Por David Muñoz
Dado que mi entrada de la semana pasada suscitó cierta polémica y apenas he tenido tiempo para responder a los comentarios, me ha parecido que sería interesante aclarar hoy algunas cosas.
-Lo que dijo Fernando Castets. Como aclaró el propio Fernando en la mesa redonda sobre guiones de cine del 2º Encuentro de Guionistas,* él nunca ha dicho que se lanzara a escribir el guión sin un documento previo en el que al menos aparecieran los momentos más importantes de la historia. Él a ese documento no le llama escaleta porque entiende que una escaleta es otra cosa. Pero sin embargo, eso es una escaleta como las que utilizamos la mayor parte de los guionistas cuando escribimos para nosotros mismos y no para un productor o un director que nos exige documentos más elaborados. El nivel de detalle de la escaleta suele ser menor o mayor, pero prácticamente nadie se pone a escribir un guión sin ella, sin ese “mapa” del guión. Como he dicho aquí muchas veces, lo fundamental es saber a dónde tienes que llegar, no tanto saber cómo vas a ir.
Esto, por Ej. es el “mapa” de la película que están escribiendo dos de los guionistas a los que asesoro en el curso de desarrollo de proyectos de la Fundación Carolina:
No es una escaleta convencional, pero puede valer.
-Cuando escribe, ¿cuánto tiempo dedica a pensar la estructura de la historia y a la escaleta?
-Es lo único en lo que pienso. Toda la película es escaleta. Lo demás lo hacen los actores, el director artístico, o el director de fotografía (…) Escribo cientos de páginas de escaleta, hasta que llego a un punto en el que digo: “Alguien lo podría hacer mejor. Yo no”. Entonces puedo escribir el guión en una tarde.
David Mamet en una entrevista que aparece entre los contenidos extras del DVD de su película de 2008, “Redbelt”.
-Músicos de estudio. Los manuales proporcionan un lenguaje común a guionistas, directores, y productores. Sin él, muchas veces no podríamos comunicarnos. Si para todos “punto de giro” significa lo mismo, los preliminares se acortan y se puede empezar a trabajar mucho antes. Por eso, se me ocurre que quizá los guionistas que trabajamos en televisión y en cine (y con varios directores además, a veces al mismo tiempo), nos vemos más obligados a dominar la pura técnica –y la nomenclatura-, que un guionista que solo trabaja con uno o dos directores a los que conoce desde hace tiempo (como parece que es el caso de Fernando Castets) y con los que probablemente ha desarrollado un método de trabajo que se ajusta bien a sus necesidades pero que quizá no sería “exportable” a otros procesos. Salvando las distancias, el primer tipo de guionistas seríamos como los músicos de estudio que un día graban un disco de salsa y al otro se van de gira con Shakira, y los segundos serían como los miembros de un grupo de rock que se conocen desde hace años y que tiran más de oído que de partituras. El resultado de su trabajo no depende de cómo se aproximen a él cada uno de ellos. De hecho, su destinatario, el espectador, no tiene porqué saberlo. No hay solo una manera correcta de hacer las cosas.
-Incomunicación. Lo malo es cuando a pesar de haber leído los mismos manuales, cada uno los ha interpretado a su manera. Tras dos horas de reunión con un director, me di cuenta de que si bien los dos hablábamos del “final del primer acto”, el daba por hecho que éste se encontraba en la página 45, y yo en la 25. Perdimos la tarde con un diálogo de besugos.
-Manuales y libros teóricos. Quizá debería haber aclarado que además de a los manuales de guión, en mi entrada me refería también a los ensayos o libros teóricos sobre nuestro oficio. O sea, a todos los textos que analizan y explican cómo se cuentan las historias en el cine y la televisión.
-No leer manuales de guión no es pecado. Como creo que queda claro por mi texto, pienso que todo lo que uno pueda aprender sobre su oficio, le llegue como le llegue, siempre es positivo. Y mucha de esa información nos llega a través de los manuales. Pero claro que hay guionistas que no los han leído sin que por ello dejen de conocer bien su oficio. Decía Fernando Navarro en los comentarios: “Yo no he terminado un “manual” de guión en mi vida. En una entrevista reciente en este blog cité el de Michel Chion, que leí cuando era mucho más joven, saltando de un capítulo a otro, y uno de Carriere, que se llamaba “The End”, pero que no es un manual sino un libro sobre el oficio, básicamente”.
Lo que me parece un poco raro es que Fernando diga que no los lee, a pesar de que le parecen “muy útiles”, solo porque están muy mal escritos. Bueno, es que están escritos… cómo suelen escribirse los manuales sobre cualquier otro tema. Su función es transmitir información de la forma más sencilla y clara posible, no son literatura ni lo pretenden. A veces pueden ser irritantes, desde luego. Por Ej., el tono forzadamente optimista y entusiasta, como de vendedor de coches usados, que utiliza Blake Snyder en ¡Salva el gato! da bastante repelús, pero eso no quita para que por Ej. la forma en la que explica cómo funciona la estructura sobre la que se construyen la mayor parte de las películas hollywoodenses, sea muy brillante. Pero vaya, que entiendo que alguien más alérgico que yo a la prosa de manual de autoayuda no pueda pasar de la página dos.
Aunque ahora que lo pienso, casi prefiero que la prosa de los manuales sea así de sencillota. No hay florituras estilísticas que enmascaren la falta de ideas interesantes, como si ocurre en ensayos más sesudos. Al igual que en los guiones, cuanto más sencillo se cuente todo, mejor. Más de una vez un guión “bien” escrito resulta ser un desastre una vez se rueda (aunque más que “bien escrito” debería haber dicho “bien redactado”, porque escribir bien un guión también es estructurarlo correctamente). Y de entre los manuales más populares, quizá el “mejor” escrito de todos ellos, el Story de Robert McKee, sea el que me parezca más discutible.
-El carnet de conducir. Fernando comparaba los manuales de guión con el libro que te dan en las autoescuelas para que te saques el carnet de conducir. Y no. El código de circulación hay que conocerlo si quieres sacarte el carnet (y no matarte cuando conduzcas). Los manuales, aunque te interesen, no hay que sabérselos al dedillo, ni mucho menos tomar sus consejos al pie de la letra. Leerlos no te obliga a respetarlos. Puedes tomar lo que te valga y olvidar lo demás. Y nadie va a venir a pedirte explicaciones. En el guión no hay guardias de tráfico. Solo blogueros con ganas de discutir.
Hmaníaco citaba en los comentarios un diálogo de Adaptation: “No son reglas. Son principios. Técnicas que no es obligatorio utilizar, pero que se ha demostrado que funcionan.”
Y así es.
-Diferencia generacional. No lo tengo claro, pero puede que los guionistas de mi quinta hayamos leído más manuales que los que han venido después. Ellos han tenido siempre Internet, acceso a libros editados en otros países (¡quién hubiera pillado Amazon con 20 años!). Ahora, con entrar en una página como Simply Scripts pueden descargarse el guión de una película y ver cómo es. Sin embargo, para nosotros no era nada fácil conseguir un guión. Recuerdo que al poco de comenzar a pensar en ser guionista, un amigo me pasó unas fotocopias de un guión de Rafael Azcona, y me sentí como si me hubiera tocado la lotería. Y en 1992 compré un tomo recopilatorio de la serie de cómics Sandman con números que ya tenía en formato comic book, solo porque incluía un guión de Neil Gaiman y hasta ese momento jamás había visto un guión de cómic “de verdad”. Gracias a eso, la siguiente vez que me puse a escribir un guión de cómic por lo menos tenía una referencia de cómo debía de ser.
Pero el “manual” que más me ha marcado como guionista no fue un manual de guión, sino un libro sobre cómo hacer historietas:
Publicado por primera vez en 1978, “Para hacer historietas” de Juan Acevedo fue el primer manual de ese tipo publicado en castellano. Mis padres me lo compraron durante una visita a la Feria del libro cuando aún era un niño, y creo que es probablemente el libro que más me ha influido en la vida. Gracias a él descubrí el valor de los diferentes tipos de plano, cómo usar bien los “globos”(y por tanto, los diálogos), etc. Me abrió los ojos sobre muchos asuntos que hasta ese momento estaban rodeados de misterio. Ahí comenzó mi historia de amor no solo con las historias, sino con el oficio de contarlas. Y lo repito: era un manual.
-Preguntas. “¿Realmente una página de guión equivale a un minuto?”, ”¿Qué tipo de letra tengo que utilizar?”, “¿Cómo es de verdad un tratamiento?”. Son solo algunas de las preguntas que me hicieron varios de los asistentes al 2ª Encuentro de Guionistas después de la mesa redonda sobre guiones de cine. Pese a Internet. Pese a que eran jóvenes.
-La escaleta (o su ausencia) prefiguran la película. No lo tengo muy claro, pero puede que haya una razón por la que, de entre los guionistas que participaron el otro día en la mesa redonda del encuentro, fueran precisamente Pablo Remón y Fernando Castets los que dijeron que trabajaban sin escaletas convencionales o que incluso empezaban a escribir sus guiones sin saber cómo podía terminar la historia. Según ellos mismos, son guionistas que le prestan especial atención a los diálogos y prefieren escribir sus guiones “por bloques”, o sea, de tantas en tantas páginas, en vez de ir desde el principio al final del tirón y luego ya ir puliendo. O eso me pareció entender. A lo mejor no es así, pero me parece que sus películas reflejan esa forma de trabajar. A ver si los entrevisto pronto aquí y me sacan de dudas. Si mi intuición tiene algo de cierto y la forma de trabajar condiciona el resultado, puede que entonces haya que plantearse qué tipo de película se quiere escribir antes de optar por escribir o no una escaleta detallada.
*Y como volvió a aclarar en la mesa redonda “Secretos del guión” que compartí también con él en Casa de América el jueves pasado.
Hay ejemplos evidentes de que la forma de escribir condiciona el resultado final de la película. Hay proyectos que premeditadamente, y de alguna manera, quieren formatear las estructuras clásicas de guión. En alguna ocasión incluso obviarlo. Lo que yo creo que realmente habría que aclarar, es si todas las veces, visto el resultado final, ese era el objetivo previamente.
En cuanto al tema manuales, creo entenderte a ti, pero también a Fernando. Creo que de alguna manera ya lo contestas. Yo tengo en casa infinidad de manuales de guión. Y sí; resultan un coñazo, si te los tienes que “leer”. Pero también resultan terriblemente útiles las veces en modo consulta. Pasa como cuando asistes a seminarios, master, etc. Habrá cosas valorables y cosas desechables. Aparte de que creo que, nada se debe tomar como un axioma perimétrico y sí escoger lo mejor de cada cual (incluso de Mckee). Lo que cada uno crea mejor de cada cual, lo mejor de aquella clase magistral a la que asististe o alguna tipología que te ha contado otro colega, para establecer poco a poco tu propio método (quizá tu propio manual). Creo que en todo proceso, sea creativo o no, es indispensable tener un método. Aunque sea algo parecido al caos. Aunque sea un método que no sea siempre el mismo, y evolucione o cambie. Porque si rascamos, seguro que debajo del supuesto caos encontramos algunas pautas que establecen una cierta metodología. Si bien lo mismo siquiera somos conscientes del todo de tenerlo.
Esto, evidentemente tiene poco que ver con seguir un manual al pie de la letra. Ni siquiera con leerlo.
El caso de Blake Snyder en ¡Salva el gato!, me parece el modelo casi perfecto para mitigar ambas circunstancias. En mi opinión es de amena lectura y bastante didáctico a la vez.
PD: Respecto de las preguntas que te hicieron, yo creo que en el fondo la gente busca una excusa para acercarse… Otra cosa no se explica.
David, me parece raro que te parezca raro que, a pesar de encontrar utilidad en los manuales, no los lea porque (en mi opinión) están mal escritos o, más concretamente, su lectura se me hace un poco difícil.
Sinceramente, no veo tal extrañeza. Hay gente que estudia una carrera y encuentra muy útiles los libros de texto y gente que no lee libros de texto y adquiere aprendizaje de otra manera. La didáctica está muy bien, pero hay otras maneras de aprender las reglas, ¿no crees? Y no por ello se desdeña la universidad o los libros de texto.
Por mí no hay ningún problema ni nada raro en eso.
La separación de guionistas entre el artista salvaje que escribe sin reglas y el ordenado, sensato, sabio, que escribe conociéndolas me parece, además de maniquea, baladí. Y he contribuido un poco a ella con los comentarios. Lo siento.
Cuando defendiste los manuales de guión o, más concretamente, cuestionaste a la gente que decía que no los leía, me pareció justo, adecuado, defender el porqué yo personalmente no los he leído y aclarar que, a pesar de que te parezca raro, yo no lo ha haya hecho. Llegaste a sugerir que algunos guionistas dicen que no los usan por “pose” o algo así. Bueno, yo intenté aclarar, razonar dentro de mi capacidad, los motivos por los que no los leía e intentar hacer ver que también se puede escribir desde cierto (y sano) amateurismo.
Desde ahora pido perdón por no leer manuales de guión.
La lectura de tu artículo sobre “¡Salva el gato!”, en su momento, hizo que me apeteciera mucho leerlo. Y gracias a otro artículo tuyo me compré y disfruté “Screenwriter’s Masterclass”. Así que gracias por seguir recomendando libros. A pesar de que algunos artistas salvajes no los leamos todos.
En cualquier caso, como siempre, un placer leerte.
Nos vemos en las autoescuelas.
“En el guión no hay guardias de tráfico. Solo blogueros con ganas de discutir.” jajaja, que cierta es la frase.
En la mesa de cine del IIEG buscamos que hubiera distintas formas de atacar mismos temas, de ahí que Pablo y Fernando estuvieran y defendieran su forma de trabajar. Por ejemplo, lo bueno de Pablo Remón es que se ha leído todos los libros de guion y es profesor de guion (y se ve que muy bueno por lo que me cuentan alumnos), pero tiene una forma de trabajar peculiar que me parece muy interesante para compartir, y que ciertamente influye en el tipo de películas resultantes.
Fue una pena que no hubiese más tiempo para profundizar, que es una de las críticas constructivas que nos apuntamos para el III encuentro. Hablar de menos temas pero más en profundidad, y no intentar abarcar todos los aspectos del guion. Algo que era necesario en las primeras ediciones.
Un abrazo David. Eres un bloguero cojonudo y gracias por compartir con nosotros tu experiencia.
Estupendo post. Donde puedo comprar, fnac aparte, el libro de snyder?
Ay, el tono de los libros de guión… Algunos de vendedor de coches usados, otros de profesora enrollada de instituto. Das en la diana, David, y por eso lo recuerdo…
¿Y qué tono cabe esperar de un manual, de cualquier manual? Quizás alguno espere de ellos que nos descubran el gran secreto de la escritura de guiones y le pida el tono esotérico acorde.
No creo, y es sólo mi opinión, que libros como el de Chion, el de Vale o el de McKee tengan ese tono tan molesto. En todo caso, cada uno aborda su trabajo como quiere, y es justo, claro que sí. Al final, lo que cuenta es el resultado.
Yo no criticaba (ni creo que lo hiciera David) que algunos guionistas se negaran a leer estos manuales; yo criticaba a los que lo hacen por pose, que los hay, aunque en ningún caso creo que él se refiriera (ni yo) a Fernando Castets o Fernando Navarro.
En cuanto a si las dicotomías extremas son o no baladíes, no sé; es posible que los extremos ayuden menos a entender el debate. Tal vez. Lo que sé es que sí que conozco gente que se acerca a lo de escribir el guión (directores-guionistas) que lo hacen sin documentos previos, y, por tanto, de forma más cercana, a aquello del “artista salvaje”. Pero cada cual es cada cual. Javier Marías afirma que escribe sin saber a dónde va su historia, aunque no creo que sea la norma, sino la excepción. O es un genio y punto, claro.
Creo que nadie explicitó que Castets no usase escaleta, lo que sucedió es que hubo una alternancia de afirmaciones (1. que Castets trabaja de otro modo y 2. que hay guionistas-directores que se jactan de no emplear un modo) que allanó el falso silogismo.
Que el método de trabajo condiciona el resultado me parece algo indiscutible, puesto que todo proceso (sea cual sea, de la índole que sea) está expuesto a una contingencia única. Es un idea holística: la suma se esas contingencias ofrecen un resultado (una realidad) que nunca es el mismo. No es tan reseñable que Remón y Castets usen métodos poco convencionales como que, en esencia, cada proceso conduce indefectiblemente a un resultado distinto, al margen de las formas y técnicas empleadas.
¿no?
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