BERLÍN NO EXISTE

Por David Muñoz

“Cuando consiga X, por fin me pondré a escribir ese guión en el que llevo pensando varios años y que hasta ahora no he sido capaz ni de empezar”.

Seguro que todos hemos dicho (o pensado)  esa frase alguna vez.

“X” puede ser muchas cosas: un trabajo que te deje las tardes libres, estabilidad económica, estabilidad sentimental, una casa nueva, un ordenador nuevo, etc. Casi cualquier cosa vale.

Llevo muchos años dando clase (y teniendo amigos guionistas) y he escuchado mil variantes de X; mil excusas para justificar que pasen los meses, que pasen los años, y ese guión maravilloso que juras estar deseando escribir nunca se haga realidad.

Al final “X” es solo una excusa que no solo les cuentas a los demás sino que te cuentas a ti mismo para poder seguir hablando de tu maravilloso proyecto sin que se te caiga la cara de vergüenza.

No quiero trivializar el asunto. Hay muchas razones de peso para no poder trabajar (y si tu subsistencia depende de ello, puede ser un asunto grave), pero es raro que tengan que ver con ese “X”, con esa condición externa cuya consecución esperamos nos ponga por fin en la pista de salida.

Casi siempre el problema somos nosotros.

En realidad, en la mayor parte de las ocasiones, cuando mis alumnos me cuentan alguna historia de este tipo (y sé que no me mienten, que son sinceros, se la creen), basta que hable un rato con ellos para darme cuenta de que lo que ocurre es otra cosa.

Más concretamente, les aqueja una de estas “enfermedades” (o varias a la vez):

-Falta de disciplina. Muchas veces hay que obligarse a escribir. Para llegar al estado mental en el que todo empieza a fluir con naturalidad, a menudo hay que pasar varias horas combatiendo las ganas de levantarse de la silla para hacer otra cosa que te lleve menos esfuerzo, que te resulte más fácil.

-Falta de capacidad de trabajo. Escribir puede ser extenuante. Mucha gente se cansa antes de llegar a tener un resultado que les compense por el esfuerzo.

-Falta de confianza en si mismos. “Todo lo que escribo es una mierda”. Con un “Pepito Grillo” malvado encima del hombro recordándote que por mucho que te esfuerces no vas a ser nunca tan bueno como Paul Schrader no hay manera de escribir nada. Si tú tienes uno, haz que calle para siempre. Mátalo.

-Perfeccionismo. “Cada frase que escriba debe ser buena, sino, no paso de la página 1”. Ese perfeccionismo y sus variantes, casi siempre paraliza. Uno se exige más de lo que puede dar, no se pasa ni una, y así no hay manera de trabajar. Suele ser la “enfermedad” de los muy cinéfilos o los muy puestos en teoría guionística. Pero para escribir (al menos un primer borrador) a veces es mejor olvidarse de lo que se sabe, de cuadrar lo que se está inventando en una plantilla, y dejarse llevar, abandonándose al proceso creativo de una forma más instintiva y mucho menos racional que lo que sugiere la lectura de los manuales. Ya habrá tiempo luego de hacer todas las correcciones que hagan falta.

Precisamente he leído hace poco una entrada en GuionistasVLC que habla de esto mismo y con la que coincido bastante.

-Una aflicción que yo llamo el “davidlynchismo”. “¡Dios mío, no puede ser, todo lo que se me ocurre es como de Berlanga y yo quiero ser como Lynch!”. En su primera fase lleva a la parálisis creativa, y cuando se cronifica produce infelicidad permanente.

-El infantilismo. “¿Por qué nadie quiere comprar mi guión si es mejor que casi todos los que se ruedan?”, “¿Por qué no me dan una oportunidad?”, “¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?”. Se trata de un síndrome que aqueja sobre todo a aquellos que habiendo vendido un guión (o habiendo participado en su primera serie de televisión), luego se pasan varios años viéndolas venir. También afecta a aquellos guionistas que aun vendiendo proyectos, no llegan nunca a verlos hechos realidad. El infantil es un frustrado que después de trabajar mucho durante años corre peligro de quemarse.

-La megalomanía conspirativa. “Soy el nuevo Stanley Kubrick, lo sé yo, lo saben ellos. Entonces, ¿por qué no se rinde el mundo a mis pies? Pues yo te lo digo: porque hay una conspiración en mi contra”.  El conspirativo cree que todos los premios y todas las subvenciones están ya dadas antes de que salga la convocatoria, que existen decenas de directores sin talento pero tan, tan “conectados” (sea lo que sea eso), que los productores no tienen otra que impulsar sus proyectos una y otra vez, etc. El conspirativo raramente se para a pensar que tal vez su material no es tan atractivo como él cree, o que quizá ese guión que lleva moviendo diez años no es ni siquiera producible.

Hay más aflicciones paralizadoras, pero creo que con las anteriores os podéis hacer una idea de por dónde van los tiros.

Pero hay maneras de combatir todas estas “enfermedades” que llevan al bloqueo. De hecho, pienso dedicarles varias entradas en un futuro próximo.

Yo, como supongo que todos los guionistas, he estado ahí, he sido incapaz de escribir (mi “enfermedad” ha sido el infantilismo) y me he inventado todo tipo de excusas para no afrontar lo que me pasaba. Afortunadamente me di cuenta de lo que me estaba ocurriendo antes de tener que ponerme a aprender otro oficio, pero he visto a muchos alumnos y también a compañeros desperdiciar su talento, atascados en un estado mental que les impedía ser lo que querían ser.

Y, os preguntaréis… ¿qué tiene que ver todo esto con el título de esta entrada?

Lo de Berlín es porque se me ocurrió escribirla viendo “From the Sky Down”, el documental de David Guggenheim que cuenta cómo fue la grabación (¡ya hace 20 años!) del que para mí es el mejor disco de U2: “Achtung Baby”.

Tras el éxito de “The Joshua Tree”, que fue el disco que les convirtió en un grupo capaz de llenar estadios, los irlandeses grabaron “Rattle and Hum”, la banda sonora de una película documental centrada en sus intentos de empaparse de la músicas norteamericanas “de raíz” (blues, góspel, rock and roll, folk, etc.). El proyecto no solo fue mal recibido sino que les sumió en una fuerte crisis de identidad que estuvo a punto de terminar con ellos. Después de muchas vueltas y revueltas, decidieron incorporar a su sonido elementos de la música de pop bailable que se estaba haciendo en Manchester, y dejar Irlanda para grabar en los estudios Hansa de Berlín, donde habían trabajado anteriormente David Bowie o Iggy Pop. Allí, lejos de casa, esperaban encontrar la inspiración perdida.

Pero Berlín no les dio lo que esperaban. Tal y como explican en el documental, el viaje fue interesante (llegaron justo cuando acababa de ser derribado el muro), pero por más que lo intentaron no consiguieron “desatascarse” creativamente. Ninguna de las ideas que se les ocurrían les mostraba el rumbo a seguir.

Hasta que por fin, después de muchos ensayos, de mucho trabajo, Edge, el guitarrista de la banda, llegó un día con los primeros acordes de la canción “One” y todo empezó a tener sentido. “Eso” era lo que querían hacer.

¿Y dónde terminaron de grabar el disco? En Irlanda.

¿Les vino bien ir a Berlín? Sí, porque les obligó a enfrentarse a los problemas que les estaban causando el bloqueo, que por supuesto no tenían nada que ver con vivir en Dublín o en Berlín. Pero los estudios Hansa no obraron ningún milagro. La “circunstancia externa X” de la que hablaba al principio de esta entrada era solo un escenario que podía ser intercambiado por otro. Lo importante estaba pasando por dentro (y entre ellos).

Por eso decía que “Berlín” no existe.  El lugar mágico donde todos los sueños se hacen realidad solo existe en los cuentos de hadas. De los bloqueos creativos no te saca el atrezzo.

Si se tiene claro lo que se quiere escribir, y se sabe cómo hacerlo, lo demás no importa. Se puede escribir en casi cualquier circunstancia. A ratos, en el metro, en una libreta, en medio de una depresión, después de una fiesta… Cuando estás en lo que los americanos llaman “la zona”, es muy difícil que te puedan sacar de ella.

En una escena del documental de U2*, se ve a Bono haciendo algo que tiene que ver con una de las maneras en las que creo que podemos enfrentarnos a los bloqueos creativos. En vez de llegar al local de ensayo con una melodía y una letra trabajadas previamente en su casa, Bono empieza a cantar lo primero que se le ocurre sobre el borrador de canción que toca Edge. Y al principio, en vez de palabras de verdad, dice cosas sin sentido, pero poco a poco, va encontrando frases que le gustan, frases que van apuntando un sentido, una narrativa.

De una manera parecida, los guionistas debemos ser capaces también de abandonarnos al proceso creativo, a nuestra imaginación, y empezar a escribir (o solo a inventar; muchas veces no hay ni que apuntar lo que se nos está pasando por la cabeza), sin saber a dónde nos va a llevar. Si lo conseguimos, si realmente nos entregamos, lo sorprendente es que al final casi siempre hay una historia. A lo mejor no es la mejor que podemos escribir, pero seguro que nos ayuda a recuperar la confianza en nosotros mismos.

Porque creo que, resumiendo todo lo anterior, al final es casi siempre un problema de confianza.

La  pregunta que sintetiza todas las preguntas posibles que se hace uno cuando está bloqueado es:“¿Y si no soy capaz?”.

Pero sí eres capaz. Lo único que no sabes es cómo. Y a veces, aunque lo sepas, te da pereza intentarlo.

*Algunos estaréis pensando: “¿Qué tendrán que ver mis problemas con los de un cantante multimillonario?”. Pues tienen que ver, y mucho. Delante de una hoja en blanco (o de una guitarra) da igual todo el dinero que tengas en el banco. Estás en igualdad de condiciones.

21 comentarios en «BERLÍN NO EXISTE»

  1. Muy bueno. Me recuerda a esa trama de “Love Actually” en la que un tío sin suerte con las mujeres se convence a sí mismo de que en Estados Unidos encontrará el amor… y efectivamente, así es. Aunque estoy muy de acuerdo contigo, creo que a mí un viaje a Berlín me ayudaría. ¿A quien le gusta quedarse aquí con los políticos, el paro y el logo de las olimpiadas de Madrid? Dicho esto, creo que el deseo de ir a otro sitio, literal o metafóricamente, es un buen motor para sentarse a escribir, aunque sea un ratito cada día.

  2. Es cierto. Y todos hemos estado ahí. Mi sistema para superar eso es muy simple: empezar dialogando. Cuando haces hablar a tus personajes empiezan a existir y eso es un gran paso. Los proyectos sólo son intenciones, y eso es nada. Empieza dialogando, luego ya harás escaletas, tratamientos, sinopsis y todas esas zarandajas. Hazlos hablar, ponlos en situación, luego todo es mucho más fácil.

  3. “¿Qué tendrán que ver mis problemas con los de un cantante multimillonario?”. Pues tienen que ver, y mucho. Delante de una hoja en blanco (o de una guitarra) da igual todo el dinero que tengas en el banco. Estás en igualdad de condiciones.

    Totalmente de acuerdo.

  4. Creo que el éxito de la mudanza física como desencadenante de la mudanza psicológica depende del equipaje que lleves contigo. Los bloqueos interiores rara vez se rompen en un mero cambio de paisaje porque siguen ahí dentro. Sin embargo, el cambio de escenario sí que nos puede ayudar a deshacernos de ellos: uno abandona Madrid con las mil capas de abrigo y convenciones sociales que vestimos y aparece en una playa del Cabo de Gata, donde se queda en pelotas y echa a correr por la arena dando alaridos y sin temor al despendole y las fealdades ocultas. Quizás cuando lleguemos al otro extremo de la playa, jadeando, estemos preparados para despendolarnos sobre un papel en blanco.

    Por cierto, mi enfernedad es la falta de confianza en mi mismo.

  5. Muy inspirador.

    Hace poco he leido la biografia de Henri Miller y describe
    varios de esos sintomas que le impedian empezar a
    escribir: falta de confianza, falta de disciplina. Y aún cuando
    comenzó a escribir en serio su talento tardó en ser reconocido.

    Otro tema es encontrar la motivación para escribir.
    Chuck Palahniuk siempre dice que su motivación es
    impresionar a sus amigos escritores con los que queda
    una vez a la semana para compartir sus escritos.
    Una idea que resulta complicada de hacer con guionistas,
    siempre tan celosos de lo que escriben y con ese temor
    de que les roben las ideas.

  6. Pingback: Berlín no existe

  7. Gran post…. ¿puedes volver a repetirlo cuando se hanle de las ayudas al guión y se suelte todo aquello de poder excribir tu guión sin preocupaciones?

    Lo de gran post, por cierto, va sin segundas.

    Un apunte, eso sí. si me permites voy a parafrasearte cambiando la profesión:

    La megalomanía conspirativa. “Soy el nuevo Florentino Pérez, lo sé yo, lo saben ellos. Entonces, ¿por qué no se rinde el mundo a mis pies? Pues yo te lo digo: porque hay una conspiración en mi contra”. El conspirativo cree que todos los proyectos de obra pública y todas las recalificaciones están ya dadas antes de que salga la convocatoria, que existen decenas de constructores sin capacidad pero tan, tan “conectados” (sea lo que sea eso), que las administraciones no tienen otra que impulsar sus proyectos una y otra vez, etc. El conspirativo raramente se para a pensar que tal vez su material no es tan atractivo como él cree, o que quizá es que lleva moviendo diez años no es ni siquiera producible.

    Sólo para que se entienda que el hecho de que el denunciante sea un paranoico no implica que no exista la corrupción.

    Un saludo.

    PS: He visto “la posesión de Emma Evans” y “el Rito”. Me pareció más fresca la vuestra…. hasta que llega el final y la liais loos dos.

    SPOILER

    Que los de “el rito” se pierdan la oportunidad de un duelo final Anthony Hopkins vs el diablo, es de traca.

    Que vosotros, cuando todo el mundo espera el enfrentamiento final con el diablo lo cambieis por una quinceñaera vs un cura no es que sea mucho mejor. Un amigo mío cree que el final es porque buscáis dar otra vuelta de tuerca. Yo, que poner un cura que sea una buena persona os produce sarpullidos.

    En todo caso, lástima que no haya recibido más cobertura mediática y cariño de los críticos. Cómo se nota que ña producía Julio Fernández en vez de un santón de la movida o de la comedia madrileña

  8. Gran post, sí señor. Leyendo la lista de enfermedades me ha dado un ataque de hipocondría guionista… ¡¡las tengo todas… estoy infectado hasta los huesos!!

  9. :) Curiosamente hoy he dejado un trabajo para escribir más tranquilamente. Es cierto que llevo 3 meses escribiendo una película pero aun así estoy asustado, ya que en mi vida he conseguido ser disciplinado…
    Bueno, voy a seguir escribiendo que me lío…
    Gracias!

  10. Muy acertado, lo expuesto.

    Ahora bien, a mí se me plantea una duda: ¿cuándo evitar estos peligros de procastinación corre, al tiempo, el peligro de la precipitación? Porque saltar de una sinopsis a un guión es un salto que yo creo mortal. ¿En la escaleta, en el Tratamiento?

    Yo estoy sufriendo parte de estas enfermedades (perfeccionismo y revisión excesiva antes del Tratamiento) pero, al tiempo, este Tratamiento que reviso (revisando las tarjetas; sí, yo soy de tarjetas) me fue analizado y se me apuntó, y con razón, que tal vez me había puesto a escribir demasiado rápido.

    Así que… ¿cuál es el punto medio? ¿Cómo saber si estás siendo “profesional” o “responsable” o si ya estás retrasando el siguiente paso; cómo saber si el salto y las prisas y las ganas de avanzar a lo mejor termina con un guión, que, más adelante, vas a tener que revisar desde cero (y entonces, todo se complica más)?

    En fin inseguridades varias de todos los que intentamos esto. O el ansiado punto medio que a ver cómo encontramos.

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