idea de que uno de los símbolos más visibles de mi país, el Rey, apareciera vinculado a la caza de un hermoso animal. Muerte, exhibicionismo, rifles y monarquía en una sola imagen: demasiado. Quizá, al margen del indudable talento deportivo de la selección española, la adhesión unánime que despierta tiene que ver con lo sencillo que resulta asociarnos a una imagen como ésta:
Éxito, juventud, belleza, felicidad. Las dos imágenes representan al mismo país y las dos son ciertas, pero no podrían ser más opuestas. Pero incluso en nuestra valoración (por lo general peyorativa) de la polémica caza del elefante también influyen otras historias previas, basadas en una cultura alimentada de otras imágenes. Sentimos un rechazo casi inmediato ante la muerte de un animal majestuoso y que por lo general hemos visto en el circo, en el zoo… y que necesita una pluma para volar.
Para muchos, el primer elefante de nuestra vida. Walt Disney ha influido tanto en la cultura popular que al menos en mi caso creo que no puedo desvincular mi disgusto ante la proeza cinegética del Rey de la identidad de Dumbo, ese animalito tierno, bueno, inofensivo y que supera sus limitaciones. De alguna manera, para mí todos los elefantes son herederos de la primera historia con elefantes que yo asimilé. Pero luego te encuentras con esto:
Y este elefante es más real que el anterior. Los elefantes son animales salvajes a los que los granjeros odian y que dejan sin alimento a buena parte de los cuadrúpedos con los que comparten territorio. Y por supuesto, irritables bestias que frecuentemente dan el susto de su vida a los turistas de safari. Difícil volver a Dumbo después de haber vivido una experiencia como ésta. Difícil volver al casi unánime cariño del país hacia su rey, fundamentado en imágenes como ésta.
Ese es el poder de las imágenes: la última que recibe el espectador o ciudadano tiene mucho más fuerza que la anterior, por muchos años de arraigo que esta tuviera.
Por eso, los manuales de guión se refieren machaconamente a la importancia de contar las historias en imágenes y creo que tienen razón. Por supuesto no hay que volverse loco, como mucha gente que se lo toma al pie de la letra y exige que un guión se componga enteramente de imágenes, despreciando la necesidad e importancia que una escena de dos personas hablando en una mesa pueda tener en el conjunto de una historia. En realidad, contar en imágenes es casi lo mismo que otro cliché de los manuales de guión: una persona es lo que hace… o lo que no hace.
Y todo lo anterior habla de la responsabilidad que tenemos todos a la hora de sentarnos a escribir: la obligación de encontrar la mejor imagen con la que contar nuestra historia y quizá, de paso, ahorrarnos unas cuantas palabras.
En mi opinión, la idea de “contar con imágenes” es una trampa mortal para el guionista. Ése no es nuestro trabajo, es el del director, el del operador de cámara, el del montador. El nuestro es “contar con acciones”. “Drama” significa “hacer”, “actuar”. La virtud de las acciones (al contrario que los pensamientos, las ideas, los sentimientos) es que siempre son traducibles a una imagen. Pero las imágenes remiten a un mundo de posibles connotaciones simbólicas, alegóricas, estéticas… que distraen al guionista, que bastante tiene con lo que tiene. Mi definición favorita de lo que es un guión es de Schrader: “la lista de las cosas que pasan”. Las imágenes vienen después.
Discrepo. Para mí, un guión tiene que sugerir imágenes. Escribimos para un medio visual, y todos los que participamos en el proceso tenemos un compromiso con la imagen. No podemos quedar al margen del mensaje simbólico, alegórico o estético, no si queremos proteger nuestra historia.
Pues yo, sin despreciar el conflicto, creo que todo lo que aparece en la pantalla ha tenido que ser descrito por el guionista, porque es imposible escribir para la pantalla sin visualizar previamente lo que sucede.
En mi humilde opinión, yo sí creo que la imagen es fundamental. Si no, un guionista sería un dramaturgo. Importa el drama pero también importa la historia; o sea lo narrativo. Si las imágenes, las metáforas, están en el guión, mejor para el director. No sólo de trata de imágenes de acciones (porque es cierto que también las “no-acciones” definen a un personaje), sino de que haya imágenes que resuman y definan el tema o los estados de ánimo o lo que sea.
De hecho, sin irnos a los extremos de copiar a rajatabla el estilo americano, si el cine español fuera más narrativo que “dramático”, tal vez otro gallo nos cantara. Tal vez.
Yo con Faerna. Y lo ha dicho en imágenes (juro que he visto la lista)
A mi me gusta la frase “contamos lo que pasa, no lo que se ve” porque si cuentas todo lo que te imaginas en pantalla, el guión se convierte en un muermo de cuidao
Yo no he dicho que contar en imágenes sea “lo más importante”, pero sí creo que es muy importante y que es más fácil ser original mediante con la ayuda de las imágenes que únicamente mediante hechos y palabras. Y por supuesto yo también utilizo escaletas o “la lista de lo que pasa.”
En mi opinión, la imagen siempre es accesoria de la acción, con lo cual puede ser útil (narrativamente) recurrir a una imagen según qué caso. No creo que lo apropiado sea partir de la imagen sino llegar a ella si es necesario, si lo que se quiere explicar realmente necesita o queda mejor explicado con un refuerzo connotativo, estético o alegórico… siempre recurro al mismo referente últimamente, pero creo que en ‘Another Year’ (y en muchas otras) hay pocas imágenes crípticas o cargadas de información narrativa. Hay texto críptico, eso sí. Y dudo que la imagen fuera un elemento clave durante su proceso de desarrollo.
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