Por David Muñoz
He escrito aquí varias veces sobre las dificultades más habituales a las que suelen tener que enfrentarse los guionistas cuando adaptan una novela al cine.
Y hace poco vi una película basada en una novela que pienso utilizar como ejemplo si algún día tengo que dar una clase explicando cuáles son esas dificultades. Se trata de “Never Let Me Go” (Mark Romanek, 2010), conocida en España como “Nunca me abandones”, y basada en una novela muy conocida del inglés Kazuo Ishiguro.
Romanek es un gran director y la película tiene una factura estupenda. Desde el punto de vista formal no creo que pueda ponérsele ninguna pega. Los actores están todos muy bien, la fotografía es magnífica, el diseño de producción impecable, etc. Pese a ello, “Nunca me abandones” es una película muy fría con una primera hora un tanto aburrida y por la que es difícil sentir algo más que un interés distante hasta que en su magnífico tramo final está casi, casi, a punto de resultar conmovedora.
Sospecho que esa frialdad inicial es una de las razones por las que ha pasado tan desapercibida, cuando en teoría lo tenía todo, no sé si para ser un éxito (en esta época de blockbusters infraescritos, dudo mucho que una película así pueda serlo), pero sí al menos para haber llamado un poco más la atención.
Habiendo leído el libro, creo que una de las razones por las que “Nunca me abandones” resulta tan insatisfactoria es que es demasiado fiel a la novela de Ishiguro. En el “making of” del DVD, el guionista Alex Garland explica que desde el principio tuvo claro que su trabajo no era cambiar la historia de Ishiguro, sino encontrar la manera de narrarla “cinematográficamente”. Pero me da la impresión de que Garland y sus productores no supieron o no quisieron ir tan lejos como habrían debido para convertir “Nunca me abandones” en una experiencia cinematográfica satisfactoria. No sé si habrá tenido algo que ver o no, pero en el “making of” también se explica que Ishiguro y Garland son amigos íntimos. Y si ya suele ser difícil atreverse a cambiar cosas de un libro de un autor al que admiras con el que no tienes una relación personal, no puedo imaginarme lo que tiene que ser pensar que cargarte una subtrama puede provocar que tu amigo deje de hablarte. O que te despida. Porque Ishiguro además es productor ejecutivo de la película.
A partir de este punto va haber muchos “spoilers”, así que si no conocéis la historia que cuenta “Nunca me abandones”, os recomiendo que dejéis de leer.
La película comienza mostrándonos la vida de unos niños en un internado inglés durante los años 70 de una realidad alternativa en la que ha habido grandes avances científicos en el campo de la medicina. Un “internado” que hace honor a su nombre. Los niños nunca salen de allí y nunca va a verles ningún pariente, de modo que da la impresión de que son huérfanos. Entre esos niños se encuentra la tímida Kathy, que está enamorada de Tommy, un crío algo especial que pese a que parece sentir interés por Kathy, elige como novieta a la mucho más lanzada Ruth.
Y a lo tonto llevamos 20 minutos de película.
Como yo había leído el libro y sabía lo que realmente estaba pasando, no me aburrí, pero mi pareja estuvo a punto de dormirse. Con el triángulo entre los niños podían haberse rodado 20 minutos muy interesantes, pero todo está contado en un tono tan bajo que resulta difícil sentir interés por ellos y sus desvelos.
Entonces, llega la gran revelación que pone patas arriba toda la historia y nos obliga a replantearnos lo que hemos visto hasta ese momento: una profesora “rebelde” le explica a los niños que son clones. Cuando crezcan, serán utilizados como donantes de órganos hasta que mueran. Algo que ocurrirá cuando la mayoría tengan veintitantos años.
En ese momento, aumentó el interés de mi pareja por la película.
Pero éste volvió a decrecer rápidamente.
Los niños se hacen adultos y van a pasar una temporada al campo con varios compañeros, en una fase durante la que se les permite llevar una vida más o menos normal (se les deja tener pareja, por Ej.). Tommy sigue con Ruth, y la pobre Kathy se dedica a sufrir en silencio al ver como el amor de su vida descubre el sexo con su archienemiga.
Hay un nuevo salto en el tiempo y nos encontramos a Kathy convertida en “cuidadora”. Los “cuidadores” son clones que se dedican a cuidar de aquellos que ya han empezado a donar sus órganos. Y lo hacen hasta el momento en el que estos “completan”, que es la manera eufemística que tienen de referirse a la muerte. Los “cuidadores” empiezan a donar después que sus compañeros y por tanto viven un poco más.
Es entonces cuando por fin la película consigue atraparte. Queda poco más de media hora por delante, pero es una media hora que justifica no haberle dado aún al botón de “stop”.
Kathy se encuentra con Ruth, que ya ha hecho su segunda donación y está casi al borde de la muerte. Tras averiguar dónde está internado Tommy (que acaba de donar por primera vez) las dos deciden ir a visitarlo. Una vez los tres vuelven a estar juntos, como cuando eran niños, Ruth les pide disculpas por haberse interpuesto en su relación y Tommy y Kathy, además de retomar su historia de amor, ponen en marcha un plan que esperan pueda llevarles a ser indultados y evitar tener que “completar”.
Pero, por si acaso me habéis leído sin haber leído el libro o visto la película, no os cuento nada más.
Lo importante es que de pronto los personajes tienen un plan. Por primera vez buscan algo con ahínco. Por primera vez se plantean algo que no sea vivir sus vidas. Vidas excepcionales, desde luego, pero solo para nosotros, no para ellos. Porque para los clones lo que para nosotros es inusual, para ellos es su día a día. Y como ya sabéis, como espectadores, nosotros vivimos las cosas con tanta intensidad como las viven nuestros personajes. Una vez superada la sorpresa inicial que produce descubrir de qué va la historia que nos están contando (“¡son personas y los tratan como a animales!”), como espectadores, la aceptamos. Son las circunstancias de los protagonistas, y si a ellos no les perturban, a nosotros tampoco. O al menos solo lo hace de una manera más teórica que emocional.
- Tommy, Ruth y Kathy
La cuestión es que hasta ese momento la sensación que produce la película es que va a la deriva, de que no hay historia. O que más bien la historia (el triángulo amoroso), no está lo suficientemente desarrollada como para interesarte. Porque la descripción del mundo en el que viven los personajes no es una historia. La descripción de una situación estática, por mucho que la descubramos poco a poco al hacerlo a través del punto de vista de un personaje, no es una historia. Quizá podría ser la base de un documental, o a lo mejor ni siquiera eso.
Como me decía hace poco un productor con el que estoy trabajando, una historia sin giros (sin cambios, sin evolución), no es una historia, es “un devenir”.
Y es muy difícil que un devenir resulte interesante.
Dudo mucho que de ser una historia original de Alex Garland, “Nunca me abandones” hubiera tardado tanto en arrancar (entendiendo por “arrancar” el momento en el que los personajes se ponen en marcha en pos de un objetivo). Pero al elegir ser fiel a la novela, Garland hirió de muerte el flujo narrativo de su película.
Supongo que algunos os preguntaréis si la lectura de la primera parte de la novela produce ese mismo efecto de tedio. Pero yo creo recordar que no. En una novela no hace falta que los personajes hagan cosas interesantes, basta que su punto de vista sobre lo que les ocurre, sobre su realidad, sea interesante. Pero el cine muestra las acciones desnudas. Más allá de lo que hacen los personajes y de la interacción entre unos y otros, no hay nada. Da igual que uses una voz en off (y en “Nunca me abandones” se utiliza), en esa voz en off serán solo apuntes, breves subrayados, explicaciones que además muchas veces sobran. Nunca podrá compararse con el diálogo que mantiene un lector con un personaje al que acompaña durante páginas y páginas.
Dicho de otra manera: lo mismo que contado en una novela puede resultar apasionante, puede parecer un coñazo narrado únicamente con imágenes.
Desde mi punto de vista, la única manera de lograr que la primera mitad de la película “Nunca me abandones” hubiera resultado tan interesante como la de la novela habría sido potenciar la tensión en el triángulo amoroso, convirtiendo a Kathy en un personaje mucho más activo, que además de llevar la procesión por dentro y de asistir impotente a los avances de su rival, Ruth, hubiera hecho algo por conseguir el amor de Tommy. Pero la película opta por mostrarnos lo mismo que hacen los personajes en el libro, sin darse cuenta de que lo realmente interesante les pasa por dentro, en ese mundo de la mente que suele estarle vedado al cine. Si hubiéramos sentido que a Kathy le importaba perder a Tommy, también a nosotros nos habría importado más.
Lo malo de la película es que este problema se traslada también al segmento de los personajes adultos viviendo en el campo.
Otro problema, esta vez estructural, es que la revelación sobre la verdadera naturaleza de los niños llega demasiado tarde. De nuevo, creo que en una película que hubiera nacido directamente como un guión cinematográfico, esa es una clave que se habría dado a los diez minutos, o como mucho, a los quince. Porque es lo que activa la pregunta que debe hacerse cualquier espectador cuando se encuentra viendo una película: “¿Y ahora qué va a pasar?”.
Viendo la película, creo que pueden encontrarse pistas que demuestran que los cineastas (y ahí incluyo al guionista, el director y los productores) sabían que su apuesta por ser tan fieles a la novela podía acabar siendo problemática. Y lo supongo porque yo he estado ahí y me he visto obligado a usar los mismos recursos para tratar de dotar de interés a una historia con una estructura que no llegaba a funcionar del todo bien desde el punto de vista cinematográfico:
-El uso del flashforward. La película comienza con una escena en la que vemos a Kathy adulta en un quirófano en el que Tommy va a llevar a cabo su segunda donación. Los dos se miran, y en teoría esa escena debería servir para darnos a entender que la película que vamos a ver a continuación es algo más que una historia de niños ingleses en un internado como tantas otras. También introduce el tema de las donaciones y, de forma muy sutil, el de la clonación. Debería servir, en suma, para despertar nuestro interés, para que nos preguntemos: “¿Qué está pasando aquí?” y “¿Cómo vamos a llegar a este punto?”. Pero pasa tanto tiempo entre esa escena y la siguiente en la que se tocan los mismos temas, que no llega a tener el efecto deseado. Si no se conoce la historia, podría parecer perfectamente que la película va de la historia de amor entre Kathy y un Tommy enfermo de cualquier cosa y necesitado de un trasplante. Por miedo a adelantar una revelación importante, creo que Garland se quedó corto.
-El uso de la voz en off. Como en tantas adaptaciones, permite dar saltos en el tiempo sin necesidad de imágenes y explicar qué le pasa por la cabeza a los personajes. Su uso más efectivo, aunque también más cuestionable, es al final de la película, cuando Kathy explica el tema de la historia. O sea, que la vida de estos clones no es sino una metáfora de nuestras vidas. Cuando la protagonista piensa que quizá el resto de la gente no vive unas vidas tan diferentes a las suyas, nosotros sabemos que en realidad no está hablando Kathy, sino un guionista y un director agobiados que no están muy convencidos de que las escenas que acabamos de ver hayan dejado claro qué nos han querido contar.
Eso me lleva al que quizá es el mayor problema que me plantea la película como espectador. No puedo dejar de pensar que resulta increíble que estos chavales, a los que durante su vida adulta no vigila nadie, no se planteen darse a la fuga en ningún momento y que acepten su destino tan resignadamente.
Es algo que también me pregunté leyendo el libro, pero quizá porque la literatura permite que aceptemos con mayor facilidad premisas que no pasan el filtro lógico naturalista, la literalidad que lleva implícita el cine de estilo realista (pues así es como está rodada; esto no es “El imaginario del Doctor Parnassus”), choca con esa vocación metafórica de la historia. Las verjas, los paisajes, las carreteras, no son palabras, son reales. Resulta demasiado fácil imaginarse a los personajes recorriéndolas.
Me resultó simpático ver a Ishiguro en el documental del DVD explicando que le han hecho esa pregunta muchísimas veces: “¿Por qué los personajes no escapan?” y, después de tratar de dar una explicación más o menos convincente (son incapaces de hacerlo porque no han sido educados para planteárselo, como los adeptos de una secta), sonríe y dice que bueno, que el realismo nunca fue su meta. “Nunca me abandones” no puede ser leída de forma literal. Es una metáfora. Él no quería hablar de clones, sino, a través de ellos, de nuestra mortalidad. Siendo así, nunca se planteó abordar el tema desde un punto de vista realista, porque mostrar a los personajes huyendo habría sido como decir que nosotros podemos escapar de nuestra muerte.
En esa tensión entre la naturaleza metafórica de la historia y la literalidad de su plasmación cinematográfica, creo que está la clave de porqué era prácticamente imposible que hubiera funcionado del todo bien como película. Garland, Romanek y sus productores saben lo que hacen (ahí están sus créditos para demostrarlo) pero quizá lo que querían hacer no había manera de hacerlo del todo bien.
El dilema al que solemos enfrentarnos al adaptar una novela (o como me ha pasado a mí recientemente, un cómic), tiene que ver con esa tensión. Piensas, vale, es un problema, pero, si no vas a ser fiel al material original… ¿para qué lo estás adaptando? Pero claro, si de verdad quieres que se ruede la obra que has leído, muchas veces te arriesgas a hacer una mala película. Y sabes que elijas una u otra opción, probablemente acabarás preguntándote si no te habrás equivocado. O tu guión es una ilustración superficial de la novela, o tu guión no respeta la novela y en tu afán de convertirla en cine tienes la sensación de que te has comportado como un ególatra que cree que imponer su punto de vista sobre el material original es justo lo que le hacía falta y has acabado traicionándolo. Encima, hay ejemplos para todos los gustos:”Blade Runner” no se parece casi nada a la novela de Philip K. Dick en la que está basada y es una obra maestra. Pero a “The Spirit” no le hubiera sentado nada mal parecerse algo más a los cómics de Will Eisner en los que se inspira.
Pero de todo esto espero hablar más detenidamente en una próxima entrada.
Buena entrada David, felicidades, como siempre.
Sin embargo, cuando has hecho referencia al ‘devenir’ y lo has considerado algo así como la anti-diégesis, por así decirlo, inmediatamente he pensado que no es así. Luego me he puesto a pensar por qué razón he pensado eso, si es que la había, de razón. Y luego he recordado una de mis películas favoritas, ‘Another Year’ (Mike Leigh, 2010) en la que, efectivamente, parece que la bondadosa vida de los personajes protagonistas, Tom y Gerri, sólo sucede. En mi opinión, los protagonistas no lo son tanto, y en realidad sirven de pivote emocional para el auténtico foco dramático de la historia que es Mary (espectacular Lesley Manville), que permanece toda la película en un estado de aflicción (acongojante) a raíz de su orfandad sentimental a los 50 y tantos (creo que lo más activo que hace es comprarse un coche).
Luego hay un par de giros de no mucha trascendencia, que si no recuerdo mal no repercuten de ningún modo en el conflicto de los protas (si es que poseen conflicto, y no son más que reflejos invertidos de Mary). Y aún así, a pesar del estatismo de la historia, la película me dejó absolutamente conmovido. Creo que lo me atenazó de esa historia fue el sufrimiento implícito de Mary y, de hecho, si no fuera por ese personaje no habría película (la prueba fue la cantidad de premios que cosechó con ese papel). En fin, creo que ‘Another Year’ es una historia contemplativa, esencialmente interna y basada en las relaciones entre sus personajes, que retrata su intrascendente devenir (un devenir como el del espectador, normal), y no por ello me deja menos perplejo que otra en la que haya miles de giros. Es una de esas pelis en las que parece que no ocurre nada, que lo que ocurre es intrascendente, pero que llegan con más fuerza si cabe que otras más enrevesadas. Porque es tan intrascendente como lo son nuestras vidas, y por esa misma razón son, en esencia, absolutamente trascendentes. No sé si me explico.
Another year tiene un guión muy interesante. Los personajes no cambian en toda la película, ni arco de transformación ni leches. Creo que la cinta te viene a decir: al que le van bien las cosas y es feliz lo será por mucho que le rodeen las desgracias, y lo contrario. Puedes interesarte un momento, o fingir hacerlo, por los demás; invitar a pasar a ese amigo que está mal, darle una cerveza, escuchar sus penas… que luego él se irá con ellas y tú seguirás con tu vida. Y que no se ponga demasiado pesado, que cansa. Lógicamente. En fin, así es como entendí yo la película. Perdón por el off topic.
Hola,
Precisamente “Another Year” es una película sobre la que he reflexionado bastante, tratando de entender como está armada la historia de la película, cómo es su estructura, porque tener la tiene, me parece, no es solo un devenir. Tú lo has explicado muy bien. Es interesante lo que hace Leigh. Como dices tú, sin Mary no hay película, es su historia la que articula la película. Porque ella sí es un personaje que evoluciona, con un recorrido, aunque la suya sea una evolución negativa, ya que pasa de la tristeza a la desesperación. Mary pasa de cuarentona que no se acepta a si misma, que vive atrapada en una fantasía romántica que a cualquiera le parece eso, una fantasía, menos a ella (su enamoramiento del hijo del hijo de la pareja mayor), negándose a enamorarse de quien podría corresponderla (el amigo gordo), para, después de descubrir que el hijo tiene novia, hundirse totalmente. Y sin esa historia, que sí tiene giros, me parece que no habría película, o por lo menos no una buena película. Al final creo que en las películas no hacen falta grandes giros, pero sí cambio, evolución. Las situaciones estáticas generalmente resultan aburridísimas. Por mucho que nos caigan bien la pareja mayor de la película (aunque si te digo la verdad, a mí no me caen tan bien, son demasiado felices, están demasiado satisfechos, muestran demasiada calma, son demasiado comprensivos…), no creo que resultara muy interesante estar con ellos dos horas. Sus amigos nos interesan más. Los protagonistas (que quizá no lo son, como también dices) son el núcleo estable en medio del caos emocional de los otros. Porque se aceptan, porque no luchan contra lo que son, que es
al final, creo, uno de los temas importantes de la película.
Cómo molas David! ;)
Los mejores ratos: sí, eso también está en la película. Y me gustó bastante porque es algo que pasa en la vida pero que casi nunca retratan las historias.
Recientemente tuve la oportunidad de ver “Never let me go”, y la verdad es que me gustó mucho. Aunque puede ser cierto lo de historia a la deriva, por la ausencia de giros o de objetivos a cumplir por parte de los personajes, a mí no me ha importado en absoluto devenir con ellos, porque me los he creído desde el minuto 1, me han enganchado y me ha encantado “aburrirme” con ellos :)
El mundo que presenta la película para mí es lo suficientemente diferente, inquietante e interesante como para dejarte envolver por él, que no dejes de preguntarte cosas todo el tiempo, y que sigas haciéndolo días después. Aunque puede que sea mérito del potencial que contenía el libro.
Saludos
Como el comentario de arriba, creo que disiento de la impresión de David sobre la película. Entiendo sus argumentos, y entiendo que esas características de la narración que describe podrían ser un problema gordo para la película, pero mi comprensión como guionista de esos “problemas de adaptación” chocan con mi reacción emocional ante la película. Yo acabé llorando mirando cómo se quedaba el personaje interpretado por Carey Mulligan mientras meten a su amor en ese quirófano. Y seguí la historia durante toda la duración de la película totalmente atrapado por la situación.
Yo no sentí esos problemas de ritmo que describe David. El ritmo tan pausado se corresponde perfectamente con la naturaleza pasiva de los chavales, que han sido adoctrinados para no ver nada extraño en que sean criados de esa manera. Es verdad, nosotros vemos la película y nuestras células gritan pidiendo a los personajes que huyan, que se rebelen, pero la historia va de eso: de que aceptan sumisamente esa realidad.
Y la narración no se anda con trampas, lo plantea desde el momento en que la maestra les revela su verdadera naturaleza. Esa maestra “rebelde” que destapa la verdad parece que les está invitando a reaccionar de alguna manera, y lo que ocurre es que los chavales simplemente se la quedan mirando. Nadie llora, nadie patalea. Creo que no son capaces de comprender realmente lo que les está contando, del mismo modo que siendo adolescentes no concebimos que vayamos a morir realmente.
Además, la narración introduce muy sutilmente las amenazas veladas que rodean a los clones. No es que la puerta de la celda esté abierta y aún así no escapen. Es que saben muy bien que fuera no hay ningún sitio al que huir.
Y ahí está también otra razón por qué a mí no me choca que los personajes sean tan sumisos: en el fondo, creo, no se lo acaban de creer. “A mí no me va a pasar”, parecen pensar. A lo largo de la historia van apareciendo esas leyendas urbanas en las que creen los chavales para convencerse de que al final ellos se van a poder librar. Y la más potente de esas leyendas es la del amor verdadero de las parejas, que demostraría que tienen alma. El personaje de Carey Mulligan traga y traga y sigue queriendo al chico, hasta que por fin acaban juntos. Podría haberse desengañado y buscado por otro lado, pero no, la tía mantiene su amor todo ese tiempo, y al final parece que se ha ganado el escapar de su destino. Pero no.
Para mí eso mantiene la tensión en una historia que aparentemente no la tiene, y el clímax llega, claro, cuando la última leyenda urbana se revela como falsa. (Es la historia de amor más antirromántica posible, en la que el amor verdadero no vence a la muerte. No influye para nada.) Para mí esa explosión de Andrew Garfield chillando en mitad del campo de pura desesperación es tan potente precisamente por el tono tan calmado que ha tenido la historia hasta entonces.
Si el personaje de Garfield hubiera reaccionado así en el minuto 20, gritando y peleando y lanzándose a una huida de sus captores, ¿hacia dónde iría la historia? se convertiría en otra versión de la fuga de logan, o peor, en ¡la isla! Dejaría de ser una elegante alegoría sobre la mortalidad y las mentiras que nos contamos a nosotros mismos para alejar el miedo al final, y se convertiría, sospecho, en una chorrada.
Ángel, todo lo que tú cuentas lo sentí al leer a la novela. Quizá de no haber leído la novela antes de ver la película, mi experiencia habría sido muy distinta. Y sí, el final es una cosa tremenda.
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