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FLASHBACK: LA SITUACIÓN PROFESIONAL Y LABORAL DEL GUIONISTA EN ESPAÑA

Publicado originalmente en Noviembre de 2009 en el blog “El Guionista Hastiado

“La Gaceta de los Negocios” se puso en contacto con el Sindicato de guionistas ALMA para solicitarle un artículo de 2000 palabras sobre la situación laboral de los guionistas en España. Corría prisa, tenía que escribirse en una tarde. Como soy miembro de la directiva, un poco atolondrado, y además no había nadie más disponible, acepté el encargo y escribí el artículo a velocidad de crucero.

Una vez terminado, descubrí para mi sorpresa que había habido un error de comunicación y el artículo que pedían debía tener 2000 caracteres, no 2000 palabras. Así que el compañero Carlos Molinero tomó mi relevo y escribió este artículo que pueden leer en la web de Chico Santamano.

La sorpresa llegó cuando el texto de Mr. Molinero se envió a los responsables de la Gaceta, y éstos lo rechazaron aduciendo que lo expresado en el artículo no coincidía con la linea editorial de la publicación. Vamos, que principalmente les chincha un poco el tema de las subvenciones a los titiriteros del cine y ese tipo de cosas, mezclando churras con merinas.

En realidad no es para sorprenderse, tratándose del mismo grupo al que pertenece el canal “Intereconomía”, cuya notoriedad (pequeña y bamboleante) se debe a motivos que todos conocemos.

En fin, ya que mi trabajo estaba hecho, ahí se lo dejo. Es un texto en el que se habla de algunos de los problemas que la gente del sector ya conocemos, pero que quizá a alguien menos enterado pueda interesar a modo de largo y farragoso resumen. Descansen la vista cada cinco párrafos…



La situación profesional y laboral del Guionista en España

Según la definición del Sindicato A.L.M.A. (Autores Literarios de Medios Audiovisuales), el guionista es la persona que escribe el guión de una producción audiovisual en cualquier fase de su desarrollo, desde la idea hasta su versión final, siguiendo las indicaciones del Director o del Productor

Cualquiera que conozca de refilón la industria del entretenimiento, sabe que en una producción audiovisual (ya sea de cine, televisión o espectáculos) el guión es el pilar fundamental y primigenio sobre el que se fundamentan los valores últimos de la obra. Sin embargo, la figura del guionista es todavía desconocida para el gran público, debido a su labor oculta, fuera del alcance de las cámaras, y previa a la realización del producto final. Esto en realidad no supone un problema para los guionistas, somos personas acostumbradas al anonimato y a la cesión de los méritos -o deméritos- de nuestro trabajo.

Los problemas de fondo de la profesión provienen de la indefinición que rodea al colectivo, tanto en lo que respecta al reconocimiento de su categoría profesional, a sus condiciones laborales, a su consideración como autor, y a las retribuciones mínimas exigibles a cambio de una labor no siempre suficientemente valorada por la industria.

El de guionista es un trabajo desprotegido, difícil, expuesto a los vaivenes de la industria y que depende en exceso de la capacidad de negociación particular, en función del currículum personal o de la disposición a aceptar “rebajas” en las condiciones.

En lo que respecta al cine, la mayoría de los guionistas trabajan como autónomos, escribiendo guiones originales propios cuyos derechos ceden a terceros o trabajando por encargo para productoras de cine en la escritura de guiones, en la mayoría de los casos, de ficción. Sólo muy excepcionalmente un guionista trabaja por cuenta ajena en este sector, y normalmente lo hace no como autor, sino formando parte del equipo de desarrollo de proyectos de una productora, siendo su labor buscar y/o optimizar proyectos ajenos.

El precio mínimo que el Sindicato A.L.M.A. recomienda por la escritura completa de un guión cinematográfico (desde la idea original al tratamiento) es de un 3% del coste final de la producción, con un mínimo de 36.000 euros. Sin embargo son mayoría las ocasiones en las que se paga, o se ofrece, mucho menos. Para un neófito estas cifras pueden parecer altas, pero hay que tener en consideración la relevancia del texto respecto al resultado final, el talento y el oficio necesario para llevarlo a cabo (un buen guionista no surge de la noche a la mañana), y la cantidad de esfuerzo necesario para elaborar un guión de largometraje, algo que puede suponer años de documentación y reescrituras.

Un factor problemático es que los guiones cinematográficos se inician en un momento de la producción en el que todavía no hay dinero sobre la mesa. Sólo hay una idea (cuando la hay, porque a veces sólo se cuenta con un actor, o un director, como punto de partida). Esto, unido al lógico deseo del guionista de que su obra se lleve a cabo, provoca a menudo que las productoras presionen al autor para que trabaje o venda su guión a cambio de una remuneración mínima, o accediendo a retrasar los pagos en función de una hipotética e insegura obtención de subvenciones o de unos -aún más inseguros- ingresos en taquilla.

Lo exiguo de nuestra industria cinematográfica, junto a algunos factores como la práctica habitual de muchos directores de escribir sus propias películas, o la dificultad para abordar proyectos personales con un apoyo económico previo, hace que el número de guionistas que viven íntegramente del cine sea muy reducido. El grueso del colectivo se gana el pan diario trabajando en televisión, un medio que mueve mucho más dinero, pero cuyos entresijos laborales resultan incluso más caóticos y difíciles de controlar que los del cine.

Las televisiones demandan cada vez más contenidos. Las series son desde hace años el producto estrella de las plantillas. Las mejores arrasan en el “Prime Time”, además de crear fidelidad en el espectador e imagen de cadena. Así, desde hace años las televisiones encargan a las productoras más y más series de ficción. Pero las series son caras de producir, exigen un trabajo intenso para idear y rodar nuevas entregas semanales. Los guionistas a menudo trabajan en equipos grandes, de entre 7 y 15 personas, coordinados para escribir varios capítulos al mismo tiempo, a una velocidad de vértigo.

Esto ha provocado la necesidad creciente de profesionales capaces de dotar de contenido atractivo a toda esa gran cantidad de horas de emisión. Sin embargo, a pesar de que las productoras son conscientes de la relación directa de la calidad del guión con el éxito o el fracaso de sus productos, con frecuencia se muestran renuentes ante la idea de asumir el coste de una plantilla creativa tan amplia. Muchas intentan abaratar reclutando a profesionales muy jóvenes y dispuestos a aceptar cualquier condición con tal de “meter un pie” en el oficio, o coaccionando a los guionistas con frases del tipo “esta industria es muy pequeña” y “no vas a encontrar trabajo en otro sitio”, o jugando con categorías laborales: “guionista junior”, “redactor”, “documentalista” ,”ayudante de redacción”… y reuniendo así a un grupo de “pseudoguionistas” que trabajan a las órdenes de un par de coordinadores de guión y/o productores ejecutivos que toman el grueso de las decisiones creativas.

Por desgracia, hoy en día la mayoría de los guionistas de televisión trabajan con contratos temporales por obra, incluso aquellos que trabajan durante años en una misma producción. Cuando se acaba la obra, la renovación depende exclusivamente de la productora, así que el despido, en la práctica, es libre y prácticamente gratuito. El guionista no tiene más remedio que aceptar prorrateadas en el salario las vacaciones, las pagas extras y la pequeña indemnización por fin de contrato (8 días por año) . También se ve obligado a desplazarse a diario hasta polígonos industriales del extrarradio, a trabajar bajo horarios laborales indefinidos en los que ni se contabilizan ni se pagan las horas extra, y, en general, se cuenta con pocas garantías de continuidad y de que el fruto de su trabajo vaya a contar con la consideración adecuada.

Los guionistas de programas lo tienen aún peor. Además de todos los problemas enumerados, muchos espacios que no son considerados ficción (de actualidad, entretenimiento, corazón, talk shows o realitys…) no reconocen el carácter de “autor” de sus guionistas, rebajándolos a “redactores” sin capacidad de cobrar derechos de autor por sus guiones, y ofreciéndoles salarios todavía más ajustados que a los guionistas de ficción.

En todos los casos, son las productoras las que deciden cómo se remuneran y reparten las diferentes categorías laborales de los guionistas de un equipo (junior, jefe de equipo, coordinador, escaletista, dialoguista…) y también deciden de qué manera se reparten los porcentajes de los Derechos de Autor que generan los contenidos creados por ese equipo (de tal forma que, por ejemplo, un productor ejecutivo que no escribe puede decidir llevarse una parte importante de los derechos de todos los capítulos).

El salario de un guionista de televisión que trabaje por cuenta ajena puede variar desde los 600 euros de un guionista “junior”, hasta los 6000, o incluso más, de un coordinador de guión. Esta enorme horquilla crea numerosas situaciones de desequilibrio, e injusticias difíciles de combatir.

Asimismo, los precios pagados “por guión” a quienes trabajan como autónomos tienen variaciones parecidas. Aunque desde A.L.M.A. y otras instituciones se ofrecen algunos baremos que explicitan el valor económico que debe tener cada tipo de guión (desde el de un “sketch” hasta el de un capítulo, largometraje o una tv-movie”), estas cifras, al no contar con ningún tipo de apoyo legal, no dejan de ser meras recomendaciones que, de nuevo, quedan supeditadas a la negociación particular de cada caso.

Todas estas circunstancias desfavorables son difíciles de combatir debido a cómo está configurada legalmente la representatividad sindical, que excluye de la posibilidad de su juego a los trabajadores con poca estabilidad en el empleo, que es el caso de los guionistas, como se ha expuesto. Al igual que pasa con el gremio de los actores, o el de los técnicos audiovisuales, los trabajos de guionista son casi siempre temporales y de breve duración. Eso, unido al hecho de que se trate de una profesión minoritaria (como mucho, se podría hablar en nuestro país de unos 800 guionistas profesionales) hace prácticamente imposible que formen parte de comités de empresa y que cuenten con representantes sindicales.

A.L.M.A. es el único Sindicato nacional de guionistas de España. Sin embargo, fue apartado de las últimas negociaciones para la obtención de un convenio colectivo para el sector, dándose la paradoja de que quienes firmaron dicho convenio con los representantes de las productoras fueron los sindicatos mayoritarios (UGT y CCOO), que no cuentan con un solo guionista entre sus afiliados y que desconocen la problemática real del gremio.

A.L.M.A. y otros sindicatos también minoritarios están luchando para que la ley recoja la posibilidad de contar con representantes sindicales de sector y no de empresa, puesto que aunque los delegados de empresa lograran ser elegidos, desaparecerían permanentemente de las mismas, al mismo ritmo en el que varían sus relaciones laborales con éstas.

Mientras todo esto no se arregle, la falta de regulación del sector prolonga una situación en la que las condiciones laborales y salariales dependen siempre del arbitrio de las productoras. El guionista cuenta con la única opción de “aceptar o no aceptar” un trabajo (“si no lo quieres hacer tú, ya encontraré a otro”) o de negociar apelando a su trayectoria profesional, pero no cuenta con ningún paraguas legal bajo el que resguardarse, ni unos mínimos salariales exigibles.

Aunque desde fuera tal vez podría parecer sencillo que los guionistas escribieran y desarrollaran sus propias ideas para “saltarse” todos esos problemas, la lógica industrial del sector audiovisual imposibilita, en gran parte, la iniciativa personal. Al fin y al cabo un guionista no es un productor, o no debería serlo; son oficios distintos que exigen diferentes habilidades y conocimientos. Un guionista puede realizar por sí mismo un cortometraje, o un proyecto para Internet, pero cualquier producción de mayor calado precisará, antes o después, de la participación y la inversión de una productora, que deberá ser la que compre el proyecto y lo lleve a cabo.

De hecho, algunas productoras abusan de su posición de superioridad ofreciendo a los guionistas creadores de proyectos, cinematográficos o televisivos, “mover su idea por ahí” sin pagarle nada a cambio, para ver si se vende a alguna televisión o si se obtienen ayudas a rodaje. De esta manera, la productora cuenta con una buena oportunidad de negocio sin hacer ninguna inversión, y el guionista una vez más pone en juego su trabajo sin obtener ni un duro en caso de que la gestión de la productora sea infructuosa, lo que puede obedecer a su propia ineficacia.

Las ayudas de la administración para el desarrollo de guiones Cinematográficos, si bien suponen un incentivo para la creación de nuevos proyectos, todavía son un apoyo muy pequeño y alejado de la industria real (casi ninguno de los guiones subvencionados llegan a rodarse, aunque los últimos movimientos ministeriales intentan paliar, en parte, este último aspecto).

Paradójicamente, los responsables de las productoras parecen no darse cuenta de que la ordenación del sector facilitará, en última instancia, la obtención de mayores y más seguros resultados económicos. La imprevisibilidad del negocio audiovisual se podría paliar, en parte, con la progresiva profesionalización de guionistas capaces de plantear propuestas que atraigan al espectador al mismo tiempo que cumplen con los estándares de producción adecuados. No hay que olvidar que mientras los guionistas no puedan vivir de su oficio con dignidad los procesos creativos y, por lo tanto, los resultados comerciales, seguirán dependiendo de los hados de la fortuna. Nada sale más caro que una película que nadie va a ver, o que un capítulo mal escrito que hunde a una serie.

Sin embargo, hasta ahora los condicionantes económicos inmediatos son los que imperan, y la mayoría de las productoras prefieren gastar poco en el desarrollo de proyectos porque no confían en que un mayor desembolso en el proceso creativo les asegure un mejor resultado, lo que evidencia un profundo desconocimiento de dicho proceso.

Es muy frecuente oír hablar de la “crisis del Cine” o de la mala calidad de los productos televisivos, pero pocas veces se incide en los procesos necesarios para paliar los numerosos problemas que asaltan a esta industria. Muchos de esos procesos pasan, precisamente, por la creación de una auténtica industria, regulada, trasparente, y donde los distintos profesionales tengan las mismas garantías y derechos que en cualquier otro sector. Lo que hacen falta no son más “jinetes solitarios” que luchen contra viento y marea por ejercer su profesión, sino guionistas profesionales, conocedores de su oficio, que no se replanteen cada pocos meses si van a poder seguir pagando la hipoteca con este trabajo.

Todo ello precisa, también, de un mayor impulso educativo. No sólo sería conveniente que el cine y el audiovisual, como arte y como industria, tuvieran un lugar en las escuelas y los institutos, sino que se impulsara (mejor dicho que se posibilitara) el estudio de las artes audiovisuales y, concretamente, del guión, como una disciplina más, igual de importante que el dibujo, la historia, el diseño, o la música.

Los guionistas no salvamos vidas como los médicos ni construimos edificios, pero creamos entretenimiento y formamos parte de la cultura y del tejido industrial de un país. Sabemos que somos pocos y desde luego no nos creemos el ombligo del mundo, pero nos sentimos orgullosos de nuestro trabajo y tratamos de hacerlo mejor cada día. El de guionista es un oficio vocacional, creativo, en el que a veces uno está dispuesto a trabajar bajo cualquier condición con tal de que llevar adelante un proyecto personal por el que apuesta con pasión. Pero eso no significa que debamos prescindir de un trato profesional o de una parte, pequeña pero justa, de los grandes beneficios que tantas veces produce nuestro trabajo.

Natxo López
Guionista y miembro de la Junta Directiva de A.L.M.A.

2 comentarios en «FLASHBACK: LA SITUACIÓN PROFESIONAL Y LABORAL DEL GUIONISTA EN ESPAÑA»

  1. totalmente cierto. Soy “redactora” oficialmente y guionista “oficiosa”. Pre-produzco, produzco, y guionizo los reprotajes que hago para un programa tématico semanal en una televisión autonómica. Llevo 4 años en mi empresa, me han “echado” y contratado 3 veces, tengo un salario base de 900 y poco euros, y llego a los escasos 1000 euros con las pagas prorrateadas. Un asco, que parece que no tiene solución y que me está haciendo pensar en cambiar de profesión, más que nada pro necesidad. UNA INJUSTICIA

Los comentarios están cerrados.

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