FLASHBACK: GRAN MAÑANA EN EL HOTEL

Por Daniel Castro

Ya sabéis que me muevo poco de mi barrio. De vez en cuando bajo al Círculo de Bellas Artes a presentar la novela de un amigo. O al Gijón a escribir una secuencia de mi próximo guión sobre la opresión franquista. Luego a Chicote a codearme con lo mejor. La última vez que madrugué fue para ver el Masters de Augusta por la tele. Sí, el de 2005. Acudo a dos o tres estrenos a la semana, siempre invitado. Le hago la pelota a un amigo director: “sagaz acercamiento al drama de la Guerra Civil desde el punto de vista de un niño, muy original, Beltrán”, a ver si de una vez me incluye en la terna para el Patronato. Los viernes me pongo la americana de pana, me perfumo de Bulgari y me acerco al Ministerio a recoger el sobre. La subvención. Un sobre cada vez más abultado. Desde que cambió el gobierno recibo tanta pasta que no sé qué hacer con ella. Bueno, a veces sí. De cada cuatros sobres me dejo uno en la calle Goya. Brioni me tiene bien tomada la medida. Otros días me gasto el salario mínimo en calzoncillos y pañuelos de Hermès. Es una vida rutinaria, pero le he ido tomando cariño. Soy un artista y eso conlleva sus servidumbres.Sin embargo, ni siquiera manteniendo férreamente las costumbres uno es capaz de evitar incómodos encuentros.

En una boda, me sientan junto a uno de ellos. Y el tipo, zafio, con la servilleta al cuello y un trozo de solomillo en el premolar, me espeta:

– No acabo de entender… ¿por qué les subvencionan? Yo soy instalador de puertas de seguridad y… no nos subvenciona nadie.

Para colmo, interviene su mujer, vestida como si viniera a un cásting para Las Meninas.

– Y así se harían pelis mejores, pelis que gustaran a la gente. Porque esa es otra: el cine español está hecho para que les guste a cuatro gatos y…

El marido interrumpe a la mujer y vuelve al asunto que le inquieta. Me mira, severo.

– Pero, dime, ¿por qué las pelis tienen que recibir subvenciones?

Yo no suelo saber qué contestar. Murmuro respuestas torpes. Uno de mis argumentos es que no sólo el cine recibe ayudas. La agricultura también. Y los astilleros, la formación de pymes, la formación para empleados de pymes. Incluso la formación de formadores para empleados de pymes.

Pero, a nada que Gabriel, el liberal de la servilleta al cuello, sea un poco despierto me responde con alguna versión educada de “mal de muchos, consuelo de tontos”. Y en eso el hombre tiene razón. Decir que el botín se reparte entre muchos ladrones no es un buen argumento para defender un robo.

Estos encuentros me suelen afectar. Pensar que mi nivel de vida se debe a los impuestos que pagan Gabriel y su mujer, que durante media hora diaria ese hombre coloca puertas blindadas para que yo pueda degustar, también a diario, un mille-feuille comme il faut me suele cerrar el estómago. Al menos durante dos o tres horas.

Evidentemente, no es algo que sólo me haya ocurrido a mí. Muchos colegas han vivido otras experiencias parecidas. Las solemos comentar, tratando de ocultar nuestra inquietud, los viernes hacia las 11 en el salón grande del Ritz. El brunch del Subvencionado, lo llamamos. Ahí llega Miguel, con Le Monde bajo el brazo y sus eternas gafas de pasta. Y Pablo, con su amante o su mujer, dependiendo de si es semana par o impar.

Si alguna vez la gente como Gabriel se organiza y llega al poder, ¿qué será de nosotros? – nos preguntamos. Los más fatalistas aventuran que tendremos que ponernos a trabajar. No habrá manera de lograr pasta para sacar adelante esa biopic sobre Felipe González, ni de que a uno le paguen el viaje a Viena para soltar su enésima conferencia sobre la Transición española…

Estos bárbaros – dijo esta mañana Ramón, indignado – no entienden el arte, no saben las necesidades que tenemos los artistas, no saben que deben financiarnos y olvidarse de pedirnos cuentas… esa es la manera de tratar a un artista. Cuando lleguen al poder, todo acabará para nosotros. Los auténticos artistas somos una clase a punto de desaparecer. Resignémonos y, como la orquesta del Titanic, hagamos arte hasta que el agua nos llegue al cuello…

Ramón es único en su patetismo. Sin embargo, esta mañana, Pedro le ha interrumpido. Llevaba El País en la mano, abierto por la página 50.

– ¡No, Ramón! – ha gritado – No son bárbaros, Ramón. O si lo son… cuando llegan al poder, se rinden ante la belleza del arte. Como los Hérulos, entrando en Roma, se postraron ante los templos, admirando su belleza y respetándolos.

Y entonces nos ha mostrado las dos noticias. Una en la página par. La otra en la impar. Y un rayo de luz ha penetrado a través del vidrio biselado del salón del Ritz. La esperanza.

Un sentimiento de hermandad ha invadido nuestros corazones al leerlas. Sí, en el fondo, son como nosotros. ¿No es simplemente humano el rendirse ante lo bello y apoyarlo, venga del extranjero o de nuestra tierra? Aunque oculta tras una fina capa de caspa, también ellos tienen su sensibilidad. Nada hay que temer. Pase lo que pase, venga quien venga, el Arte verdadero estará a salvo. Y, con él, nosotros, los artistas.

Ha corrido el Ruinart como en los mejores días. Los subvencionados celebrábamos. Fuera de peligro mis calzoncillos de Hermès, mis mille–feuille o mis 100 mililitros de Bulgari. También mis trajes de Brioni. Eso sí, tal vez encargue una chaqueta de otro color. Nunca se sabe cuál será la tendencia de la próxima temporada.

(Publicado originalmente en Guionista en Chamberí el 7 de noviembre de 2008)

3 comentarios en «FLASHBACK: GRAN MAÑANA EN EL HOTEL»

    1. Jajaja…Yo diría que se han pillado alguna semana más. Y usted debería haber hecho lo mismo, Chico. Aunque quizás se ha reservado esta segunda quincena. Dicen que este año en Madrid se ha respirado muy buen ambiente.

  1. Demagogia en estado puro. Quienes criticamos las subvenciones a un cine que evidentemente no conecta con el público, no lo hacemos por unos calzoncillos de hermés que desde luego sabemos no calzáis, lo hacemos por que esas subvenciones son injustas. Y, si, también lo son las que reciben los astilleros ( 25% por ciento del valor final del barco, en eso se basa la competitividad de nuestros astilleros, mientras, en Corea se ríen de nosotros – el de los astilleros es mi sector y tengo muy identificado el cáncer: las subvenciones).
    Por favor explícame por qué ha de recibir vuestro sector ninguna subvención, si no sois competitivos.
    Tan malo sería que en este país se hicieran 25 películas capaces de competir? es necesario hacer 300 que solo van a vender las entradas necesarias (coño, que casualidad) para recibir una parte de mis impuestos que nadie me ha preguntado si estoy dispuesto a ceder?
    De verdad: me gusta el cine, deseo una industria fuerte en España, os deseo lo mejor a todos los profesionales del sector, pero me indigna que penséis que quienes criticamos las subvenciones lo hagamos porque creemos que os estemos patrocinando una vidaza de glamour y beluga. No, se trata simplemente de que creemos que una industria debe ser competitiva por si misma. Si no, es absurdo mantenerla por medios artificiales.

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